† ♠ Requiem ♠ †
Siempre he sido un escritor patético y mediocre...
Mis manos torpes y mi poca imaginación nunca han sido capaces de hacer florecer los exuberantes jardines de fantasía y ensueño que otros cultivan con asombrosa facilidad y aunque me avergüence reconocerlo, me temo que en mi oficio tan pobre, la inspiración depende exclusivamente del dolor, del sufrimiento, del desamor... de lo sombrío y lo mundano; de lo turbio... No se nada sobre construir paraísos en el aire ni soy muy diestro en el arte de la ilusión.
Tampoco creo en la magia, ni en el destino e ignoro el significado que tienen los sueños.
El canto de un ave en primavera o las horas cálidas, doradas del otoño no representan para mi espíritu emoción alguna. No existe en mi mente lugar para las quimeras, y un corazón vacío, sin emociones; al igual que una hoja en blanco simplemente me horrorizan.
Sí, siempre he sido un escritor patético y mediocre... y eso tú también lo sabías aunque jamás dijiste nada.
Por eso me sumí en la oscuridad y lloré en mi interior cuando creí que mi inspiración se había marchado eternamente; mi musa desapareció un mal día y se llevó mis emociones más profundas con ella, dejándome el corazón en blanco; en blanco la mente y la lira muerta.
Dejé de sentir y escribir durante tanto tiempo que me olvidé de cómo hacerlo y durante largas noches rogué en silencio para que mí amada musa me devolviera al menos un pedacito de mi poesía.
"He perdido la inspiración... y daría lo que fuera por recuperarla" Le confesé a uno de mis maestros durante una charla cualquiera en el oscuro mesón donde en un tiempo también tú y yo solíamos encontrarnos en secreto.
"Daría lo que fuera..."
No se en realidad que parte de mi acariciaba tanto ese anhelo, pero se que fue tal la vehemencia de mi deseo que por fin mis ruegos obtuvieron respuesta y la inspiración volvió a casa...
Volvió la inspiración, vino mi musa... pero esta vez cubierta de nieve y muerte.
Una noche de invierno llegó a mis manos una carta inesperada; el muchacho que me la entregó tiritaba de frío, o al menos eso pensé al principio; noté en sus ojos claros un suave matiz de duelo y su voz rota por la tristeza me dio instrucciones poco precisas antes de marcharse y dejar que sus pasos se perdieran entre la nieve:
-No son buenas noticias -advirtió nervioso- Léala usted con calma monsieur... y por favor, no se altere, trate... de ser fuerte...
La carta hablaba de ti...
Hablaba de ti, mi pequeño actor callejero, hablaba de ti justo cuando estaba a punto de abandonar tu recuerdo dulce en el baúl polvoriento del olvido; exactamente en el momento mismo en que había decidido renunciar al mundo exterior y retirarme cobardemente en la seguridad de mi encierro.
Me acerqué a mi escritorio tan olvidado y a la luz temblorosa de una vela, (aunque ahora que lo pienso tal vez eran mis manos las que temblaban) tuve que repasar la carta varias veces, incluso me vi obligado a leerla en voz alta, con la garganta ronca, amarga.
La carta decía muchas cosas, pero no lograba encontrar un significado coherente a aquellas palabras...o tal vez, en realidad me negaba a encontrarlo.
Fue entonces, cuando sentí un par de lágrimas correr tibias por mis heladas mejillas, que por fin aquellas líneas cobraron sentido:
Estabas muerto...
Tu corazón era tan grande que no encontró suficiente espacio en tu pecho y así sin más, una tarde de diciembre dejó de latir definitivamente.
Tú, mi pequeño actorcito vagabundo, habías abandonado para siempre las frías calles de parís y el oficio de hacer reír a un puñado de miserables a cambio de unas monedas, y a cambio hacías tu glorioso debut en el teatro de la muerte...
Te volverías eterno...
Y yo no te regalaría esta vez como entonces, un humilde ramo de margaritas; ni siquiera podría besar por última vez tus párpados cubiertos de escarcha.
Tampoco me alegraría repentinamente al reconocer tu carita por casualidad en la calle y animarme cuando tu sonrisa brillara en medio del mar gris gente.
No quise rezar por ti una sola plegaria... Sabía que al igual que yo eras un hereje y que Dios no tiene tiempo de escuchar nuestras oraciones paganas. Pero quería despedirme, necesitaba darte mi adiós de la única forma que sé; quería componer para ti los versos más hermosos, deseaba poder regalarte como homenaje una última canción...
Por que sabía que después de aquella carta podía escribir de nuevo...en mi cabeza un torbellino de palabras dulces, hechas todas para ti, me abrumaban. Estaba lleno de inspiración... y era tanta que se escapaba líquida por mis ojos
Pero ya no la quería...
No quería escribirte una despedida y no deseaba más la compañía de mi maldita musa...la despreciaba... la desprecio ahora.
Y aún hoy... ya no quiero escribir poemas, no quiero cosechar para ti el ramo de versos que te mereces...
Te quiero a ti de regreso mi frágil actorcito ambulante... quiero tu risa, tu mirada oscura y tu alegría...
Quiero verte ejecutando ese arte magistral de mentirle al público y ganarte sus aplausos... de ganarte mis suspiros con una sola palabra.
Quiero seguir siendo un escritor patético y mediocre, quiero estar vacío, deseo no sentir y a cambio de eso poder verte aunque sea una vez más...
Daría lo que fuera por saber que estás vivo...
"Daría lo que fuera..."
~Owari~