Al principio de los tiempos, convivían diferentes especies junto a los humanos sin ser descubiertos. Entre ellas se encontraban: los Cárpatos, seres de la noche, bebedores de sangre, capaces de controlar la naturaleza, cambiar de forma y poseedores de la vida eterna; los Hombres Lobo, los Hombres Zorro y lo Jaguares, cambiaformas, longevos y muy fuertes; y por último los Magos, poseedores de gran conocimiento y longevidad.
Al pasar el tiempo, la población de dichas especies fue menguando, algunas desaparecieron, a otras se les perdió el rastro y otras están a punto de desaparecer... Siempre a espalda de los humanos, quienes son incapaces de comprender lo "diferente" a ellos.
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Mientras se deslizaba por las callejuelas de ese pueblo, sentía el gélido aire golpearle, "tan gélido como mi interior" pensó, tenía que reconocerlo, ya la oscuridad en él era demasiado grande, tenía que luchar con su mounstro interior desde que se alzaba, en el ocaso, hasta que dormía el sueño de su gente, al alba. Estaba cansado, muy cansado, de esa monótona existencia, tan gris, tan fría... Y ni siquiera era capaz de recordar, cuando su mundo había estado plagado de colores y emociones, ya no quedaba nada en su alma. Sólo su honor y la lealtad hacia su príncipe lo hacían seguir adelante. Pero ya no era suficiente, iría a ver a su príncipe, llevaría a cabo su última misión y después buscaría el amanecer. Para un cárpato como él, el amanecer significaba la muerte, el descanso eterno.
Y ahora se encontraba allí, frente a las puertas de la mansión de su príncipe, en las montañas de los Cárpatos. Las puertas se abrieron, dejando ver tras ellas a un hombre alto, fuerte, de piel blanca, pelo negro largo, el cual estaba recogido en una coleta baja, ojos tan oscuros como la noche y bajo ellos una pronunciadas ojeras.
- Bienvenido ototo.- dijo el hombre frente a él, mientras se hacía a un lado dejándole paso.
- Gracias Itachi.- y ahí estaba él, frente a su hermano mayor, Itachi Uchiha. Su hermano llevaba en este mundo unos doscientos años más que él y aún seguía en pie y al parecer dispuesto a seguir. Si hubiera tenido emociones, se habría sentido frustrado y enojado al ver cómo su hermano continuaba y él estaba ya a punto de escoger el descanso eterno. Pero no, no sentía nada en absoluto.
- El príncipe te espera en su despacho privado.- después de estas palabras Itachi desapareció.
En el camino que recorría hacia su príncipe, vio un espejo antiguo colgado en una de las paredes, se paró frente a él y se observó. Allí estaba él, alto, fuerte, con una piel tan pálida como la nieve, pelo negro, de punta por detrás con dos mechones largos enmarcando su cara y cómo no, esos profundos ojos negros. Sin duda su parecido con su hermano era innegable. Todos los Uchihas se parecían, de eso no le cabía duda.
Tocó la puerta frente a él y escuchó un "adelante". Respiró profunda y lentamente, Sasuke Uchiha estaba a punto de recibir la última misión de su existencia. Y con ese pensamiento entró en la habitación.