Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Chocolate por AvengerWalker

[Reviews - 8]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Saint Seiya y sus personajes pertenecen a Masami Kurumada.

Notas del capitulo:

Escribí este fanfic cuando tenía catorce años, así que decidí reescribirlo y corregirlo para que la lectura resultase más amena (y que a nadie le sangren los ojos).

Cierto caballero, perteneciente a la élite dorada de Athena, se paseaba con sosiego por las escalinatas del santuario, aprovechando la radiante aunque incesante luz del sol. A diferencia de sus compañeros, la armadura que antaño había utilizado no le correspondía ya, por lo que se tomaba la libertad de desplazarse a sus anchas sin camisa, con sólo sus añiles y ensortijados cabellos protegiéndole la espalda y los hombros.

Bufidos escapaban de sus labios cada cierto lapso, pues nunca el sol griego le había afectado tanto: empezaba a ser una molestia, pero detestaba quedarse en el templo de Géminis, inactivo, aburrido y solitario. La compañía de su hermano era agradable, mas no del todo gratificante: era demasiado estructurado para su gusto, las conversaciones se le hacían unilaterales y, cuando el mayor se dignaba a abrir la boca, era bien para llevarse un regaño. El problema, no obstante, no recaía únicamente en lo intelectual o poco emocionante que Saga pudiera resultarle, sino que sus hormonas habían estado más activas que nunca y quedarse en Géminis sólo le daba pie para perderse en un mar de pensamientos.

Había tenido sueños muy particulares en las últimas semanas y todos ellos involucraban a uno de sus compañeros de armas. No le extrañaba la atracción que se reflejaba en sus sueños, pues los mismos no eran más que la experiencia recogida del día a día, representada mediante simbolismos peculiares: ¿cómo no verle en el mundo onírico, si tanta importancia tenía en su vida diaria?

 Una repentina agitación le subió por la garganta, acelerándole el pecho. Había estado tan concentrado y sumido en su universo mental que se desligó de la automaticidad de respirar. Cuando despertó y prestó atención a los alrededores, descubrió a dónde le habían dirigido sus pasos. Sonrió. Una expresión casi depredadora afloró en la comisura de sus labios cuando la estructura del viejo templo se alzó, imponente, frente a él. No dudó en ocultar su cosmos de inmediato, confiado en que el caballero custodio habría pasado por alto su presencia.

Avanzó hacia su interior con una confianza característica en él, digna de un caballero que tomaba lo que deseaba sin hacer preguntas. Aunque astuto e inteligente, en su día a día no era dado a pausadas reflexiones, lo que le llevaba a actuar por impulso: era la otra cara de la moneda y en ello se diferenciaba de Saga, quien no daba un nimio paso antes de considerar todas las opciones y agotarse mentalmente. Se asomó entre los blancos y derruidos pilares de piedra, deseoso de encontrar a la persona que tanto le robaba el oxígeno, al caballero que se las había ingeniado para plantarse en su cabeza y torturarle de forma continua. Pese a sus intenciones, la oscuridad del recinto, junto con la sensación de estar invadiendo territorio sagrado, le llevaron a inclinarse por una opción más infantil. 

— ¡Mu de Aries! —exclamó con voz grave, aunque procurando deformar su característica voz, quizá para hacerla pasar por cualquier mensajero

No hubo respuesta inmediata. ¿Quizá el ariano no se encontraba en sus aposentos? Era una fuerte posibilidad, pues pese al fin de la guerra santa y la segunda oportunidad que se les había ofrecido, los caballeros habían acordado que lo mejor sería continuar con ciertas rutinas: el entrenamiento contaba como una de ellas. La incertidumbre afloró en su interior, hasta que pudo detectar el tranquilo cosmos del joven de cabellos lilas alzarse desde el interior. Tuvo repentinos deseos de carcajear, pues detectó un dejo de alarma en la energía adversa.

Imaginaba a Mu con la expresión desencajada y cierto temor en las facciones debido a la insistencia con la que Kanon llamaba a su templo. Pero la coherente recreación que había formulado en su mente comenzó a distorsionarse y seguir un camino distinto, más propio de los sueños que le habían atacado últimamente: los pálidos pómulos del menor encendidos, sus labios entreabiertos en una mueca jadeante, sus párpados entrecerrándose como la más sincera expresión de placer. Se vio obligado a abortar tales ideas cuando cierto calor en la zona baja de su cuerpo requirió su atención; no era momento para distenderse: precisamente por eso había salido casi despavorido de Géminis. 

— ¡Se solicita su presencia en el santuario del patriarca de inmediato! —insistió una vez más, dejando que su voz se alzara con una potencia mayor. 

 Tal como lo había imaginado, el protector del templo de Aries apareció de inmediato ante sí, aunque la vista que otorgaba no se correspondía para nada con lo esperado. Se veía algo asustado, alerta, quizá meditando que un llamado tan urgente como ese sólo podía significar malas noticias, quizá una amenaza o guerra inminente. No fue esto lo que llamó la atención del menor de los gemelos, sino otros elementos que se unieron al fuerte deseo que sentía por el joven frente a él. Sus cabellos yacían húmedos y parecía haberse vestido con algo de apuro, pues sus prendas se veían arrugadas y algunas gotitas de agua las salpicaban.

Cuando su mirada esmeralda se topó con las dilatadas pupilas del griego, quien no escatimaba energías en alimentarse de tan tentadora y bella escena, la alerta se transformó en confusión y la confusión en completo entendimiento. Bien conocía a Kanon, quien tenía un prontuario de bromas del que medio Santuario se había enterado, ya fuera por experiencia propia o por los griteríos de quienes resultaban víctimas.

— Bueno… en realidad, se solicita su presencia en el templo de Géminis con el patriarca Kanon —corrigió el mayor, sin dejar de sonreír en ningún momento. Aprovechó los pequeños segundos de ventaja para eliminar la distancia que le separaba del lemuriano; avanzó a paso lento y sosegado, tal como había llegado, mas exudando esa sensualidad tan característica en él, que no sólo no pasó inadvertida para el ariano, sino que inundó y embelesó sus sentidos.

— ¿Para qué? —inquirió, cierta tonalidad carmín asentándose en sus mejillas cuando, por arte de flirteo, las juguetonas pero masculinas manos de Kanon buscaron su cintura. Las caricias que repartieron allí fueron tan cariñosas y gentiles que generaban un contraste asombroso: nunca nadie le había tocado con tanta sutileza.

Pero el geminiano no contestó, o al menos no de inmediato. Se dedicó a ascender las palmas hasta acunar las mejillas del caballero, sobre las cuales repartió lentos roces. Indescriptibles eran las sensaciones que se apoderaban de su estómago y corazón, el cual se encontraba más alterado y emocionado que de costumbre. Sus hormonas, junto con los sentimientos que sentía por el pelilila, se enredaban en un cúmulo explosivo que le dejaba sin habla y respiración: era incapaz de hacer otra cosa que observarle, beber de tan exquisita imagen, del natural tono rojizo de sus labios y las inocentes y esmeraldas orbes del más bajo. Finalmente se inclinó hacia su compañero de armas y, rozando el lóbulo de su oreja diestra con los labios, otorgó una pequeña mordida que, supo, robó un sutil jadeo de la boca adversa.

— Dime, Mu… -susurró, haciendo gala de su característica e inherente sensualidad; el aludido se estremeció de pies a cabeza— ¿Te gusta el chocolate?


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).