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Si me amas, convénceme por Nadesiko

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Notas del capitulo:

Notas de autora: Siempre quise hacer una ciber novela de Loveless, así que empezaré con este, que es mi primer fic de esta serie n.n Aún no se cuantos capítulos tendrá, pero calculo como cuatro. Este primer capítulo es una prueba para ver si la gente está interesada en el fic. Si es así, gustosa lo continuaré.

Disclaimer: Las orejas de Ritsuka me pertenecen, muajajajaja!!! O.o

Advertencias: Que, de plano, es un fic mío... Así que: Yaoi, personajes un tanto OOC, fluff, lemon gráfico sin sentido, un poco de violencia y posiblemente malas palabras.

Ah!! Y claro, esperen mucho drama, romance y todos los clichés que hemos visto en las telenovelas, pero aún así nos encantan… A veces ¬w¬ Así que abstenerse de realizar críticas en estos aspectos, por favor.

Por cierto: Solo he leído hasta el tomo 6 del manga, así que sepan disculparme si ven algún error y tómenlo como libertad creativa =D

Parejas: Soubi x Ritsuka, principalmente. ¿Soubi x Kio? Muejejeje…

Género: Romance - Drama (al estilo telenovela =D)

Raiting: M (por bishies portándose mal ºwº )

Summary: Ritsuka lleva una vida difícil y todo se complicó aún mas con la llegada de Agatsuma Soubi, que alega amarlo. Pero el niño tiene razones de sobra para dudar de tal afirmación, sobre todo cuando Soubi siempre le está mintiendo.

 

Dedicatoria: A la persona que hizo este fic posible y nutrió mi amor por Loveless, Gema (que por cierto, escribe fics muy lindos de la misma serie bajo el alias de Red Tangerine n.n)

 

 

Blossom:

"Si me amas, convénceme

Por: Nadesiko Takase

 

 

Capitulo Uno:

“Convénceme”

 

 

Movía inquietamente la cola de un lado a otro con perezosa lentitud esperando a que sonara el timbre de salida; el cual anunciaba que tendría el resto de ese sábado para dedicarse a realizar otras actividades más placenteras que el estar encerrado entre cuatro paredes.

 

Un imperceptible sonrojo invadió sus mejillas, su cola cesando su rítmico movimiento. ¿Por qué había pensado en Soubi cuando había dicho “actividades más placenteras”?. Sus orejitas adoptaron una posición de irritación, irguiéndose sobre su cabeza. Rápidamente desestimó el pensamiento, tratando de mantenerse a salvo del certero sufrimiento que le produciría entregarse de lleno a esos sentimientos que el Fighter de su hermano despertaba en él.

 

Seimei. Tantas cosas le habían dicho de él, pero ninguna concordaba con el amante hermano que había atendido a sus heridas con devoción. La inconmensurable adoración que sentía hacia esa única figura de autoridad que había tenido en su vida era solo superada por los sentimientos que Agatsuma agitaba en él. El hombre que tenía el talento de suscitar las mas ambivalentes combinaciones: alegría y tristeza, satisfacción y apetito, esperanza y desilusión… Amor y odio.

 

Rituka reconocía: nada le pertenecía. No su madre, no su cuerpo, no su vida… Ni siquiera Soubi, que alegaba ser enteramente suyo y profesarle amor. Pero las palabras del hombre se veían teñidas por la desconfianza que despertaban al reconocer el pequeño el origen de las mismas: Soubi lo amaba porque Seimei se lo había ordenado. Eso no era amor, si no la más cruel de las falacias, y Ritsuka no podía tolerar oír “Sukidayo” en los labios del Figther, pues su corazón se retorcía de dolor ante la remembranza de que nunca podría oír esas palabras dichas con sinceridad de los labios de Soubi.

 

Después de todo, una persona cuyo único propósito en la vida era satisfacer a su Amo; una persona que había sido entrenada y programada para cumplir con la función de algo mucho peor que un perro faldero, no podía ser digna de confianza. ¿Podía Soubi realmente sentir amor? ¿O solo diría lo que creía que su Amo –ya fuese él o Seimei- deseaba?.

 

 

Con tantas preguntas rondando su atribulada y abrumada cabeza, no era en vano que el niño ostentase casi a diario un humor ligeramente irascible. Carecía de soporte y seguridad; y eso, aunque ya era rutina en su vida desde el fallecimiento de su hermano, resultaba muy difícil de sobrellevar.

 

El timbre sonó finalmente y con movimientos pausados pero seguros, preparó sus útiles y salió del aula, dejando a Yayoi y Yuiko atrás. Bajó las escaleras y se dirigió al portón en medio de la marea de colitas y orejitas, muchas corriendo para encontrarse con sus padres o encargados que los pasaban a buscar para llevarlos a sus hogares. Pero él no contaba con esa suerte…

 

Al menos no hasta que llegó Soubi, y Ritsuka no supo decir si su aparición fue una bendición o una maldición. Ciertamente el hombre mermaba cierto malestar en él, consolándolo con su sola presencia y modulando engañosas palabras, dulces mentiras. Era esto lo que hacía pensar al niño que Agatsuma era un castigo, pues aunque Ritsuka deseaba vehementemente creer en sus palabras, sabía que eran ilusorias, huecas. Muchas veces Soubi se había girado y lo había traicionado al instante.

 

¿Acaso no le había dicho reiteradas veces con la calma y convicción de alguien que habla con veracidad, que Seimei estaba muerto, aún cuando podía ver en sus ojos lágrimas vivas que desesperadas rogaban por saber la verdad?. ¿A caso no le había dicho que lo protegería, pero sin embargo, cuando Ritsuka extendía la mano en medio de la impenetrable oscuridad, no lo hallaba?. ¿A caso no había dicho que siempre atendería el teléfono, pero había fallado en cumplir la jurada y perjurada promesa?. El niño aún recordaba el dolor que sintió cuando llamó a Soubi y lo atendió un jadeante Kio. Su mente desconfiada había hilado una historia que posteriormente, Soubi negó con indulgencia condescendiente que enervó e hirió aún más al pequeño.

 

Ritsuka no sabía si su hermano estaba vivo o muerto, no sabía si Soubi lo amaba verdaderamente como alegaba; ni siquiera sabía quién era él realmente. Pero sí sabía una cosa: Agatsuma era una persona muy peligrosa para su estabilidad emocional. Tantas veces había sentido que estaba al borde de un colapso luego de descubrir las mentiras, las traiciones y sufrir los desengaños del rubio…

 

Y aún así no podía renunciar a él. No porque lo necesitara para develar el misterio de Nana Tsuki –de hecho, Soubi podría ser un obstáculo en su meta-, sino porque lo necesitaba a su lado de una manera malsana, enferma.

 

Sus ojos fueron rápidamente atraídos por la elegante figura del hombre, que lo aguardaba recostado contra el muro. Al ver la transparente sonrisa que le dirigió, todos los pensamientos oscuros se desvanecieron de la sobre analítica mente del niño mientras su corazón se hinchaba. Sus orejas se inclinaron hacia el frente, denotando cierto recelo cuando se aproximó.

 

- Ritsuka, ¿me das un beso?. – fue el saludo que le dio el mayor. La cola del pequeño se erizó a la par que una oreja se agitó irritada; sus facciones denotando contrariedad.

- Soubi hentai… - largó, con una gota en la sien. El aludido sonrió indolente para tomarlo de la mano con toda libertad y conducirlo fuera de las inmediaciones del instituto.

 

Muy a su pesar, Aoyagi había sucumbido finalmente a la tentación y permitía la aproximación del hombre, permitiendo –con algo de embarazo- algunos de sus avances. Un beso robado, un abrazo, una caricia fugitiva, una palmadita en los muslos… Ritsuka había aprendido a aceptar e incluso a esperar alguna aproximación por parte de Soubi, necesitando constantemente pruebas que demostrasen que sus conclusiones respecto a los sentimientos del hombre eran erróneas. Pero justo cuando creía vislumbrar lo que tanto anhelaba ver, el rubio le mostraba verdaderamente lo que significaba para él: una misión.

 

El pequeño cerró los ojos con fuerzas, sintiéndose avergonzado y culpable por permitir que las cosas se le escaparan de control aquella vez.

 

- ¡Soubi! ¿Cuántas veces te dije que entraras por la puerta, como las personas normales?. – le reproché sintiendo mis mejillas arder en indignación ante la reticencia del hombre a obedecer mis órdenes pese a que aseguraba que vivía para servirme. – Para eso te di la llave… - la ultima palabra se perdió en el aire mientras contemplaba con asombro y recelo a mi visitante inclinarse sobre mi indefensa figura, sonriéndome benevolente.

- Ritsuka kakoi desu… - susurró, sus labios a hipnotizante cercanía de los míos, deleitándome con sus suaves movimientos. Yo me incliné hacia  atrás, replegándome sobre mi mismo para huir, sin saber precisamente por qué, del contacto de Soubi. Creo que se debe a mi sentido de supervivencia.

- Soubi… - murmuré cohibido, mis mejillas ardiendo de vergüenza debido a su cercanía. Al instante emití un respingo y sentí mi corazón agitarse enloquecedoramente en mi pecho. -¡Soubi! – protesté mas enérgicamente cuando éste clavó los dientes con suavidad alrededor de una de las orejas que prueban mi inocencia.

 

Soubi tan solo emitió una risa ahogada, rodeándome la cintura para luego levantarme en brazos y sentarse él en la silla del escritorio, ubicándome posteriormente en su regazo.

 

Yo comencé a retorcerme con incomodidad, protestando, pero sus brazos me mantuvieron en mi puesto con firmeza, comunicándome silentes que esta vez, Soubi no quería jugar a ser mi mascota.

 

La inquietud que su iniciativa había exaltado rápidamente se incrementó y aunó al temor que me comenzó a embargar al sentirme indefenso ante él. Al superar mi momentánea parálisis, comencé a pugnar con mayor fervor, retorciéndome con más ahínco y protestando enérgicamente. Sentí sus hombros agitarse por influjo de la risa silenciosa que contenía, sin cesar ni por un instante en su labor de mordisquearme la incauta oreja que habría apresado entre sus maliciosos labios.

 

Inhalé afiladamente, sobresaltado cuando esos mismos labios se deslizaron por mi sien hasta alcanzar el lóbulo de mi oreja. Un intenso y placentero estremecimiento involuntario que no supe disfrazar recorrió la extensión de mi cuerpo, dejándome sin ánimos de continuar resistiéndome ante algo que se sentía tan maravilloso.

 

Aquél día había sido el inicio de todo. Ritsuka se habría entregado gustoso a las caricias exacerbadas del hombre y habría bebido gozoso de sus idílicas palabras y promesas si no fuese porque había un pequeño problema: Soubi no le pertenecía a él; le pertenecía a Seimei. La sola conciencia de la ingente magnitud del hecho hacía añicos el corazón y la razón del pequeño. Nunca podría consumar su relación con Soubi; éste nunca sería completamente suyo, estuviese Seimei vivo o no.

 

Pero Ritsuka tampoco podía resistir la idea de renunciar a él, y así, se veía atascado a medio camino: no podía avanzar, pero tampoco podía remitir…

 

Figther y Sacrifice se alejaron del insitito a paso lento y despreocupado; el mayor formulando preguntas indagatorias con el fin de averiguar como había trascurrido el día del niño hasta el momento. Aoyagi replicaba sucintamente, luciendo más introspectivo de lo habitual con todas esas incógnitas, dudas, supuestos, teorías, hipótesis y problemas que abrumaban su joven mente. Pese a que el destino de su hermano había sido el eje central de tal marea mental, quien ocupaba el escenario central de sus pensamientos ahora era Soubi. El mismo que antes había calmado su atribulación en el pasado trayendo sosiego a su sobre estimulada mentecilla era quien ahora la hacía trabajar tiempo extra.

 

¿Me amas? ¿Me amas realmente?

 

Ojitos tristes se posaron en el relajado perfil del Figther, y cuando la mirada de éste se posó en él, los ojos del chico rápidamente rehuyeron cobardemente para ocultar la intensidad de las emociones que se reflejaban en ellos. Sus mejillas adoptaron un suave tono carmesí, delatando sus pensamientos.

 

- ¿Qué sucede? – inquirió el hombre, sonriéndole. El pequeño negó con la cabeza enfáticamente, emitiendo un callado sonido de negación. - ¿Quieres preguntarme algo? – insistió Soubi, dando un suave pero firme jalón de la pequeña manita para acercar a su dueño a su cuerpo. – Sabes que con gusto haré lo que me pidas… 

 

Ritsuka frunció el ceño imperceptiblemente, sin apartar la mirada del suelo aún cuando sus hombros fueron envueltos por el brazo de su acompañante, acogiéndolo en su pecho.

 

Mentiroso

 

- Nada, nada... – insistió, negando cohibidamente con la cabeza bajo la escrutadora e incrédula mirada del mayor. Se apresuró a desviar la conversación. - ¿A dónde vamos?.

- A mi departamento.

 

El pequeño finalmente le dirigió la mirada, denotando su consternación; sus ojos interrogantes.

 

- Quiero cocinar para ti.

 

Ritsuka sonrió. La heladera del hombre estaba permanentemente vacía de no ser por unas latas de cerveza que se tomaba con Kio cuando éste iba a visitarlo. ¿Qué planeaba hacerle de comer?.

 

Pero la sorpresa que se llevó no fue pequeña al abrir el refrigerador del Figther y encontrarse con que ésta estaba cargada de todo tipo de alimentos; mas que nada verduras empaquetadas listas para ser mezcladas con algunos otros ingredientes para engendrar algún tipo de exquisitez.

 

Rápidamente Soubi puso manos a la obra bajo la mirada de atenta curiosidad infantil acompañada de admiración de Ritsuka, que seguía cada uno de los gráciles movimientos del hombre con los ojos. Su cola se mecía de un lado a otro rítmicamente sin que su dueño se percatara que su angustia era delatada. Antes de lo que se esperaba Soubi había puesto los tazones con alimento en la mesa y se sentó a su lado.

 

- Itadakimasu

 

Ritsuka miró admirado la cantidad de alimentos que Soubi había elaborado en tan solo cuestión de minutos. No había visto una mesa tan cargada desde que Seimei estaba vivo y su madre pasaba extensas horas entregada a la cocina.

 

- ¿Cómo está?. – inquirió el cocinero, mirando al pequeño con una cálida sonrisa. Las felinas orejitas se empinaron en sazón de su entusiasmo, provocando que Soubi riera quedamente.

- Está sabroso. Deberías cocinar mas seguido. – comentó.

- Lo haré con gusto si me lo pides.

 

Ritsuka emitió un bufido y sumergió la mirada en su plato, ignorando el último comentario del Figther, remitiendo así a una etapa de su relación que prácticamente había sudo superada. La conducta del infante era fluctuante y en los últimos meses, pese a todas las preguntas que lo acechaban, a fuerza de besos y caricias Soubi logró que se abriera a él. Ritsuka ya no armaba los berrinches que solía cuando le decía que lo amaba, ya no lo mandaba callar y tampoco le pedía que lo dejara en paz.

 

Pero tal parecía que por alguna razón desconocida para el mayor que atribulaba a Aoyagi –distinta a la situación de Seimei- estaba desencadenando ese efecto de introversión nuevamente en el niño. Soubi lo sabía por la manera constante e intranquila con la que mecía su cola de un lado a otro. Había estado así desde que lo pasó a buscar del instituto.

 

Ritsuka emitió un respingo cuando sintió algo cerrarse en torno a su rabo. Se irguió en su puesto y miró sobresaltado para encontrarse con una de las manos de su acompañante acariciándola con despreocupación. Sus mejillas rápidamente fueron coloreadas por un intenso carmesí y las palabras se atoraron en su garganta, anonadado por la acción tan osada del mayor.

 

- ¡Soubi…! ¿Qué crees que haces? – chilló. El rubio rió con indolencia.

- ¿No te gusta? – preguntó en un tono inusualmente bajo y acariciante; sugerente. Los ojos azules se clavaron en él, provocando que sus mejillas sonrojadas ardieran con el alumbramiento de un sentimiento indescriptible e intenso.

- Yo… ¡Ese no es el punto!. – soltó, manoteando con ademán protector la abusiva mano para tomar entre las propias su rabito, lanzando una recriminatoria y perspicaz mirada al rubio. – Hentai desu…

 

Soubi volvió a reír despreocupadamente antes de inclinarse cerca del chico.

 

- Te noté preocupado y quería hacerte sentir mejor. Recuerdo que se siente muy bien. ¿A caso lo hice con demasiada intensidad?.

 

El pequeño lo observó analíticamente, sopesando sus palabras para descifrarlas, escrutando su rostro en busca de señales. Había aprendido y constatado que desconfiar de Soubi era siempre la mejor opción. Aunque le doliera reconocerlo, prefería eso a tener que estar sin él.

 

Ritsuka se tensó súbitamente al ver la mano del hombre elevarse. Dirigiéndole una mirada de advertencia y sospecha, siguió el trayecto de la misma hasta que éste se posó con extrema delicadeza sobre una de sus orejas gatunas para proceder a frotarla suavemente en la parte trasera. El niño, inevitablemente, se inclinó hacia la caricia cuando sintió la tan placentera sensación bañarlo de pies a cabeza, casi ronroneando de satisfacción. Todo se disolvió en la negrura de su mente, desapareciendo por completo, al menos de manera temporal, todo aquello que lo aquejaba con las mágicas caricias de Soubi.

 

Tan sumido estaba en las constantes pero mesuradas oleadas de placer que se apoderaban de él que no sintió cuando la otra extremidad del hombre rodeó nuevamente su cola y comenzó a tirar de ella con suave firmeza, provocando estremecimientos de una naturaleza mas intensa y divergente. Éstos lo recorrían como pulsaciones de choques eléctricos, viajando velozmente a través de su cuerpo y estallando en distintos puntos, provocando impúdicos cosquilleos en su infantil anatomía.

 

Involuntariamente los ojos comenzaron a cerrarse, su cuerpo entregado a la tranquilidad y sosiego que le era regalado. Apoyó la cabeza en el hombro de Soubi, murmurando palabras incoherentes mientras éste proseguía con sus atenciones.

 

Cuando se dio cuenta sintió que era elevado por unos fuertes brazos. Rápidamente hizo el esfuerzo por recobrar la conciencia y volver a la realidad para presenciar como era llevado por el departamento hasta finalmente ser posado en cómodo futón. Mientras sus ojos se cerraban nuevamente, entregados al cansancio, inexplicablemente se posaron en un objeto que desentonaba en el escenario: una prenda de vestir que decididamente, no pertenecía a Soubi. Sus ojos se entrecerraron suspicaces y acongojados al reconocer la vestimenta como perteneciente al amigo de Soubi, Kio.

 

Al notar su desasosiego momentáneo, Soubi desvió la mirada hasta el objeto propulsor de dicha emoción en su pequeño para encontrarse también con la mentada prenda. Rápidamente sus ojos viajaron hasta Ritsuka, su mente en busca de palabras; pero el pequeño había cerrado nuevamente los ojos y su respiración era ecuánime, anunciándole que había sido derrotado por el agotamiento acumulativo y se había dormido.

 

Es que Ritsuka había decretado que cuando respectaba a asuntos de esa índole, la ignorancia era una bendición. No soportaría tener que enfrentar la indolencia de Soubi si le hacía frente al respecto.

 

-:-

 

Despertó a causa de una sensación de pérdida que no pudo explicar, pero que lo removió en su inconciencia hasta que abrió los ojos, con cierto sobresalto. Turbado y confundido, constató que estaba en su habitación, durmiendo en su cama, bien cobijado. La puerta del balcón estaba entreabierta, seguramente debido a la persistente brisa nocturna que agitaba con pereza las cortinas.

Desconcertado, paseó la mirada por la penumbra del cuarto en busca de explicaciones que justificaran el incongruente resultado que había tenido sus breves horas de sueño: se había dormido en el departamento de Soubi, pero había despertado sólo en su cuarto. Sus orejitas se inclinaron hacia el frente con desilusión, pero rápidamente se irguieron con expectativa al reparar en la lucecita titilante de su móvil, anunciando un mensaje que había pasado inadvertido.

 

De: Soubi

Mensaje:

 

Te ves lindo cuando duermes, Ritsuka.

Desearía que pudieras despertar a mi lado.

Que descanses…

 

Una oleada de calor sacudió su cuerpo, concertándose obstinadamente en sus mejillas.

 

Aoyagi apretó el aparato contra su pecho, acurrucándose bajo las cobijas para volver a dormirse con una sonrisa en los labios, olvidando completamente lo que había visto en el hogar de su Fighter.

 

-:-

 

Los siguientes días transcurrieron grises para el pequeño. Las mismas dudas respecto a Agatsuma lo aquejaban: ¿Lo amaba realmente? ¿Le era leal? ¿Planeaba traicionarlo? ¿Amaba aún a Seimei? ¿Estaría involucrado con Kio?. Tratar de responderlas o seleccionar la mejor manera de conducirse tan solo resultaba en tristeza y migraña. El tener que dudar y estar en guardia constantemente frente a la persona que amaba era agotador; más aún porque deseaba ser correspondido en sus sentimientos.

 

También influía en su humor toda aquella faceta desconocida respecto a su hermano que le habían contado y había tergiversado enteramente el recuerdo de Seimei. Era como si el hermano que había conocido, amado y respetado todo ese tiempo hubiera sido una falacia. Lo cual significaba que realmente él era Loveless, pues nunca lo habían amado… Que nombre tan horrible. ¿Por qué no pudo ser él Beloved?.

 

Ritsuka se percataba de los esfuerzos de Soubi por mejorar su humor. El mayor tenía muchas maneras de hacerle sentir bien, pues dominaba el arte de la cruel dulzura con la que lo torturaba, mostrándose completamente entregado, abnegado y encantador; pero lo suficientemente distante y misterioso como para hacer saber al pequeño que había toda una fracción respecto al rubio que le era negada.

 

Ahora se dirigía a su cita semanal con el médico, y aunque no podía evitar sentirse algo desilusionado de que Soubi no hubiera pasado por el Instituto a buscarlo, omitió el hecho, cansado de sufrir por el rubio. Deseaba ser lo suficientemente fuerte como para renunciar a él y así poder ocuparse de sí mismo; lo cual le era imposible al estar a lado de Soubi, pues constantemente estaba pendiente de él.

 

Aún así deseaba fervientemente verlo…

 

- Ritsuka…

 

El pequeño emitió un respingo y giró, entusiasmo y emoción enmascarados en su rostro. Había reconocido esa voz…

 

Antes que pudiera reaccionar, unos cálidos labios invadieron los suyos por tan solo unos instantes; pero a Ritsuka le parecieron minutos enteros en los que sintió el alocado palpitar de su corazón en su pecho, el cosquilleo molesto pero agradable en su bajo vientre y el ardor en sus mejillas.

 

Cuando el hombre su hubo alejado, el pequeño se enfurruñó, negándose a reconocer cuánto había disfrutado del contacto.

 

- ¡Soubi!

 

El hombre rió quedamente hallando adorable la expresión de enfado en el rostro del gatito.

 

- ¡Te dije que dejes de hacer eso!

 

No pudo evitar sentirse como un hipócrita, siendo que muchas veces se había entregado a los castos y fugaces besos del hombre, o a sus caricias exploratorias.

 

Un breve silencio los envolvió mientras el niño hundió las manos en los bolsillos del pesado abrigo de invierno que llevaba, tratando de ocultar también sus mejillas carmesí de embarazo detrás de la bufanda que llevaba en el cuello, siendo escrutado por los cálidos ojos del mayor.

 

- ¿Por qué no pasaste por mí al instituto? – murmuró prácticamente inteligible, desviando la mirada hasta el otro extremo de la calle.

- ¿Estás molesto conmigo, Ritsuka?.

 

El niño clavó la mirada fastidiada en el despreocupado rostro que tenía enfrente, sintiendo su enojo incrementarse ante la indolencia de Soubi. ¿Es que nunca le importaban sus sentimientos? ¿A caso era realmente una máquina de pelea programada para obedecer?.

 

- Me molesta que halles mi malestar divertido. – largó de mal grado. La expresión del hombre rápidamente cambió a una interrogante que tan solo duró unos instantes, pues volvió a sonreír al tiempo que trataba de envolverlo entre sus brazos. – Sukidayo, Ritsuka-kun…

 

Con agilidad el más joven esquivó el contacto como si de fuego se tratase. Las palabras de Soubi tenían el mismo efecto de la sal sobre las heridas abiertas, pues tan solo le recordaban de la siempre presente incógnita que lo aquejaba respecto a la sinceridad de los sentimientos del hombre. Deseba gritarle, llorar, patalear; decirle de una vez el gran daño que le causaba, hacerlo entender, obligarlo a que lo convenciera de que lo amaba…

 

Pero en lugar de desatar esa escena, Ritsuka logró mantener su aplomo mientras le dirigía una mirada vacía.

 

- Hoy no quiero verte. Déjame en paz. – decretó parcamente, girando nuevamente para seguir su camino, dejando al adulto solitario contemplarlo preocupado alejarse.

 

“¿Por qué no puedes amarme realmente?”

 

-:-

 

Los días trascurrieron sin que los acontecimientos difirieran demasiado entre ellos: Soubi trataba de acercarse a Ritsuka, pero el pequeño insistía en alejarlo y encerrarse en sí mismo nuevamente, lo que frustraba al mayor, que luego de tanto esfuerzo creyó finalmente ver un avance con el pequeño y ahora, todo era desechado sin explicación. Notaba a Ritsuka cada vez mas decaído, taciturno y de mal humor. Todo parecía molestarle. Claro, comprendía que en parte se trataba a la edad, pero, ¿y el resto?.

 

Cuando arribó a su departamento luego de un silencioso trayecto con su Sacrifice y sus amigos hasta la casa de Yuiko, done merendaron, se encontró con la sorpresa de que había alguien esperándolo. Los ojos celestes del rubio se clavaron en el sonriente rostro de su compañero que lo aguardaba con una helada cerveza en la mano.

 

- ¿Qué haces aquí? – preguntó el recién llegado, desprendiéndose de su abrigo invernal. Con ese clima mas se le antojaba una taza caliente de chá, pero Kio siempre tenía sus excentricidades…

- Tú siempre tan grosero. – se quejó el otro, retirando el chupetín que llevaba en la boca para hablar con claridad mientras le hacía entrega de la lata de cerveza, imitando a la perfección el tono ofendido.

 

Soubi rió por lo bajo, encogiéndose de hombros con derrota y dando un largo sorbo a la bebida. Kio abandonó la expresión de indignación para volver a sonreír con naturalidad.

 

– No te veía hace días y decidí venir a ver si seguías con vida o qué diablos había pasado… - explicó mientras se dirigió a la pequeña cocina para meter al microondas dos potes de sopa instantánea. Puso la alarma y nuevamente caminó hasta Soubi, que yacía desparramado en su cama.

 

La mirada de Kio recorrió la esbelta anatomía de su compañero con la mirada; su lengua moviéndose sensualmente alrededor de la paleta que llevaba en la boca, como si degustara otro tipo de manjar mientras una perversa idea se entretejía en su cabeza. Sabía que Soubi lo disfrutaría; lo había hecho la última vez, ¿no?.

 

Cuando sintió la penetrante mirada sobre él, Agatsuma levantó la cabeza para mirar con recelo a su compañero, que le sonrió con total inocencia, saludándolo con una mano mientras que con la otra hacía girar el dulce que llevaba en la boca.

 

- Hoy no estoy de humor, Kio… - anunció con voz cansina, apoyando nuevamente la cabeza en la almohada y cerrando los ojos.

- Yo no he propuesto absolutamente nada. – se defendió el aludido en un tono cargado de sinceridad y una pizca de indignación.

 

Antes de que Subi pudiera replicar sonó la alarma del microondas. El aire se había cargado con el aroma del alimento ya preparado y debía reconocer que había despertado su apetito. Esos últimos días había estado corriendo detrás de su Sacrifice y había descuidado la facultad –como siempre- el sueño, su alimentación y su relación con Kio.

 

Cuando oyó los quedos pasos de su acompañante desplazarse por el piso de parqué, asumió que iba a la cocina a traer la sopa.

 

Pero pronto se llevó una sorpresa cuando sintió presión y calidez sobre su cuerpo. Abrió los ojos alarmado, tratando de dar explicación a lo que sentía. Se encontró con Kio sentado sobre sus caderas, sonriéndole de manera incitante mientras apresaba sus muñecas sobre su cabeza con una de sus manos.

 

- Kio…

- Mejor cállate y déjame todo el trabajo a mi.

 

-.-

 

Dirigió a su móvil una mirada reticente, pero rápidamente negó con vehemencia la cabeza y la hundió en la almohada, ahogando un grito de dolor, de impotencia, de frustración, de derrota… En fin. Una caravana de emociones se entretejía en su pecho, nublando su mente conmocionada. Eso no pasaría si Seimei estuviese vivo. Si Seimei no lo hubiera abandonado, su madre no lo estaría lastimando de esa manera, no abriría surcos sobre su piel ni imprimiría moretones sobre su cuerpo. ¿Dónde había ido su hermano? ¿Había muerto realmente o lo había abandonado como le decían?. De ser así, ¿por qué lo hizo? ¿Fue a caso algo que él hizo o dijo, alguna acción suya lo hizo enfadar e implantó en su corazón odio que remplazara el amor que derramaba sobre él?.

 

Un ahogado sollozo escapó de su garganta para morir en la almohada que era fuertemente oprimida contra su rostro. Una lágrima rebelde logró escapar de sus ojos; pero sería la última. El momento e conmiseración había terminado; Ritsuka no sentiría pena de sí mismo. Si todo aquello le había sido entregado a él, lo tomaría y sobrellevaría lo mejor que pudiera.

 

Nuevamente miró su móvil, anhelando la dulce compañía de su Figther, o al menos oír su voz cálida y reconfortante en el teléfono susurrándole bellas mentiras que fingiría creer para lograr superar el destructivo momento. Si, necesitaba a Soubi a su lado y buscaría la manera de que el hombre lo entendiera sin tener que vocalizar su deseo y exponer su orgullo.

 

Dejó a un lado el pañuelo con el que limpió la sangre que brotaba de sus heridas por unos instantes mientras tomaba el móvil para llamar al hombre cuya cercanía lo aliviaría, aunque solo fuese momentáneamente. Mañana se sentiría peor al recordar que Soubi realmente no le pertenecía, ni en cuerpo ni en alma.

 

El teléfono repicó. Ritsuka aguardó con impaciencia. Nada acontecía. La experiencia le había enseñado que si Soubi no contestaba la llamada en los primeros repiques, era porque no lo haría en definitiva. El niño sintió que se hundía en desesperación ante la idea de verse privado de la reconfortante presencia del hombre. Una mezcla intensa de emociones golpeó su pecho al momento en que la garganta se le cerró a causa del el llanto y desesperación.

 

“Puedes llamarme cuando quieras. Atenderé siempre…”

 

El teléfono seguía repicando monótonamente.

 

“Nadie puede atender siempre el teléfono”

 

De pronto se sentía más solo que nunca, y era una sensación casi insoportable, horrible.

 

“Si eres tú, definitivamente atenderé”

 

Mentiroso.

 

Un pequeño gemido escapó de sus labios cuando decidió darse por vencido…

 

Pero el teléfono fue finalmente atendido. Ritsuka oyó ilusionado como la línea era abierta….

 

- Moshi moshi

 

Pero la voz no le pertenecía a Soubi.

 

La voz parecía haberle abandonado. Su mente había quedado en blanco.

 

- Pásame el teléfono – exigió su Figther desde el fondo. ¿A caso lo había oído jadear también?.

 

Ritsuka estaba seguro que no aguataría más. La idea lo volvía loco de dolor y desilusión que confirmaban lo que siempre se había temido: estaba verdaderamente solo. Soubi tan solo jugaba con él. No tenía a Seimei, no tenía a su madre y tampoco tenía a Soubi.

 

- Ow, no molestes… ¡Quédate quieto!

 

Más jadeos y un gemido prolongado.

 

-Click-

 

El sonido de la línea al ser cortada.

 

“Maldito Soubi…”

 

Sus húmedos ojos fueron velados por los párpados, sumiéndolo en un profundo sueño al cual se entregó enteramente, anhelando escapar de la realidad y de su sufrimiento aunque fuese tan solo unos instantes. Refugiarse en la calma de la nada, esconderse, desaparecer. Dejar de existir mas precisamente era lo que deseaba.

 

Despertó, agitando las orejitas con languidez mientras abría los ojos con pereza. Las lágrimas se habían secado al igual que la sangre que había dejado oscuras y profundas manchas sobre sus cobijas. Se sorprendió al ver cuanta sangre había emanado de él cuando un frío que parecía ser endógeno a él lo estremeció, endureciendo sus dedos y haciendo sus dientes tirititar.

 

Elevó la mirada, sin tener energías para mover la cabeza de la almohada. Soubi estaba parado a su lado, su figura alta e intimidante imponiéndose sobre él entrecortadamente en las sombras. No podía ver su rostro, pero sin embargo percibía cierto grado de inquietud en el hombre que permanecía inmutable, contemplándolo inconmovible.

 

Sintió que el desprecio por ese hombre crecía al igual que el deseo voraz en su interior por lastimarlo, por hacerle pagar por sus traiciones y engaños, por castigarlo por ser tan inhumano pese a tener el rostro del ángel mas bello. Pero todo perecía allí. Sabía que nunca sería capaz de realmente lastimar a Soubi. La violencia física lo asqueaba.

 

Cuando el adulto se sentó a su lado en la cama y trató de tomarlo entre sus brazos, Ritsuka emergió de su enajenamiento y latencia para reuhir rápidamente de su contacto, dejándole bastante claro que no lo quería cerca. Nuevamente se hundió bajo las cobijas, escondiendo el rostro, entregándose una vez mas al sueño, pretendiendo olvidar…

 

- Ritsuka…

 

“Cállate…”

 

La mano del hombre descansó sobre su cabeza, acariciando tiernamente la parte trasera de la oreja felina. Ritsuka deseó darle un fuerte manotazo, alejarlo de sí, exigir alguna explicación o especia de indemnización… Pero de nada serviría. A Soubi le importaba un comino lo que él sintiera. De seguro se regodeaba en su padecimiento.

 

Cuando el mayor hizo nuevamente el intento de tomarlo entre sus brazos, Ritsuka se sentó como impelido por un resorte, dirigiéndole una amenazante mirada. Soubi detuvo sus movimientos, mirándolo con cierta culpa.

 

“La mirada de un hombre culpable”

 

- Ritsuka, daijoubu? – inquirió en un susurro, clavando una implorante mirada sobre él. Pero no se dejaría conmover tan fácilmente. ¿A caso Soubi había tenido piedad de él? No.

- Déjame solo. – pronunció parcamente. Los ojos el hombre parecieron entristecerse. Claro, a ningún perro faldero le agradaba cuando su amo se enfadaba con él por alguna travesura.

 

Eres de lo peor

 

Soubi reparó en las oscuras manchas en las cobijas cuando el pequeño hizo ademanes de volver a acostarse. Sus ojos se agrandaron y se aproximó a examinar cuidadosamente. La mirada luego gravitó hasta el pequeño, que le arrebató bruscamente la prenda de las manos, dirigiéndole una mirada furiosa que el Figther nunca antes había contemplado en esos ojos tristes.

 

- Ritsuka…

- Vete. – interrumpió, ordenando en tono terminante.

 

El mayor pareció hesitante unos instantes antes de abalanzarse cuidadosamente sobre el pequeño y tomar su rostro entre sus manos para llenarlo de besos en la frente, las mejillas y la nariz. Aoyagi no dudó en manotear la caricia con un gesto de hastío que descolocó al adulto. Si bien Ritsuka muchas veces se había negado con vehemencia a su contacto, nunca lo había hecho con tal violencia y desprecio.

 

- Soubi, ¡quiero que te vayas! – profirió, elevando un poco la voz. Sus orejas se había aplastado contra su cabeza en clara muestra de enfado y su cola se removía con aprehensión. – Y tampoco quiero que me vuelvas a buscar en el instituto.

 

Agatsuma lo observó, reticente.

 

- ¿Es una orden? – inquirió en tono monocorde, desprovisto de emociones que hizo enfadar aún mas al pequeño.

- ¡Sí! ¡Es una orden! ¡Vete y déjame en paz!

 

El Figther permaneció inmutable, sin moverse siquiera uno centímetro. Ritsuka sintió que se estremecía de coraje, pero finalmente sintió a Soubi moverse con suavidad antes de susurrar.

 

- Ritsuka… Sukidayo.

- No hables de amor… Tú no sabes lo que es el amor. – cerró los ojos con fuerza en un intento por contener las lágrimas y controlar su voz. – Eres despreciable. – dijo en un susurro casi siseante mientras se acurrucaba bajo las cobijas, estremeciéndose a causa de las intensas emociones y del frío ocasionado por la pérdida de sangre.

 

Sintió un fugaz beso posarse sobre su frente y cuando abrió los ojos, Soubi ya no estaba.

 

 

Continuara…

Notas finales: ¿Lo sigo o no? Según parece, no hay muchos seguidores de Loveless y no es divertido escribir un fic que no puedes compartir con nadie! haganme saber...

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