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Suicide... A death wish por broken black dreams

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SUICIDE - A DEATH WISH –
CHAPTER 1: PLAYING WITH THE DEATH

La tarde iba cayendo tranquilamente, el sol imponía los últimos rayos del día. La escuela estaba prácticamente desocupada, pero aun había un alma, una desesperada que deseaba desaparecer muy pronto y acabar con el sufrimiento.

En la terraza del instituto se observaba una silueta masculina, un hermoso cuerpo. Era obvio que aquel muchacho de unos quince años de edad asistía al colegio, ya que llevaba el uniforme: pantalón gris, camisa blanca con saco bordo y corbata roja; aquellos tonos contrastaban de manera impecable con el castaño cobrizo de sus cabellos.

El vacío que ese chico sentía sólo podía compararse con aquella inestabilidad que uno siente al estar en el borde de un precipicio, el caerse no es una posibilidad sino un deseo. La oscuridad sólo es un camino, un túnel que supuestamente tiene una luz al final, pero ¿Qué sucede si nisiquiera se vislumbra esa luz? ¿Qué pasa si solamente tenes sombras y soledad a tu alrededor? Pasa lo mismo que cuando no hay justicia ni salvación que te alce por encima del rencor y el odio, pasa lo que el mundo contempla sin observar, pasa lo que todo ser humano alguna vez sintió o pensó. Simplemente se llega al suicidio, un deseo mortal.

El adolescente se acercó fría y calculadoramente al borde del edificio, veía con una mirada vacía y ahogada, en el fondo de sus ojos marrón café se podía observar la tristeza que acechaba a su existencia.

Cerró los ojos fuertemente como intentando ignorar la voz de la razón que le decía que no debía hacerlo. Dio medio paso, unos milímetros más hacia adelante y encontraría a la ley de gravedad arrastrándolo al suelo, lejano…

-Una caída desde esta altura y lo más probable es que te rompas unos cuantos huesos. Ah, y definitivamente no morirías, no tan rápido al menos. ¿No crees que hay formas mas fáciles e insufribles para suicidarse?- se oyó una voz a espaldas del muchacho. Éste suspiró e inmediatamente se dio vuelta y cambió su patético rostro por uno de niño bueno, dulce, atento y, por sobre todo, feliz. Realmente parecía otra persona.

-¿Pero qué decís? ¡Mira si me voy a suicidar! Solamente vine acá para estar más tranquilo….- contestó.

Frente a nuestro castaño se encontraba una figura desgarbada, llevaba unos jeans desgastados, una remera blanca y unas zapatillas bastante sucias y viejas. Su cabello despeinado le daba apariencia de joven, pero sus ojos… esa mirada penetrante e inquisitiva adornada con unas enormes ojeras, esos orbes negros como la noche misma daban la ilusión de alguien mayor. Y su piel, pálida, blanca como el papel le daba aspecto de muerto.

-Si no queres contarme está bien, pero no hagas este tipo de cosas cuando estoy cerca, ¿sí?- y llevó su pulgar a la boca, con ese gesto parecía un niño.

-Perdón…- dijo el castaño, resignándose tras haber sido descubierto y bajando la cabeza para ocultar su triste mirada.

-Soy Elle Lawliet, ¿vos?-

-¿Eh? Ah, Yagami Light, un gusto…- contestó, pensando que aquella persona tenía un nombre bastante extraño, definitivamente no era japonés.

-¿Yagami?- replicó Elle -¿El mejor estudiante del colegio? ¿El chico al que todos envidian y adoran?-

-Gracias por la introducción, sí, soy yo…-

Era gracioso, pensar que todos deseaban ser como Light, pero el sólo deseaba ser normal, ser alguien más. Su alto coeficiente y atractivo no le trajeron otra cosa que no sean problemas, siempre acosado u odiado; nunca en su vida tuvo un amigo. En cuanto a su familia, su padre era jefe de la policía y se la pasaba trabajando, su madre adoraba irse de vacaciones con su hermana menor, dejando al adolescente completamente solo.

Ante la respuesta inevitablemente sarcástica Elle no respondió.

-Pareces saber mucho de mí,- continuó el castaño -pero yo no sé nada de vos, Elle…-

-Podes decirme Ryuuzaki si te es más cómodo, todo el mundo lo hace. Pues en realidad no hay mucho que contar, pensaba mudarme acá y creí que este instituto era el más indicado para las personas que tengo a cargo. Estaba recorriendo el lugar cuando me perdí y terminé en la terraza, salvándole la vida a alguien.- el pelinegro lo decía en serio, parecía estar recriminando la actitud suicida de Light.

-¿Se supone que debo agradecértelo?- arqueó una ceja, algo furioso ante la manera arrogante en la que había hablado.

-No… sólo decía, no tenes por que enojarte Yagami-san.-

-Yagami-san es mi padre, yo soy Light, Ryuuzaki…-

¡Que pedido más extraño le estaba haciendo el muchacho! La gente normalmente no te deja llamarla por el nombre a menos que seas un amigo muy cercano o familiar, era indiscutible que no era muy apegado a su familia, o a su padre, una de dos.

-Bueno…- dijo al fin Elle, un poco confundido.

Y ahí quedaron un buen rato, examinándose, viendo a través de las apariencias del otro tratando de descubrir que era lo que se escondían mutuamente. Luego de un momento el castaño observó su reloj de muñeca y vio que eran casi las 6:30 p.m., debía volver.

-Ya es tarde, me tengo que ir. Fue todo un gusto Ryuuzaki.- Light se acercó a paso cansado al pelinegro y le extendió la mano, se dieron un apretón.

-Lo mismo digo, Light-kun.- devolviendo el gesto.

Ambos bajaron las escaleras que conducían a la planta baja y cada uno tomó su camino. Mientras el menor se alejaba, susurró apenas audible: “gracias por salvarme la vida, Elle Lawliet, no lo olvidaré”.

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Light estaba en su banco de siempre, apuntaba cosas presurosamente en una hoja casi en blanco. De repente, el timbre sonó, era momento de entregar la prueba.

Alzó la mirada y ya no había nadie a su alrededor, el aula estaba vacía.

-¿Vas a entregar Yagami?- dijo una voz varonil y algo ronca.

En el escritorio estaba sentado el profesor de derecho, un hombre serio que siempre vestía trajes oscuros y para complementar su vestuario una corbata blanca; llevaba el cabello negro hasta la base del cuello, lo que le daba un aura de hombre misterioso pero atractivo. Estaba cruzado de piernas, los codos apoyados en la mesa y las manos entrelazadas. Miraba posesivamente al chico, con esos insensibles ojos negros, quien sólo lo observaba algo tímido.

-Sí, ya terminé…- contestó Light levantándose.

Dejó la evaluación en el escritorio y se dirigía a la puerta cuando algo lo detuvo. El mayor sostenía el brazo del castaño, lo apretaba fuertemente, tanto que casi lastimaba su sensible piel.

-Mikami-sensei…- dijo amargamente el menor.

-¿Qué te dije? Cuando no hay nadie no me digas sensei, ¡tan difícil de entender es!- gritó arrinconándolo contra la pared. –Voy a tener que castigarte por esto Light…- indicó con una sonrisa pervertida y llena de lujuria.

Acto seguido Mikami levantó los brazos del menor y los sujetó con una sola mano mientras la otra desabotonaba la camisa. Light se resistía e incluso gritaba, pero parecía no haber nadie.

El morocho comenzó a reírse de tal manera que agitaba más y más al menor. Cuando recuperó la seriedad luego de la satírica carcajada se dedicó a pasar la mano libre por la entrepierna del joven y viendo lo poco que éste podía hacer para mantener su integridad física acercó su rostro y lo besó. Light no abrió su boca, no deseaba contestar el beso; lo que hizo que Mikami deseara el doble besar al virginal muchacho. Se separó y tomó su barbilla, ejerciendo un poco de presión logró que abriera la boca para luego meter su lengua en ella.

Por acto reflejo el castaño cerró los ojos, solamente sentía la lengua del mayor moviéndose por su boca. Y lo que antes era torturante, ahora era placentero. Debo de estar loco, pensaba. Y es que estaba disfrutando enormemente de aquel beso obligado, ¿Cómo podía ser? Nunca antes había disfrutado los besos que le proporcionaba su sensei, ¿entonces qué tenía éste de diferente? Sin darse cuenta, empezó a mover su lengua, a entrelazarla con la del mayor; sólo sentía la embriaguez de estar besando a alguien con más experiencia. Un remolino de sensaciones se agolpó en su cabeza.

Continuaron el magnifico beso hasta que la falta del necesario oxigeno se hizo notar. Se separaron levemente y despacio, muy despacio fue abriendo los ojos. Lo que encontró no fue precisamente lo que esperaba.

En vez de un excitado y abusador Mikami encontró a un dulce y tierno Elle…

-¿Pe… pero qué?- replicó algo asustado Light.

-Si caes desde acá no vas a morir Yagami-san, sólo a quebrarte los huesos…-

Lo que estaba diciendo Elle no tenía sentido, ¿Cómo podría caer estando apoyado en la pared? El castaño se limitó a observarlo intentando darse cuenta de lo que realmente le había dicho el pelinegro.

De repente sintió un viento abrumador, parecía un pequeño tornado dentro del aula… aunque, el aula ya no estaba… ¿Pero qué estaba pasando? Ahora estaba en el techo del colegio. Primero Mikami-sensei se transforma en Ryuuzaki para luego pasar del salón de clases a la terraza…

Elle soltó de imprevisto al menor y éste cayó, comenzó a caer desde la azotea sin entender nada. Lo último que vio fue el rostro de aquel hombre, Elle Lawliet, quien antes lo había salvado, ¿Por qué ahora lo dejaba caer?

Sintió el piso a sus espaldas, pero no el piso duro y frío que se suponía sino uno más calido y cómodo… Pues claro, no era el piso lo que tenía a sus espaldas sino su colchón…

El ruido del despertador terminó por despabilarlo. ¿Qué había sido todo eso? Obviamente un sueño, pero ¿Por qué? Todas las malditas noches tenía la misma pesadilla, e iba bien hasta que Mikami lo besaba, después de eso… ¿Por qué soñó con Ryuuzaki?

Light apagó el dichoso despertador de un manotazo y se incorporó. Se dio una ducha rápida para refrescarse y se vistió. Llegó a la cocina con la esperanza de una nota de su padre diciendo que lo dejara dormir o un llamado de su madre o su hermana anunciando que volverían pronto ya que estaban en casa de un pariente en España, hacía semanas que no los veía.

De todas formas, con la esperanza no se hace nada. Odiaba esa casa, esa vida… eso que la gente comúnmente llamaba destino sólo lograba fastidiarlo, ¿es que nunca iba a poder ser feliz? Tenía una familia que no se interesaba por él, un profesor violador que se interesaba demasiado por él, un club de fans y otro de repudio, ni un solo amigo; el ser tan inteligente tampoco le era de mucha utilidad cuando estaba solo y deprimido, al contrario, tener esa perspicacia y agudeza simplemente lo hacían darse cuenta cuan miserable era, y que tan lejos de los demás estaba.

Con todos estos pensamientos rondando su brillante cerebro se arrimó a la mesada y abriendo un cajón dio con una navaja, reluciente y filosa. La sacó y apoyó la punta en la yema de su dedo índice; al mínimo roce y ya lo había cortado, una gota de sangre se vio, ilusionándolo con un final que anhelaba desde hace años.

Se arremangó el brazo izquierdo dejando ver su muñeca, el próximo lugar en el que tenía pensado depositar aquella navaja. Iba acercando cada vez más dicho objeto, no podía pensar en otra cosa que no fuese aplacar aquella soledad, aquellas sombras que lo seguían día y noche, aquel dolor y aquel inexplicable odio que terminaba sintiendo por sí mismo.

Imprevistamente, en ese silencio que era la casa, se escuchó el teléfono sonar. ¿Quién sería? dudaba Light, su cometido ya estaba frustrado momentáneamente, ese sonido lo había desconcentrado por completo así que atendió.

-¿Hola?- dijo.

-Light, hijo, ¿Cómo estás?- se escuchó desde el otro lado de la línea. Definitivamente era alguien mayor, tenía voz madura y tono afable, pero eso no lograba engañar al castaño.

-Hola, padre.-

-Mira, disculpa que no haya podido estar por casa, justo andamos con un caso bastante complicadito y no creo que pueda estar por ahí por un tiempo…- se excusaba.

-Está bien, entiendo.-

-Emm… bueno… me quedo tranquilo entonces. Pórtate bien y nada de cosas raras en la casa ¿sí?-

-Adiós…- dijo y colgó.

Como si realmente se me cruzara por la cabeza hacer cosas raras, se reprochó. Miró el reloj, iba a llegar tarde si seguía dando vueltas, así que tomó su mochila, puso la navaja dentro y se fue.


Cuando llegó vio que había dos chicos, aparentemente de unos doce años, en la puerta charlando con otro grupo que conocía de vista. Los vio bien, a ellos no los conocía; el más bajo tenía el pelo blanco, piel increíblemente pálida y por el poco tiempo que lo había observado notó que solía enredar su dedo índice en uno de sus níveos mechones de cabello; el otro, un poco más alto, tenía el pelo rubio algo más largo que el del pequeño albino, estaba con una tableta de chocolate negro, la mordisqueaba decididamente. Ambos estaban con el uniforme, que era idéntico al que Light usaba, al pequeño peliblanco le daba aire de niño indefenso, en cuanto al rubio, él parecía el típico matón de primaria.

Estaba a punto de entrar cuando se dio cuenta de que el albino se parecía increíblemente a Elle, ¿serán parientes?, indagaba. Haciendo memoria recordó que había dicho que tenía planeado inscribir a las “personas que tengo a cargo” en ese instituto. Fácilmente el más pequeño podría ser su hermanito, o peor, tal vez su hijo; Ryuuzaki aparentaba unos veintitantos, quizás veintitrés o veinticuatro años, no era imposible sospechar aquello.

Sumido en sus pensamientos se dirigió al aula, sencillamente iba a tener que esperar a un receso o hasta la hora de salida para utilizar el metálico objeto cortante que llevaba consigo.

En el aula lo esperaban la mitad del alumnado, varias chicas lo saludaron y otros tanto lo miraron con odio. Otro encantador día en mi perfecta vida, pensó. Pasaron unos minutos en el que el resto de sus compañeros entraron, seguidos de estos entró el profesor. El morocho se acomodó en el escritorio dejando su portafolio en él. Light lo miró de reojo, ¿Por qué aquel tipo estaba tan hipnotizado con él? Ya más de una vez habían terminado en situaciones comprometedoras, pero por suerte siempre pasaba algo que impedía que el mayor lo violara. El hombre parecía tranquilo, pero si se lo proponía tenía una fuerza increíble y podía someter hasta a un adulto, ni hablar con un adolescente; puede que el castaño tenga los músculos bien delineados, pero aun así Mikami seguía siendo más grande y fuerte. Odiaba tanto que lo mirara posesivamente, que lo tratara como a un objeto, que sólo inspirara en él el deseo de sodomizarlo… Tampoco podía quejarse, nunca dijo ni hizo nada al respecto, su padre, lo quiera o no, es jefe de la policía, tranquilamente creería su historia y lo investigaría, ¿no?

Entre vacilaciones y explicaciones absurdas sobre qué son los contratos y cómo se clasifican el tiempo pasó rápidamente.

-Yagami, ¿podrías quedarte? Necesito hablar con vos.- dijo el mayor.

Light ya conocía esa maniobra, en cuanto todos estuvieran en el receso él aprovecharía para intentar otra vez someterlo. Pero... ¿Qué otra cosa podía hacer? El castaño había comenzado ha pensar que si tanto lo buscaba Mikami-sensei debía estar realmente interesado en él, ¿entonces por qué no darle el gusto? ¿Por qué no dejar que lo tome y lo haga suyo de una vez? Si no se resistía hasta podría disfrutarlo, pensaba.

No, por supuesto que no iba disfrutarlo, nunca lo hizo y nunca lo haría. No iba a dejarse hacer tan fácilmente, lucharía por su libertad así le costase caro; eso decidió.

-¿Qué necesita sensei?- dijo cuando ya no había nadie más en el aula.

El mayor se acercó sorpresivamente a Light y lo tomó con su brazo derecho por la cintura. Se agachó un poco para que su boca quedara al lado del oído del menor.

-Pronto será mi cumpleaños...- susurró de manera sensual.

-Mikami-sensei, yo...-y antes de poder terminar el mayor puso dos de sus dedos dentro de la boca del castaño y comenzó a jugar con su lengua.

-Ya sé que regalo quiero de vos...- dijo e hizo una pausa para observar los ojos del humillado chico que sabía como seguiría la frase –quiero que me regales tu virginidad de una vez por todas.- concluyó al fin.

Mikami sacó sus dedos de la boca de Light y se separó de él. Le dedicó una mirada lujuriosa e impaciente, pero era hombre de palabra: esperaría hasta su cumpleaños. Luego, simplemente se dio media vuelta y se fue como si nada hubiese pasado.

El menor quedó ahí, tildado, pensando en lo que le había dicho. ¿Por qué debía entregarle su cuerpo? Y aun peor, ¿su primera vez? ¿Por qué? ¿Quién era él para pedirle semejante cosa?

De pronto recordó todos los besos forzados que había recibido de ese hombre, recordó todo el silencio y todo el dolor, recordó cuantas lágrimas había derramado. Pero, a pesar de esos flashback que sentía no podía acordarse cómo ni cuándo había comenzado todo aquello, ni porqué no lo había detenido antes. Ahora ya era tarde, en poco tiempo terminaría en la cama con ese tipo...

Y una idea se plantó en su cabeza, creció rápidamente y vio que era hora de hacerlo, ya no podía esperar más, ya no podía seguir jugando con la muerte de esa manera.

Llevaba su navaja, no era imposible, más bien era plausible por completo. Tal vez Mikami-sensei sentiría culpa y nunca más haría lo mismo con otro chico, tal vez su familia se sentiría mal por no haberle prestado atención suficiente y no cometería el mismo error con su hermana...

Todo tenía perfecto sentido, era momento de terminar lo que había empezado esa mañana y aun, luego de varias iniciativas e intentos, no había podido concretar. El castaño sintió una leve puntada en el pecho y pensó en Elle Lawliet, ¡que pena que lo haya salvado para que al otro día Light, agobiado por todo, se decidiese de una vez por suicidarse!


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