Tenía el título de "Héroe"; recibía una pensión cuantiosa por sus servicios durante la guerra; había recibido condecoraciones, junto a sus demás compañeros; no tenía la necesidad de trabajar...
Sin embargo, no podía alejarse del peligro. La sensación alucinante de la adrenalina le obligaba a estar cerca de donde, posiblemente, tendría acción y un motivo para dejar salir ese espíritu de soldado que se resistía a morir.
Por eso no se había mordido la lengua al aceptar ser el guardespaldas de Relena; ella llevaba a cuestas la sombra de la muerte y él estaba dispuesto a hacerle frente...
Heero se hallaba sentado en la parte del frente de la limosina de la Ministro de Relaciones Exteriores, junto al chofer.
Por un instante, le dedica una mirada al camino, cuando divisa una pequeña lavanda.
Esto le hizo recordar a una persona a quien pronto verían en el aeropuerto y que los llevaría pronto a Luxemburgo.
Entre tantos recuerdos con esa persona, se pregunta una y otra vez aquello que lo lleva atormentando desde la primera vez que convivieron en la Tierra:
¿Qué soy?
¿Qué soy para los que me rodean...?
¿Soy acaso la perfecta creación
de lo que esperaban quienes me procrearon?
¿Soy acaso el diamante mejor trabajado
de quienes me pulieron?
¿Soy acaso... y como todos dicen...
un soldado perfecto?
¿Acaso mi perfección
abarca tan poco?
¿Acaso es para simplemente eso
que me entrenaron,
gastaron su tiempo,
pusieron dedicación?
¿Valoraron íntegramente
toda mi capacidad?
¿Es solo esto lo que hallaron?
¡Qué lástima por mi!
No tengo significado...
No hay camino alguno
para este remedo de ser humano.
¿Jamás pensaron que llegaría a sentir?
¿Por qué no me dejaron hacerlo?
¡No sé lo que es vivir!
No aprecio nada de lo que me rodea...
No distingo la belleza... Los demás si...
No diviso la ternura... Los demás si...
No percibo el amor... Los demás si...
No existe lógica para actos tan ilógicos...
No existe lucidez dentro de esta locura...
Porque decidí dudar de lo que sé,
cuando un par de amatistas no temieron en dispararme...
- Heero ¿ya llegamos? - preguntó la aristócrata por el comunicador...
- No. Faltan unos minutos. - respondió seco.
No pudo evitar sentir ira hacia ella... Había arruinado su momento a solas consigo mismo...
- Y con tu recuerdo...