Era una tarde perdida del Abril santiaguino, la calle Huerfanos en su esplendor transitado y los edificios guardando el calor otoñal de los tenues rayos solares. Caminaba en una determinda dirección aquel hombre, con expresión despreocupada y los audífonos alislándolo de la realidad urbana. Fue cuando entonces bruscamente despertado del sopor musical, notó una presencia conocida, frente a sus ojos, al otro lado de la acera, caminaba con rapidez e incomodida un hombre algo más alto, enfundado de impecable traje, corbata rosa y camisa negra, era él, cómo olvidarlo. Y en un no premeditado cruze de miradas, se preodujo sorpresa y como chispas de ímpetu el reconocimiento de un alma ajena.
Se detuvo el límite natural del tiempo y como diapositivas añejas llego ese gustillo agridulce de un recuerdo.
[Gemidos y sudor, era el vaivén inconfundible del sexo, deseo nato e instinto desbordado sus piernas entrelazadas y las penetraciones seguras, quejidos de placer, y un pestañeo turbio, el cansacio del inminente final y los gritos mal disimulados de goze pasional."Sabes lo que deseo en éste momento?" Las palabras saboreaban en una sonrisa de satisfacción y la espera impaciente de una respuesta "Desearía jamás dejar de ver tus ojos", la sonrisa mutua y el recíproco vacío de la promesa incumplida.]
Los atacó con fervor la vergüenza y el desvarío de la remembranza, pero aún así el par, disimulando, se acercó, en un acuerdo silencioso se detuvieron y entonces él lo abrazó, lo sostuvo con fuerza y casi deseperación, cerró sus ojos, correspondió al afecto extraño, no fingió, su sorpresa genuina se grabó en los ojos, pero aún así correspondió, los brazos en el cuello contrario y la misma fuerza y deseperación impuesta, lo abrazó como si no fuera a dejarlo ir.
"Ha pasado tanto tiempo, que tal si vienes conmigo, tomemos un trago, hablemos un poco", "Oh, no sabes como lo deseo, y lo haré, pero no en este momento, talvez una cita?, el proximo mes?, lo dejamos para junio?".La sonrisa borrada y la contestación muda, comenzaba la fuga triste y él se iba, lo dejaba ir, solo pudo observar sobre su hombro, como arrancaba su alma inundada de esperanza, y vió por última vez esos ojos, que rogaban perdón sin quererlo, rogaban salvación sin aceptarlo, la última mirada, y se perdió en el tránsito humano y el pulular tedioso de la calle repleta.
"El señor ocupado no tiene tiempo de verme..." musitó al aire, reprochando con atraso y con ira oculta, fue un frenesí de un segudo, y sin importarle la ruta, emprendió camino.
Ya era tarde él se había ido, y las probabildaes de encuentro fortuito se reían de él , para decirle que era muy tarde.
Pero en las mentes queda el recelo, el bicho royendo el recuerdo y el deseo frustrado, y se detiene, y piensa"Si todo hubiese sido diferente, Si tan solo...".
Y se culpaban con autoflagelo imaginario, el extrañarlo, el extrañarlo tanto. Y
volvía con fuerza renovadas la frase amarga "Si tan solo..."
Pero "si tan solo..." es un mal deseo y ya es muy tarde.
Dos figuaras inmunes al bullicio citadino caminan con las mentes turbadas, los pasos marcados por inercia, y el reflujo ácido de aquel encuentro, la deseperante sensación de retroceder de someter y obligar, y tragar culpas y comerse el orgullo.
"Pero ya es...""...muy tarde"
To R.