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First and last (Death Note) por Mit Hydeist

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2 de octubre de 2000

Wammy House, Winchester, Inglaterra

- ¿No deberían estar... estudiando o... jugando con los demás? –dijo L mirando hacia abajo con sus inexpresivos ojos. Tenía a un niño rubio tironeando de su brazo izquierdo y a otro niño de cabello blanco aferrado a su pierna derecha. Oyó las risas de los otros infantes jugando afuera y volvió a insistir: - Mero-chan, Nia-chan, ya déjenme.

Watari ingresó al living y sonrió al ver a los tres, pero enseguida siguió su camino y dejó una bandeja con deliciosos pasteles en la mesa ratona. L se volteó instintivamente, arrastrando a los dos niños.

- Sr. Wammy, no me obedecen –acusó L con la espalda encorvada (y no por los jaleos de los pequeños)- Dígales que me dejen.

- Estoy algo ocupado ahora –sonrió Watari- Tenemos un invitado importante. ¿Por qué no tratas de deshacerte de ellos tú? Sería un desafío.

- No suena muy divertido... –L volvió a mirar abajo a los niños mientras Watari se retiraba y luego miró hacia la mesa, ansioso por probas los dulces- Ya déjenme...

- ¡Oniichan no baka! –exclamó Mello con expresión traviesa y empezó a tironear de la cintura de los pantalones de L.

- ¿Qué estás haciendo, Mero-chan? –preguntó el muchacho de cabello negro y enseguida llevó una mano a su columna baja para sostener su pantalón que Mello (junto con el peso de Near en su pierna) tiraba hacia abajo.

- ¿Qué no es obvio? Quiero ver de qué color es tu ropa interior. Eso te pasa por usar ropa tan holgada.

L ni siquiera tuvo tiempo de responder que Mello le había desprendido todos los botones. Entonces el joven tomó al niño por la espalda, sujetándolo de la remera y lo sostuvo en el aire.

- ¡Bájame! ¡Déjame ya! –pataleó Mello furioso.

L sólo se quedó mirándolo indiferente hasta que algo lo distrajo.

- Es negra –se oyó la suave voz de Near, pero L no le prestó atención a eso, sino a las dos personas que acababan de ingresar al living.

- Mister Keith Etheridge, él es Ryuuzaki –dijo Watari como si no hubiera nada de raro en la escena.

- S-Sumimasen... –las mejillas de L se tiñeron de rojo, aunque ni él mismo lo notó ya que ni siquiera recordaba la última vez que se había sonrojado (seguramente hace mucho tiempo, cuando él era un niño). El desconocido, alto y vestido de traje, lo observó sonriendo con expresión amable y simpática, pero con un dejo de algo que L no pudo descifrar con exactitud, probablemente provocado por el hecho de que tenía los pantalones desprendidos gracias a Mello... Rápidamente L soltó al niño desde un metro y medio de altura sin darse cuenta.

- ¡ITTAI! –se quejó Mello furioso pero enseguida se puso de pie, le dio una patada a L en una pierna y se fue corriendo luego de insultarlo.

- Gomen nasai –se disculpó L- Esos niños son algo molestos a veces –intentó dar un paso y se percató de que Near aún sujetaba su pierna, así que se apresuró a quitárselo de encima y a acomodarse la ropa- Gomen nasai –repitió.

- Descuida, no hay problema, así son los niños –dijo el Sr. Etheridge observando sonriente a aquel peculiar muchacho que le acababan de presentar como Ryuuzaki. Le llamó la atención su pelo revuelto, las grandes marcas negras debajo de sus ojos y el hecho de que andaba descalzo. Y más se intrigó cuando los tres tomaron asiento: Ryuuzaki se sentó de una forma muy extraña, con los pies encima del sofá, y luego de tener un dedo pulgar en sus labios por varios segundos tomó un pedazo de pastel de fresa y comenzó a devorarlo agarrando la cuchara de una forma también curiosa.

- Ve a jugar afuera –ordenó amablemente Watari a Near y el pequeño peliblanco lo hizo con obediencia.

Keith Etheridge comenzó a hablar con Watari. A L no le tomó ni un minuto deducir que el recién llegado era un adinerado empresario soltero, seguramente conocido de Watari, interesado en financiar el orfelinato. También pensó que, aunque la fortuna de Watari por sus patentes era enorme, el dinero nunca estaba de más. Estaba terminando su porción, sin prestar demasiada atención a la conversación, cuando Mister Etheridge le preguntó:

- Ryuuzaki, ¿qué edad tienes?

- Cumpliré 21 años dentro de poco –respondió él sin mirarlo y luego se inclinó hacia la mesa viendo la porción de pastel de Watari aún en su plato- Va a comer eso, Sr. Wammy?

El viejo hombre negó con la cabeza y le pasó el plato.

- Vas a la Universidad, ¿no es así? –volvió a preguntar Etheridge.

- Hai –mintió L sin titubear. Era obvio que no podía decirle que en realidad era el detective más brillante conocido mundialmente como “L”. El muchacho levantó por primera vez la mirada de su pastel y miró a Etheridge para encontrarse con que éste también lo estaba observando. Enseguida volvió a bajar la cabeza: ya estaba acostumbrado a que las personas se extrañaran con su apariencia.

- Creo que se quedó bastante impresionado contigo, Eru –dijo Watari una vez que Keith Etheridge dejó el orfanato- Aunque no hablaste mucho.

- No me pareció necesario hacerlo –L se puso las manos en los bolsillos mientras oía la voz de Near y especialmente la de Mello acercándose por un pasillo- Además es normal que mi persona cause extrañez a la gente...

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10 de octubre, 2000

L apilaba cubos de azúcar sin prestarle demasiada atención a Mello, que estaba colgado de su espalda, metiendo de vez en cuando sus pequeñas manos debajo de la blusa blanca del joven detective. Near jugaba con su cabello en uno de los sofás individuales.

- ¡Hola, tiempo sin vernos!

Los tres voltearon para encontrarse nuevamente con Keith Etheridge acompañado por Watari.

- Hace un rato que Mr. Etheridge llegó. Estuvo con los demás niños en el jardín –explicó Watari y luego se dirigió a los pequeños-: Near, ven conmigo. Y tú también Mello. Deja de molestar a Ryuuzaki.

Near obedeció enseguida, tomando de la mano a Watari, pero L tuvo que acercarse porque Mello no quería soltarlo.

- Yo te ayudaré –dijo Keith dándole una caja que traía a Watari- Ven aquí, pequeño.

Pero Mello se aferró con mayor firmeza y reclamó que lo soltaran, aunque no le sirvió de mucho. Watari le devolvió la caja a Keith y se llevó a los dos niños (a Mello casi a rastras).

- Se ve que esos niños te estiman mucho, Ryuuzaki-kun.

- Mero-chan es muy impulsivo... –L metió las manos en los bolsillos- Por favor, tome asiento hasta que el Sr. Wammy regrese, Sr. Etheridge.

En ese momento Keith levantó la caja (que por su forma era de una pastelería) delante de él para que L la viera y le dijo sonriendo: - Traje los brownies más dulces y costosos de Inglaterra para el adorable Ryuuzaki. Me contaron que te fascinan las cosas dulces.

L volvió a sonrojarse sin darse cuenta. Estaba algo anonadado por cómo Etheridge lo había llamado pero tomó la caja de brownies sin vacilar. - ¿Dijo adorable? No creí que sería esa impresión... Aunque supongo que las impresiones cambian de persona a persona...

- Sí eres adorable, pequeño panda, muchos deben haberlo pensado pero nunca te lo han dicho –hipotetizó Keith revolviendo cariñosamente el cabello de L.

L se sonrojó aún más, pero ésta vez notó que sus mejillas le ardían, así que se apresuró a sentarse en el sofá y a abrir la caja de brownies.

- ¿Un poco de té, Mr. Etheridge? –Watari apareció con una bandeja y se sentó con ellos para conversar.

L sólo comía y pensaba. Keith Etheridge era demasiado amistoso. Se le cruzó por la cabeza si el joven empresario estaría interesado en él o algo así, pero no quería sacar conclusiones apresuradas. Además, L no sabía con seguridad que línea de pensamiento seguir, ya que en sus 21 años jamás había tenido alguna experiencia amorosa, aunque sabía que el amor a veces hacía hacer cosas irracionales a la gente. Dio un sorbo de té y preguntó, interrumpiendo la conversación de los otros dos hombres-: Mr. Etheridge, ¿por qué visita Wammy House tan a menudo? Varias personas financian el orfanato, pero ninguna de ellas lo visita con tanta frecuencia.

- Me agradan los niños y ademá... –comenzó Keith pero fue interrumpido secamente.

- ¿Es usted... alguna clase de pervertido? –preguntó L como si fuera una pregunta como cualquier otra, abriendo mucho los ojos y señalando al hombre con el dedo índice ligeramente flexionado.

- Oh, no, por Dios. Claro que no –respondió Keith indignado.

- Lo siento, ni quise ofenderlo –aclaró L- Sé perfectamente que el Sr. Wammy no dejaría a nadie visitar el orfanato sin antes tener referencias muy confiables.

- A decir verdad volví para verte a ti, Ryuuzaki –dijo Etheridge sin mayores preámbulos- Quede fascinado contigo la primera vez que te vi.

L fue sorprendido por la repentina franqueza de aquel hombre. ¿En verdad se había enamorado de él a primera vista o simplemente sentía curiosidad hacia su persona?

Luego de aquella visita Keith Etheridge volvería a Wammy House el 19 de octubre (donde conversaría con L más profundamente), otras dos visitas más durante el mes y una más para el cumpleaños del joven detective. L no tardaría mucho en despejar sus dudas.

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31 de octubre, 2000

L no dejaba de mirar por la ventana de su habitación, ubicada en el primer piso de Wammy House. Era una hermosa tarde y veía a varios niños jugando football en el inmenso jardín, pero su atención estaba en la reja de entrada, esperando que llegara el lujoso auto que Keith Etheridge conducía cada vez que venía al orfanato. Unos diez días atrás le había dicho al empresario la fecha de su cumpleaños y no tenía dudas de que vendría.

Hacía poco más de una hora que había regresado de su clase de pilotaje con Watari, donde había aprovechado para pedirle consejo. El viejo hombre sólo le había dicho una cosa:

“Seguramente ya sabes lo que él siente por ti, y sólo tú sabes lo que sientes por él. En mi opinión Mr. Etheridge es un buen hombre”.

Pensaba en esas palabras cuando Mello irrumpió en su habitación.

- Mero-chan, te dije mil veces que tocaras antes de entrar –dijo L sin dejar de ver por la ventana.

- Toqué pero no escuchaste –mintió Mello y luego trató en vano de alejar a L de la ventana, tironeando de uno de sus brazos- Te comportas como un tonto distraído desde que ese Mr. Etheridge pisó el orfanato.

L lo miró. Le llamaba la atención que recién ahora viniera, aunque seguramente había estado compitiendo y peleándose con Near. – No creo estar comportándome así... –dijo- ¿Dónde está Nia-chan?

- ¡No cambies de tema! –le gritó Mello dándole una patada en el tobillo- Ya me di cuenta que ese sujeto está interesado en ti. ¡No quiero que te ponga una mano encima!

L se inclinó hacia delante cuando Mello trepó a su espalda. No le sorprendía que el pequeño rubio fuera tan perceptivo, aunque sí era algo extraño escuchar esa clase de frases de un niño de once años. - ¿Y eso por qué?

- ¡Porque no! ¡Soy el único que puede tocarte! –volvió a gritar Mello sentándose en los hombros del muchacho y tironeándole el cabello.

- ¡Ittai desu...! –se quejó L- Tu argumento no tiene sentido, Mero-chan –el joven no le preguntó nada más porque sabía que aquel niño era muy rebelde y estaba bastante obsesionado con su rivalidad con Near para convertirse en su sucesor. Volvió a mirar por la ventana y vio el auto estacionado de Etheridge al mismo tiempo que alguien aparecía en el umbral de la puerta.

- ¡Feliz cumpleaños, Ryuuzaki!

- A-Arigatou... –tartamudeó L sin darse cuenta que Mello le había levantado la blusa por encima del pecho- Mero-chan, bájate.

- ¡Iee daaa! –gritó él- ¡Mira tu rostro todo rojo, baka! ¡Hasta puedo oír tus latidos desde aquí! ¡Yamero!

L recordó lo que Watari le había dicho. Era muy obvio que se sentía nervioso por la presencia de Keith, hasta Mello lo había notado.

Etheridge se le acercó, le acomodó la blusa a L y bajó, no sin algo de dificultad, a Mello de sus hombros.

- Ese niño es algo... –comenzó Keith viendo como Mello se marchaba enojado.

- Depravado... –concluyó L- ... para su edad...

- Esto es para ti, pequeño panda –dijo Keith dándole una caja finamente envuelta.

- Arigatou –A L le era muy obvio que se trataba de una caja de bombones exorbitantemente costosa. Estaba a punto abrirla cuando Keith salió raudamente de la habitación y reapareció en cuestión de segundos llevando en sus brazos un enorme oso panda de peluche de más de un metro de altura que había dejado en el pasillo al lado de la puerta.

- Esto también es para ti –sonrió el hombre.

L lo observó unos segundos, dejó la caja de bombones en la mesa de luz y abrió los brazos para que Keith le diera el oso. – Wo jiau ta Shrping. Ta shr hen me, shie shie.

- ¿Cómo?

El joven detective comenzó a acomodar al panda a un lado de la cama – Los osos pandas son de China, así que lo voy a llamar Shrping. Eligió este oso por mis ojos, supongo...

- No pude evitarlo, en cuanto lo vi me recordó a ti, pero tú eres mucho más bonito y adorable.

L agachó la cabeza cuando Etheridge revolvió su cabello cariñosamente.

- Lo siento, no quise tratarte como un juguete –sonrió el empresario- ¿Te molesta que te llame “pequeño panda”?

- No parece ofensivo en absoluto –L se sentó en su amplia cama, retiró el envoltorio de la caja de bombones, la abrió y comenzó a comerlos- ¿Quiere uno?

Etheridge sonrió y se sentó junto a L: Ryuuzaki, sé que eres algo tímido cuando estás conmigo, pero también me he dado cuenta de que eres un muchacho muy listo. Ya sabes lo que siento por ti, ¿verdad?

- Claro. No hay que ser muy inteligente para darse cuenta... –respondió L tratando de ordenar sus ideas. Tomó otro bombón con los dedos índice y pulgar, lo lamió un par de veces, se lo comió, y cuando terminó de tragarlo comenzó a lamer su dedo índice. Estaba a punto de retirarlo de su boca cuando Keith le tomó la mano y lo miró a los ojos:

- ¿Tienes idea de lo provocativo que es ese gesto?

L hizo la caja de bombones a un lado y respondió: - Nunca me puse a pensar en eso. Tenía restos de chocolate en los dedos, eso es todo. Aunque... si usted tiene deseos hacia mí... bueno, supongo que sí lo es...

Keith le acarició una mejilla y preguntó con cautela: - ¿Puedo... puedo... besarte?

- Me imaginé que preguntaría eso... justo hoy... –L desvió su mirada tímidamente a un costado y segundos después sintió los tibios labios del otro hombre sobre los suyos. Por primera vez en su vida sus pensamientos se nublaron por completo. Keith estaba a punto de romper el beso cuando L lo abrazó.

El joven empresario se sintió muy feliz de ser correspondido por una persona tan peculiar. - ¿Crees que a...? –dijo mirando de reojo al enorme panda de peluche.

- Shrping –jadeó L rozando los labios de Keith.

- ¿... que a Shrping le moleste?

- No, es un oso de felpa.

- Te amo, Ryuuzaki –le susurró Keith a un oído mientras lo abrazaba. Luego recostó al muchacho en la cama y siguió besándolo.

- ¡Deja a oniichan en paz! –gritó Mello saltando bruscamente en la espalda de Etheridge y tirando con toda su fuerza de su cabello.

- ¡Ouch! ¡Mello, ya basta! –lo retó Keith con una sonrisa afectada en el rostro, preguntándose cómo el niño había aparecido de la nada, mientras trataba de alejar el niño con una mano, y con la otra se apoyaba en la almohada, justo al lado de la cabeza de L.

- ¡Nunca alguien siquiera besó a oniichan y tú te le tiras encima así como si nada! –siguió gritando Mello- ¡Déjalo! ¡Déjalo ya!

- Mello, no creo que entiendas...

- Sí entiende –interrumpió L- Y lo que dijo, bueno... es verdad.

Keith miró algo confundido a L, quien lo observaba con los ojos muy abiertos. Enseguida se levantó y Mello dejo de forcejear. – Lo... lo siento, Ryuuzaki.

- Daijoubou desu –L se sentó en la cama y Mello lo abrazó se inmediato lanzándole una mirada asesina a Keith.

- ¿Qué te parece ir a dar un paseo por el jardín, Ryuuzaki? –propuso el Sr. Etheridge extendiendo una mano hacia L.

El muchacho miró hacia arriba, sonrió y tomó la mano del hombre.

Como Keith (y también L) lo suponía, Mello y Near los acompañaron. La tarde estaba soleada pero bastante fría. Near caminaba de la mano de Keith y Mello tomando el brazo de L, mientras miraba celosamente de reojo a Etheridge.

Luego de media hora Mello y Near los dejaron solos, uniéndose a un grupo de niños que cruzaba por allí cerca. L y Keith se sentaron en una banca a un borde del jardín. El detective se sacó las zapatillas y subió las piernas sobre la fría madera.

- Vas a resfriarte, Ryuuzaki –apuntó Keith pasando un brazo por los hombros del muchacho y arrimándolo un poco hacia sí- Ni siquiera llevas calcetines.

- Odio los calcetines. Estoy bien.

- Te daré mi sobretodo –dijo Etheridge, pero L también lo rechazó- Bueno, ten mi bufanda, al menos para cubrirte el cuello.

A L no le pareció correcto rechazarlo de nuevo, así que permitió que el empresario rodeara delicadamente su cuello con la bufanda. Ésta estaba tibia y perfumada, y a L le produjo una gran sensación de calidez.

- Arigatou, Mr...

- Por favor, llámame Keith –lo interrumpió el hombre dándole un beso en la sien.

- Entonces... No te preocupes por los niños... –dijo L mientras un grupo de unos tres pequeños correteaba delante de ellos- Son todos muy listos, no les parecerá extraño.

- ¿A qué te refieres? –preguntó Keith confundido.

- Tienes ganas de besarme de nuevo, ¿no?

Keith sonrió, pero como no dijo nada enseguida, L volvió a hablar:

- O... bueno... tal vez sólo sea una expresión de mi deseo...

Etheridge no perdió tiempo en besarlo otra vez luego de sonreír.

- ¡Voy a contárselo al Sr. Wammy! –gritó Mello apuntando con un dedo acusador, aunque ninguno de los dos le prestó atención.

Cuando el sol comenzaba a ocultarse, Keith Etheridge se acercó a su auto acompañado de L.

- ¿Cuándo volverás? –preguntó el muchacho, que aún usaba la bufanda de Keith.

- Mi trabajo sólo me permite venir una vez por semana y mañana debo viajar a Hampshire, pero tendré muchas ganas de volver a verte más seguido, así que trataré de hacerme más tiempo. Adiós, pequeño panda –Keith le dio un pequeño beso en los labios y le dijo lo mucho que lo amaba antes de marcharse.

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1 de noviembre, 2000

L caminaba por el living algo ansioso. Keith le había prometido llamarlo por teléfono pero no le había dicho a qué hora. De repente escuchó el aparato sonando pero al mismo tiempo sintió un pequeño tirón en el pantalón debajo de la rodilla.

- Oniichan... –le dijo una niña tímidamente mientras Watari atendía el teléfono.

- ¿Qué sucede, Rinda-chan?

- Hice esto... para ti... –dijo ella alcanzándole una hoja de papel- Es un regalo por tu cumpleaños. Sé que fue ayer pero no pude terminarlo hasta hoy.

- Muchas gracias –respondió L acariciando el cabello de la pequeña. Ella se sonrojó, sonriendo de oreja a oreja y se fue saltando con rapidez.

L estaba a punto de desdoblar el papel para ver el dibujo cuando notó una sombra detrás suyo.

- Eru... –dijo Watari seriamente.

- ¿Quién era?

- Mr. Etherid...

- ¿Por qué no me pasaste con él? –dijo L ansiosamente interrumpiendo al hombre. Su gran expectativa le hacía pasar por alto la expresión afligida de Watari.

- Eru... –volvió a decir Watari con tristeza apoyando una mano en el hombro del muchacho- Mr. Etheridge tuvo un accidente en su auto camino a Hampshire... Él... murió este mediodía...

- M-Masaka... –la mente de L volvió a quedar en blanco, pero era algo diametralmente opuesto a la hermosa sensación del beso que Keith le había dado apenas un día antes. Sin saber qué hacer levantó su mano pesadamente y desdobló el dibujo de Linda (una obra increíblemente realista para ser creación de tan sólo una niña): en él se veía a Keith Etheridge y a L, usando la bufanda del empresario, besándose sentados en la banca del jardín, rodeados de un hermoso paisaje otoñal. Estuvo observándolo por medio minuto y luego comenzó a subir la escalera.

- Eru... –lo llamó Watari.

- Creó que dormiré un rato –dijo L inexpresivo sin voltearse a mirar al viejo hombre y siguió su camino.

Mello, que había escuchado la conversación, lo siguió hasta su habitación. En cierto sentido estaba contento de que Etheridge no volvería a entrometerse con Ryuuzaki y pensaba que todo hubiera sido mejor si nunca se hubiese involucrado con él. Claro que jamás le comentaría eso o lo odiaría mucho. Entró al cuarto sin tocar la puerta y vio al joven enrollado entre las sábanas. Sabía que no estaría durmiendo, aunque eso había dicho. Las horas de sueño de Ryuuzaki eran muy pocas y jamás en ese momento de la tarde.

- Oniichan... –Mello se acercó a la cama y tironeó de la manta.

- Estoy tratando de dormir, Mero-chan –dijo L con los ojos extremadamente abiertos.

Enseguida el pequeño se quitó las zapatillas y, sin pedir permiso, se metió en la cama- ¿Estás bien, oniichan?

- Estaré bien –respondió él. Unos minutos después abrazó al niño con fuerza como si fuera un oso de felpa y Mello puso sentir como las lágrimas del joven comenzaban a caer una tras otra sobre su cabello rubio.

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2 de noviembre, 2000

L esperó desde su limusina a que todos los asistentes al funeral de Mr. Keith Etheridge se retiraran del cementerio. Recién en ese momento bajó del auto diciéndole a Watari que no tardaría mucho. Caminó despacio hacia su tumba y cuando estuvo frente a ella su mente quedó en blanco una vez más: todo había pasado demasiado rápido y sentía una enorme sensación de vacío.

Sin decir una palabra se quitó la bufanda de Keith que llevaba puesta, la dejó suavemente sobre la tumba y regresó triste a la limusina.


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