Amando Así...
Me desperté, de repente, sobresaltado al no sentir a mi lado el cuerpo de Teo. Era una de esas noches frías a pesar de estar a mitad del verano y no veía motivo para que se saliera de la cama, siendo tan temprano, haciendo frío y sintiéndose tan bien el dormir abrazado a otro cuerpo.
Intenté levantarme de la cama, pero rechacé la idea al instante sólo al retirar la sábana... ¡hacía demasiado frío! -considerando que yo estaba tan calentito en la cama-.
Me acurruqué, abrazando la almohada, esperando a que Teo regresara... tal vez habría ido al baño...
...y, mientras, hice un viaje al pasado...
Nos conocíamos de la secundaria, un poco más que de vista, puesto que teníamos amigos en común, pero nada más. Él siempre tuvo apariencia de nene bueno, con esas sonrisas bonitas y sus mejillas adorables con pálidas pequitas; escucharlo hablar era mágico, tenía una voz bajita, llena de timidez, y cada vez que te miraba a los ojos pestañeaba varias veces, como haciendo gala inconscientemente de sus pestañas cobrizas, casi pelirrojas... y ni hablar de su personalidad... me enamoré de él la primera vez que nos sentamos a hablar, estando aburridos en el cumpleaños de uno de nuestros amigos.
Teo era una persona hermosa, todo de él me gustaba, pero no se lo dije sino hasta el último día de clases, de mi último año de secundaria, puesto que él era un año menor. Ese verano yo me perdí de todo y todos, me alejé de la ciudad y de ese nene que me tenía loco; volví a tiempo para empezar a estudiar para el examen de ingreso en la universidad... iba a cursar arquitectura.
A mitad de año, antes de rendir un parcial y llegando tarde a la clase, me encontré con Teo en la puerta del edificio. Todo pasó tan rápido que apenas lo recuerdo, pero...
-Sé que estás llegando tarde, perdoname si te interrumpo... suerte -dijo atropelladamente y, colocando cada una de sus manos en mis hombros, se impulsó sobre mí y me besó en los labios cortamente, para después salir corriendo.
Yo entré a rendir con el corazón en la boca y mi cerebro aún en shock... pero igualmente aprobé.
Pasaron semanas hasta que me animé a ir a esperarlo a la salida del colegio. Cuando me vio, se mordió el labio inferior, se sonrojó y bajó la cabeza. Me enterneció tanto que corrí a abrazarlo.
-¿Entonces se supone que ya somos novios? -me preguntó, cohibido, sin soltarse del abrazo. Yo no pude evitar sonreír y abrazarlo más fuerte, susurrándole un sí al oído.
Al rato fuimos a caminar a una plaza. No podía evitar mirarlo: tenía su cabello pelirrojo más largo, hasta por debajo de los hombros, y levemente desmechado, con las puntas curvadas hacia arriba; las pequitas en sus mejillas seguían igual de tiernas y no dejaba de sonreír. Descubrí que tenía una cabeza menos que yo cuando lo abracé por la cintura con ambos brazos y lo besé de verdad por primera vez; él puso sus brazos, relajados, en mis hombros y se paró en puntitas de pie.
Y, mirándolo a los ojos, me atreví a susurrarle:
-Te quiero, nene... muchísimo.
-Aia... yo también -me respondió él, con una sonrisita de alegría contenida mientras no dejaba de morderse el labio.
Cuando terminó el colegio se mudó a mi departamento para pasar las vacas... y hace dos meses está viviendo conmigo...
Acordándome de todas las cosas que hicimos en dos meses me di cuenta de que Teo se estaba tardando mucho tiempo. Sin pensar más me levanté de la cama y salí de la habitación. Todo en el departamento estaba oscuro y en silencio. Recorrí la sala, la cocina, y llegué al baño...