Pasión contenida
Por:
Pionguis y Mihll
Los personajes de Harry Potter no me pertenecen, si no a J. Rowling
Frente a él unos preciosos ojos grises -retándolo - saben que lo desean, lo sienten llegar - su cuerpo entero clama por ello - no les importa nada más, ni el relinchar de los caballos, ni que el suelo este sucio o se llenen de heno, o incluso que alguien los sorprenda.
Experimento una extraña sensación al ver sus labios, deseaba tenerlos en contacto con los suyos, cometió el acto sin pensar y no se arrepentía de nada, ni siquiera que lo que hacían era un acto ilícito aunque jamás había pensado que era perverso.
Enredo sus dedos en el largo cabello rubio, tan parecido al suyo pero a la vez tan diferente - se aferró con fuerza oprimiendo su cuerpo contra el otro - besaba con pasión y fiereza - demostrando así lo frustrado que estuvo por lo años contenidos.
La fantasía no tiene fin - pensaba, no era el único que opinaba así, ahora sentía como este se sumergía en ese alocado sueño mientras hacia arder la llama de la pasión con mayor intensidad con su dulce y ávida lengua
Sus manos recorrían el cuerpo joven que se estremecía a su tacto - olvidado de su obligación, de su familia y de todo aquello que alguna vez considero correcto - se dejó llevar - enterró los dientes en la fina piel blanquecina- ¡mío! - repetía una y otra vez en su mente - mientras marcaba su piel - lo escuchaba quejarse con placer - excitándose aun más
Le satisfacía que sus sueños mas secretos se convertían en realidad, divinamente sometido a su completa voluntad de modo que su excitación creció más y más de un modo alarmante. Era como si se hubiese abierto una trampa en la que caía sin poder retroceder - todo su ser ardía como si tuviese fiebre y su corazón acelerado, casi rogando por mas.
Aspiró su aroma mezclado con el del ambiente - el olor a establo le recordaba el lugar donde se encontraban provocándole una morbosidad placentera, araño y tironeo su ropa - deseba mas contacto - poder tocar la piel ardiente de aquel ser perfecto nacido de su esencia, enterró su cadera en la del otro - un ahogado gemido salió de su boca- le amaba - con lujuria y pasión, ternura y anhelo, de la justa manera en la que estaba prohibido.
No tenía la menor posibilidad de huir, lo tenía claro y tampoco estaba dispuesto a dejarlo escapar. La parte racional de su persona aún se debatía intentando descifrar que diablos estaba sucediendo entre ellos dos, pero no ponía resistencia. Su cuerpo se tensaba mientras lo sacudían oleadas de placer, una tras otra. Deseaba gritar, temiendo que si esto seguía así seguramente moriría en un arrebato de locura. Alguien debía detenerse, recobrar la cordura, antes de alcanzar lo inevitable.
Absorto en el delirio ardoroso, apenas y escuchó las pisadas que resonaban en las tablas de madera, debía separarse, pero temía hacerlo, temía perderse en la distancia y nunca mas volver a encontrar los suaves labios que mordisqueaba con ternura, sí, Lucius Malfoy tenía miedo, no, no era miedo, era pánico.
Alejó sus manos de la esbelta cintura y las apoyó en la tierra, alejó su rostro del otro mientras fijaba su vista en la opuesta, respiraba agitado y por primera vez en mucho tiempo no sabía que hacer
Entonces el hechizo se rompió. Su objeto de deseo se convirtió en su hijo nuevamente, el jovencito bien educado enfundado en un traje elegante. Se quedó pasmado al contemplar su rostro, como si le hubiesen aventado un cubo de agua fría, y pese a estar vestido se sentía desnudo.
Se levantó de forma apresurada pues si se quedaba un tiempo mas en esa posición era capaz de arrancarle sus ropajes con furia, sin importar que el dueño de aquellas pisadas estuviera observándoles.
Con premura acomodo su vestimenta y cabello, negándose a mirarlo de frente, camina hacia el caballo blanco, aquel potro rejego causante de todo, escuchó a su hijo avanzar y detenerse a su lado.
-Por qué tardan tanto?- escuchó decir a su esposa- todos nos están esperando- dijo refiriéndose a sus invitados
- adelántense, enseguida vamos- su esposa no dijo nada, frunció las cejas molesta por tener que entretener ella sola a esa panda de hipócritas, resignada salio del lugar sin mirar atrás. Draco no había pronunciado palabra, ninguno lo creyó necesario... sus manos entrelazadas sobre el blanco lomo del animal lo decían todo.
FIN