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El favor por Aphrodita

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Lo buscó por cielo y tierra, frecuentó los lugares en los que creyó, podría llegar a hallarse. Incluso se aventuró dentro de la Fortaleza y hasta fue en busca de Shido. Pero nadie sabía nada del emperador relámpago. Katsuki quedó en avisarle si lo veía deambulando por allí.

Pese a ello, el hombre de mirada azulada no dejó de intentar dar con su amigo… y ya iba más de medio paquete de veinte, si seguía así en menos de un día se fumaría un atado entero de cigarrillos.

Se sintió idiota cuando, al arribar en Honky Tonk, su dueño reveló:

—Se me hacía raro no verte también a ti aquí —señaló hacia los pisos de arriba—; no sé que le habrás hecho pero está furioso.
—¿Mucho? —se sentó en la barra con gesto cansino; no sólo en su rostro, en todo su cuerpo.
—Supongo que ya se le debe haber pasado un poco…
—¿Te contó algo? —Natsumi le acercó una taza de café luego de saludarse fugazmente—Gracias.
—¿De qué?

Midou silenció unos segundos. Miró al sujeto de gafas, y aunque no le pareció prudente andar divulgando su vida privada tuvo que admitir que al menos el señor Wang merecía conocer la noticia… era “casi” un padre para él.

—Se enojó porque pensó que yo quiero irme del departamento —. No lo dejó acotar nada—Dado que Himiko está embarazada no la quiero dejar sola.
—¡Waou! ¡Que noticia! —Paul sonrió cruzándose de brazos, y luego de cavilarlo un instante investigó con curiosidad—¿Y… quien es el padre?

Ban sólo fijó firme sus ojos en él como respuesta.

—Vaya —se masajeó la nuca, consternado—No sabía que tu y…
—Nada que ver —soltó un suspiro, odiaba hablar de asuntos tan personales—Te lo resumiré: Himiko y yo no somos nada, más allá de ser los padres de la criatura en camino. Y no —apuntó tajante —No fue un descuido, ni un accidente… Ella… Pues, ella me pidió un favor.

El mayor elevó una ceja ahogando una pequeña risilla ladina.

—Simplemente quiere ser madre—aclaró el joven ofendido—Nada más, tiene derecho. Yo soy su amigo, y necesita estar tranquila sabiendo que su futuro hijo tendrá un padre que lo sepa querer.
—Bien, bien —canturreó, intentando serenar así a un colérico telépata.

Natsumi se acercó a la barra una vez liberada de la atención de los clientes, obligando a los dos hombres a cambiar el tema de conversación. No porque tuviese la intención de ocultar una noticia tan maravillosa, es que comprendía lo raro, retorcido, que resultaba ser todo… en especial porque la gente, desde hacia mucho tiempo, osaba conjeturar que el dúo Get Backers poseía fuertes lazos que iban más allá de una amistad.

Ban se encargó de dejar eso clarito como el agua… es que a la larga le importaba un comino lo que opinase el mundo al respecto: Quería a Ginji, lo necesitaba… era su oxigeno, su cable a tierra, su mundo, la razón por la cual despertar.

O sea, tan alejados de la realidad la muchedumbre no estuvo.

El muchacho de luceros azules volvió en sí cuando se percató de que Amano bajaba las escaleras a su encuentro. Ambos se quedaron estáticos, intentando adivinar la posible reacción del otro.

Midou nada más necesitó que el otro suavizase sus facciones para poder pronunciar más aliviado:

—¿Podemos hablar?

Ginji asintió una vez, con debilidad, y salió junto a su compañero rumbo a las afueras del Café. Una vez bajo la luz de la luna, fue el rubio quien quebró el mutismo para disculpase con sinceridad:

—Ban… Estuve pensando mucho al respecto —escudriñó a su amigo, con un poco de culpa quizás—Lo lamento… Me comporté muy mal. Yo entiendo que tu ahora tienes que estar con ella, pero me enojó que…
—Lo sé —interrumpió —¿Y sabes qué? —soltó una risa melancólica—Tienes razón, maldición—perdió su mirada, observando a la gente atravesar la vereda, yendo de un lado al otro, ajenos al hecho irremediable de que su corazón se estaba quebrando en mil pedazos.
—… —El emperador relámpago no pudo refutar las palabras del moreno. Con la misma expresión que portaba Ban en su rostro continuó—: Es que todo esto asusta ¿verdad?
—Como no te das una idea.
—Sé que prometí no complicarte la vida, pero para mí tampoco es fácil.
—Lo sé, Gin —ahora sus ojos se clavaron en él, desarmándolo por completo —Por eso, perdóname. Intentaré hacer las cosas bien, sin embargo eso no significa que yo…

Amano tragó saliva, saber que era lo que pretendía su compañero en toda esa historia, era primordial para uno y otro. Midou meditó seriamente, antes, durante y después, y había llegado el momento de aclararlo:

—No la amo, y no la voy a amar de la manera en que… —su pecho se agitó, se sintió desencajado, no era justo decir eso sabiendo que un hijo venía en camino.

¿Qué haría Yamato si lo escuchase?

—Me enoja que hagas las cosas sin pensar —se quejó Ginji ante el silencio prologando de su amigo —Que no me consultes cuando nos involucra a ambos—elevó su mano aclarando con rapidez y adelantándose a posibles reclamos—: Sé que te dije que no… Hace ya mucho tiempo. Y es por eso que yo no me siento en derecho de exigirte nada, pero eso no significa que no te quiera o que no me afectan los cambios… Como ese de irte a vivir con Himiko.

Ban sonrió apenas. Buscó un cigarrillo que encendió con deleite y susurró:

—Es que no me dejaste explicarte nada —sonó a reproche, pero no lo fue —Sé que si yo me voy, te quedas a la deriva; y te resultará imposible abastecerte solo.
—Eso es lo de menos… Sinceramente. No me molesta tanto la idea de pasar hambre como de no estar más contigo—sonó extraño y exagerado, por eso aclaró:—viviendo.
—Y es que la idea nunca fue irme —plasmó una sonrisa enorme—Himiko vive en un lugar muy pequeño y nosotros tenemos dos habitaciones.

Ginji fue abriendo sus ojos poco a poco al comprender las intenciones de Ban.

—Para que después no digas que no te consulto —eso sí fue una recriminación—Te quería preguntar si te parecía bien traerla a vivir con nosotros. Estaremos más cómodos así y ella no estará tan sola.

Amano sintió que el aire, el alma, y hasta el color, le volvía al cuerpo. Meditó un instante la propuesta y no encontró “pero” alguno. Sin embargo, pese a lo impulsivo que solía ser no dejaba de lado lo insólita que sería la situación.
Midou esperaba por una respuesta, cual sea esta, pero cuanto antes; su rostro impaciente y sus ojos atentos así se lo revelaron:

—Pues, me parece —asintió—¡Perfecto! O sea —se emocionó con la idea, al menos un poco —Viviremos los tres juntos. No tienes que irte, ¡ni yo tampoco!
—Claro

Era contagiosa la alegría de Amano.

Imposible de escapar, comprendió en su momento.

Hasta ahí todo parecía marchar por un sendero color de rosa… pero Amano dejaba a un costado un detalle que le cobraría la cuenta más adelante. Himiko era mujer, Himiko estaba embarazada del hijo de Ban, Himiko y él… habían concebido, juntos… a la vieja usanza.

…l no era competencia para todo eso… No lo era. Se quedaba en el: “Compañero inseparable de Ban Midou. Hombre. Mejor amigo. Aliado…” y un sinfín de sinónimos que ni por asomo se acercaban a la imagen que representaba la dama veneno en la vida del telépata.

———

La mudanza fue sencilla, por fortuna Himiko no tenía demasiadas pertenencias. El asunto fue acomodar todo dentro del departamento, mover los muebles, ubicar los objetos. Al principio Ginji creyó que, como correspondía, su amigo y ella dormirían en la misma habitación, pero cuando el debate surgió fue la misma muchacha quien expresó preferir estar sola en el cuarto. Por lógica Amano no dormiría con ella, así que sin más opciones Ban acabó en el cuarto del rubio cediéndole el suyo a la futura mamá.

A media mañana el moreno los “abandonó” en pleno trajín alegando que debía ir a una entrevista de trabajo.
La sorpresa fue unánime, incluido el mismo Midou ya que no se imaginaba envuelto en esa circunstancia.
Era coherente: Los trabajos que tenían como “Get Backers” eran una ruleta, podían tocarles varios seguidos, como malas rachas. Asimismo pocas veces aseguraban ganar el dinero, aunque cuando eso ocurría solían ser sumas que les permitían vivir a sus anchas.

Su hijo necesitaba seguridad económica, ante todo. Los gastos con un crío son monumentales, desde que nace hasta que se consigue su propio empleo.
Si bien los tres estuvieron de acuerdo, Ginji mostró —más allá de intentar disimularlo— una expresión de honda desolación.

Entonces sí: La dupla debía disolverse.

Midou adivinó los sentimientos de su colega, por eso le aclaró que en la medida que el nuevo trabajo —si lo conseguía— le permitiese, seguiría adelante con las misiones. Una locura ¿Cuándo descansaría?
Por el momento la prioridad número uno era conseguirse un empleo decente, después vería que hacer con las demás cuestiones de su vida.

El momento crucial, cuando Ban atravesó la arcada principal yéndose, los otros dos se quedaron envueltos en un silencio sepulcral.
La prueba de fuego, el primer día conviviendo juntos y el telépata se mandaba a mudar.

—Ojalá que tenga suerte —balbuceó Amano por el simple hecho de acotar algo que cortase el clima tan espeso.
—Sí —respondió con desgano, llevando una de sus manos a su vientre.

Recién entonces reparó el Get Backer que la pequeña pancita ya asomaba, con una redondeada elegancia. Sonrió, imaginando que allí, en ese lugar tan pequeño había algo, alguien… Una personita, ¡con vida!.

—¿Qué sucede? —investigó Kudou con algo de dureza; era su manera de ser, no por intención de sonar áspera con el rubio.
—Nada, es que… je —señaló su vientre —ya se te nota.
—Sí, algo… ya estoy a finales del primer trimestre.

Los ojos de Ginji se cerraron a medida que la mueca de sus labios se ensanchó más. Himiko se puso de pie y llevó las tazas a lavar. Había dado por finalizado el descanso y era momento de seguir acomodando sus cosas.

—¿Quieres que te ayude?
—No, gracias —contestó de espaldas camino hacia su nuevo cuarto.

El emperador relámpago permaneció inmóvil en su lugar, un poco amilanado por la ruda presencia de la muchacha, pero en cuanto la vio intentando levantar una caja, no le importó un rábano y raudo fue en su ayuda.

Ante la mirada de la mujer, el rubio se apresuró a aclarar en son de reproche:

—No debes levantar cosas pesadas.
—Gracias —cedió finalmente; no pudo contra eso.
—¿Hay algo más que quieras mover?

La dama veneno señaló los muebles acomodados al azar dentro del cuarto. Y mientras le indicó brevemente donde y como quería colocarlos, se entretuvo ordenando sus enseres personales, o haciendo labores en la medida que podía y que no implicase un esfuerzo.

—¿Estas bien? —inquirió sorpresivamente el rubio luego de un dilatado silencio.

Kudou pudo pensar que el muchacho le hablaba a la biblioteca, puesto que ni siquiera la miró. Cuando esos ojos de almíbar se posaron sobre ella, intentó formar una oración:

—¿P-porque? ¿Qué?
—Que si estás bien —repitió sonriéndole apenas.
—¿Por qué me lo preguntas? —desvió su mirada hacia la prenda que tenía sobre sus rodillas, sentada en la cama, la dobló cuidadosamente —¿Te parezco…?
—Triste.

Himiko, guardándose el asombro de que su compañero de departamento se mostrase tan interesado en su bienestar, trató de ser sincera. No supo si era producto del embarazo, pero su tosca personalidad, por momentos —que gracias a Dios eran efímeros— se veía presa de ataques de cursilería y/o sinceridad extrema:

—No es tristeza —lo miró un segundo para luego prestar entera atención a la pila de ropa que tenía que acomodar dentro del placard.
—Ah… ya sé… —asintió satisfecho al encontrar la respuesta—Estás como nosotros: asustada.

Una leve sonrisa se plasmó en la faz de la mujer.

—Tal vez —tosió con delicadeza notando que no tardaría en abrir su boca en uno de esos ataques de franqueza exagera—La verdad… no quiero condicionarlo a Ban.

Amano dejó el mueble junto a la puerta como la muchacha le había pedido y volteó para prestar entera atención a sus palabras.

—…l tenía una vida muy distinta antes de todo esto —negó con su cabeza poniéndose de pie para dejar las prendas en sus respectivos cajones—Temo que todo esto… No—se corrigió—Sé que todo esto lo hace por mí y el bebé.
—¿Temes que él no quiera? —cuestionó con una seriedad nunca antes vista—Me sorprende de ti, creí que por el tiempo que pasaron juntos, tu lo conocías más a Ban.

Sonó insultante, pero no tuvo esa intención. La mirada de Himiko denotaba desconcierto, por eso Amano explicó:

—…l no hace nada de manera obligada… Y si hace todo esto, sí —admitió con algo de efusividad—lo hace por ti, por el bebé… pero en gran parte, porque quiere.
—¿Y tú?

Esa pregunta… lo desarmó. Kudou sonrió levemente frente al semblante incómodo que presentaba el Get Backer.

—Me lo consultó —aclaró una vez que pudo reaccionar—, y yo le dije que sí.
—¿Por qué no tuviste opciones?
—…l tranquilamente pudo haberse ido contigo —eso sí fue algo duro, más viniendo de su parte—Lo siento, no quiero darte a entender que me molesta tenerte aquí—una nueva mueca de pletórica felicidad—¡Para nada me molesta! Al contrario, necesitamos una dama que al menos nos cocine.
—Que yo no soy sirvienta de ustedes—susurró frunciendo su frente.
—¡Ja, ja, ja! No digo eso—elevó sus hombros en un mohín cómico—Pero verás esta noche, que a partir de hoy querrás cocinar tú todos los días.
—No cocino bien—refutó la muchacha buscando entre otras cajas pequeños enseres.
—Créeme… cualquiera cocina mejor que nosotros dos.

Lo dijo con tanta formalidad que Himiko soltó una carcajada parca, pero risa al fin. Siguieron conversando, cambiando de tema cuando se desviaban del mismo de una manera natural. Lo mejor, comprendieron ambos —los tres— era llevarse bien.

Ban llegó cerca del mediodía, justo cuando la pizza que los otros dos habían pedido, también arribó. Había conseguido empleo en una compañía de seguridad, trabajo medianamente peligroso, empero él no era un sujeto común y corriente.

La mujer le sonrió conforme, Ginji lo felicitó… pero en el aire, en cada rostro, en los ojos de cada uno, podía percibirse el terror a enfrentar algo distinto.

Miedo, tristeza, esperanza… Un cóctel de emociones difícil de manejar y que quizás, no tardaría en explotar.


Continuará
Notas finales: Muchas gracias por leer =). Nos vemos dentro de un tiempito n.n

Por cada review que me dejen les hago un fic de lo que quieran…

¡Noooo, mentira jajaja! No me da el cuero para hacer algo así hoy en día :P


19 de noviembre de 2009
Merlo Norte, Buenos Aires, Argentina.

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