Aquellas chicas se volvían locas cada vez que los gemelos se acercaban el uno a otro. Unas palabras bonitas, unas miradas tiernas, y tenían a decenas de ellas a sus pies.
Kaoru giró la cabeza hacia la ventana. Llovía copiosamente y el cielo estaba encapotado. Se estremeció al escuchar un trueno.
Su hermano sonrió y rodeó su cintura con el brazo en ademán protector, inclinándose sobre él.
- No tengas miedo, Kaoru. Estoy contigo, y nada malo puede pasarte - le prometió con voz seductora.
- Hikaru, eres tan dulce... - se sonrojó y apoyó su cabeza sobre el hombro del mayor.
En efecto, todas las chicas de su alrededor emitieron un gran "ooooh". Pero, entonces, una de ellas dijo:
- Hikaru, Kaoru... ¿por qué no...?
¡¿Qué?!
Ambos se miraron.
- ¿Be...
- ...sarnos?
Solo decirlo provocó que todos, hosts y clientas, se girasen y les mirasen. Honey-senpai, Mori-senpai, Kyouya-senpai, un montón de chicas, e incluso Renge se había unido al grupo. Ni se dieron cuenta de que Tamaki se había llevado a Haruhi y ninguno de los dos estaba allí.
- Bueno, no veo por qué no... - murmuró Hikaru -. Solo es un beso.
Cogió con suavidad la cara de su gemelo y sus labios rozaron levemente. Iba a separarse, pero unos brazos le rodearon. Enredó las manos en el pelo de Kaoru y comenzó a disfrutar de aquel beso prohibido. Era, y él lo sabía, el primero de ambos.
Su dulce abrazo, el calor de su cuerpo, hacían que en el mayor de los gemelos emociones extrañas despertasen. No pudo evitar que su lengua se internase en la boca de su hermano y la recorriese lentamente, mientras sus manos se deslizaban por las curvas de su figura, tan conocidas para él y a la vez tan prohibidas y excitantes de descubrir.
De pronto, Kaoru abrió los ojos y, viendo las miradas asombradas, y casi aterrorizadas, de los presentes, se separó bruscamente de él. Sobrevino un pesado y tenso silencio, durante el cual pasaron numerosas preguntas por la mente de todos. Lo que acababa de ocurrir era algo mucho más importante que unas simples escenitas tiernas. Nada había sido fingido, y lo sabían.
Hikaru y Kaoru se llevaron el dedo a los labios, pensando qué había pasado.
[...]
Por suerte, había dejado de llover. Tamaki y Haruhi volvieron, y esa fue la oportunidad de los gemelos de marcharse. Llamaron a su limusina y, sin hablarse, cosa muy poco habitual, subieron.
Kaoru miró a Hikaru. Hikaru le devolvió la mirada. Ambos miraron al retrovisor, por el cual el chófer les vería en cualquier sitio. Kaoru se mordió el labio, y su hermano le puso la mano en el hombro. Asintió, dando a entender que él también se sentía de esa manera, y Kaoru se sonrojó.
[...]
No más llegaron a su casa, corrieron escaleras arriba hacia su cuarto. Echaron el pestillo, se miraron. Interiormente, se empezaron a hacer preguntas que parecían no tener respuesta. Parecían.
- Hikaru... - comenzó el pequeño a hablar, con voz suave -. Nos hemos besado.
No lo dijo ni como una pregunta, ni como una afirmación. Simplemente lo dejó caer, como un jarrón de agua fría. Aunque a Hikaru le hizo el efecto contrario. Con solo recordarlo, la temperatura de la habitación parecía subir varios miles de grados. Suficiente para que ardiese de deseo por probar la tibia piel, los tibios labios, el tibio cuerpo de su hermano. De nuevo las extrañas sensaciones se arremolinaban en su estómago, como un enjambre de insectos furiosos.
- Bésame otra vez, Hikaru - pidió el chico, sacándole de su ensoñación.