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Las Alas de la Condenación por uroborosnake

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Notas del fanfic:

bueno, no pude acabar Los Maestros Weaseley, pero vuelvo a la carga con esta historia, más original y más oscura.

Notas del capitulo: sólo dejen rew!

 

I. ALAS

 

            Habían pasado apenas un par de días desde los funerales de Dumbledore, pero la desazón no abandonada a Harry Potter; sus paseos por las estancias del colegio, viendo los destrozos provocados por el ataque de los mortífagos, parecían alimentar una extraña y obscura energía dentro de su ser, energía que un día se alzaría con fuerza suficiente como para cobrar el precio de sus actos a quienes venían haciendo daño desde hace tanto tiempo en el mundo y en las personas que conocía y amaba.

 

            Por primera vez ahora se atrevía a caminar por los linderos del Bosque Prohibido. Hacía frío, el paisaje parecía demasiado triste con manchas de lodo y vegetación pisoteada y quemada por la escarcha, con los altos árboles obscuros alzándose como un techo amenazador. Se adentró un poco más rumiando su pena como un bocado difícil de tragar cuando oyó un ruido; era un ruido apagado, una especie de gorgoteo ininteligible, su cabeza procesó el sonido y de pronto se aclararon sus pensamientos "Es un gemido", se dijo, iluminado por la idea horrorosa de alguien sufriendo entre la espesura y esperó inmóvil para detectar la dirección del sonido; pasaron un par de minutos, otro más y entonces trazó un sendero en el aire hasta la fuente sonora, como un sabueso. Se dirigió allí con la varita en la mano y todos los sentidos alerta, los metros se sucedieron a los metros y la luz se hizo cada  vez más escasa entre los árboles.

 

            Finalmente llegó y lo vió.

 

            Era un chico, o tal vez no lo era...Una figura pálida, de un blanco ceroso, medio desnuda, sangrante, y con alas: un ángel caído. Eso parecía, esa fue la primera impresión que tuvo y debió acercarse más para dar crédito a sus ojos, olvidando precauciones e incluso el miedo.

 

            Su gemido era tan débil que tal vez sólo era ya el ruido que hacían sus entrañas cuando tragaban un poco de aire y el corazón de Harry de encogió frente al dolor ajeno como si le hubiese golpeado un aguijón.

 

            El chico estaba hecho un ovillo, en una forzada posición que desde ese ángulo mostraba su espalda y sus piernas encogidas, apenas cubiertas por jirones de una túnica negra; sus brazos, sus pies y su torso estaban desnudos y terriblemente maltratados. Harry se fue acercando con lentitud y la respiración del chico se aceleró, haciéndose aún más trabajosa.

 

            -Hayyy....¿hay alguien allí?...-intentó con la voz trémula y enronquecida.

 

            -Soy un estudiante...del colegio de magia -murmuró Harry, sin atreverse a pronunciar su propio nombre.

 

            Dió un paso más.

 

            -Ahhh -se quejó la figura encogida- Por favor ayúdame...ayúdame a morir...

 

            Las lágrimas se abalanzaron en los ojos de Harry sin que pudiera contenerlas. No estaba preparado para ver morir a nadie más, no todavía...había pasado tan poco desde que Dumbledore recibió el maleficio de Snape que sentía el corazón hecho un vacío negro y espeso.

 

            -Por favor...-gimoteó el muchacho herido.

 

            Entonces Harry dio la vuelta completamente y se encaró con el chico, que no podía moverse. Cuando lo vio, casi se desvanece.

 

            Tenía las muñecas rotas, ambas eran una dolorosa porción de piel inflamada, roja y deforme que convertía sus manos en dos aditamentos inútiles con los dedos violáceos y crispados; sus piernas estaban rasguñadas, con largas raspaduras en las pantorrillas y los muslos, llegando a la entrepierna, los arañazos eran desgarrones sanguinolentos de uñas quizá humanas; y su rostro, debajo de la hinchazón del labio cortado y un cardenal en la frente, era una efigie que él conocía demasiado bien como para no retroceder.

 

            Era Malfoy.

 

            Los ojos de Malfoy se abrieron y trataron de escrutar en la oscuridad, pero en el mismo segundo, Harry notó que miraba en vano. Sus ojos, antes grises, eran de un deslavado color ceniciento: estaba completamente ciego. Y más abajo, en su pecho, encima del corazón, los arañazos se hacían profundos y aún sangraban; sus uñas guardaban pedazos de su propia piel en un intento infructuoso por hallar el motor de su sangre y detenerlo.

 

            -Santo cielo...-masculló Harry, sin saber qué había sucedido, sin poder explicarse nada de aquéllo, partiendo por las espantosas heridas y acabando por las alas. ¿Sería una ilusión? ¿Quizá sólo se parecía a Malfoy? Pero no, allí, junto a los arañazos estaba también la cicatriz que él mismo le dejó cuando le lanzó la maldición del libro del Príncipe Mestizo.

 

            -Pero ¿qué fue lo que pasó? -articuló.

 

            -Mortífagos -susurró Malfoy cerrando los ojos, que tenía llenos de lágrimas- ...por favor...compasión...mátame...este dolor...todo...

 

            Era momento de decidirse. Harry supo que tenía que decidir si pagaría el mal que Malfoy había hecho o si le perdonaría y le ayudaba. Pero apenas si lo pensó, se acuclilló junto a él, tomó su mano como pudo y usó un traslador que los llevó directamente a Grimauld Palace. En cuanto aparecieron en el vestíbulo, todo el cuerpo del chico sufrió un estremecimiento y se desvaneció. Harry tembló pensando que ya había muerto, pero continuó oyendo la respiración trabajosa que agitaba su pecho herido y entonces comenzó a percatarse de otras cosas que le hicieron parecer estúpida la posibilidad de pensar en si Malfoy merecía o no su ayuda.

 

            El brazo que tenía la marca de Voldemort estaba limpio, del mismo blanco de cera que el resto de su piel, pero en el sitio junto a la rotura de la muñeca, estaba un agujero como de bala, como si la  serpiente hubiese huído de allí, como alguien la hubiese halado hasta arrancarla; y sus  labios estaban resecos, con grandes grietas de aquéllas que aparecen cuando se camina por el desierto y no se bebe en largos días. Se preguntó cuánto tiempo llevaba el chico abandonado en el bosque y la posible respuesta le dejó confuso, verdaderamente perturbado.

 

            Se aclaró la mente, en realidad era imprescindible que en este instante se obligara a pensar de manera rápida porque tal vez cada segundo contaba mientras él se ponía a considerar todas las posibles variables en torno a este caso que había dado un giro definitivo a su vida. Porque no, las cosas no volverían a ser lo mismo después de lo que había visto, no podría ver de nuevo el sufrimiento ajeno, la violencia o la justicia con los mismo ojos. Era como si él hubiese estado rogando porque el Destino siguiera un juicio contra los que habían asesinado a Dumbledore, y por alguna razón misteriosa, toda la culpa desembocara en Malfoy, el más inocente del bando de Voldemort. Las cosas no estaban yendo nada bien.

 

            No podía llevar a Malfoy al hospital porque en el estado en que se encontraba, tal vez no resistiría un nuevos traslado, además, dejarlo en San Mungo pondría en alerta inmediata a quienes le habían dejado como estaba, mortífagos según él; enviar a Hedwig no serviría porque no conocía un medimago que trabajara a domicilio...No tenía más opción que buscar él mismo la ayuda.

 

            Llevar a la habitación a Malfoy significaría un tremendo esfuerzo que no sobrellevaría solo y alcanzado de tiempo, así que lo acomodó lo mejor que pudo haciendo mullida y suave la alfombra y depositándolo con la mayor suavidad posible. Tomó un puñado de polvos y se marchó a San Mungo esperando hallar un médico que quisiera venir con él a resolver un caso deseperado.

            Se estaba haciendo tarde, los pasillos de la institución se estaban vaciando de los visitantes que hasta entonces fueron a ver a sus familiares y amigos, y los turnos de los funcionarios estaban cambiando para dejar en sus lugares a otros que tendrían que velar toda la noche. Harry detuvo a una enfermera.

 

            -Señorita, necesito un medimago que atienda un caso urgente en casa, es importante, rápido...-estaba comenzando a deseperarse y respiraba de forma acelerada.

 

            -Lo siento, señor, este establecimiento no hace trabajos particulares. Puede traer al enfermo y se le atenderá sin demora- respondió la mujer, tratando de liberarse de Harry lo más pronto posible.

 

            -No puedo traerlo, es imposible, todo el hospital correría peligro y a él lo encontrarían y lo matarían -reclamó.

 

            -No hay nada que pueda hacer, señor -sentenció la enfermera.

 

            -¡Pero él va a MORIR! -alzó la voz Harry, ya con muy poca paciencia y menos tiempo.

 

            La mujer lo miró como si estuviera loco y retrocedió un paso.

 

            -Señor, me temo que...-masculló.

 

            Harry no alcanzó a reclamar nuevamente porque notó, gracias a la mirada atenta de la enfermera, que una persona desconocida se había detenido junto a ellos. El chico se volvió, encontrándose con un hombre vestido de blanca cotona; era alto y delgado, debía tener casi treinta años, aunque aparentaba un poco menos con su cabello color trigo y sus facciones finas.

 

            -Doctor Usher -dijo la enfermera inclinando la cabeza.

 

            -Buenas noches -dijo el desconocido-; me temo que no pude dejar de oír la conversación que mantenían.

 

            Esta vez miró a Harry.

            -¿Tiene usted un paciente que no puede trasladarse al hospital? ¿Qué es lo que pasa con él?

 

            -No creo que resista el viaje -replicó Harry, con un nudo que comenzaba a apretarle la garganta-. Está muy malherido...y hay algo que no creo prudente que otras personas vean. Además, lo está buscando gente muy peligrosa y pueden atacar todo el hospital.

 

            -Enfermera, puede retirarse, yo me haré cargo del problema del señor -dijo el doctor. La mujer obedeció de inmediato sin replicar nada.

 

            "Soy el doctor Robert Usher; acabo de terminar mi turno y puedo acompañarlo. No abandonaría jamás a un paciente.

 

            Harry le estrechó la mano apresuradamente mientras se dirigían a la red flu lo más rápido posible. En pocos segundos estaban en Grimauld Palace.

 

 

 


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