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MERMELADA por mitarai makosla

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Notas del fanfic:

BIEN... UNO MÁS. PERO ESTE, TE LO QUIERO DEDICAR A TI KANAKO; ADMITO MI DERROTA CONTRA TI, ME ENSEÑASTE QUE SIN DEJAR DE SER QUIEN SE ES, SE PUEDE SER QUIEN SE QUIERE SER.

PORQUE NUNCA DEJASTE DE SER UN TRAVIESO NIÑO, TE DEDICO ESTA HISTORIA. ¡¡¡¡QUE LA L.N. VIVA POR SIEMPRE.!!!!

Notas del capitulo: EL PRIMER CAPITULO. DICEN QUE LA PRIMERA IMPRESIÓN ES IMPORTANTE; JAJAJA, YO NO CREO EN ESO, SÓLO ESPERO QUE LES GUSTE, SI NO, PUES....SSSS SOY UNA TERCA TODOS ME LO HAN DICHO Y ESO SÍ LO CREO, ASÍ QUE LO CONTINUARÉ ESCRIBIENDO.

-¡¿Cómo es eso posible?! – preguntó alarmado Morico, el duende al servicio del guardián del mundo de Mermelada.

     -a mí también me sorprende, no creí que esto me pasaría  - contestó un pequeño niño cuyo rostro mostraba 12 años de edad. El niño estaba débil, recostado en una amplia cama, como la de un rey. Sus ojos eran de un misterioso color gris, eran unos ojos grandes y bellos; su cabello era gris al igual que sus ojos, sólo que de un tono más pálido, era lacio tocaba la parte baja de su cadera.

     -pero… pero… mi señor, ¿por qué? Yo… yo no quiero que mueras, has sido tan bueno conmigo – decía el duende; un ser de baja estatura, apenas lograba medir un metro de altura, su piel era arrugada y ceniza, parecía un pequeño anciano.

     -esto debe ser obra del señor Canoquio – contestó débilmente. – Es el único que sabe cómo matarme; necesito buscar quién me reemplace; no tengo mucho tiempo – continuó diciendo con voz cansada.

     -mi señor ¿quiere que corra la voz en todo el mundo de Mermelada? Así todos estarán alerta por si llegan a ver al señor Canoquio.

     -no, Morico, no quiero tener a todos preocupados, lo mejor será que no se enteren, puedo seguir trabajando como estoy, sólo tengo que tener cuidado; ahora lo que más importa es buscar mi reemplazo.

     -¿dónde lo buscará mi señor?

     -en… en el mundo de los humanos – luego de decir esto, el enfermo niño quedó dormido, estaba cansado; pero tenía un gran trabajo por delante. Buscar a su reemplazo.

 

     En la escuela primaria Norman Brook, las clases terminaban a las tres de la tarde; faltaban 15 minutos para que terminaran. En la clase 12, Alejandro se impacientaba por salir, tenía algo urgente que hacer saliendo de la escuela, tenía 12 años, era delgado en comparación con otros niños de su edad, tenía unos ojos azules muy bonitos, pero estaban escondidos tras unas gafas redondas y anticuadas, la mica derecha tenía señas de que pronto se rompería; su cabello era oscuro y corto, tenía un cabello rebelde, por lo que regularmente lucía despeinado.

 

     La campana de la escuela sonó dando la señal de la salida, velozmente, Alejandro guardó sus cosas en su vieja y gastada mochila salió corriendo del salón.

     -¡Alejandro, fue una buena clase, sigue esforzándote! – le gritó su profesor al verle salir tan aprisa, le felicitó por su buen desempeño en la clase de hoy, era un alumno muy entregado y responsable.

     -¡gracias profesor! – le contestó sin dejar de correr. Salió de la escuela y velozmente corriendo, llegó hasta la clínica de la cuidad.

     -hola Alejandro, llegas tarde, tu abuela está molesta – le saludó la enfermera de la clínica.

     -si lo sé, lo siento ya voy por ella – contestó dirigiéndose a la habitación en la que le esperaba su abuela. Finalmente entró; su abuela, una mujer de 65 años de edad, con una expresión seria y enojada le esperaba sentada en una silla de ruedas. – abuela, ya vin… - Alejandro fue interrumpido.

     -¡llegas tarde! Te he esperado por casi media hora – le reclamó su abuela con una voz furiosa.

     -lo sé perdón, es que no pude obtener el permiso para que me dejaran salir antes de tiempo – le explicó el niño deprimido por el enojo de su abuela.

     -no te lo dieron porque no eres un buen estudiante, eres igual que tu padre, un holgazán, con un hombre como él y un hijo como tú, no me sorprende que tu madre se fuera, ahora yo tengo que cargar contigo ¡llévame a casa! – le reclamó.

     -si abuela – con una carita deprimida y llena de tristeza Alejandro la llevó en la silla de ruedas hasta la recepción de la clínica.

     -señora Martha, ¿se encuentra mejor? – le preguntó la enfermera que en un principio saludó a Alejandro.

     -si – contestó sin mirarle.

     -Alejandro ¿estás bien? – preguntó la enfermera al niño que sin querer fue descubierto con su deprimida cara.

     -¿eh? Ah si, estoy bien, ya nos vamos porque tenemos que hacer la comida ¿verdad abuela? – contestó fingiendo con todas sus fuerzas una sonrisa.

     -bien, cuídate – la enfermera se despidió y miró marcharse a ese triste niño que con una linda sonrisa disfrazaba su tristeza.

    

     -bien ya estamos en casa – dijo Alejandro al entrar en su hogar con su abuela, una sencilla casa de dos habitaciones, ubicada en la zona más baja de la cuidad.

     -ponte a hacer la comida, estaré en mi habitación – le ordenó déspota su abuela.

     -si – contestó sumiso y se fue a la cocina.

 

     En una elegante casona, luego de dormir toda la noche, el niño guardián  se levantaba de su cama y vestía con elegantes ropas, parecía un pequeño príncipe.

     -mi señor ¿en serio se va al mundo humano? – le preguntó preocupado Morico el duende.

     -si, me siento un poco mejor, pero aún así no tengo mucho tiempo; si el señor Canoquio comienza a atacar, yo no tendré la fuerza para combatirlo, por eso tengo que buscar y entrenar a mi reemplazo – contestó mientras peinaba esos bellos cabellos grises.

     -pero mi señor ¿en el mundo humano? – continuaba escéptico el duende que se preocupaba por su señor.

     -sabes bien que es la única alternativa que tengo además será divertido ir allá, sólo he sabido del mundo de los humanos gracias a los antiguos libros de la creación; será agradable verlo con mis propios ojos – comentó entusiasta.

     -por favor cuídese.

     -lo haré, ahora por favor reúne a todos en el auditorio.

     -si mi señor. – El duende salió de la habitación. El guardián terminó de vestirse colgando a su espalda una blanca capa larga que hacía lucir aún más  bello su cabello y sus misteriosos ojos. Se posó frente a un espejo, y se miró por unos instantes, se miró con tristeza. –Bueno… ya era hora, nadie vive eternamente – se dijo a sí mismo para darse aliento. De una gaveta protegida bajo un poderoso candado sacó un costalito que parecía guardar algo, lo ató en su cintura cubriéndolo con su capa. Luego, salió de su habitación, y por un elegante pasillo llegó a un enorme auditorio, donde un estrado se levantaba a 4 metros de altura en el fondo del auditorio.

 

     Un gran número de criaturas de toda clase estaban reunidas en ese salón. Abriéndose paso por una gran puerta, el guardián entró, todos se inclinaron al verle. Subió al estrado y este se elevó para que todos pudiesen observarle, después de todo, su altura era la de un niño de 12 años.

     -escúchenme todos – pidió una vez estando arriba. – por un asunto adverso tengo que ir al mundo de los humanos durante un tiempo; he de volver pronto, no tienen que preocuparse por mí.

     -mi señor, ¿podemos saber por qué se tiene que ausentar? – preguntó uno de los presentes.

     -no – contestó con una gentil sonrisa que también mostraba una siniestra frialdad.

     -y ¿qué hacemos si el señor Canoquio viene a buscarlo? Últimamente ha sido muy insistente.

     -eso no pasará, he lanzado un hechizo sobre todo el castillo, el señor Canoquio no se acercará a más de 3 kilómetros de distancia, todos ustedes estarán a salvo – explicó calmando los nervios de todos los que se encontraban ahí.

     -¿y si se le ocurre atacar algún reino? – preguntó alguien más.

     -eso tampoco pasará. Conozco al señor Canoquio de toda la vida, no atacará a ningún reino mientras yo esté con vida, y matarme le tomará algo de tiempo, todos estarán a salvo si me ausento unos dos meses por lo menos – dicho esto, todos hicieron reverencia al guardián; la plataforma bajó y el niño de cabello gris salió de ese salón; Morico le siguió, detrás de ellos también iba un hombre, un adulto que lucía de unos 35 años. Llegaron a un oscuro salón, en el centro había un gran caldero que despedía de su interior una luz azul; esa era la única luz que débilmente iluminaba ese lugar. Los tres entraron y cerraron la puerta una vez dentro.

     -bien, los veré dentro de un tiempo – dijo el niño con una voz un tanto nerviosa.

     -mi señor por favor cuídese – dijo Morico.

     -si, no te preocupes – contestó – Morako, por favor encárgate de cualquier improvisto mientras no estoy – le pidió al hombre.

     -como usted ordene Alteza, por favor tenga cuidado cuando esté en ese mundo, su atmósfera es muy distinta a la de nuestro mundo – contestó amable y leal.

     -gracias – expresó el niño con una cálida sonrisa.

 

     Subiendo por unos escalones, el niño se paró sobre el borde del caldero, miró a sus dos fieles por unos momentos y luego saltó. El caldero desbordó una luz azul más intensa y despidió también un fuerte viento; segundos después, todo cesó; el guardián de Mermelada había desaparecido cayendo en el caldero.

      En un punto no lejos de la entrada a la ciudad, en un lugar donde había prados de hortalizas y grandes árboles; la tierra se tornaba lodosa, como si una fosa de arena movediza se estuviese formando. En segundos, el guardián emergía de ese lodo, pese a que brotaba de la tierra, salía impecablemente limpio; sus blancas prendas y su capa blanca lucían casi brillantes. El viento sopló en su cara, era un viento de campo y se sentía agradable. A una considerable distancia, pudo ver la ciudad, caminando serían unas cuantas horas; así que mirando con curiosidad todo lo que le rodeaba, emprendió camino hacia esa ciudad. Dispuesto a encontrar a su reemplazo, pero sin saber lo que era en realidad el mundo humano y todo lo que en él había.
Notas finales:

BUENO, ESPERO LES HAYA GUSTADO. POR FAVOR DEJEN SUS COMENTARIOS SOBRE ESTE PRIMER CAPITULO. HASTA LA OTRA.

BYE

BYE

 


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