Desde pequeños siempre tuvimos una amistad muy especial, casi cada día me quedaba en su casa, más bien su casa era mi hogar.
La mía, era fría, el día que viera a mis padres era extraño y si me prestaban atención ya era extraordinario.
- Papá porque nunca juegas conmigo? - Lo siento hijo, estoy muy ocupado ahora, mañana jugamos ok?
Mamá llegaba muy tarde de trabajar y yo estaba ya en la cama. Las deudas nos estaban ahogando. Aunque nunca me dijeron nada, lo sabia, mamá después de llegar cada día venia a mi cuarto, yo me hacia el dormido siempre, me abrazaba, a veces me pedía perdón, otras susurraba cuanto me quería, otras lloraba y notaba como sus lagrimas humedecían mi pijama.
En esas ocasiones yo también dejaba caer una lágrimas, ella creía que tenia una pesadilla y me las secaba suavemente, a veces con un dulce beso otras con una leve caricia.
Quizás tenía razón.
Porque cuando despertaba no había nadie, la casa estaba vacía, yo quería verlos, y por mucho que los llamara no aparecían.
Algunas veces les he oído discutir, por lo visto un amigo de papá lo traición y le dejó a él todas sus dudas, mamá siempre el echaba e cara como podía haber sido tan idiota. Pobre… pero quien desconfiaría de un amigo suyo?
Pero lo peor aun un había llegado.
Después de tres años, la situación ya era insostenible. Cada miembro de nuestra familia se había vuelto un desconocido, pues apenas nos veíamos. Había semanas que las pasaba enteras en casa de Yuuya.
Éramos vecinos desde pequeños y siempre habíamos compartido clase, incluso ahora en la escuela. Era más bajito pese a tener mi misma edad e incluso haber nacido unos meses antes. De pelo claro, y alborotado, que pegaba mucho con su cara de pillo. Ojos gatunos de color ocre y siempre con una sonrisa. Me gustaba estar con él, era muy divertido, me hacia no pensar en nada. A su lado mi mente se relajaba y echaba a volar.
Un día como tantos otros en su habitación, llena de peluches, posters, que su madre le iba regalando, pues era muy mañosa para las manualidades. A menudo Yuuya se quejaba.
- Algún día tendré que salir yo para que quepan todos!
Yo reí. Me llamó la atención un peluche de gato, siempre estaba en el mismo sitio, era el único, los demás o acababan por el suelo o dentro de algún armario o baúl.
- Ese lo tirarias?- le dije señalando.
Se giró para verlo y después de una pausa me contestó.
- A Pixie?
- Tiene hasta nombre?
- Sí es especial
No dijiste nada más, eso me extraño, porque eres una cotorra, por eso tu silencio me hizo no preguntarte nada más. Tiempo más tarde me contaste la historia de tu preciado gato. Aquel peluche fue un regalo de su difunto padre, que murió cuando él tenia era pequeño en un accidente de tráfico.
Volvía de trabajar, cuando otro coche invadió la carretera. Su padre murió en el acto el mismo día que iba a cumplir los tres.
De hecho aquel gato iba a ser su regalo, un regalo que nunca llegó a recibir de manos de su padre. Un conductor que iba ebrio le arrebató el momento.
Sentí la necesidad de arroparlo con mis brazos en un fuerte abrazo y eso hice. Como tantas veces el había echo conmigo cada vez que la tristeza invadía mi corazón.
Pero aquella fue la primera vez que vi desaparecer la sonrisa de su rostro. La primera vez que te mostraste débil ante mí, quizás no lo habías hecho antes porque querías protegerme. Pero aquel día te sentí más cerca que ningún otro.
-----
Tenia 12 años, esa edad que no sabes si eres niño o te estas haciendo mayor.
Como cada día después del colegio crucé el umbral de mi puerta, esperando encontrarme el interior sin nadie.
Pero ese día, el que cambió mi vida, fue diferente, en la entrada habían dos desconocidos vestidos de negro. Y a sus pies un charco de sangre… Uno de estos tipos el más bajito se giró, empuñaba una pistola igual que el otro
- Vaya, vaya a quien tenemos aquí.- era mucho más joven de lo que hubiera pensado, rondaría los 16 años.
El otro también se giró y me miró, pensaba que me helada. Las piernas me temblaban, si hubiera podido hubiera querido desaparecer.
- No le hagas nada al chico, nos lo llevamos.
El más joven me cogió por un brazo y me arrastró.
- Un momento, mis padres! QUÉ LES HABEIS HECHO CABRONES! DEJADME!!
Después de eso solo el sonido de un golpe seco en mi cabeza... después.
Oscuridad.
---