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Por necesidad... por dark_amassones

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Notas del fanfic:


Advertencias:
AU mezclado con historia original. OOC principalmente Kaiba. Un poco de tortura. Lemon.

Disclaimer: Sí los personajes fuesen míos, me evitaría la pena de estar escribiendo esto, lo mandaría a publicar directamente al manga o al anime, pero como no lo son, sólo lo hago para divertirlos y no busco lucro alguno. Van por la cuenta de Kazuki-sama. Gracias Takahashi-san, gracias por incluir el yaoi en Yu-Gi-Oh.

Fancic especial para Locappya mi hermanita hermosa b29;b29;

Dogpile xD

Notas del capitulo:


¡Hola lectores…! He venido a traer este fic en honor al cumpleaños de una linda chica, una hermosa escritora, autora de Dulce Locura, Siete días Kaiba y Apariencias, una chica que me hace reír cuando platicamos por el Messenger y que se ha atrevido a adoptar a alguien como yo; ¡Felicidades Locappya! Me hubiera gustado que lo leyeras el día de tu cumpleaños, pero no pude colgarlo antes, lo siento. Espero que te la hayas pasado bonito y que tus problemas se mejoren, sabes que cuentas conmigo para lo que sea.

La trama es hasta cierto punto sencilla y sí los personajes están cambiados, es que esa era la intención xD el caso es que Kaiba es el más OOC, no habrá más relaciones de las necesarias (solo SxJ) Sí la escuela y el tiempo me dejan, espero no tardar con el resto del fic. ¡Disfruten el leer como yo el escribir!

**Dato curioso; los títulos de los capítulos son complemento del título principal.

POR NECESIDAD…
By
Dark-chan

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Capitulo 1. Cualquier trabajo es bueno…

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Aún no terminaba de colocarse las medias cuando el reloj que su mejor amigo le había regalado, acababa de anunciar la hora indicada para salir. Miró como las manecillas marcaban las 11:36 de la noche, y dándose prisa terminó de vestirse, no quería recibir otra reprimenda como la de la semana pasada, así que colocándose la blanca camisa que su hermana le había arreglado, salió buscando el delantal con el que podía presumir de trabajar en ese asqueroso sitio.

Lo encontró rápidamente y mientras se lo ponía alrededor de la cintura, la puerta de la habitación se abrió sobresaltándolo de repente, acelerando su corazón al creer que era el patrón quién ya venía a por él porque estaba retrazando su turno, pero se tranquilizó al ver quien era.

– Joey-kun- saludó el recién llegado al chico que estaba terminándose de vestir – ¿Estás listo?

– Sí Yuugi, solo me falta el cabello- respondía el chico rubio que dentro del cuarto, miraba el espejo, tratando de acomodarlo sin lograrlo –Y tú ¿Ya vas a descansar?

– No, aún no- bostezó mientras se acercaba a su mejor amigo –Hay mucha gente allá afuera y el jefe quiere que trabajemos en los turnos de descanso.

Joey solo torció la boca, no le gustaba eso.

Desde hacía poco más de cinco meses que había comenzado a trabajar con su amigo al Bar "Flor de la Amapola" situado a las orillas de la ciudad, en uno de los barrios más bajos y a donde las personas de mala muerte eran recibidos como invitados especiales dentro del asqueroso lugar.

No tenía otra opción, necesitaba urgentemente el trabajo y el dinero.

Desde que su madre había fallecido, Joey prácticamente se había hecho responsable de Serenity; su pequeña hermana que estaba a cargo de su progenitora y la cual pasó a custodia de su padre al momento del accidente. Pero el señor Wheeler no había querido aceptarla, decía consecuentemente que ella también debió haber fallecido con la perra que fue su madre, la cual lo engañaba con cuanto hombre se le cruzaba, vociferaba que era la vil imagen de la prostituta que lo engatusó con dos bastardos y que después de que ya no lo pudo complacer en la cama, le pidió el divorcio con una muy buena remuneración de por medio.

Una total estafadora.

Aunque todo eso lo decía a los cuatro vientos en los días de borrachera, su lado "sobrio" no le permitía abandonar a la única criatura del sexo apuesto que no podía llegar a verlo como un ser despreciable a pesar de todo las tonterías que le gustaba decir, no podía, después de todo él era su padre y ella era su hija.

– Esto se merece un incentivo- dijo Joey cuando Yuugi había terminado de acomodarle la cabellera rubia –Al menos unas vacaciones con todo pagado a alguna isla exótica- se sonrió al ver que Yuugi había hecho una mueca divertida ante eso.

– Sí Joey, y mañana el jefe nos da el premio al empleado del mes y nos sube el sueldo- y ahora los dos soltaron una risita –No sueñes Joey, aquí no nos lo permiten.

– No Yuugi, yo no dejo de soñar- se levantó y se colocó frente al menor mirándolo todo entristecido y cabizbajo –Aún confío en que los sueños se pueden cumplir, Kenji me lo enseñó…

Un suspiro cortó la frase del chico de ojos miel, sabía que para Yuugi era doloroso recordar que su hermano ya no estaba más con él. Sabía que sí aún estuviera con él, nunca aprobaría el que su hermanito estuviera trabajando en un lugar como ese, sabía que sus padres tampoco se lo permitirían, pero ya no había nadie para impedírselo. Ya solo tenía a su abuelito que a cada día que pasaba se sentía aún más enfermo y sin poder ayudar a su nieto.

– Sí, él me lo dijo, pero…- le interrumpieron al escuchar un portazo.

Ahora sí que estaba en aprietos, de seguro que el jefe ya se había dado cuenta de que no estaban en su lugar de trabajo. Pero suspiraron al ver a otro de los chicos compañero suyo dentro de ese infierno.

– Bakura, nos asustaste…- le regañó el rubio al albino en la entrada.

– Lo siento, pero era yo o el ogro- y haciendo una señal con su mano para que se acercaran al tiempo que miraba a otro lado afuera de la habitación, les pedía que salieran lo más rápido que pudiesen.

– Gracias viejo, te debo una…- sonrió Joey cuando salieron a hurtadillas de la habitación.

– ¿Una? Sí son como veinte- y los siguió hasta llegar al lugar donde "trabajaban".

Tan rápido como sus jóvenes cuerpos de 17 años y 16 -respectivos a Yuugi- llegaron a la barra donde otros dos chicos no se daban abasto sirviendo las copas que les pedían. Uno de ellos se molestó al verlo llegar tan tarde, pero se alegró al mismo tiempo de saber que no los habían descubierto.

– Oye mocoso- un tipo de barba sentado en la barra miraba a uno de los recién llegados –Sírveme un Coñac doble en el acto- y le chasqueó los dedos para que se diera prisa –Y báilame en las piernas que ando necesitado- y se señaló la entrepierna descaradamente.

Joey simplemente se giró para no seguir viendo esa asquerosa sonrisa de prepotencia en el rostro de aquel sujeto ¿Qué coños se creía para pedirle eso? Se supone que los "Bar-boy" son los que se encargan de servir las bebidas y las "bailarinas" –sí es que así podía nombrárseles a esas mujeres contoneándose descaradamente en las mesas de los que pagan más- son las que se encargan de complacer el morboso deseo de los tipos que frecuentan ese lugar.

Diestramente, como se lo había enseñado otro de los Bar-boy, preparó la bebida y se la dio al tipo que la había solicitado. Tenía el "caballito" en su mano y esperaba a que el barbón lo tomara, pero el tipo estaba entretenido viendo como Yuugi limpiaba el desastre de otro tipejo que ya borracho, había derramado su trago en la barra. El rubio también lo miraba pero dejó de hacerlo cuando el cliente le tomó de la mano, arrebatándole el "caballito" y bebiéndoselo de un trago mientras lo acercaba a su rostro para soplarle humo de cigarrillo en el rostro.

– De cerca eres más lindo- murmuró mirando sus ojos – ¿Cuánto quieres por un revolcón, pequeño?

Joey solo se zafó del agarre como ya estaba acostumbrado. Esa era una de las principales causas por las que detestaba trabajar en ese Bar, pero no podía hacer nada. Gracias a todo lo bueno en este mundo, ese aspecto era total y exclusivo de las bailarinas las cuales, sí deseaban un dinero extra, solo tenían que aceptar la oferta de los clientes.

–Solo soy un mesero- se excusó ya de lejos –Sí quiere algo más, allá están las chicas- y señaló a la zona donde se encontraban las jovencillas contoneándose descaradamente.

– ¿Te pregunté que coños eras?- preguntó cabreado, alzando el tono y llamando la atención del resto de los clientes –Qué mesero ni que nada, para mí eres una puta más que ofrecerá su trasero tarde o temprano cuando ya no trabajes en este Bar de mierda- y subiéndose al banco en que estaba sentado, trató de subirse a la barra a la par que se desabrochaba la bragueta –Y si no me quieres cobrar, ni modo…

El rubio le miró un poco asustado, sabía que en cualquier momento llegarían los de seguridad y se lo llevarían, pero al parecer ese "espectáculo" estaba llamando mucho la atención y todos miraban, todos los comentaban y nadie hacía algo.

Cuando el barbón estuvo a punto de tomarlo de la camisa, dos sujetos malencarados se le acercaron y sin decir nada lo bajaron por la fuerza. El rubio suspiró aliviado, y se recargó un momento en el estante donde colocan las botellas con el alcohol, ya había comenzado la noche y uno ya se le había insinuado. Bien, ahora solo debía soportar otras cuatro horas y más tipos asquerosos antes de poder irse a su casa.

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Un auto lujoso acababa de llegar frente al chico que con ropa en blanco y negro, se encargaba de recibir los automóviles de los clientes especiales, o los que pagan más y dejaban jugosas propinas.

A pesar de ser un Bar de "mala muerte" o de muy baja calidad, no significaba que fuera desconocido, al contrario, muchos hombres de negocios culminan sus noches en La flor de la Amapola, buscando el consuelo de unas buenas piernas bailando sobre ellos o en su defecto, deleitándose con las bebidas alcoholizadas servidas de esos niños de lo más lindos.

– Qué tenga una buena noche, Señor Kaiba- saludó el joven al recién llegado; un chico ya mayor de edad, vestido con una traje azul marino y camisa blanca, de pose imponente y característico por sus profundos ojos azules, el joven empresario más cotizado que jamás hubiese pisado un bar como aquel y lo más importante; un joven soltero.

– Gracias Kyo.

Se despidió levemente del "Balet Parking" que siempre le atendía. Sin decir más entró y pidió su acostumbrada mesa, una de las más alejadas a la zona de las bailarinas y más cercana a la barra de las bebidas. Prefería sentarse allí, después de todo, ese era el único lugar donde podía verlo y vigilarlo sin que se diera cuenta.

No habían pasado ni dos minutos cuando una chica muy bonita se le había acercado, una de cabello castaño oscuro y hermosos ojos azules, vestida con una minifalda negra con excesivos adornos en las orilla y una blusa blanca muy ajustada y descaradamente escotada, todo ello adornado con el único elemento que hacía diferente a los empleados de los clientes; un delantal rojo con una amapola en él.

Sacó su pequeña libreta de órdenes y esperó a que el castaño ordenara.

– Sabes que detesto que me atiendas- dijo secamente haciendo rodar los ojos a la castaña –Dile que venga.

– Sí claro- rezongaba poniendo las manos en su cintura – ¿Hasta cuando dejarás las niñerías, Kaiba?- interrogaba ceñuda ante aquella persona que parecía no hacerle el menor caso – ¿Es que aún no puedes fijarte en mí?

no me gustas, Tea- respondía encendiendo un cigarrillo –Yo prefiero más al del tipo "hombre". Así que no te ilusiones en que algún día me acueste contigo.

Sabía que con eso bastaba para que la molesta chica se alejara y desistiera de su estúpida idea de "conquistarlo", ya muchas veces lo había intentado sin conseguir algo más que in rechazo. La chica si que era persistente cuando se lo proponía, principalmente cuando el cliente solicitaba que cierto chico le sirviera su acostumbrada bebida cada noche que tenía ganas de "verlo".

Pasaron otros dos minutos y después de haber encendido su cigarrillo, sintió la presencia de alguien acercándose. Sonrió y dejó salir el humo preso en su boca para saludarle después de no haberle visto hacía un par de noches.

– Buenas noches Yuugi- el joven sonreía mientras dejaba la bebida del castaño sobre su mesa – ¿Cómo va la noche?

– Buenas noches, Kaiba-san- respondía el saludo muy educadamente como su hermano se lo había enseñado –Pues, creo que hoy no habrá descanso, el jefe quiere que trabajemos esos turnos hasta nuestra hora de salida.

El castaño solo torció la boca, no le parecía nada esa idea.

Desde que Yuugi era muy pequeño, Kaiba se había encariñado mucho con él por ser el hermano menor de quien fuera su mejor amigo, desde las visitas que realizaba a su casa cuando hacía algún trabajo escolar le encantaba ver a ese pequeño de doce años cuando él y Kenji le sacaban poco más de cinco años. Al poco tiempo el menor llegó a considerarle como su "hermano", inclusive le nombraba así cuando aún en la universidad, Seto y Kenji seguían frecuentándose.

Pero después del fallecimiento de sus padres y del propio Ken, Yuugi había quedado a cargo de su abuelo; Salomón Motou. A pesar de todo, Seto seguía teniendo contacto con Yuugi y este agradecía verlo puesto que era él siempre quien le ayudaba en los momentos más difíciles y aunque ya había logrado sustentarse al conseguir "empleo" no podía evitar sentirse avergonzado siempre que Kaiba iba a su "trabajo" a visitarlo. No le gustaba que su "Oni-san" lo viera así.

– Y el estúpido de tu jefe no piensa pagarles ¿Verdad?- preguntaba al ver que Yuugi sacaba la libretita -una parecida a la de Tea- para anotar la orden de su cliente.

– Jeh…- sonrió, eso le parecía un deja-vû –Joey me preguntó lo mismo hacer rato- dijo mirando a Kaiba quien tenía perdida la vista en la barra de las bebidas –No lo creo, ya sabes que él es…

– Un cerdo explotador de infantes- Yuugi no evitó soltar una risita divertida –Pero bueno, no puedo obligarte a que aceptes mi ayuda.

– Ye te lo he dicho Seto-san- suspiraba cansado de habérselo repetido tantas veces –Solo es temporal.

– Quizá lo tuyo sí Yuugi- le miró fijamente –Me preocupas y sí Kenji supiera que…- guardó silencio al verlo bajar la mirada –Ya sabes que puedo apoyarte y sacarte de esta mierda cuando tú me lo digas y también cuando lo diga tu amigo. Por cierto ¿Cómo está…?

– ¿Joey?- preguntó en una sonrisa al ver que la mirada de su castaño amigo se iluminaba instantáneamente –Ya sabes que sigue igual de terco, allí está- y señaló a un extremo donde se podía ver que el rubio servía las bebidas riendo junto con Bakura.

El joven Kaiba sonrió, para eso había venido a verlo.

Poco después de que supo que Yuugi había comenzado a trabajar, él mismo había querido ver en persona el lugar donde se desenvolvía su "trabajo" logrando una decepción enorme al ver esas condiciones tan malas a las que el estúpido del jefe tenía pensado poner a su disposición a varios niños. La primera noche no había sido del todo un fatal desperdicio, ya que había conocido al amigo de Yuugi; Joey Wheeler.

Su carácter, su audacia, su carácter y su sonrisa habían sido todo para que sus ojos azules se fijaran en él. Desde que lo vio algo le había llamado la atención en ese chico delgado y de cabellera rubia, no era algo más que un capricho por ser tan "lindo", él quería conocerlo más, quería acercársele, quería ayudarle, quería que el otro le quisiera como ahora él ya sentía que lo hacía.

¿En verdad existe el amor a primera vista?

Sí Kaiba creyese en esa tonterías, quizá esa sería su excusa para gritarle a todo ese mugriento Bar que estaba enamorado de un jovencito rubio llamado Joey Wheeler. Sin embargo sabía que no podía estar enamorado, le gustaba, le atraía, podía sentir que le quería, pero ¿le amaba? No estaba seguro, pero fuese cual fuese la respuesta él estaba dispuesto a comenzar un plan para enamorar a ese niño que sonriente trata de hacerse ver fuerte ante sus amigos para que no decaigan sus ánimos dentro de su trabajo.

– Salúdamelo cuando me traigas mi trago- dijo cerrando la "carta" sin apetito para pedir algo de comer.

– ¿Y por que no lo haces tú?- preguntaba divertido – Apuesto a que estaría gustoso de verte.

Kaiba sonrió y con una señal le indicó a Yuugi que le llamaban en la barra, el pequeño corrió para preparar la clásica bebida que siempre pedía el joven cada vez que iba a visitarlo y de paso ¿Por qué no también visitar a su joven amigo rubio? Era gracioso pensar que un jovencito podría llegar a llamarle la atención más de lo debido, nunca había permitido que nadie se acercara a él como Joey lo estaba comenzando a hacer.

Nunca lo admitiría, pero cada vez que visitaba a Yuugi, podía deleitarse con la presencia del jovencito rubio que alegraba las odiosas noches en el bar. Era como matar dos aves de un tiro, vigilar a Yuugi para que nadie se atreviera a pasarse de la raya y al mismo tiempo mirar de lejos a su delirio.

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– Joey-kun, adivina quien te manda saludos…- Yuugi no podía aguantar las ganas que tenía de ver la expresión en el rostro de Joey. Y no esperó mucho, ya que su sonrisa pasó a una mueca de vergüenza; sonriendo bajito y mordiéndose el labio inferior.

– Yuugi… ya sabes que…- por más que lo intentara, por más que quisiera engañar a su amigo o a él mismo, el rubio no podía evitar mostrar esa pena al escuchar las palabras del menor.

– Tranquilo Joey- sonreía agitando el recibiendo donde ya estaba "mezclándose" la bebida de kaiba –Al parecer hoy no se queda por mucho tiempo.

– Ya veo…

La persona qué dijera que decir mentiras y ocultar verdades era de lo más fácil, definitivamente no conocía Joey Wheeler. ¿Cómo puede un joven tan inocente de 17 años, ocultar lo que al paso del tiempo se ha venido avecinando, convirtiéndose en algo llamado amor?

Sí, es tonto pensar que alguien que ni siquiera ha cumplido la mayoría de edad -18 años- pueda presumir de sentir algo que las novelas relatan como excepcional, fantástico y hermoso. Si bien nunca ha sabido lo que es recibir ese tipo de atenciones y cumplidos, la naturaleza de su alma puede asegurarle que lo que profesa el joven de ojos azules es verdad, no hay muestra de mentiras en los elogios que se atreve a decirle, ni recelo por estar en aquel lugar. Solamente miradas fugaces y furtivas sonrisas los pequeños signos de un afecto que poco a poco va haciendo que su corazón comience a desear que no sea un sueño, que no sea algo irreal.

– ¡Oh mierda…!- tan hundido estaba en sus pensamiento, que no se dio cuenta que había derramado el trago de una chica sentada frente a la barra. –Disculpa, yo no…

– ¿Eres idiota o qué?- chilló la mujer levantándose del asiento mientras tomaba una servilleta y limpiaba su vestido negro – ¿Sabes cuanto me costó este vestido?- Joey palideció al ver que su jefe miraba desde lo lejos la escenita que estaba montándole la tipa del vestido caro – ¡¿Tienes una puta idea, mocoso estúpido?!- estuvo a punto de abofetear al rubio, pero una mano le detuvo.

Sería la inercia, lo que provocó que Wheeler cerrara los ojos para esperar un golpe que nunca llegó. Sorprendido los abrió para ver que frente a la chica, un joven alto, con traje azul marino y camisa blanca sujetaba la muñeca de la tipa y tratando de ser cortes, la bajó para evitar que lo golpease.

– Sí lo que te interesa es el dinero aquí tienes- de su bolsillo sacó uno billetes y se los arrojó en la cara, dejando a la mujer sorprendida por la reacción de un tipo tan guapo como ese –Pero no vuelvas a insultarlo ¿Oíste?- y sin mirar a nadie, se alejó de allí, saliendo de la Flor de la Amapola.

Bien pudo llorar de alegría por evitar una trifulca de tipos ebrios, mirando enardecidos a una mujer borracha intentando golpear a un "Bar-boy" pero en ese instante sabía que la humedad de sus ojos no era por eso. Yuugi le tomó del brazo y al mirarlo terminó de rompérsele el corazón; sabía que la preocupación en sus ojitos amatistas era solo por una cosa.

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Caminaba dando tumbos rumbo a su casa, apenas y escuchó la campana de la Iglesia repicar las cuatro veces que marcarían el temprano inicio de la mañana. Necesitaba llegar lo más pronto posible, quería asegurarse que su padre no estuviera lo suficientemente ebrio como para intentar golpear a Serenity de nuevo, pero ya no podía dar un paso más, se derrumbó a media cuadra de tocar puerta.

Intentaba reír para no sentir el dolor de los golpes.

No podía echar culpas a nadie que no fuera él mismo. La acción del castaño definitivamente fue lo que ocasionó el que el jefe de la Amapola reaccionara tan violentamente una vez cerrado el negocio. "El cliente es primero" rezaba su estúpida ley para hacerles entender quien mandaba y si el cliente pedía ellos debían obedecer. Claro que desde el incidente con el barbón no estaba muy feliz con el rubio, con el accidente de la barra terminó de agotarle su paciencia.

Era raro que cerrara más temprano el Bar, era raro que echara a casi todos menos a cierto joven de ojos color miel, pero no era raro ver a Bakura sacar a Yuugi casi a rastras del establecimiento, no, no era raro ver estremecerse al pequeño al escuchar lo que serían golpes provenientes del interior. Tampoco era raro que Bakura llorara a la par de Yuugi. No, definitivamente eso ya no era raro.

Seto Kaiba no tenía la culpa de que él fuera tan distraído, Seto Kaiba no tenía la culpa de que la tipa comenzara a gritar como loca por un estúpido vestido, Seto Kaiba no tenía la culpa de haberlo enamorado al grado de fantasear con algo que no merecía, no, él no era el culpable, lo era un pequeño de 17 años, sentado frente a su casa con los ojos llorosos y el rostro casi hinchado por la golpiza, lo era el rubio que abrazaba sus piernas ante la impotencia. Sí, Joey Wheeler era el culpable, y todo por haberse enamorado de Seto Kaiba.

Continuará…
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Notas finales:

¿Qué les pareció el primer capítulo? Espero que les haya gustado como a mí ^o^ desde Agosto que lo estoy escribiendo y no podía terminarlo ¡Joh! Pero a la una de la mañana me siento fresca ajajaja. Lo más importante ¿Te gustó nee-chan? Fue con mucho cariño para mi hermosa hermanita. Sé que adoras esta pareja, por eso me esforzaré por que te agrade y no defraudarte. Y a quienes llegaron por accidente a este fic; espero sus comentarios para saber sí les gustó.

Oh lo olvidaba, sí alguien me dice porque el "hermano" de Yugo se llama Kenji, prometo dedicarle el segundo capítulo xD claro, después de mi hermanita. Cuídense y nos seguimos leyendo.

Shikai: "Deja que más de uno te toque…"

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Leona Dark
1245-170309


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