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Shake It por Aome1565

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Notas del capitulo:

 

No tiene mucho sentido. Forma parte de la serie de cuentos-parodias(?)-songfics que tengo por ahí y que no tienen en relación nada más que son relatos cortos, basados en distintas canciones (;

En este caso, Shake It, de The Maine (:

 

 

Shake It

 

 

El telón rojo se agitó, empezó a flotar humo y los cortinados se abrieron.

Con los pies enfundados en reales botas de vaquero subió al escenario; con poca ropa, poco maquillaje y poca vergüenza.

Las mandíbulas de los allí presentes cayeron hasta el piso, pero es que ese cuerpo era increíble. Y yo venía siguiéndolo desde lejos, comiéndomelo con la mirada.

Me era imposible escuchar la música, los aplausos, las babosadas que gritaba la gente, pero sin embargo a mis oídos parecían llegar el sonido del roce de sus manos contra lo poco que llevaba puesto, su caminar sobre las tablas de madera del escenario, su respirar agitado.

Cuando empezó a moverse al ritmo de una música que no conocía, me pareció verlo reflejado en una realidad alternativa, desde otra perspectiva. Sus cabellos se movían y se pegaban a su rostro, mordía y relamía sus labios en un gesto por demás provocativo, sus muslos daban la impresión de bailar solos y sus ojos saltaban de cabeza en cabeza, sin mirar a nadie pero viendo a todos a la vez... hasta que se cruzó conmigo, lo sentí pegar su mirada en mí y no despegarla más; todo lo que hacía, lo hacía con la intención de incitarme.

En mi cabeza resonó una parte de la canción:

And oh my god, when you move that way
you're gonna get every boy you meet in this entire town.
And oh my god, when you move that way
you're gonna get everybody you meet, including me.

Yo estaba sentado en la parte de fumadores, aunque no fumara. Me levanté y nadie excepto él me miró. Salí a respirar aire fresco, a bajar la adrenalina que corría por mi cuerpo y me gritaba desde adentro que me lanzara hacia el escenario, que nada más importaba. ¡Pero sí que algo importaba! Si me atrevía a lanzarme hacia él, antes de llegar tendría a toda una jauría de viejos lobos hambrientos sobre mí.

Decidí esperar. ¡Pero la espera era tan larga!

Desde adentro llegaba la música reventando los parlantes, los aplausos y silbidos. A veces la gente podía ser tan sucia... ¿pero qué estaba diciendo?, ¡él estaba pensando las mismas cosas sucias que todos los que estaban dentro del antro al que había ido a parar, persiguiendo al bailarín!

Pensaba en volver a entrar, convencido de que no podría tener otra cosa más que fantasías con ese que con dinero en el elástico de los calzones bailaba frente a un montón de viejos babosos, pero cuando atravesé las pesadas y polvorientas cortinas de la entrada al salón, la música se detuvo y aquel muchachito desapareció de escena.

Con la boca abierta me quedé como clavado al piso. Siquiera el final del acto había podido ver.

Pero qué importaba, ahora, que los viejos se levantaban de sus cómodos asientos con vasos con hielos tintineantes y cigarros colgando de sus labios, podría ir y escabullirme en cualquier lado, perderme entre las paredes y los tapizados con medio siglo de antigüedad hasta dar con él. Nadie iba a darse cuenta de que un baboso andaba dando vueltas por entre bambalinas.

Un pasillo completamente rojo, tapizado hasta sus más recónditos escondites, se extendía ante mis ojos. Y qué horroroso. Telarañas, más polvo y la música rebotando contra las debiluchas paredes. A cada paso la madera crujía y no oía movimiento alguno en aquel lugar. ¿Dónde estaba él y dónde los camerinos, si es que había?

Y la respuesta llegó como caía del cielo, o subida del infierno: una serie de puertas, una al lado de la otra -lo que demostraba lo reducido del espacio de cada habitación-, a mano derecha. Golpeé en una y no hubo respuesta. Golpeé en todas y nadie abrió.

¡Pero si una tenía la luz prendida!

Retrocedí y la abrí apenas, teniendo una espalda desnuda frente a mí, la misma cabellera hipnóticamente roja y los ojos, enrojecidos y de color miel, reflejados en el espejo humedecido y descascarado.

Lo observé desvestirse y volver a vestirse. Me había visto y cualquier movimiento era más provocativo. ¿O acaso era así de tentador siempre?

Iba a entrar, pero no pude dar un paso cuando lo tuve sobre mí

-¿Por qué lo hacés?

-Porque necesito la plata.

No nos conocíamos, pero tenía que preguntárselo.

-Con la plata que los viejos esos te tiran, podrías hasta cambiarte el nombre.

-¿Y a vos te importa?

-Si. -Me acerqué despacio y me apreté a su boca. Lo tome de la nuca y me empujó con el mismo asco que me daba el techo de aquel mugroso cuchitril, ¡pero qué importaba! Volví a acercarme y a besarlo, y esta vez no se resistió, sino que de la camiseta me obligó a entrar al camerino que no tenía ni tres metros de ancho ni mucho más de largo.

-Pero ¿sabés qué?, los viejos esos me tiran plata, nomás... -Guiñó un ojo. No sé qué estaba queriendo decir...

¡Sí que lo sabía!, me estaba insinuando que era virgen. ¿Qué otra cosa, si no?

Y yo me tiré a la pileta.

Allí mismo lo aprisioné contra la primer pared que tenía cerca. (Todas, en realidad. El lugar era una nuez). Empecé a desvestirlo, empezó a desvestirme. La temperatura me pareció aumentar y en mi cabeza sólo resonó, sin razón coherente alguna, otro pedazo de la canción:

‘Cause this is what you need.

Come on and shake, shake, shake it

Around and around and around again.

 

Come on and shake it~

Sh-sh-shake it for me!

 

 

Notas finales:

La canción, que si bien en ritmo no tiene mucho de bailable en un bar, y entre estrofas y estribllo tampoco dice mucho, me encanta y se la dejo: http://www.youtube.com/watch?v=0YHQUuUYF6g

Hasta el proximo! :D


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