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Frustración por GaaraHime

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Notas del capitulo:

Este será el único capítulo que tenga ^^ Es mi primer fanfic, no suelo escribir cosas de estas pero no pude resistirlo, adoro a los gemelos... Por otra parte, el fanfic en un principio tenía como personajes a James y Oliver Phelps, los actores que interpretan a los gemelos Weasley... Asi que si os encontrais un "Oliver" o un "James" por ahi, es que se me ha pasado.

Se tumbó en la cama. Era ya más de media noche, y no se había molestado ni en ponerse el pijama. Tenía tantas dudas, tantas preguntas en la cabeza… Intentaba negar algo que era obvio, algo que siempre le rondaba en la cabeza, con lo que soñaba todas las noches.

 

Para él, su hermano George siempre había sido (aparte de su hermano) un amigo. Su mejor amigo. Habían compartido tristezas, alegrías, habían confiado el uno en el otro siempre. Recuerda con tristeza cuando, hace tiempo, a los dos les gustó la misma chica… Incluso en ese momento no se distanciaron. Eran una sola persona, un solo ser, y así tendría que ser para siempre.

 

Sin embargo, ¿por qué dudaba?

Hacía ya un tiempo que llevaba así. Al verlo en la piscina, o sin camiseta, no podía evitar fijarse en el cuerpo de su hermano, cosa bastante extraña ya que, excepto por el lunar en el cuello de George y la cicatriz en la ceja de Fred, ambos tenían el mismo cuerpo.

Al principio creía que era curiosidad, pero… ¿curiosidad? ¿Por qué? Ambos eran iguales, ¿qué quería curiosear?

 

No, lo que Fred sentía era algo más que eso…

Pasaba todos los días en su habitación, y nada más que salía para comer y para ir al cuarto de baño. El resto del día, lo pasaba tumbado en la cama, a oscuras. Intentaba detener todos esos pensamientos, intentaba no pensar en su hermano, intentaba ignorar sus sentimientos… Pero, de mientras, se le venían a la cabeza imágenes de él y George, tumbados en su cama, de noche, durmiendo juntos, abrazados… Sin importar lo que dijeran los demás, porque ellos eran felices…

 

Pero, ¿qué estaba pensando? ¡Aquello era estúpido! Y él era aun más estúpido por pensar que su hermano sentía lo mismo que él… De hecho, él en estos momentos se encontraba en una cita con una chica. Su hermano siempre tenía mucho éxito con las chicas… Cómo las envidiaba… Daría lo que fuera, ¡lo que fuera! Por poder demostrarle todo lo que sentía…

  

George entraba en su casa. Vivía en una grande y vieja casa junto con sus padres, sus otros cinco hermanos y su hermano gemelo, Fred, su mejor amigo. Acababa de regresar de una cita. Últimamente, todas las noches las pasaba con mujeres, pero misteriosamente ninguna le llenaba… Se sentía tan vacío… ¿Qué le estaba pasando?

 

No había comido apenas nada y, aunque tuviera hambre, no se sentía capaz de tragar, porque tenía un nudo en la garganta.

Se fue a la ducha. Ese lugar siempre le tranquilizaba y le animaba, le hacia olvidarse de todos sus pensamientos. Se desnudó, entró en la ducha y, una vez dentro, se echó a llorar. Esa era su forma de solucionar sus problemas, aunque hacía mucho tiempo que no lloraba… Algo le intranquilizaba. Sabía que, aunque el agua disimulara sus lágrimas, su hermano Fred sabría que había estado llorando. De hecho, Fred lo sabría ahora mismo, ya que estaban tan unidos que podían saber cómo estaban sin necesidad de verse o de hablarse.

 

Salió de la ducha, con su cuerpo completamente mojado, y se puso una toalla alrededor de la cintura. Era bastante alto, al igual que su hermano, y aquella toalla le quedaba por encima de las rodillas. Era un regalo que le hizo Fred de pequeño, y lo conservaría siempre, por muy pequeña que le quedara. Tendrían unos siete años cuando se la regaló. De repente, se puso a recordar aquella época. Eran los mejores amigos del mundo, siempre unidos, siempre felices. ¿Qué pasaba ahora?

Se levantó y la toalla le rozó sus piernas suavemente. Se imaginó que aquella caricia la hubiera hecho aquel que se la regaló. Agitó la cabeza, como intentando olvidarse de aquellos pensamientos. ¡Era su hermano!

 

Fue a vestirse, pero se dio cuenta de que no había cogido su pijama. ¿Qué iba a hacer? Normalmente hubiera salido sin toalla hacia el cuarto de Fred y se hubiera vestido allí… Pero ahora, le daba vergüenza… ¿Por qué?

Buscó una toalla que le tapara más y salió en busca de su ropa. Allí encontró a su hermano, esperándolo. Estaba muy serio, algo bastante raro en él. Fred empezó a hablarle:

 

-         ¿Qué te pasa?

-         No entiendo qué quieres decir

-         Vamos… a mi no puedes engañarme. Tienes los ojos rojos… No has cantado hoy en la ducha jeje…. además… siento… una molestia en el pecho. Me duele mucho, George, ¿qué te pasa?

-         ¿Y a ti, hermano? ¿Qué te preocupa a ti? Llevas muchísimo tiempo encerrado aquí, en tu habitación, ya no me hablas, ya no bromeas, no ríes… Lloras en sueños… Yo… Yo estoy muy preocupado por ti, Fred. Cuéntame por favor, dime qué te pasa.

-         Mi hermano…Mi querido hermano… Yo... lo siento, pero no puedo contártelo. Yo… no quiero que te separes de mi, George.

-         No seas tonto… Siempre hemos estado juntos, ¿no? Y siempre lo estaremos. Yo te protegeré siempre, no permitiré que nada ni nadie nos separe… Porque Fred… Tú… Me importas mucho, hermano.

-         Lo sé, George. Porque…-El gemelo trataba de disimular-… Porque somos hermanos, siempre hemos estado juntos… es… normal…

-         No… Lo que yo trataba de decir es que… bueno… ¡te quiero!

-         Lo sé, querido hermano-. Fred trataba de no ponerse colorado-. Yo también te quiero mucho, gracias por dejar que confíe en ti, gracias por estar siempre ahí, gracias por…

-         No hermano-.Interrumpió George bruscamente-. Yo… yo siento hacia ti algo mucho más que cariño o amistad… Yo… Yo creo que te amo, Fred. Paso los días pensando en ti, salgo con chicas para tratar de olvidarme de ti pero… no puedo. Sé que es imposible, sé que tú no me amas, pero yo no puedo olvidarme de ti.

 

George rompió a llorar, y se empezó a abrazar fuertemente a sí mismo, arañándose y haciéndose daño. Fred no sabía qué hacer o qué decirle, pero no podía soportar ver a su hermano así… Su amor, la persona más importante de su vida. No lo iba a dejar escapar, y no iba a permitir que estuviera mal. Fred se dio cuenta de que su hermano estaba desnudo, excepto por una toalla que se le caía más y más. Se levantó, fue hacia él. Quería abrazarle, quería demostrarle todo lo que le amaba en un abrazo. Llegó a él, le agarró del cuello y de la cintura y, antes de que se diera cuenta, se habían fundido en un hermoso y profundo beso. Era el beso más maravilloso de su vida, su hermano tenía los labios carnosos y calientes, y su lengua… Oh, qué decir de ella. Besaba tan bien… Ojalá hubiera podido estar así toda su vida. Se acercaron un poco más, y Fred sin querer le quitó la toalla a George. Sin embargo, no se sentía avergonzado, no se paró a pedirle perdón, no se dio la vuelta para que su hermano se la pusiera. Él siguió besándolo, deseando que el tiempo se parase. De repente, George se separó. Había parado de llorar, aunque aun había lágrimas en su rostro. Estaba pálido y se sentía asustado. Se sentó en la cama y Fred lo siguió y se abrazó a él. George habló:

 

 - ¿Qué hemos hecho, hermano? ¡Estamos locos! ¡Locos! Somos hermanos, Fred, y  somos dos hombres.

- Hermano… ¿por qué te preocupas? Somos libres de tomar esta decisión… Yo… yo te quiero, mi hermano, mi doble, no sabes lo feliz que he sido al besarte…

- Estás loco, solo somos hermanos, no sentimos nada el uno por el otro, ¿vale? ¡Nada! Olvídate de esto, Fred, olvídate al igual que yo lo olvidaré.

 

De repente, George sintió una punzada de dolor en el pecho. Algo no iba bien. De repente, confirmando su dolor, su hermano se echó a llorar. Su hermanito lloraba por su culpa.

 

-         ¡Eres un idiota, George! Todo este tiempo… Te he querido y he tratado de olvidarte. Pero no he podido… Debía de habérmelo imaginado… Solo jugabas conmigo, al igual que juegas con chicas distintas cada noche. No me quieres, y nunca me querrás.

-         ¡Imbécil! ¿Cómo puedes decir esto, tonto? Sabes… ¿sabes todo lo que he tenido que pasar? No como, no duermo. Salgo con chicas para olvidarme de ti. Lloro en la ducha pensando en que lo nuestro nunca será posible.

-         ¿Por qué no, mi hermano? Yo te amo, y si es verdad que tú me amas a mi… No le veo ningún problema. No quiero perderte, George, ya te lo dije antes.

 

Aquello era más de lo que George podía soportar. Tumbó a su hermano sobre la cama y empezó a besarle. Le amaba, y quería demostrarle cuanto. Estaba tumbado encima de su hermano, cuyo miembro rozaba con el suyo. Se sentía tan bien… Fred aun no se lo podía creer cuando su hermano empezó a desabrocharle la camisa.

 

-         No, ¡hermano! Por favor… Yo… yo solo quiero estar abrazado a ti… No quiero que juegues conmigo…

-         Te prometo que no estoy jugando contigo. Te amo, te quiero y te deseo, y deseo hacerte mío esta noche, tal y como llevo soñando todo este tiempo.

 

Al ver que su hermano relajó un poco el cuerpo, George le besó la frente, en muestra de cariño. Bajó poco a poco hasta llegar al cuello, donde empezó a besarle lentamente, para luego morderle. Su hermano tensó el cuerpo, y George supo que le había gustado. Le dio un cariñoso besito en el cuello, apoyando la cabeza en su pecho, oyendo los latidos de su corazón y notando la respiración de su hermano. Estaba un poco acelerada, y el corazón le latía deprisa. George levantó la cabeza, y empezó a besarle el pecho a su hermano. A pesar de ser (por unos minutos) más chico que él, su hermano tenía mucho mejor cuerpo, y a George le encantaba. Lentamente se fue acercando al pezón, que lo mordió mientras que con la mano izquierda jugaba con el otro.

Sentía como la respiración de Fred iba cada vez más rápida y sonora. A decir verdad, él también se estaba poniendo muy caliente. Bajó un poco más, hacia la zona del ombligo, y empezó a besarle a Fred la barriga. Qué perfecto era su cuerpo. Podría decirse que ambos tenían el mismo, sin embargo… Había algo en el cuerpo de Fred que lo fascinaba. Estaba enamorado.

Acarició con su mano los pantalones de Fred, hasta pararse donde estaba su miembro. George le acariciaba y a Fred se le tensaba en cuerpo aun teniendo todavía los pantalones puestos.

 

Notaba el miembro de Fred completamente rígido. Le desabrochó los pantalones y se los bajó poco a poco, mientras aprovechaba para besarle las piernas.  Ahí estaba, desnudo, con su hermano gemelo frente a él con solo unos bóxer negros puestos y los ojos cerrados de la satisfacción. Estaba sudando, y en él se distinguía una débil, feliz y tímida sonrisa. George se acercó al miembro de Fred lentamente y empezó a quitarle el bóxer con suavidad. Descubrió que su pene era mucho más pequeño, y Fred parecía morirse de vergüenza, no hacía más que mirar su miembro y el de George, una y otra vez. Sin embargo, a George le encantaba. Su hermanito… Era tan lindo. Cogió el miembro con una mano mientras que lo lamía, haciendo que Fred gimiera e hiciera mucho ruido. Afortunadamente, su habitación estaba embrujada para que no se oyera nada desde fuera y no pudieran abrirle la puerta, ya que pensaron que así su madre no les molestaría con los Sortilegios Weasley. Siguió besándolo y lamiéndolo, hasta que Fred se corrió dentro de la boca de su hermano. Se incorporó y le pidió perdón por no avisarle. George aun estaba excitado, y Fred quería satisfacerle.

 

-         No, no hace falta hermano, de verdad…

-         Anda ya, so tonto… Ahora me toca a mi

 

George le besó en muestra de agradecimiento. Sus lenguas jugaban, y a Fred le encantaba esa sensación. Se despegó de su hermano y, poco a poco, empezó a besarle por el cuello, el pecho, los brazos… Se abrazó a él y le besó en la mejilla. Terminó dirigiendo la mano hacia el miembro de su hermano, que acarició con ternura, hasta que pasó a masturbarle. George gemía sin poder remediarlo, y Fred se sentía tan feliz… Había deseado tanto tiempo ese momento… Un gemido de orgasmo le indicó que su hermano ya había terminado y, efectivamente, lo había dejado todo lleno de su semen.

 

Se abrazaron, felices los dos, y se dieron un beso. Después se tumbaron en la cama, abrazados, deseando estar así para siempre. Nada les gustaba más que mirarse a los ojos. Estaban enamorados y, por mucho que sufrieran y por mucho que les costase, siempre lo iban a estar. La única diferencia es que ahora ya podrían ser felices durante mucho tiempo, hasta el fin de sus días.


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