Not love me
Te mira con dolor, con esa maldita emoción que le devora el corazón.
Sabe que le quieres, pero también es consiente de que en tu corazón, no hay espacio para nadie más que no sea él...
Él, la persona que te ha hecho derramar lágrimas de sangre, el ser humano por quien no te importaría arrojarte a un barranco mientras sobreviviera; aquél a quien le diste vida pasándole tu oxigeno, confesándole, inmerecidamente, que lo amabas.
No te mira con aprensión porque sabe que no es tu culpa; solamente se ama o no.
Tus retinas arden, mientras intentas retener el líquido que quiere bañar tus mejillas. Tus labios se mueven, en un vano intento por musitar algún calmante para su pena, pues su único pecado fue amarte. Tu mano diestra trata de tomar su mejilla; pero él ladea el rostro, evitándolo. Entonces una daga te atraviesa el corazón, cuando una perla baja por su pómulo.
Tus dedos se contraen como si sus lágrimas fuesen ácido, mientras tus párpados despejan tus pupilas y muestras sorpresa.
No era tu intención hacerle tal daño, él lo sabe; pero no puede evitar el coágulo de dolor que se forma en su pecho.
Tal vez fue su error.
Si, pensándolo mejor si. La culpabilidad le envolvía por no haber tenido la fuerza para gritarle a él que tú le pertenecías, para exigirle que te confesara si estaba enamorado de ti o no, antes de que cometiera aquella estupidez y decidiera alejarse de ti.
-"No dejes que me siga lastimando"- Le dijiste, abrazándolo, cuando Camus te hirió por penúltima vez.
-"Descuida, entre mis brazos yo te tengo"- Te dijo, abrigándote con su abrazo.
Y se juró que sin importar lo que pasara, tú siempre sonreirías porque estaría a tu lado.
Aunque faltó a su promesa cuando no impidió que fueras en su búsqueda.
En aquél momento su cabello azulado es lo único que puedes observar.
-"Kanon..."- Intentas tomar su hombro para darle nuevamente la vuelta, para mirar sus esmeraldas y saber que no te odia.
-"Vete."- Te ordena. Su tono es seco. Te hiela el alma.
A tu cerebro le cuesta captar correctamente esa orden.
-"Vete"- Repite su petitoria con la voz quebrada.
Asimilas lo que acaba de decir, pero no piensas irte sin antes hablar con él, sin dejarle en claro tus sentimientos.
-"Tienes que escucharme... tienes que entender..."
Él da la vuelta de manera brusca, tomando tus brazos de la misma forma y mirándote con emociones encontradas: odio, amor; tristeza, esperanza.
-"¡No quiero saber nada! ¡No hay palabras... no hay excusa posible que pueda calmar lo que siento!"- Te grita profundamente enfadado, dolido.
Tus ojos permanecen fijos en los suyos, con una mezcla de sorpresa y culpabilidad.
Sabes que tiene razón, que ningún léxico podrá amortiguar esa sensación que tu desamor ha dejado en él; pero quieres hacer algo. No deseas que Kanon te odie, que no entienda que no es del todo tu culpa, que tampoco es la suya, ni mucho menos de Camus.
Era tu mejor amigo y simplemente te enamoraste de él. Pasó el tiempo y no le importabas tanto como a ti. Te dolió su indiferencia, pero no tanto como las dagas que tu coterráneo clava en tu corazón.
-"Perdóname"- Dijiste en voz baja, inclinando la cabeza para que tus ojos se centraran perfectamente en el piso y una cortina azulina los cubriera de él.
En ese momento a la mente de Kanon llegó un pequeño recuerdo, una noche en que estabas pensativo en tu templo y él llegó para consolarte, para intentar apoderarse de tu corazón pisoteado:
-"No quiero que llores, él no se merece ni una sola lágrima tuya, Milo"- Te dijo, provocando que tus mejillas se encendieran, y que tu cuerpo dejara de tensarse ante su contacto. Entonces, de tu pupila se liberó una sola partícula salada, que él enjugó con sus labios.
Tú cerraste los ojos ante el contacto, descubriendo, instantes después, que su boca sensual y seductora era más apetecible de lo que hubieras imaginado jamás; y es que esos labios que tantas veces te coquetearon con besos y sonrisas, pudieron otorgarte la vida y alegría que los de Camus jamás hicieron. Ni siquiera aquella tarde.
Por eso estabas ahí, intentando hablar con él, aunque Kanon se encerrara en su propio dolor y no quisiera saberlo...
Él recuerda esa noche, sabiendo que ahora te causa la misma emoción que intentó repeler con su amor; pero ya no le importa.
-"No me amas."- Reconoce después de intentos, que considera necios, por conquistarte.
-"¿Puedes asegurarlo?"- Le preguntas levantando la vista, aún un poco cobarde a la que será su reacción cuando sepa la verdad.
No habla, pero sus ojos te lo dicen todo: Esta sorprendido por lo que acabas de decirle.
-"Mis sentimientos por Camus no puedes cambiarlos"- Le explicas, aprovechando su turbación para tomar la cercanía con él. -"Si fui en su búsqueda es porque me importa, porque es mi amigo y lo quiero... pero a ti..."- Tu mano finalmente alcanza su mejilla, y tus labios expresan por fin el motivo de tu estancia ahí, con él. -"A ti... te amo..."
-"Pero tú..."- Se desconcierto da paso a una objeción, que un beso tuyo silencia.
-"Te amo a ti"- Le repites, y lo harás una y mil veces más hasta que le quede claro, hasta que quede grabado en todas y cada una de sus ideas, incluso si tienes que llegar a hártalo con la misma frase.
Pero no hace falta. Él se ha convencido de tu argumento, porque te ama, porque confía en ti y sabe que no mientes; tus ojos te delatarían si lo hicieras.
Entonces se permite abrazarte, sonreírte y marcar con besos amorosos tu rostro; borrando las huellas de un dolor que no existe, que nunca debió existir.
Sus labios se prenden a los tuyos, deleitándose con el sabor sublime de estos, con los movimientos que imitan los suyos y le reclaman la vida que esta dispuesto a darte.
FIN