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Tocó la puerta, una y otra vez, sin recibir respuesta. Una mueca de preocupación se dibujó en su rostro, mordió sus labios, clara muestra de nerviosismo. Las palabras dichas la noche anterior aun resonaban en su cabeza, como un disco rallado que repite una y otra vez el mismo segundo de la melodía. Llevó su temblorosa mano hacia el pomo de la puerta, girándola inseguro, inseguro de lo que pudiera encontrar al otro lado.
Días sin verlo, días sin verlo en la práctica, días sin escuchar su voz, días sin saber de él… y sólo ayer pudo nuevamente escuchar su voz, su voz apagada, casi muerta, que le hablaba en un susurro, casi suplicando, ¿Suplicando por qué? ¿Qué era lo que faltaba?
Abrió la puerta, sin saber si era lo correcto o no. Sin detenerse a pensar si estaba bien o no. Simplemente quería saber si estaba bien, si aquello no había sido más que un sueño.
Abrió la puerta, sin saber si era lo correcto o no.
Abrió la puerta, entró en el pequeño apartamento.
Abrió la puerta, y luego de entrar al recibidor, sus ojos se encontraron con una hermosa y, a la vez, escalofriante escena.
Abrió la puerta y después de ella no había más que desorden, confusión, papeles y libros tirados en todas partes.
Y Jin en el suelo, muerto.
¿Cómo no lo vio antes? ¿Cómo no notó antes aquella depresión? ¿Por qué no se detuvo a observar un poco su condición? Aquellas sonrisas forzadas, aquella alegría apagada, su voz casi sin vida. Su triste rostro al decir: Ueda. Como si fuera una súplica, como si en el fondo intentara decir: Sálvame.
De la destrucción.
¿Cómo no lo notó antes? Que Jin estaba ya en el fondo, que todo lo había llevado a hacer lo que había hecho. La presión, la gente, su alrededor. ¿Acaso no era su amigo?
Cayó sobre sus rodillas, sintiendo sus ojos arder. Llevó una mano a su boca, cubriéndola para reprimir el sollozo, el grito que deseaba liberar en ese minuto.
¿Cómo no lo notó antes? Le había fallado. Como amigo, le había fallado.
Las lágrimas caían silenciosamente por sus mejillas, un recorrido silencioso que terminaba en la nada.
“Está muerto, y todo es TÚ culpa.”, le decían sus hadas, aquellas hadas de sus fantasías.
Dos días después fue el funeral. Lágrimas cayendo por los rostros de los presentes. Ninguno supo la razón, ninguno tuvo el valor de preguntar.
Dos días después del funeral, las flores estaban marchitas en la tumba de Jin.
Cuatro días después del funeral de Jin… Ueda decidió morir.
-No puedo más…
-Vamos, no es nada… Ya veras que saldrás adelante.
-Estoy cansado…
-¡Descansa! Pronto tendremos un descanso, será mejor que vayas a dormir.
-Desearía dormir para siempre…
-No seas tonto, Jin…
-Tat-chan…
-¿Um?
-Adiós.
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