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***°°°Negro Multicolor°°°*** por constantine

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Negro Multicolor

Inocencia

 

Capítulo Uno

 

Ante su pequeña y delgada figura se erguía orgullosa e imponente la gran reja de hierro negro de formas curvilíneas, que con sus tres metros de largo y el doble de ancho espetaba todo el estatus social que se podía encontrar dentro de la gran propiedad, sus ojos se toparon con ambas letras que adornaban con elegancia entrelazadas armoniosamente las puertas de hierro. "I S" eran unas simples letras que cualquier persona conocedor u oyente de las noticias actuales podía saber que significaban y de quien pertenecía, además del gran prestigio que estas llevaba consigo.

 Agitando su cabeza para sacar esos pensamientos, se dirigió con paso lento y nerviosos  a una pequeña cabina de seguridad a un costado entre la gran arboleda y la reja. Ahí se asomo a una pequeña ventanilla y no pudo reprimir una cristalina y juguetona risa, al ver a semejante guardián siempre listo  y atento, atento para actuar ante cualquier intruso que estuviera dispuesto a cruzar el umbral de hierro negro.

 Se volvió a erguir a toda su pequeña longitud y golpeo despacio la ventanilla, pero como supuso el súper guardián siempre alerta no despertaría ni le daría respuesta alguna al estar sumido en un profundo sueño. Ahora sí se arrepentía de haber llegado solo.

Mirando a todas partes trato de buscar alguna puerta de metal, pero para su buena suerte tampoco había alguna. Opto por la acción más antigua de todas, gritarle.

-S-señor, señor.-su voz apenas y salía en un murmullo, además que el guardia ni señas daban de querer despertarse en vez de eso se acomodaba en la endeble silla de metal.- ¡S-señor! ¡Señor por favor despierte! ¡Tengo que llegar a clase!- Y no despertaba. Después de gritarle; cosa que no hacía mucho, no despertaba. Frunció el ceño si no hacía nada realmente llegaría muy tarde a clases.

 Para  situaciones extremas acciones desesperadas, es así o ¿no?

  Inspiro el fresco aire de la naturaleza, y fijando bien su puntería  lanzo con una sorprendente exactitud la mochila que antes descansaba en su espalda directo al rostro adulto del guardia. Y por fin. Daba señales de despertarse.  Pero...

-¡No!-gimió acongojado, nunca le había sucedido toparse con semejante persona que después de lanzarle un bolso que no estaba para nada ligero en plena cara, no despertara si no que se acomodara más en la silla, inclinándose aun mas en la pobre silla quedando casi en forma horizontal . Pero cuando ya veía todo perdido, algo sucedió. La silla cedió al  peso del adulto y este callo de espalda. Además despertó. No pudo más que saltar alegre chillando y aplaudiendo de gozo, al ver al mayor parándose confundido del suelo.

 Pero pronto se  golpeo mentalmente al ser tan inhumano por alegrarse, cuando vio al guardia parándose del suelo y escuchar esa queja de la espalda crujiendo. No pudo más que tragarse la alegría y preguntar con autentica preocupación y culpa.

-¿Señor, se encuentra bien? ¿Se lastimo?

-¿He? ¿Quien anda ahí? ¿Y quien puso esto aquí? -Pregunto con el seño fruncido y sosteniendo la mochila en sus manos.

- Yo, señor.

-¿Quién?-Pregunto acercándose a la ventanilla. Donde encontró a un pequeño retoño, quien apenas alcanzaba la ventanilla, vestido con un bonito abrigo beige con pequeñas motas de pelo blanco en el cuello y mangas, sus manos las tenia ocultas en unos guantes blancos al igual que un gorrito de lana que ocultaba mayor parte de su cabello y cara. - ¿Te perdiste?, ¿Dónde está tu mamá?

-¿Ah? N-no señor.

- No te preocupes pequeño, yo te ayudare a encontrar a tu mamá. Dime ¿Cuántos años tienes? ¿10 o 12?-Lo siguió escuchando aunque el mayor ya no estaba en la ventanilla. No pudo más que sonrojarse hasta sus orejas ocultas por la inocente pregunta del guardia. Minutos de estar estrujándose las manos nervioso y moverse torpemente, escucho el chirrido de la  reja que hacia al abrirse.

-Vamos, niño. Llamare a un oficial para que te reporte perdido.- quiso abrir la boca para decirle que estaba equivocado pero lo interrumpió como si nada- Aunque no entiendo como un simple niñito pudo subir todo un cerro, ¡pero qué digo! Ahora la juventud esta aun mas cambiada que en mis años. Pero ni pienses que son muchos años atrás, aun soy muy joven. Solo esta espalda que me está matando.

Ni tiempo le dio para opinar cuando se vio conducido a través del umbral de hierro. Le permitió ingresar a una estrecha cabina de seguridad, esta contaba con una mesa de metal en dónde pudo ver algunas cosas para comer y beber, la silla plegable de dónde el mayor se había caído y una televisión portátil en blanco y negro que reposaba a un lado de una linterna. El mayor haciéndole una señal entró  por una puerta que se deslizaba a un lado, perpendicular a la puerta que daba al exterior. Ahí se encontró con una estancia más amplia. Había un pequeño catre, a su lado un par de casilleros de metal y arrinconada en una esquina otra mes pero esta de madera, con alegría mal contenida se acercó casi a trancos a una estufa eléctrica ahí se mantuvo calentando sus piernas mientras se refregaba con insistencia los muslos.

- Veo que te agrado pequeño. Pero dime ¿cómo te llamas?-Preguntó saliendo de la estancia para buscar el teléfono.

-Me llamo Hikaru...-Dijo en un murmullo. No sabiendo qué responder.

- ¡¿Qué?! ¡No te oí! ¡Disculpa estoy un poco sordo!- Ya se encontraba muy frustrado y cada vez se cansaba aún más, así que mandando todo al traste, opto por lo normal.

-¡Que me llamo Hikaru!

- ¡Que ya te oí, no era necesario que gritaras! Hay que ver a los jóvenes de hoy, aun mas irrespetuoso que antes.- Tapó sus ojos frustrados con ambas manos temblorosas, estaba cada vez más cerca de alcanzar su límite de frustración, prefirió hacer la cuenta regresiva desde cien. Nunca en sus pocos años de vida se había topado con un señor tan, vivaracho. Se podría decir en parte. -Dime tu apellido chico, también tu edad, y el nombre de tu madre. - Fue ahí donde sus nervios saltaron alertas, y pensando demoro en responder.

-Mi apellido es S-sakurai...-Hablo quedo saliendo en busca del mayor encontrándolo con el auricular del teléfono en su oído.

- ¿Sakurai?-Repitió interesado, sin percatarse del temblor que sobrellevo el menor al escuchar aquella pregunta- ¡Pero chico si te llamas igual que el internado! ¡Mira las casualidades de la vida!- El menor rió nervioso.- Sí oficial, se llama Hikaru Sakurai.-Hablo por el teléfono. Ante esto el menor salto al auricular, quitándoselo y pidiendo unas sinceras disculpas al oficial, colgó.

-…No me digas que te escapaste de casa, porque si es así yo estoy muy ocupado es mi trabajo y lo puedo perder por holgazanear con un niñito.-Dijo ceñudo, otra vez pasando por alto la reacción enojada del menor.

- Primero señor guardia: no me escapé de casa y menos estoy buscando a mi mamá; segundo: no creo que lo echen por estar conmigo, sino por estar durmiendo como si se hubiese caído del quinto piso; tercero y más importante; no soy ningún niñito, tengo 16.

- ¡No me lo creo!- admitió, sentándose en una silla con una mano en la frente, exageradamente sorprendido. Seguía pensando que tenía mucha energía para ser alguien tan adulto.-....pero si eres pequeño, y flacucho.

-G-gracias, creo. En realidad tengo 16 y medio, en unos meses cumplo los 17.

-Pruébalo. - sentencio decidido.        

- Ok-Acepto mientras buscaba por todas partes su mochila, hasta que la encontró tras la silla que ocupaba el mayor. Abriéndola busco entre sus cosas, sacando de ella una billetera de color morado.

- Aquí esta, ¿ve? Dice: Hikaru Sakurai, fecha de nacimiento: 18 de agosto de 1992.- Citó mientras ponía frente a la envejecida vista su identificación.

- Pues si que tienes 16 años, chico. Pero realmente pareces un niño de 12 años, ¡pero no te preocupes! cuando tengas treinta representaras mucho menos eso es una gran ventaja.

-Supongo.-Admitió guardando todo en su lugar, sin prestarle mucha atención a lo dicho.

-¡Ha, ahora que me acuerdo! ¿No serás tú el alumno nuevo?

-Sí.

- ¡Pero haberlo dicho antes! ¡Oh! ¡Pero ya vas muy atrasado!- medio grito con su voz ronca, mirando el reloj circular de la estancia-....como fue culpa mía el haberte retrasado de un principio, llamare a la escuela anunciando tu llegada.- propuso tomando de un brazo al menor y dirigiendo a la intemperie.- si sigues este camino, te encontraras de frente con la escuela.

-G-gracias, ¿señor?

- Soy Hyotei, para los amigos. Ve, que se te hace tarde...-dijo dando un empujoncito al menor que camino con paso ligero.- ¡Ha! Y no creas que me paso todo el día durmiendo, solo descansaba la vista.

- Sí, seguro.....-susurro mas para él. Pero sintió la risa estruendosa del mayor.

-Niño me caes bien. -Decía mientras reía escandaloso.-Pásate algún día por aquí, qué me divierte estar contigo.- Y entre carcajadas desapareció tras la puerta de metal que cerró.

Hikaru prefirió ignorar el pensamiento de que si el mayor desde un principio le estuvo tomando el pelo. Caminó con paso tranquilo, ya iba atrasado por lo que decidió maravillarse con cada paso que daba en ese recinto, su naturaleza era impresionante, de jardines muy bien cuidados, árboles inmensos de décadas enteras de vida; en esos momentos no le importó sentir un poco de frío al estar a la intemperie con un día nublado, entre humedad, ni le importó el hecho de que su nariz se sonrojara y de su boca saliese vaho a causa del frío. Solo le intereso disfrutar del delicioso aire puro del campo. 

  Era su primer día de clases en el prestigioso Internado Sakurai masculino, una de las pocas escuelas que daban la opción de no tan solo tener como alumnos a hijos de padres de buena situación económica (para no decir muy buena)  si no que, anualmente regalaba veinte becas a personas que la necesitaran y con las aptitudes convenientes, para convertirse en gente de provecho para la sociedad. Dando una excelente educación, además de promulgar valores para así mantener una convivencia grata.

 Esos pensamientos daban vueltas por su cabeza, y al percatarse se encontraba frente a un edificio de cinco pisos, su estilo era una combinación de europea con toques nacionales.

 Trago saliva nervioso. Arregló torpemente su gorro, guantes y abrigo, procurando estar seguro de su aspecto. Y se dijo susurrando:

- ¡Vamos, Hikaru! ¡No te acobardes! ¡Ya has llegado aquí y no hay vuelta atrás!

 Ansioso, tembloroso, nervioso todos esos sentimientos se acumulaban en él  al acercarse paso a paso a la entrada de vidrio. Empujando la transparente puerta entró, ahí se encontraba, solo en medio de un largo pasillo, ¿Ahora donde está la oficina de la Directora?

De seguro seria un día muy largo.

 

II 

 

 

  Suspiro cansada, lanzo con desgana el folio de papeles sobre su escritorio de caoba, reclinándose en su cómodo sillón de cuero y subiendo sin miramiento sus torneadas piernas al mueble, sin importarle lo más mínimo que de su falda revelara alguna parte de su cuerpo. Cerró los ojos descansando algunos minutos; en toda la noche no pudo pegar ni un ojo de lo preocupada que se encontraba, su puesto estaba en riesgo, lo tenía muy presente ese, además que ni siquiera tenía la menor idea de quién era el nuevo alumno, obviamente tenía su ficha personal, algo que también le preocupo más si se podía. Por la experiencia que tenía, alumnos nuevos y de esa situación económica que no es para nada mala eran unos egocéntricos y narcisistas, típicos  hijos de papás multimillonarios. Eso le daría un problema más para añadir a su lista particular de problemas. Pero como Bianca Barrow, Directora del Internado masculino Sakurai, era su deber formar a jóvenes con valores y de futuros prometedores. Capaces de adaptarse a cualquier medio de vivencias, trabajo y sociedad. Era muy importante, ya que había casos, lamentables, en que el dinero desaparecía de un día para otro, sorprendiéndolos de la peor forma posible. Por eso se les enseñaba a esforzarse en cada cosa que hicieran y que lo hicieran por ellos mismos, no por algunos de sus sirvientes.

-¡Ha! Tengo hambre- suspiro cansada levantándose de su cómodo asiento, salió de su oficina. -Miki voy a desayunar.- Dijo a la secretaria, una señora de alrededor de sus cincuenta años, de cabello negro sujeto en un prieto tomate, siempre activa y seria, tan versátil que se le tomaba cariño tan rápido como la conocías.

- ¡Directora Bianca! Lo lamento, pero este pequeño.- dijo haciendo un ademán al chico quien se encogió mas en sus vestimentas.- es el nuevo alumno.

- b-buenos días.-Saludó el menor con una leve reverencia de su cabeza.

-¡Pero qué educado!-Chillo Miki.

- ¿Eres Hikaru?-Pregunto dudosa.

-Sí.

- Eres más pequeño de lo que me imagine.-Opino sin querer, y observo divertida como el menor se removía avergonzado.- Pero Hikaru pensé que ya no llegabas, es muy tarde.

- ¡L-lo siento mucho! Es que me confundí de internado y fui a dar al femenino. Y después cuando encontré el indicado el guardia de seguridad me confundió con un niño perdido. Además me volví a perder queriendo encontrar su oficina.- dicho esto, el menor agacho la cabeza derrotado, apenado y tal vez con algo de culpa.

-Supongo que debes estar algo cansado.- Sonrió posando su fina mano en el hombro del chico.

- Yo creo que mucho.-Opino seria Miki, al ver al menor suspirar de verdad cansado.

-Ya es muy tarde para que asistas a la primera clase, ¿te gustaría desayunar conmigo?

-Pero los profesores...

- ¡No te preocupes por ellos!  Yo les explicare todo y si es necesario te iré a dejar a tu salón ¿hecho?-pregunto  ofreciendo su mano como trato, que no duro mucho extendida recibiendo una pequeña mano de un, por lo que pudo divisar entre gorro y abrigo, sonrojado chico.

- Sí, Directora.- Contestó saliendo tras la fémina después de despedirse con un escueto movimiento de mano de Miki; siguió la figura entre los desiertos pasillos, siempre cabizbajo y dos pasos tras la mujer.

- ¡No sabes cuanta hambre tengo!, no he podido dormir en toda la noche, estar a cargo de un internado para hombres no es para nada fácil.

-...la...-alcanzo a escuchar.

-¿Qué?...-Se coloco al lado del menor siguiendo su andar ahora más despacio.

-Tila, sirve para que pueda relajarse y conciliar el sueño.

- ¿Si? No lo sabía. ¿Es muy difícil de encontrar?

-¡Oh, no! Por supuesto que no. Tal vez en la ciudad encuentre, también le serviría la menta.

- ¿Menta? ¡Ha! Creo que hay de esas hierbas aquí ¿Pero como me las tengo que tomar?- Pregunto sabiendo la respuesta, queriendo entablar alguna conversación con el menor que de eso no tenía mucha practica. Se le notaba.

- Es muy simple. Solo las debe tomar como té. Media hora antes de irse a dormir y si está muy nerviosa tome unas tazas más.

-  Sabes mucho sobre esto.

- Solo un poco, la mujer que me cuidaba me enseño todo lo que ella podía hacer, una de ellas era usar las hiervas.

- ¿Y cómo se llamaba ella?

-  Sara, aunque yo le decía Sarita.

- ¿Sara? ¿Es extranjera?

- Sip. Norteamericana.

- ¿Y no te costó comunicarte con ella?

- Me acuerdo que al principio, ni ella ni yo nos entendíamos.  Tratábamos de evitarnos el uno al otro, pero creo que se apiado de mí y comenzó a estudiar el idioma.-Ambos compartieron las sonrisas que provoco esto -Siempre me decía: head of corn or sunflower head, ¡to face yema! (Cabeza de choclo, o cabeza de girasol, hasta cara de yema (del huevo)) nunca supe lo que significaba hasta que aprendí a hablar ingles.

-¿Sabes hablarlo bien?-Sorprendida del chico, ya que su inglés era impecable.

- No sé cuánto, pero, mi maestro me dio el visto bueno.

- Ya veo. ¡Ha! ya llegamos.

-¿He?-dijo, viendo tras la puerta ya abierta por la mujer el gran casino de la escuela, mesas  redondas por todas partes. Siguió callado a la directora, viendo como esta se asomaba a una ventana/mostrador, donde tras golpear la mesa apareció un mujer algo rechoncha vestida con un traje blanco y de cabellos castaños bien sujetos en un tomate, debía tener alrededor de sus 50 años también, de cara risueña y vivaz.

- ¡Directora Bianca! ¡Tantos días que no la veíamos por aquí! ¿Viene a desayunar? -hablo cantarina y con voz materna.

- Sí, Yui necesito un suculento desayuno para Hikaru y para mí.

-¡Oh! , ¿Eres nuevo? -pregunto mirando fijamente al chico.

-S-sí, señora.

- ¡Que chico tan tímido! -Decía ella mientras reía- En unos minutos tendrán su desayuno ¿está bien?

- ¡Gracias!- dicho esto se encamino a un mesa, al encontrar la ideal se sentó viendo al menor como se acomodaba en la silla.- ¿sabes? Me gustaría conocer a Hikaru en persona no a su figura cubierta de abrigos.- soltó con su blanquecina sonrisa; tras momentos de dudas por lo que pudo notar el menor se decidió y quitándose  su claro abrigo, dejo ver una figura pequeña, delgada pero estilizada, enmarcada con ropas las cuales no eran el uniforme del colegio pero de igual forma le lucia su belleza que Hikaru tanto esmero ponía en cubrir.- Así me gusta más. ¿Qué tal si me dejas ver tu rostro también?

-P-pero....-dudoso y con un leve temblor quito su gorro artesanal blanco-siento no tener puesto el uniforme. Estaba en el equipaje y no me fije en ello hasta ayer.

- No te preocupes, lo pasare por alto esta vez.- advirtió sin tono de ello; sin querer se había quedado prendada del tono rubio casi blanquecino del las hebras cortas de Hikaru, era hermoso ese color de cabello, no mentía (y no lo hacía) que el menor tapado con lo que fuera, brillaría con luz propia, uno en el mismo instante en que miraba ese tono de cabello ignoraba los frenillos que empotraban sus dientes, su torpeza al socializarse, y esa extraña manía de encogerse en sí mismo y el evitar el mirar directamente a las personas a los ojos.-.....pero no te acostumbres, que seré igual de dura contigo como con mis alumnos más antiguos.

-G-gracias.-dijo dando una sonrisa tímida; "Por lo menos le hice sonreír"

- Aquí les traigo sus ricos desayunos- apareció de la nada Yui, trayendo consigo una bandeja donde sobresalía una gran variedad de comida: frutas, leche de frutilla y blanca, tostadas, mermelada y mantequilla, además de jugo de naranja. - Cómanselo todo o los dejare sin desayuno y almuerzo por una semana.-hablo con una sonrisa de advertencia.

-¡S-sí!-respondió de inmediato Hikaru.

-¡Pero qué hermoso cabello! ¡Sí parece de oro!- Emocionada Yui, tomo el rostro sonrojado de Hikaru desde sus mejillas quien tenía un pedazo de tostada en su boca y así se quedó inspeccionando al menor-¡Pero qué bello es este niño! ¡Y esos ojazos tan brillantes! No deberías esconderlos, esos ojos te hacen especial.

-Sí, señora. 

Tras ese arranque de emoción de parte de Yui se sentaron los tres a hablar de todo un poco, hablaron de las vacaciones pasadas, de anécdotas de cada uno, de su vida cotidiana, aunque fuera poco profesional de parte de Bianca también compartió contando historias de ella y su hija ya de diez años; también Hikaru se entero de que la cocinera más querida del colegio Yui, era esposa de hace treinta años del guardia de seguridad Hyotei.

Poco a poco Bianca lograba sacar retazos de la vida del menor, aunque inconscientemente Hikaru soltaba una que otra cosa de su hogar que eran muy confusas y enredadas. Y simplemente decidió seguir la conversación naturalmente, no como un interrogatorio. Hasta que por todo el colegio se escuchó la campana anunciando el descanso y la hora del desayuno. Como posesa Yui se levanto a una velocidad sorprendente y despidiéndose con la excusa de atender a sus clientes se fue.

  Cinco minutos después ya se podía ver muchas personas reunidas en la cafetería, esparcidas en grupos o uno que otro solitario. Hikaru se revolvió incomodo en su asiento y no era para menos, cada chico que entraba o pasaba cerca de la mesa donde él y la directora desayunaban lo miraba con interés, con suma fascinación por el chico nuevo aunque la mayoría quedaba prendado por su cabello claro.

-¡¡Ha!! Hikaru, lo siento me tengo que ir hay aun asuntos importantes pendientes. Si gustas podrías recorrer el colegio, pero debes estar antes de que toquen la campana en la oficina. ¿Ok?

-Sí, Directora.-Respondió notablemente nervioso. Y viendo desaparecer a Bianca por la puerta termino su desayuno, y levantándose con la vista de todos pegados en su figura tomo su abrigo y camino para dejar su bandeja  en el mostrador. Yui al verlo tan cohibido, le dio frente todas las miradas un croissant de vainilla. Y con una sonrisa dijo: ¡Vamos chico que tan triste te ves feo!

-Gracias Yui.

-¡Jo, Yui yo también quiero croissant! -Tras esto dicho por uno de los chicos, siguieron más comentarios subiendo mas de tono, por la injusticia de que al chico nuevo solamente se le de tan rico manjar.

-¡A callar!-grito la cocinera, y como orden que era todos callaron- Yo sabré a quien le doy mis manjares ¡¡Ustedes se portan muy mal para probarlos!! –Todos se acallaron sabiéndose derrotados por la mayor, también sabiendo que, la palabra de Yui era definitiva y pocos de los ahí presentes podían disfrutar de los manjares que preparaba especialmente Yui. Solo sus favoritos.-Ahora ve y disfruta tus clases.

- De nuevo gracias Yui. - Con radiante sonrisa y regalándole un besito en la mejilla a la mujer salió de la cafetería, sin saber que había dejado a más de uno con la boca abierta. Nadie se permitía aquella acción con la cocinera.

Caminaba por los pasillos. Tan tapado como había llegado. Miraba cada rincón del colegio con real interés, admitió que era una infraestructura muy bella; los pasillo eran de techo alto y de arcones atravesando de lado a lado. Ventanales con diferentes azulejos y detalles en hierro negro. El piso era de baldosas blancas y negras. Cada detalle era presa de su  minuciosa vista, en eso se encontraba cuando choco con alguien, mejor pensado fue la otra persona que lo tiro de su antebrazo y  sus tímidos ojos se toparon con unos calculadores cafés oscuro que lo hizo encogerse nuevamente.

 

 Continuará…

Konstantine

Notas finales:

¡Porfavor comenten que tal la renovacion!


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