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La triste historia de Charlie Weasley por pionguis

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Notas del fanfic:

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La obra en la que esta basada esta historia se llama: "la triste historia del pascola Cenobio", del libro el "Diosero", del autor Francisco Rojas Gonzalez

Notas del capitulo:

 

Ni los personajes, ni la obra en que esta basada esta historia me pertenecen, sino a sus respectivos autore.

 

La triste historia de Charlie Weasley 

 

 En el mudo mágico, allá en los tiempos en que  los dragones volaban libres por los cielos, cuando magnificas, fantásticas y peligrosas criaturas se veían por doquier, allá cuando la naturaleza y la vida humana se juntaban de tal modo que era difícil mirar donde comenzaba una y terminaba la otra, allá cuando la tierra parecía tener vida propia y los hombres estaban acostumbrados a dormir con el canto del viento, en ese entonces, existían -y eran mas comunes- los cazadores y domadores de dragones; entre esos había uno, uno que era más que todos: Charlie Weasley.

 El joven Weasley era de familia humilde y numerosa pero de buenas costumbres, a temprana edad abandonó su hogar para andar por el mundo en busca de fieras y aventuras. 

 Bajo la tutela de dos famosos cazadores aprendió el oficio, a pesar de su juventud y ayudado por su talento nato  consiguió fama entre sus iguales, tal actividad le traía satisfacción, mas un día se vio invadido por la comezón de ser domador.

Buscó un maestro de tal arte, había muchos, pero el quería la mejor. Lo encontró de la forma mas inverosímil. Una noche de luna llena mientras caminaba por en medio del bosque, fue atacado por un hombre lobo, se defendió usando mucho de lo que aprendió como cazador, cuando estaba a punto de matar a la bestia, se oyó un aullido que hizo que ambos, el licántropo y él, detuvieran su lucha. 

La fiera se calmó pero al igual que él, no bajo la guardia, se oyeron pisadas que alertaron los sentidos del joven, pronto tuvo cerca suyo no a uno, sino dos licántropos, el segundo era un enorme lobo gris, probablemente el lobo” alfa” de la manada. Cuando se disponía a atacar para poder escapar, el alfa se transformó en humano, le interrogó  acerca de lo que hacía en ese lugar, su nombre y esas cosas, se disculpó por el ataque sufrido ya que el licántropo pertenecía a su manada, le dijo que él era Fenrir Greyback, licántropo alfa y domador de bestias.

 Como era de esperarse, Charlie se sorprendió enormemente con tal confesión (y no sólo el ver que podía transformarse a voluntad), pero su asombro paso a segundo plano cuando se dio cuanta de la oportunidad que tenía frente a sí, a un nuevo maestro. 

Incontables veces le pidió al domador que lo aceptara como alumno, las mismas veces sus ruegos fueron denegados, lo siguió por cerca de un año hasta que al fin el hombre  viendo  su determinación, accedió.

 Se unió al circo del que Greyback era dueño, que por ironías de la vida (o un humor muy negro de su dueño), presentaba criaturas salvajes domadas y amaestradas en su mayoría por él, acompañadas por actos de tal magnitud que uno no sabía si eran de valentía, torpeza o locura. 

Con el “alfa” como su guía y su amigo Remus Lupin, el lobo que anteriormente lo había atacado, se convirtió en poco tiempo en todo un experto. El entrenamiento fue duro, las carencias muchas, y con todo, valía la pena. 

Así anduvo, rodando por el mundo, cazando, domando, ayudando en el circo, paseando en los bosques o bebiendo en las tabernas, contando sus hazañas mientras los parroquianos y alguno que otro viajero como él mismo, escuchaban con total atención, viviendo en cada relato diferentes sensaciones; la emoción, el miedo, la furia, la gloria… 

Los hombres lo oían con respeto y una pequeña cantidad de envidia, las mujeres y los donceles lo admiraban alabándolo con palabras intercaladas de suspiros y pestañeos coquetos.

 Remus lo veía desde su lugar, sonriendo y negando ligeramente con la cabeza cuando exageraba sus historias, la mayor parte era cierto, pero el chico, que gustaba de presumir sus talentos, agregaba algunas cosas para que fuera mas interesante, no que lo juzgara, a su edad él también lo hacía. 

Cuando salían a hacer promoción del circo  él nunca faltaba, con su sonrisa dulce y ligeramente seductora, su melena larga salvajemente roja, el cuerpo de Apolo curtido por el sol, sus bellos  ojos azules y el pregonar de su nombre conseguían atraer grandes multitudes.

 Enfundado en pantalones y camisa sin mangas de piel Charlie demostraba su destreza con el látigo, cortando el viento al batirlo para apaciguar a las bestias. 

Al finalizar las funciones, se le veía rodeado de hombres y mujeres en edad casadera, y alguno que otro casado con deseos de “peligro”, todos tratando de tocar la fabulosa musculatura perlada de sudor que encendía sus pasiones. 

A Remus le divertía ver como las cosas se volvían en su contra cuando ya no podía quitarse de encima a sus admiradores, en sus tiempos mozos el pasó por lo mismo, salvo que sus admiradores eran menos y carecían de esa idolatría en sus miradas. 

Nunca lo vio verdaderamente interesado en alguno de ellos, siempre les regalaba desde un guiño, hasta una noche pasional;  pero nada significativo. 

Un día  luego de visitar a los señores Weasley fueron a dar un paseo por la plaza del pueblo, allí Remus vio caer a Charlie en mas de un sentido.

 El de ojos dorados y el de cabello rojo  caminaban platicando y bromeando un poco, cuando de repente Charlie se quedó callado dejando una frase inconclusa, mirando en otra dirección a su camino, fue ahí cuando el valiente cazador que rastreaba animales salvajes en las noches sin luna internándose en la espesura de bosques desconocidos, aquél que sorteaba los obstáculos con facilidad y fluidez en sus continuas persecuciones de fieras, tropezó  a plena luz del día en un suelo llano y totalmente libre de piedras. 

El golpe y el quejido que le prosiguió hicieron voltear al chico que Charlie quedó mirando y por el cual tropezó. Era un rubio platinado de increíbles e hipnotizantes ojos plateados, de cuerpo estilizado y andar fino, su nombre: Draco Malfoy. 

El rubio miró al cazador en el suelo, arqueó una ceja y curvó sus rosados labios en un gesto de burla, Charlie correspondió desde el suelo con su tan afamada sonrisa de Donjuán, Remus rodó los ojos. Draco volvió a girarse y siguió su camino sin voltear atrás, no notó el interés que mostraban las orbes azules; no así Pansy, la acompañante y amiga de Draco, o Remus, que prediciendo los futuros sucesos  sonrió con nostalgia prematura, lo iba a extrañar. 

Charlie amaba cazar todo tipo de seres salvajes, sin embargo, sus favoritos siempre fueron los dragones, juraba que el destino de su vida estaba ligado a estos temibles animales, pues bien, pudiera ser verdad, pero al parecer el destino  quería cambiar su papel con respecto a estas criaturas, por que Draco (el pequeño dragón humano) logró lo que ningún otro u otra pudo antes: atrapar al cazador de dragones. 

Varios días después mientras el circo partía iniciando su camino a otro pueblo, Charlie y Remus se despedían, el primero pidiendo regresara a visitarlo, el segundo prometiendo hacerlo. 

Pasó el tiempo, Charlie y Draco se hicieron pareja. La gente comentaba acerca de ellos, la mayoría opinaba que no durarían (especialmente los jóvenes), pero cuando se oyó hablar de matrimonio las cosas cambiaron.

 Unos decían: “hacen buena pareja”, los mas realistas comentaban: “lastima que Charlie no tenga de riqueza lo que le sobra de bravura”, “dragones no siempre ha de haber”; algunos mas optimistas pensaban: “el padre de Malfoy es rico, seguramente les ayudara”  

Y era cierto que Lucius Malfoy, el padre de Draco, era un hombre rico, el mas rico de toda la región, y cierto también que ofreció su ayuda a su futuro yerno, sólo que éste no la aceptó, para él era importante poder mantener a Draco por sus propios medios. Lucius se sintió un poco contrariado, pero se alegró de que el futuro esposo de su hijo fuera un hombre recto consiente de sus obligaciones, sólo le hubiera gustado que no fuera tan orgulloso.

 El trabajo de Charlie era bueno, pero no proporcionaba suficiente dinero para mantenerlos a Draco y a él, menos aún si quería que el rubio viviera de la manera a la que estaba acostumbrado, ya que no sacaría al rubio de su casa y lo alejaría de su familia para pasar penurias, pensando eso decidió buscar otro trabajo.

 Los oficios del pueblo eran muy limitados, ninguno le daría la cantidad de dinero que necesitaba, al  menos no en el tiempo deseado, pensó la manera de conseguirlo, solamente halló una. 

El pueblo en que vivía  se situaba cerca de las montañas sagradas del fuego, se decía que escondido en algún lugar de la enorme depresión estaba el secreto de la inmortalidad: la “fuente de la juventud”. Muchos hombres, muggles y magos, de todas las edades y condiciones sociales habían intentado encontrarla, ninguno lo había logrado, pero eso no les hacía darse por vencidos.

A lo largo del año se veían pasar por el pueblo caravanas de todos tamaños que se aventuraban a las recias condiciones de las montañas para buscar su ansiado tesoro.  

Muchos de los excursionistas se detenían por el pueblo en busca de guías, encontrando siempre negativas, ya que los habitantes de los pueblos cercanos consideraban que guiar a extranjeros a través de las montañas era una traición grave, era manchar la memoria de sus antepasados y tentar la furia de las fuerzas mágicas que allí residían.

 Para ellos los extranjeros no eran mas que un montón de ricos ambiciosos o enajenados por el poder, saqueadores viles que llevados por la codicia invadían y destruían los templos, algunos otros eran unos cobardes que se negaban a aceptar el ciclo natural de la vida, tal vez hubieran hecho algo muy malo durante su existencia y temieran al castigo después de al muerte, nadie lo sabía bien, pero aceptar guiarlos a las entrañas de las montañas sagradas era tanto como vender tu alma a los demonios.  

En contra de sus principios, Charlie se puso a disposición de una de las caravanas, esta era un poco diferente de las demás, estaba encabezada por un hombre demasiado extraño para su gusto, de nombre Gilderoy Lockhar. Supuestamente era un escritor que viajaba por el mundo viviendo aventuras que mas tarde plasmaba en sus libros,”una autobiografía de la grandeza”, según le dijo. Se jactaba de ser un hábil duelista, un magnifico explorador y un experto traductor de textos antiguos. 

La convivencia con el hombre fue un poco difícil, sobre todo por que éste parecía querer no separarse de él, pues temía casi todo lo que veía, aunque el hombre lo negara con vehemencia. 

Gilderoy comprobó muchas veces que haber contratado a Charlie como guía había valido la pena, las montañas estaban llenas de peligros, bien podían toparse con un terreno abrupto o con una manada de lobos hambrienta, como fuera, Charlie siempre los sacaba de problemas. 

Con su ayuda, durante un lapso de año y medio, recorrieron todas las montañas, y a pesar de no encontrar la “fuente de la juventud”, no se decepcionaron, pues guiados por el pelirojo conocieron magnificas criaturas, visitaron lugares extraordinarios y lo mas importante, ninguno resultó muerto.

De todos, el más contento fue Gilderoy, pues con esta excursión tenía suficiente material como para por lo menos tres libros. 

Si bien Charlie los guió por lugares que nadie que no fuera conocedor o hubiera nacido por allí conocía, nunca los llevó a los templos sagrados, ni contó los secretos de las montañas, “si queríen saberlos que los averigüen solos”, tampoco permitió que dañaran la flora o la fauna del lugar, ni mucho menos dejó que se llevaran tesoros ni nada de lo que veían.  

Cuando regresó al pueblo lo primero que hizo fue visitar a Draco, éste lo esperaba como habían acordado, lo recibió entre besos y risas, lo llevó ante su padre que lo invitó a cenar con sus padres y hermanos esa misma noche. Fue a su casa y luego de los abrazos de bienvenida les informó de la cena. Al día siguiente la fecha de la boda estaba dispuesta. 

 Las festividades llegaron poco después, la algarabía llenaba cada rincón del pueblo, la gente iba y venía comprando y comiendo cosas, los niños corrían y reían felices, tal como debía ser.

 Charlie se encontraba sentado en el puesto de las bebidas, tomaba un poco de cerveza de mantequilla mientras esperaba a Draco, había ido con sus hermanos pero estos se habían despedido de él para curiosear por ahí. 

Unos metros mas allá estaba Cornelius Fudge, un hombre algo mayor y obeso, no muy querido por el pueblo por su carácter arrogante. Fudge miraba a Charlie con odio, a su parecer el Weasley era un traidor, un vil vendido al que recibían con pompas y platillos, obviamente inmerecidos, anunciando su próxima boda con el heredero Malfoy. 

Se levantó con brusquedad y entre tambaleos se acercó hasta Charlie, se paró frente a él, escupió muy cerca de sus pies. El joven levantó la cara esperando que el hombre dijera algo 

-¿Qué se siente ser un traidor?- preguntó el hombre con voz pastosa Charlie apretó los puños, pero no respondió nada

 -¿Qué?, ¿Te gustó prestarte como mujerzuela?- escupió agriamente, atrayendo la atención de los que por ahí estaban, el otro hubiera querido romperle la cara, pero parte de las enseñanzas y costumbres a las que estaba adherido era el respeto a los mayores, además el hombre estaba ebrio 

-¡El famoso cazador! ja, como no, ¡no eres mas que un perro faldero que menea la cola por un poco de dinero!- sacó de su bolsa unas monedas y se las lanzó al suelo- ¡ahí esta el dinero, baila para mi!- y se soltó en carcajadas que el resto de la gente acompañó 

Pronto se vieron rodeados de una multitud escandalosa que animaba al ebrio en sus injurias, éste hervía de rabia, pues sus insultos no lograban hacer exaltar a Charlie, respiraba como toro embestido, apretó sus puños y tembló  

-¡Traidor a la sangre!, ¡Eres un traidor a la sangre!-  gritó el peor insulto que pudo haber dicho, “traidor a la sangre”, significaba vendido al extranjero, traición a tu pueblo, a tu familia, tu sangre. 

La cordura y la educación que retenían la respuesta de Charlie fueron dejadas de lado para dar paso a la furia. Nadie lo hubiera esperado, Charlie se levantó de un saltó como un lobo rabioso se lanzó contra Fudge, sacó el puñal que siempre cargaba en la cintura y con precisión lo clavó en su pecho, después dejó caer al hombre que antes había apresado con fuerza de acero, el casi anciano cayó al suelo con el pecho bañado en sangre y los ojos vacíos. 

Pronto el silencio se apoderó de la multitud, Charlie no trató de huir. Cuando  las autoridades del pueblo llegaron él no puso ninguna clase de resistencia.

 Abriéndose paso entre la multitud avanzaba el cazador custodiado inútilmente por dos hombres que iban a los lados, a lo lejos divisó a Draco que lo veía partir con los ojos anegados de lágrimas, levantó la mano en señal de despedida y marchó rumbo a la rustica prisión del poblado.

 Los hombres y mujeres mayores seguían al reo en una procesión de silencio, los mas jóvenes rumoreaban entre acongojados suspiros. 

La casa de los Weasley y la prisión fueron visitadas por muchos para demostrar el pesar por la desgracia.

Las mujeres y hombres jóvenes eran los que acudían con mayor recurrencia al lugar donde aprisionaron al cazador, llevaban dulces y chocolates, cigarros, pastelillos de calabaza, sus hermanos le llevaron incluso una pequeña botella con whisky de  fuego. Ni Draco ni la señora Weasley asistieron nunca, ni Charlie lo hubiera querido, y en el caso de Draco, Lucius no lo hubiera permitido.

 En toda la comarca no se hablaba de otra cosa que de la muerte del viejo Fudge, y el futuro de su asesino.

Según la ley ancestral, como Charlie Weasley había matado, su condena era sucumbir en el “Velo” mortal, así estaba asentado en la ley de los pueblos que rodeaban las montañas sagradas del fuego y así se haría, a menos que la familia del occiso tuviera piedad por el cazador y cambiara la pena por menos dura… 

Las probabilidades de que esa sucediera eran pocas, pues Severus Snape, el viudo de Cornelius Fudge, era un hombre que se caracterizaba por ser todo, menos piadoso. 

Severus Snape era un hombre de piel de alabastro, de nariz ganchuda, cabellos grasosos y negros al igual que sus ojos,  amargado y muy serio, pero era fácilmente entendible; de muy joven fue casi vendido a Cornelius, un hombre sin gracia, adicto a la bebida y de poca educación y muy engreído, le dio siete hijos, sus edades iban de los dieciséis a los dos años y ahora tendría que mantenerlos por el solo.

 Llegado el día de su sentencia fue llevado ante el tribunal del pueblo, presidido por Albus P. Dumbledor, el “anciano mayor” (de la aldea mas grandes de las circundantes), acompañando en el tribunal estaban los ocho jefes de los pueblos, “los ancianos sabios”.

 La multitud se agolpó en torno al acusado y a los ancianos, Severus Snape rodeado de sus hijos, esperaba a que dieran comienzo, un gesto impaciente y molesto estaba clavado en su cara, aplastando las pocas esperanzas para el cruel destino del domador. 

El porvenir del cazador acarreaba crueles pensamientos a los ancianos, amargas palabras de las mujeres y lágrimas y gimoteos de los jóvenes, que aun después de saber sobre el compromiso entre Charlie y Draco, no perdían las esperanzas con aquel buen mozo que encendía sus corazones y llenaba sus cabezas de pensamientos pecaminosos. 

La justicia ahí estaba circundada por una ronda de formulismos y de prejuicios infranqueables; el pueblo, asistido de las altas autoridades tribales, es el que dicta la última palabra a discutir… 

Alejado de la gente, a una distancia segura,  sacado de su prisión después de un largo tiempo, se encontraba el “Velo”, esperando la sentencia para dar fin a los sueños, las fantasías, los enojos… La vida de Charlie Wesley  

Draco Malfoy el prometido de Charlie estaba ausente debido al veto que su presencia impone la ley, sin emcabio Lucius Malfoy, el rico potentado , estaba pendiente del destino del que alguna vez quiso ser su yerno. 

El  “anciano mayor” golpea varias veces el martillo para llamar la atención de la concurrencia y dar comienzo a la asamblea.

 Charlie Weasly se yergue altivo con la cabeza levantada, vestido con la indumentaria con la que tantas veces se lució en sus actos de muerte; el chaleco de piel que dejaba ver sus fuerte brazos y pectorales, los pantalones que se ajustaban a sus caderas y piernas, pendiente de su cuello un colmillo de dragón, y una arracada en la oreja, su cabello, libre al viento, acariciaba sus bronceados hombros, marcando ese aire salvaje y majestuoso… 

Se oyó la voz de Albus Dumbledor, a quien la ley le obligaba a actuar a favor de los intereses y la paz entre los grupos de las montañas.

Tras escuchar las declaraciones y los testimonios perfectamente fundamentados, el “anciano mayor” elevó su voz para que todos lo escuchasen: 

-“Según la tradición de los que vivimos en las montañas del fuego, el hombre que mate a otro igual que él, debe morir en manos de los suyos en el velo mortal”… Pero yo, representando el pueblo mayor de las montañas del fuego, preguntó si es deseo de los presentes que Charlie Weasly sea condenado al “velo” por haber dado muerte al hermano Cornelius Fudge 

La muchedumbre calló durante un momento que se hizo casi eterno, hasta que las voces se encendieron como mazas de acero en los oídos del reo 

-“El velo”… “El velo”...- pronunciaban a coro, a pesar de la estima que el pueblo le tenía a Charlie y a su familia, sabían que lo correcto era eso

El “anciano mayor”, que había levantado su avejentada mano huesuda, esperaba dispuesto a bajarla y sentenciar la afirmación de la mayoría… 

Algunos jóvenes, sin resignarse a ver morir a su ídolo y amor platónico, vencieron sus miedos y vergüenzas para implorar por él al único que podía salvarle: 

-“Velo Severus, míralo y entonces perdonarás… Todos te lo agradecerán… Es gallardo y bello como los dragones, y fino como los unicornios… Míralo, es valiente entre las bestias y bondadoso como el que mas… - suplicaban con voz temblorosa 

El hombre los miró con malos ojos, repudiando lo que para él era un patético intento de suplica, apretó los labios y arrugó su entrecejo, llevó su negra mirada al cazador, que se mantenía de pie tan magnifico y gallardo como si no estuviera a punto de morir… 

Pronto desapareció la indignación en el rostro del viudo, suavizándose su ceño fruncido hasta desaparecer, sus ojos se llenaron de un brillo especial, antaño perdido,  su boca se abrió ligeramente dándole un aspecto bobo…  

Los demás mantenían su sentencia en el aire, pronunciando la afirmativa una y otra vez:

 -“El velo”…”El velo”…”El velo”… 

Albus Dumbledor escuchó el griterío sin decidirse a bajar la mano para sentenciar la voluntad del pueblo. El choque de las voces fue ensordecedor, como una sinfonía de truenos o un derrumbamiento de rocas, tanto que era difícil distinguir las palabras del de al lado… 

Una voz profunda se dejó escuchar, haciendo enmudecer a las demás 

-No- gritó Severus Snape haciendo que todos voltearan a mirarlo- el “velo” no… Ése hombre  mató a mi esposo dejándonos desamparados a mi y a mis hijos, la ley de los ancestro también dice que sí un hombre mata a su igual, y el muerto deja familia, el asesino debe ocuparse de los hijos y casarse con el viudo… Charlie Weasley debe casarse conmigo y hacerse cargo de mis hijos, él debe ocupar el lugar que Cornelius dejó, eso pido y eso debo tener… 

Todo quedó en silencio antes de romper en un estruendoso revuelo de gritos, palabras malsonantes y comentarios irónicos, Charlie trató de hablar, pero su voz no fue escuchada. 

El “anciano mayor” dejó caer su mano con seguridad. Otra vez se hizo justicia, nuevamente la ley de los ancestros mantenían la paz entre sus seguidores. 

El “velo” fue nuevamente encerrado en su prisión, en espera de un nuevo juicio. 

Severus Snape, seguido por todos sus hijos, se acercó a Charlie Weasley, lo tomó del brazo y lo haló: 

-Vamos cazador, a descansar a mi cama, que desde mañana tendrás que trabajar muy duro para mantenernos a mí y a tus nuevos hijos…   

Fue allí que el valiente cazador y domador de fieras perdió su fuerza; con los hombros caídos, la cabeza gacha y los ojos muertos, siguió a su cruel verdugo, que sonreía con arrogancia abriéndose paso entre los jóvenes que se negaban a mirarlos a la cara 

El cruel destino arrancaba de sus manos al dueño de sus suspiros, su dios de carne y manjar de tentación.

Las nubes taparon el sol del ocaso acentuando  la tristeza general, anunciando la muerte del ídolo y el fin del día…

Notas finales:

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 la version original es mucho mejor, los invito a leerla. dejen comentarios


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