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Por tu maldito amor por Aquarius No Kari

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Notas del fanfic:

No puedo decir que es un fragmento de uno de mis fics… Digamos que es una parte complementaria; aunque, según mi sincera opinión, no tiene mucho chiste =S… haber que opinan ^^ … Está sacado de mi fic ‘Infidelidad

Notas del capitulo: Song: Por tu maldito amor, interpretada por Vicente Fernández.
VMC
- Por tu maldito amor -

El manto nocturno aún cernía la oscuridad, cuando un par de edenes decidieron salir de su escondite, para despertar al mundo, que en sus anteriores últimas horas de vida, únicamente le había mostrado dolor.

Sus pupilas se habían caracterizado por estar llenas de luz.

Esa noche, esa luminosidad se encontraba opacada por los estragos del fallo más grande de su vida.

Intentó moverse; pero no tenía muchas fuerzas; todas se le drenaron a través de las profundas cortadas que marcaban sus manos.

Su rostro se ladeo hacia un lado y hacia el otro, inspeccionando con sus orbes cada detalle de la habitación: El techo, las paredes y el mosaico del piso blanco, las cortinas de la ventana en un tono crema, la mesita de enfrente con medicamentos y gasas…

No cabía duda. Después aparecer en el departamento de Milo este había mandado llamar una ambulancia. Pero Shaka no la necesitaba. …l deseaba estar muerto…

Unas flores llamaron su atención. Estaban colocadas en un búcaro de vidrio, en una mesa de noche ubicada a un lado de su cama. Eran botones de rosa blanca, detalles que solamente una persona en el mundo podía tener con él.

Sus ojos azules se llenaron de lágrimas, desbordándose de sus retinas hacia las mejillas, y recorriendo hasta terminar impregnadas en la almohada.

Fue su culpa…

De no haberle hablado… de jamás haber coqueteado con él, nada de eso estaría pasando.

El día que te encontré me enamoré
Tú sabes que yo nunca lo he negado

-.v.- Flash Back -.v.-

Tres amigos sentados en la cafetería de la escuela, degustaban su comida, hablando de las cosas vanas de la vida. Afrodita, un rubio cenizo de pupilas azul claro, comentaba acerca de unas revistas que hablaban sobre la nueva moda para el invierno. Aioria, un castaño de ojos verdes, le escuchaba pronunciando un tedioso ‘si, si’. El tercero de ellos –Camus-, un pelirrojo de orbes caobas, no había pronunciado palabra en toda la tarde. Y no es que soliera ser la persona más conversadora del mundo, pero nunca perdía oportunidad en presumir sus buenas notas en clase o comentar algo referente a lo comentado por Afrodita.

Cuando el rubio se distrajo saludando a un chico alto y peliañil, Aioria se giró hacia Camus, mirándole con curiosidad.

-“¿Te pasa algo?”- Le preguntó. …l se mostró visiblemente sobresaltado.

-“No… nada… ¿por qué la pregunta?”- Se le veía nervioso, inverso en alguno de sus recuerdos.

-“Porque estas muuuy conversador”- Se burló el castaño. A Camus no le dio tiempo de mostrarse molesto, o de reclamar, pues, Afrodita colocó la mano en su brazo, llamando discretamente su atención.

-“No voltees, pero el guapísimo Milo te está observando.”- Le dijo en voz baja. Las mejillas del ojicaoba se encendieron. El rubio sonrió. Aioria observó su reacción con suspicacia: El francés no era de las personas solían ser intimidadas por sujetos como ese muchacho de pelo rubio y rizado. Levantó la cabeza para mirar, sin disimular, a uno de los chicos más populares del colegio.

-“Efectivamente.”- Corroboró. –“Te está mirando a ti”- El castaño y el rubio cenizo intercambiaron una mirada picara. El pelirrojo agachó la cabeza, asegurándose que sus ojos y parte de la cara, quedaran cubierta por su melena.

-“Disculpa…”- Dijo una cuarta voz. Los ojos de los tres amigos se fijaron en él.

Aioria observó a aquél muchacho como si fuese una imagen celestial: una piel blanca, un cuerpo delgado cubierto por pantalones de mezclilla y una camisa de mangas cortas, un cabello dorado como el oro bañando su espalda, y un rostro perfecto esculpido por ángeles; a los cuales, Dios había otorgado dos preciosos edenes.

El chico se dirigía exclusivamente al taheño, pero parecía intimidado por la mirada del ojiverde.

Afrodita le dio un codazo a su amigo para que cerrara la boca.

-“Milo te manda esto…”- Le extendió al ojicaoba una hoja doblada, la cual esté tomó y dejó en la mesa como si no le importara su contenido. –“…l desea que le lleve una respuesta”- Agregó, obligándole a leer el mensaje. Su rostro se viró hacia el castaño y le sonrió. Este casi se desmaya de la impresión.

A Camus las manos le temblaban. Después del beso que Milo le robó en el corredor, hizo esfuerzos sobre humanos por no topárselo de nuevo ese día.

Por su parte, el castaño salía de la impresión para intercambiar sus primeras palabras…

-“¡Hola!”- Lo saludó con una seña de manos. El rubio amplió su sonrisa.

-“Hola”- Respondió. Afrodita quiso ahorcar a su amigo por su falta de vocabulario.

-“Soy Aioria…”- El rubio cenizo explotó en carcajadas. –“Y él es Afrodita”- Lo señalo con desagrado. El nombrado hizo un guiño a modo de saludo.

-“Mucho gusto…”

-“Puede ser…”- Dijo de pronto el galo, como si fuera un asunto sin importancia, haciendo bolita el papel y tirándolo al piso. Acto seguido recogió sus cosas y caminó lejos de ahí.

-“¿Cómo que puede ser?”- Le preguntó el rubio cenizo yendo tras él. Los otros dos se les quedaron viendo hasta que el ojiazul recordó que debía llevar la respuesta a su amigo.

-“Bueno, tengo que irme.”- Se despidió. Aioria asintió, pensando en la siguiente frase a decir para conquistarlo; sin lograr idear algo. Sin embargo, el otro cogió una pluma que estaba sobre la mesa, le tomó la mano y escribió unos números en ella. –“Por cierto… me gustan tus ojos…”- Su propio párpado realizo un guiño, antes de dejar el bolígrafo en su lugar e irse de ahí, dejando al castaño desconcertado.

-.v.- End Of Flash Back -.v.-

Shaka se cubrió el rostro con las manos, bañando de dolor su piel y las vendas en sus muñecas.

Nunca debió anotar su número. Nunca debió sonreírle, o corresponder a su saludo; pero, ¿cómo puedes saber que una persona no es de fiar desde el primer momento que la vez?

Lo que sucedió fue que Aioria supo mover bien sus cartas.

Utilizó todas sus artimañas para seducirlo, y luego romperle el corazón.

Con saña me lograste enloquecer
Que a ti no llegarían jamás los años

-.v.- Flash Back -.v.-

El tiempo de estudio estaba llegando a su fin. En algunos meses la generación se graduaría y estaría lista para enfrentar los desafíos de la vida.

Sin embargo, a escasos días de abandonar la escuela, un rumor corría por los corredores, acerca del rompimiento de una pareja inusual:

Los dos chicos eran bastante atractivos; sin embargo, la personalidad de ambos era demasiado antónima. Mientras que uno no soltaba un libro, el otro no dejaba el balón de fútbol; si el pelirrojo no salía de la biblioteca más que para comer o ir al baño, el rubio no abandonaba el gimnasio mas que para ir a la cafetería o ‘molestar’ al ojicaoba.

Milo y Camus podían considerarse como la pareja más popular del colegio.

Desafortunadamente, unos días atrás, algo no andaba bien entre ellos y se decía que ambos terminaron su relación.

Los únicos al tanto de la mayoría de los detalles eran sus mejores amigos.

Después de dejar su número telefónico en su mano, Aioria no perdió la oportunidad de tratarlo, por lo menos como amigo. Shaka y él mantenían un trato amistoso, incluso jugaban un papel de celestina entre Milo y Camus; pero ahora que ellos habían terminado sin un motivo aparente, no tenía mucha oportunidad de verse.

Así que ahí estaban, en el campo de juego, ahora desierto, sentados uno al lado del otro.

-“Si, parece que ya no quieren verse”- Comentó el castaño, entristecido.

-“Hacian muy bonita pareja. Lastima que las cosas no resultaran bien”- Acotó el rubio, pensativo.

-“Por lo menos tú y yo seguimos juntos”- Las mejillas del moreno se matizaron a tenue carmín. El ojiazul asintió con la cabeza.

-“Si… Pero es muy raro. Cada vez que le pregunto a Milo porque terminaron, él me responde que no sabe…”

-“Al menos te da una respuesta concreta. A mí Camus me ignora o me cambia el tema cada vez que se lo pregunto.”- Suspiró el ojiverde, como quien se rinde ante una pelea imposible de ganar.

-“Tal vez lo mejor es que dejar que ellos se arreglen solos, ¿no te parece?”- Inquirió, virando el rostro hacia él y sonriéndole. Aioria nunca había podido mirarlo directamente a los ojos, por lo menos no durante más de cinco minutos, ya que siempre había recordado sus palabras: «Me gustan tus ojos»; únicamente movió la cabeza, afirmando sus palabras.

La vista de Shaka de nuevo se centró en el campo de juego, en los papeles de colores que el viento revoloteaba y esparcía por el pasto.

Ambos se quedaron en silencio. Era algo normal entre ellos, algo que disfrutaban; salvo que esta vez, el castaño jugueteaba con sus manos y sus dedos, ansioso. El ojiazul notó su posible nerviosismo, por lo que estiró su mano, tocando la del otro, hasta entrelazar sus dedos.

-“¿Estás bien?”- Le preguntó, sonrojándose. Ese contacto provocó un vuelco en su estómago y en su corazón. Podía percibir una línea de hormigas desfilando entre su dermis y la del moreno.

Aioria sentía esa misma emoción, salvo que en su caso, las hormigas se llevaron cada palabra de su boca, desvaneciéndolas en el aire junto con sus intenciones.

Sin poder hablar agachó la cabeza, dando un ‘si’ como respuesta. Shaka ‘quedó conforme’ con la afirmación, pero no permitió que el silencio se estableciera de nuevo.

-“Quiero contarte algo…”- Comenzó a decir. El castaño hizo seña de que lo escuchaba. –“Hace algunas semanas conocí a un chico… es una persona muy inteligente, es atractivo, carismático, tiene buen sentido del humor y a veces se comporta como un niño…”- Las pupilas verdes del otro se clavaron en él, pregúntale qué era lo que trataba de decirle. –“Quiero decir que ese chico me gusta demasiado…”- Aioria viró la cara, con la mirada herida. En ese momento las hormigas le regresaron el vocabulario.

-“Me alegro mucho por ti…”- Trató de fingir una sonrisa, pero se sentía muy triste. Shaka apretó un poco más su mano, y él deseó soltarse y salir corriendo. El rubio volvió a repetir su acción, señalándole con la otra mano un sitio en el campo.

El ojiverde, derrotado, volteó hacia el pizarrón donde solían anotarse los puntos obtenidos en el juego, donde, ahora, podía leerse claramente: ‘Aioria, sé mío.’

El castaño abrió los ojos de par en par, mientras se llevaba una mano al pecho e intentaba recordar como se llamaba. Mientras su mente pretendía reconocerse, Afrodita llegó hasta él, entregándole un ramo de botones de rosa blanca. Enseguida el rubio cenizo se retiró, en lo que Shaka, nervioso, esperaba una respuesta.

Un si o un no hubieran estado mejor que esa cara de espasmo en el castaño, y su inminente silencio.

Entonces, cuando creyó que la causa estaba perdida, y que nada lograría arrancarle una respuesta, el ojiverde lanzó un grito, antes de voltear hacia el rubio y lanzarse sobre él, hasta tirarlo de espaldas contra la grada, con él encima; dándole un ‘si’ por respuesta, al empalmar sus labios.

-v-v-v-

Ya había pasado un tiempo desde que abandonó la universidad. Buscó trabajo en las principales oficinas de la ciudad, y lo encontró; aunque no era lo que deseaba, sabía que el iniciar desde abajo era un pequeño paso para algún día alcanzar su sueño: casarse con Aioria.

Los dos se amaban demasiado, pero debido al arduo trabajo de Shaka en aquella empresa, eran escasas las ocasiones en que podían encontrarse. Sólo era posible cuando el castaño iba en su búsqueda a la hora de comer o a la salida; sin embargo, cuando el ojiverde prosiguió con sus estudios, esas oportunidades se vieron obstaculizadas.

-“Lo sé amor, y lo siento…”- Se disculpaba el rubio, manteniendo una conversación vía telefónica con su pareja. –“Ya sabes que me gustaría estar contigo…”

-“En realidad no importa”- Respondió un apagado Aioria desde el otro lado –“Hoy tengo mucho que estudiar y no podría atenderte como te mereces.”

-“Te prometo que el fin de semana te recompensaré”- Podría ser una opción, aunque no sabía si a su jefe no se le ocurriría tenerlo ocupado en esos días. La exhalación que el castaño liberó no pasó desapercibida a los oídos del otro. –“Podrás escoger el lugar a donde quieras ir… y…”

-“No importa si sólo nos quedamos en casa, yo lo que más quiero es estar contigo”- Sus palabras lo conmovieron, tanto que se sintió un protozoo por tener que dejarlo solo noche tras noche, por las obligaciones que debía desempeñar en su trabajo. Y es que el anhelo de Shaka constaba en trabajar al máximo para alcanzar su meta y recabar el dinero suficiente para pedirle matrimonio a Aioria. Teniendo ese objetivo en la cabeza el dolor de la distancia interpuesta se aligeraba y entonces sólo le restaba esperar un poco más, hasta que su jefe fuera consiente del gran desempeño que Shaka tenía cumpliendo su deber.

Sus labios se curvearon, despejándose para dar paso a los dientes

-“Te amo mucho.”- Dijo.

-“Y yo a ti.”- Escuchó la respuesta sincera del otro. –“Ya debo irme. Procura no fatigarte demasiado…”

-“Y tú no esforzar tu cerebro, recuerda que tus ideas y todo tú, son míos. Te deseo mucha suerte mañana”- Aioria le agradeció enviándole un beso.

Las despedidas siempre eran agridulces, aún más cuando, después de colgar, observaban un retrato de ambos, abrazados, el último día de clases.

En aquél instante el ruido el timbre del teléfono se dejó oír por la habitación, y Shaka, aún observando la fotografía, levantó la bocina

-“Departamento de cobranza, buenas tardes.”- Dijo. La voz que le respondió, aún más el tono, le provocó dolor de oídos, por lo que tuvo que retirarse el auricular

-“¡Shaka!”- Exclamó.

-“¿Milo?”- Inquirió el rubio lacio, colocándose nuevamente el teléfono.

-“¡hermano, tienes que venir esta noche conmigo!”- Shaka frunció el ceño.

-“Tengo mucho trabajo y…”

-“¡Por favor, ven! Camus estará esta noche en…”

-“No me importa Milo. Estoy arto del enfermizo juego de celos que se traen ambos. Tú que no dejas de salir con ese tal Mime, y él que no deja de actuar como un cualquiera.”- Dijo, fastidiado.

-“Es que no lo entiendes… Necesito que vengas conmigo, por favor”- Shaka maldijo mentalmente. Cuando su amigo hablaba con ese suplicante acento era imposible negarse

-“Me duele más que a ti, pero NO, mi respuesta es una negativa.”- Sentenció.

-“¡Shaka, por favor, te prometo que será la última vez! Si Camus y yo no arreglamos las cosas esta vez, lo dejaré… enserio que lo haré.”- El rubio era consiente de lo que aquellas palabras significaban para su amigo, pero entendía que todo era mejor así.

-“De acuerdo.”- Exhaló –“Te veo esta noche.”- Como respuesta Milo lanzó una exclamación, que nuevamente le hizo despegar el auricular del oído.

-v-v-v-

Desafortunadamente, las cosas no salieron como Milo las planeó, y Shaka, simplemente, había terminado por dejarlo solamente acompañado por Mime.

No era temprano, pero juzgaba que tampoco era tan tarde como para no hacerle una visita a su novio Aioria, a quien suponía durmiendo o tal vez estudiando duro para su examen de mañana. …l tenía una llave del departamento, por lo que se imaginaba la cara de alegría que el castaño presentaría cuando lo viera parado en la puerta, dispuesto a quedarse en vela con él si era necesario, o a pasar un rato agradable durmiendo en el mismo lecho.

Abrió la puerta, cauteloso, encontrando oscuridad en el recinto. Extrañado se internó en el departamento, apenas divisando el camino por donde andaba.

Por una parte le resultaba raro encontrar todo en tal calma, y por el otro, pensaba que quizá Aioria ya se habría dormido, y que sería un dulce reencuentro si pudiera acercarse y despertarlo besándolo mientras reposaba. Con aquella idea se dirigió a la habitación principal.

Pero a sus oídos llegaron ruidos fuera de lo normal, que le desconcertaron…

¿Acaso su sentido del oído se había estropeado en la discoteca y por eso escuchaba gemir a su amado niño?

El castaño debía estar solo, del otro lado de la puerta, seguramente soñando con él…

Shaka tenía el corazón en un puño cuando sus dedos empujaron quedamente la tabla moradora, estropeando no sólo las pupilas receptoras de aquella asquerosa escena, sino también, su alma ahora herida:

Podía ver a su novio abierto de piernas, gimiendo, siendo envestido una y otra vez, sin tregua, por una figura musculosa de piel morena y cabello castaño. Shaka permaneció inmóvil, horrorizado, observando las reacciones frenéticas del penetrado, escuchando como suplicaba por más placer sexual…

La pierna derecha del rubio se hizo para atrás, seguida por la zurda, y esta, a su vez, terciada por la diestra; moviéndose de forma constante hasta que pudo dar media vuelta y correr a una velocidad razonable para huir…

Empujó la puerta principal, y chocó contra la pared del pasillo. Se apoyó en ella, respirando con dificultad, temblando de dolor, de coraje. Soltó las llaves que aún llevaba en la mano, y está se la llevó a la cara para limpiarse las lágrimas. Las imágenes de lo recién visto lo golpearon como cachetadas, y por el miedo a volver a verlas corrió a través del corredor bajando rápidamente las escaleras, hasta llegar a la calle.

Por tu maldito amor
No puedo terminar con tantas penas
Quisiera reventarme hasta las venas
Por tu maldito amor, por tu maldito amor

Estaba desorientado, trastornado. No sabía que hacer.

La persona a la que le había entregado todo le clavó un puñal en el alma, a traición. No sabía si era la primera vez… si era la última… Simplemente Aioria lo había traicionado.

Corrió a su auto, subió rápidamente a él, encendiéndolo, y huyendo o al menos intentándolo, de algo que lo estaba matando.

Encendió el estéreo a todo volumen. Pisó el acelerador a fondo y condujo sin ninguna clase de precaución. Lo hizo por varios minutos; pero no logrando detener la sangre que destilaba su herido corazón. Aparcó el auto en una calle cercana a donde vivía Milo, apagado el motor, la música, permaneciendo en el silencio de sus sollozos. Apoyó la cabeza en el asiento, sin para de llorar.

Su celular entonces comenzó a sonar, y a juzgar por la música se trataba de su más grande asesino. Rabioso, tomó el aparato comunicador y lo azotó contra la ventana frontal del coche, estrellando el cristal y partiendo el celular.

Se llevó una mano a la frente, intentando calmar su angustia, los recuerdos y el dolor de cabeza. Sin embargo, no lo dejaban; aparecían como fantasmas a su alrededor, atormentándole. Abrió la puerta del carro, descendiendo de el y azotándola al cerrarlo. Apoyó la espalda, como si no pudiera mantenerse en una sola pieza si se atrevía a moverse. Luego dio la vuelta, quedando de cara hacia la parte donde estaba el cristal estrellado; dejando caer su furia al golpearlo una, dos, tres veces, con el puño cerrado; para la cuarta, resbaló sus manos por su superficie hasta que una punzada mucho más fuerte que las anteriores le obligó a apartarse.

Sus ojos observaron el vidrio, teñido a escarlata. Sus manos, adoloridas, ascendieron hasta enfocarlas claramente con la mirada: se había cortado la parte de los puños al lado del dedo meñique, y con el último golpe había logrado, al resbalar su piel por el cristal estrellado, cortarse por debajo de la muñeca.

Por tu maldito amor,
No logro acomodar mis sentimientos
Y el alma se me sigue consumiendo
Por tu maldito amor, por tu maldito amor

Al ver su sangre se asustó…

-“Ayu…”- Dijo en voz baja, sin terminar la frase cuando sintió que eso era más fuerte que lo que Aioria le había hecho, y que si eso no le ayudaba a soportarla, por lo menos le haría olvidarlo. Dejó caer sus brazos a cada lado de su cuerpo, mientras caminaba hacia el edificio donde vivía Milo.

Entró como siempre. El portero ya lo conocía. Tomó el elevador como de costumbre, pues el elevadorista ya sabía a donde iba.

Nadie notó su estado, ni siquiera cuando llegó al tercer piso y anduvo tambaleándose por el corredor, hasta llegar al departamento treinta y dos. Se paró con esfuerzos en la puerta, al menos con la intención de despedirse de él, su mejor amigo.

Ajjjuuuuaaa!!!
"Y ya pa que quiero la tumba, si ya me enterraste en vida aha jai"

Levantó el brazo con esfuerzo, apenas distinguiendo el timbre; manchándolo a el y a la pared con su propia vida…

Milo abrió la puerta, sorprendido por verle ahí.

–“¡Que malo eres, me dejaste solo en ese lugar!”- Le reclamó. Shaka no respondió. Se sentía fatigado. –“No importa, sólo quiero que seas el primero en saber que estoy arto de Camus, y como te lo dije, terminaré mi historia con él. Mañana mismo le pediré matrimonio a Mime…”- Iba a continuar, pero notó que algo no andaba bien. La persona que tenía delante parecía un fantasma comparado con el que solía ser. –“¿Estas bien?”- Le preguntó, preocupado. Y paradójicamente sus ojos descendieron a los pies de su amigo, donde algunas manchas escarlatas teñían el mosaico. Sus pupilas subieron hasta las mangas de la chamarra, la cual se veía ensangrentada… -“¡Shaka!”- Exclamó, alarmado; sin embargo el rubio no dijo nada, se desvaneció, atrapado entre las extremidades de su amigo… -“¡Shaka…! ¡SHAKA…!”- Gritaba Milo. –“¿¡Qué demonios te pasó?!... Amigo… despierta… ¡Ayuda, por favor! ¡Que alguien llame a una ambulancia!”- Algunos vecinos salieron al escuchar los gritos. –“Por favor, llamen a un médico… mi hermano se muere… ¡SHAKAAAA!”

-.v.- End Of Flash Back -.v.-

No quiero que regreses nunca no,
Prefiero la derrota entre mis manos
Si ayer tu nombre tanto pronunció
Hoy mírame rompiéndome los labios

El rubio abrió los ojos. Al parecer se había quedado dormido.

Sus manos aún le cubrían parte de la cara, y estaban húmedas como sus mejillas.

Observó sus vendas, las flores, sus manos y de nuevo el arreglo.

-“¡Madito!”- Injurió reuniendo todas las fuerzas que su odio le otorgaban, incorporándose un momento en la cama, y tirando con sus brazos el florero de cristal; el cual se hizo pedazos en el piso. Shaka, al ver los vidrios, se inclinó para tomar uno y cortar sus vendas…

-“¡Detente!”- Le gritó una voz familiar, abalanzándose sobre él para quitarle el objeto punzo cortante. El rubio se encontró entonces con su tormento, su verdugo.

-“¡Suéltame!”- Comenzó a gritar moviéndose frenéticamente en la cama.

-“¡Shaka, tranquilízate!”- Exclamó el castaño, aún sosteniendo sus brazos.

-“¡AGH!... ¡NO ME TOQUES!”- Vociferaba el ojiazul.

-“Tienes que calmarte… debes escucharme…”- Insistía el castaño, con la voz quebrada. Shaka detuvo sus movimientos para mirarle a los ojos con frialdad.

-“Lárgate Aioria…”- Aunque quería frenar sus lágrimas, cada una brotaba sola de sus ojos.

-“No, por favor, no me pidas…”

-“¡Vete, vete!!”- Para su suerte entró un enfermero, conducido ahí por los gritos que resonaban hasta el pasillo. –“¡Saque a este hombre de aquí, no quiero verlo!”- Le ordenó al muchacho.

-“Señor, por el bien del paciente le sugiero abandonar la sala”- Dijo él con diplomacia. El ojiverde maneó la cabeza.

-“No hasta que me escuche… tiene que perdonarme…”- Le suplicó, soltándolo por fin.

-“¡NUNCA EN MI VIDA TE VOY A PERDONAR! ¿Me oyes? ¡NUNCA!”- Vociferó el rubio, lanzándole su almohada, las mantas y luego los pedazos de vidrio que había en el suelo.

Por tu maldito amor
No puedo terminar con tantas penas
Quisiera reventarme hasta las venas
Por tu maldito amor, por tu maldito amor

El enfermo sacó a Aioria del cuarto, comprobando que el paciente volvía a ‘calmarse’ al no volver a tenerlo de frente.

-“Si usted desea verlo sano de nuevo, lo mejor será que espere a que sus heridas cicatricen. Entonces podrán hablar.”- Le aconsejo, caminando luego por el pasillo en busca de un doctor que revisara a Shaka.

Por tu maldito amor
No logro acomodar mis sentimientos
Y el alma se me sigue consumiendo
Por tu maldito amor, por tu bendito amor

Por su parte, el rubio se quedó quieto. Sus dedos sangraban por los vidrios que había tomando del suelo; pero, curiosamente, ya no tenía, por el momento, intenciones de sangrarse. Ahora tenía deseos de ver el dolor que divisó en los ojos del castaño, en la mirada de alguien más… de quien fuera. Sentía placer con esa emoción…

Y si sobrevivía, se encargaría de provocarlo hasta que esa herida en su quedara totalmente suturada…

FIN…

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