Sentado al borde de su cama, los codos sobre sus rodillas y la cabeza entre sus manos, agarraba sus cabellos y de vez en cuando presionaba con las yemas de sus dedos como intentando darse una simple idea, mirada perdida en la nada misma y su mente trabajando arduamente para encontrar una respuesta a su pregunta, ¿Por qué no podía sacar a ese hombre de su mente? Una simple pregunta, sin razón aparente.
Repentinamente el teléfono comenzó a sonar, era el único que acababa con el silencio en ese hogar, desde hace meses. El moreno, despertando de su trance, miro detenidamente el aparado, sin mas ni menos, decidió dejarse caer de espaldas en su cama, no atendería.
Dejó de sonar, pero segundos después una voz, esa que lo dejaba sin aliento cada vez que la oía, se dejó escuchar abiertamente en esa habitación.
- No me importa lo que digas esta vez – hizo un breve silencio, tomó aire y prosiguió – Voy a ir a verte, es más, ya estoy en camino, solo me faltan unas calles. Nos vemos Aiacos. – se cortó la comunicación y el moreno quedó inmóvil ¿Cómo puede ser que lo valla a visitar?¿Sin decirle antes?¡solo le faltaban unas calles!¡unas calles!¡No le daría tiempo a ordenar, a cambiarse su pijama, no le daría tiempo a nada!
Aiacos se levantó rápidamente y comenzó a correr de un lado a otro como energúmeno por toda su casa, ropa de un lado, ropa del otro, zapatos, medias, prácticamente todo parecía volar por arte de magia, logro vestirse al final de cuentas, decente pero casual.
Al instante sonó el timbre, aquel que avisaba la llegada de su amigo, sin hacerlo esperar fue y abrió la puerta, lo primero que recibió fue una expresión de preocupación y furia a la vez, que los ojos del invitado estuvieran cubiertos por un espeso flequillo plateado no significaba que su rostro no delatara sus intenciones.
- Imagino que escuchaste mi mensaje, si no hubiera sido así no me habrías recibido– comentó el muchacho al instante.
- ¿Por qué no habría de hacerlo Minos? – preguntó extrañado Aiacos sin dejar de mirar a su compañero.
- Por que últimamente estas muy esquivo y arisco con tus amigos – afirmó despreocupadamente ante el sorprendido moreno - ¿No me invitarás a pasar?
- ¡Claro! Disculpa, ponte cómodo, yo iré por bebidas – dijo Aiacos una vez cerrada la puerta, viendo como Minos lentamente se acomodaba a su gusto en el sillón, mientras él se dirigía a su cocina.
- ¿Y bien?¿Necesitabas algo en especial? – preguntó Aiacos, una vez en su asiento, como si no supiera cuales eran las razones de Minos.
- No te hagas el desentendido, me estuviste evitando por semanas, no solamente a mi, si no también a Radamanthys, Lune y Myu – dijo algo alterado el de cabellos plateados – somos amigos, sabes que puedes contar con nuestra ayuda, sin embargo no sé que te ocurre, no sales, no te juntas con nadie, te dejamos mensajes en la contestadora y muy pocas veces los respondes, no aceptas nuestras invitaciones ¿Qué es lo que te sucede?
- ¿A mi? No, no, nada ¿Por qué tendría que pasarme algo? Ya te lo he dicho, me gusta dormir durante el día, no escucho el teléfono -respondió el moreno mirando nervioso hacia otro lado mientras buscaba el control remoto para encender el televisor.
Entonces Minos, al darse cuenta de esta acción, se levantó levemente de su asiento, dejando ver que debajo suyo estaba el tan necesitado control.
Aiacos estiró su mano para tomarlo, pero se detuvo instantáneamente al darse cuenta de que ese pequeño aparato se encontraba “debajo” de Minos, por ende tendría que tocarlo, cosa que era un verdadero suicidio, a parte, no quería quedar mal frente a él.
Minos sonrió triunfante y volvió a tomar asiento, tenía muchas preguntas que hacer y no se quedaría sin respuesta.