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¿Qué hacen un vampiro y un licántropo en una noche de luna llena? por black cat

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Notas del capitulo: espero que os guste^^
Empecé negándolo, pero ahora es más que evidente.
Por la noche duermo poco y, entre lo poco que duermo, menos alcanzo a soñar. Pero cada vez que sueño, sueño con él. Y son sueños raros.
A veces eróticos y a veces más duros (como ése en el que me golpeaba hasta hacerme desfallecer). Pero, a pesar de todo, me gusta soñar con él y ¿por qué no? Podemos llamarlo masoquismo.
Pero lo que más me jode es que me guste soñar con él. Que sólo con él llegue a tener poluciones nocturnas. Nunca me había pasado, ni siquiera con ninguna chica, por eso me preocupa que esto me guste.
Aunque llave meses sin verlo (meses en los que Bella me ha mantenido bastante ocupado) lo echo de menos. De hecho, creo que solo acepto estar con Bella porque aún huele a vampiro, por haber estado tanto tiempo con él.
Muchas veces doy gracias de que se haya ido, ya que así no me puedo encontrar “accidentalmente” con él (o provocar un encuentro, que es lo mismo) y, por consiguiente, no me puede leer el pensamiento.
Todo esto (esta maldita locura) entré cuando entré en fase por primera vez. Maldita sea, esa noche fue la mejor. Cuando conseguí volver a mi forma, regresar a casa y acostarme (agotado como estaba), caí en un sueño profundo y dormí durante casi todo un día. Soñé que él me lo hacía de mil maneras distintas y me levanté con el mástil puesto en modo “on”. No pude evitarlo y me lo hice pensando en él (nunca había llegado tan rápido al orgasmo). Simplemente genial.
Edward. Maldito vampiro. Pasé de estar colado por Bella a morirme por su “ex”.
Pero ahora hace unos tres días que ella se fue a por él, alegando que quería suicidarse y que estaba en Italia. Me contuve para no ofrecerme voluntario e ir a salvarlo.
Bueno, esperaré pacientemente como un perrito fiel y cuando los Cullen vuelvan esperaré a que Bella o Edward vengan a verme y si no vienen iré yo a Forks a hacer una visita de cortesía.
DOS DÍAS DESPU…S
Estaba yo tranquilamente dormido cuando sonó el teléfono, despertándome.
- ¿Sí? –inquirí, medio dormido.
- Jacob, soy Bella, voy para allá. Llego en 20 minutos.
Y me colgó sin dejarme responder.
En fin, si Edward la dejaba venir es que en el fondo confiaba en mí.
Me puse un pantalón (ya que a mí me gustaba dormir en ropa interior), y salí a esperarla.
No se demoró ni un minuto.
- ¡Hola, Jake! –exclamó ella. Parecía nerviosa, ¿Qué se traería entre manos?
- Bella –saludé entre serio y preocupado-. ¿Cómo te fue durante el viaje?
- Muy bien, conseguí hacer a Edward entrar en razón y estuvimos hablando con los peces gordos. Regresamos ayer, pero no me he podido escapar hasta hace media hora. Edward no confía en los quileutes y está convencido de que los lobos sois peligrosos.
Sin querer, reí.
- ¿Peligrosos? –repetí.
- Sí, por los cambios de humor.
Reí de nuevo. Me pareció muy gracioso.
- Bueno –intenté salir por la tangente-, ¿adónde quieres que vayamos?
Entonces ella apartó la vista de mí y pareció advertir que tenía una mota de polvo en los zapatos, porque los miró con el ceño fruncido.
- La verdad es que esto no es una visita de cortesía –admitió, sonrojándose.
- ¿No?
Bella negó con la cabeza.
- Me da corte pedírtelo, pero… -levantó de nuevo a mirada para hablarme a los ojos_ quiero que vengas a hablar can Edward
Me cogió totalmente por sorpresa y sufrí reacciones diversas: fruncí el ceño; levanté la ceja izquierda; las levanté ambas y luego me eché a reír. Esa sí que había sido buena. ¿Yo? ¿Hablar con un vampiro?
Seguí riendo. Me dolían las costillas. Bella empezó a preocuparse y me cortó el rollo.
- Jake, hablo en serio.
Entonces dejé de reír. ¿No había sido una broma?
- ¿Para qué?
- Quiero que confíe en ti.
- ¿Y eso es necesario para que te permita venir aquí? ¿Qué es, tu padre?
Bella le dio la vuelta a su coche y abrió la puerta del copiloto.
- ¿Vas a entrar? –pidió ella- Si tardamos mucho se pondrá nervioso.
Definitivamente, se había vuelto loca. ¿Un licántropo en busca de vampiros?
A ver, no es que no quisiera ver a Edward. Lo que me aterrorizaba es que se enterase de lo que pienso.
- No –respondí.
Entonces ella se acercó a mí y me cogió por la muñeca. Intentó tirar de mí y no sentí fuerza alguna. Sin embargo, las ganas de ver a Edward me arrastraron hacia el interior del coche. Entré sin rechistar y vi cómo Bella lo arrancaba y empezaba a conducir mortalmente lento y en silencio de regreso a Forks.
Entonces me di cuenta de que mis pensamientos sólo seguían una dirección: Edward.
Me invadió el pánico. Quería que Bella detuviese el coche y me dejase bajar, porque poco a poco íbamos acercándonos a la casa de los Cullen y yo no atinaba a pensar en otra cosa que no fuese Edward.
De seguir así, Edward se enteraría de todo lo que habían cambiado mis sentimientos. Era inminente.
Llegamos a la lujosa mansión y descubrí, horrorizado, que Edward nos esperaba a la puerta de la mansión y, para colmo, estaba riendo.
“Edward, Edward, Edward…” mi mente no paraba. Sospeche que me había descubierto.
Bella aparcó frente a la casa y abrió la puerta para bajar del coche. Estaba preocupada por la risa de su novio, pero yo sabía mejor que nadie el porqué de su risa: yo.
Me quedé bloqueado. No quería bajar del coche. No quería encarar a Edward.
…l no se acercó. Siguió riendo.
De pronto, mirándolo, me acordé de todos esos sueños húmedos en los que él era el protagonista.
Entonces, Edward me miró a la cara por primera vez desde que llegué, y cesó su risa.
- ¿También eso, Jacob? –me preguntó.
“Mierda”. Me dije “Sabía que se iba a enterar. ¿Por qué permití que Bella me arrastrase hasta aquí? ¡Ah, sí!: quería verle”.
- ¿Te has dejado arrastrar? –Edward siguió con su cuestionario.
- Vamos, Jacob, sal del coche –Bella me dio prisa, abriendo la puerta del vehículo.
“Pobre chica” pensé, mientras bajaba del coche. “Tan pequeña e ignorante”
Cerré la puerta del coche, pero no me acerqué a ellos. Bella se había puesto al lado de su novio.
- Hola, Edward –saludé, secamente.
“Edward, Edward, Edward…” Mis pensamientos me hicieron eco y él soltó una risita por lo bajo.
- Hola, Jacob. ¿Qué te trae por aquí?
- Un asunto peliagudo, sin duda: Bella quiere que confíes más en los licántropos.
- ¿Y debería hacerlo?
- Por supuesto. Para Bella eres tan peligroso tú como yo y, si la dejas estar contigo, ¿por qué no dejarla venir a La Push?
“Edward, Edward, Edward…”
- Yo nunca la dañaría –aseguró Edward.
- El deber de los licántropos es proteger a los humanos, no dañarlos.
Edward sonrió de medio lado.
- Es un buen argumento, pero ¿qué hay de la manada?
- Mi manada también la protege. Bella es como de la familia.
Edward se volvió hacia Bella.
- Ve a casa, Bella. Tengo que hablar con Jacob.
- Pero, ¿no lo habéis solucionado ya? –inquirió ella, un poco molesta.
- Sí: te dejaré ir a La Push cuando quieras. Pero tengo otro tema que argumentar con tu amigo.
- ¿De qué se trata?
“¡Oh, mierda!” pensé. “Edward, por favor, no se lo digas, no se lo digas, no se lo digas…”
- Jacob tiene razón: es mejor que no lo sepas.
Ella se volvió hacia mí.
- ¿Jake?
Negué con la cabeza.
- No, Bella. Edward se ha enterado por su molesto don, pero es mejor que, por ahora, no sepas nada sobre mis sent… pensamientos.
Y luego, sin más, Bella se dirigió a su coche.
- Lo llevarás tú a La Push? –parecía un mandato.
Edward asintió.
- Mañana hablamos –amenazó ella, mirándome a los ojos.
Edward esperó a que el coche se perdiera de vista para luego hablar.
- Jacob, debo admitir que es muy divertido. ¿Desde cuando eres gay?
“No soy gay” pensé. “En todo caso bisexual, y creo que eso no te incumbe”.
- ¿Ah, no? Pues yo creo que me da de lleno.
“Yo creo que no”.
- ¿No? ¿Y eso de “Edward, Edward, Edward…”?
“Eso me pasa desde que entré en fase por primera vez, pero no creo que sea nada importante. Seguro que con el tiempo se me pasa”.
Entonces vino a mi cabeza uno de mis sueños: uno de los mejores, en el que Edward me penetraba fuertemente mientras yo, de cuatro patas, apoyaba la cabeza sobre la almohada, ronroneando por el placer.
- ¡Uf! Preferiría que no hicieses eso.
Se había dado cuenta.
- ¿Quieres pasar a mi casa para hablar?
Dudé unos momentos y, no sé por qué, pero asentí.
Después Edward hizo algo que, simplemente, yo no esperaba: me cogió de la mano y me llevó a su casa.
Al entrar, Alice nos miró entre sorprendida e impresionada; Rosalie subió las escaleras en dirección a su habitación; Jasper se mantuvo en un rincón alejado de nosotros; Carlisle y Renée me miraron hospitalariamente; y Emmett…
- ¡Edward!, ¡Has traído un nuevo amigo! –dijo, acercándose a mí para darme un abrazo de oso amoroso- ¿Cómo te llamas?
- ¡Tonto! –acusó Edward-. Es Jacob, ¡Jacob Black! Ya sabes… quileutes, La Push…
Emmett abrió dos ojos como platos.
- ¡No! –exclamó-. ¿El hijo de Billy Black?¿…se pequeño tapón?¡Carai, cómo has crecido!
Esbocé una sonrisa satisfecha al advertir que hasta Emmett (el más alto de la familia) era un poco más bajo que yo.
Entonces sentí la fría mano de Edward cerrarse de nuevo sobre la mía. Dí un respingo.
- ¿Subimos a mi habitación, Jake? –preguntó.
- ¡No! ¡¿Estás loco?!¿Para qué queremos hablar en un espacio tan privado, si vosotros, los chupasangres, tenéis una audición perfecta y tu familia nos va a oír de todos modos?
- ¿Tienes miedo de estar a solas conmigo? –strike: eliminado.
- Me aterroriza la idea –ni siquiera me molesté en pensarlo antes de decirlo.
…l sonrió y susurró en mi oído.
- No voy a hacer nada que no quieras, Jacob –aseguró-. No te voy a obligar a nada.
Se me erizó el vello de todo el cuerpo, pero más pronto de lo que creía posible ya estábamos ambos en su habitación.
Yo sentado en el sofá y él MUY pegado a mí.
- Jacob, por favor, no hables: limítate a pensar –pidió-
“¿Por qué?” pregunté.
- Porque aquí las palabras están de más.
Metió una mano por debajo de mi camiseta y acarició mi candente piel, consiguiendo que se me erizase todo el vello.
Sin poder evitarlo, eché la cabeza hacia atrás y lancé un pequeño jadeo. “¡Qué bien se siente eso!”
- ¿Quieres que demos un paso más? –preguntó.
Volví mi cara hacia él y me quedé mirándole los labios. “Joder, la de mordisquitos que dejaría yo en tus labios, Edward”.
- ¿Y por qué no lo haces? –me preguntó.
Dudé, pero no lo hice. Por el contrario, me sonrojé y me intenté alejar de él.
Edward no lo permitió y, retirando su fría mano de debajo de mi camiseta, se sentó descaradamente sobre mi regazo.
- ¿Prefieres que te bese yo?
“Sí”.
Se acercó lentamente a mi rostro, pero me hizo esperar apoyando su frente contra la mía.
- Pídemelo otra vez.
“¿Por qué?”.
- Porque quiero que estés seguro.
“Es que no estoy seguro”.
Me acarició la mejilla con la nariz y la guió hasta mi oído.
- ¿Qué es lo que te hace dudar? –pidió, en un susurro.
“Bella” pensé. “Ella no merece esto”.
- No hay problema: si tú no lo mantienes en secreto y yo no se lo digo a nadie…
“Mi manada se enterará. Nos podemos leer la mente”.
- Pide a los de tu manada que mantengan el hocico cerrado.
“Edward, Edward, Edward…”
- Jacob, estoy aquí. ¿Podrías dejar de repetir mi nombre?
“No puedo, Edward. Estás en todos los lugares de mi mente”. Casi sin poder evitarlo, rodeé su cuerpo con mis brazos y lo acerqué más a mí.
- Voy a abrasarme entre tus brazos. Me asas.
“Y tú estás frío, Edward”.
- Es la confirmación de que, evidentemente, los polos opuestos se atraen.
“Edward… ¿realmente te atraigo?”
- No me lo había planteado nunca, pero sé que me gustan las cosas raras… poco vistas. Y tú entras en ése saco.
“¿Eso es un halago, o un insulto?”. Mis manos se colaron bajo su camisa negra y empezaron a recorrer casi con avaricia la fría y suave piel de su pecho.
- Para ti un halago, y para mí algo así como la constatación de que soy un morboso.
“Morbo…” repetí. Me gustaba esa palabra. Sonaba… enfermiza y erótica: “morbo”.
Curvé mis dedos para hincar mis uñas en su piel, y Edward se tensó.
“Edward, Edward, Edward…” repetí por enésima vez. Su nombre me sonaba tan bien…
Sin añadir nada más, Edward deslizó su fría nariz de nuevo sobre mi mejilla, pero en dirección contraria, hasta unir efusivamente sus labios contra los míos.
Y me encantó. Podría haberme corrido allí mismo –por mucho menos había tenido poluciones nocturnas- pero me contuve y mantuve mis uñas firmemente clavadas en la piel de Edward. “Oh, Dios…”
Nuestros labios fueron más allá de ese contacto y se abrieron para recibir la lengua contraria, y ambas se frotaron mutuamente. “Esto me encanta, Edward… me siento como en el séptimo cielo”.
Poco a poco Edward se fue separando del beso y dirigió sus labios hacia mi garganta. Fue entonces cuando me entró el pánico. “¡No me muerdas!” grité mentalmente. “La ponzoña es mortal para nosotros, los licántropos”.
Sin decir nada, Edward se separó de mi cuello y se dirigió a mi rostro para lamerme una mejilla y arrastrar la lengua hasta internarla de nuevo en mi boca que era, sin duda, el mejor lugar donde podía estar.
La recibí con gusto, apretando mis labios contra los suyos, pero pronto se separó del beso para deshacerse de mi suéter. Sus manos recorrieron mi pecho hasta detenerse en mis pezones para hacerlos erizar.
Entonces me invadió un deseo tremendo de sentirlo dentro de mí, y mi pene se endureció hasta un límite insospechado.
Edward debió notarlo, de modo que apartó de encima de mí.
- Acuéstate –me ordenó, y yo le obedecí sin cuestionar nada.
Arrodillado junto al sofá, me desabrochó los pantalones y liberó mi hombría de la presión de mis boxers. “¡Qué alivio!” pensé. Pero entonces me invadió cierta vergüenza.
- ¿Eres vergonzoso, Jacob? –susurró en mi oido.
En respuesta, me sonrojé.
- Lo eres. Entonces… ¿te molesta que haga esto?
Rodeó mi miembro con una mano y empezó a frotarlo lentamente, empezando a torturarme poco a poco.
- Mmmh… -no pude evitar gemir. “Qué bien se siente…”
- ¿De veras? ¿Quieres que te dé más?
Asentí, casi sin pensar, y él se colocó de nuevo sobre mí, solo que esta vez fue entre mis piernas. Poco a poco fue besando mi cuerpo: un beso breve en los labios, otro en el mentón, otro en el cuello, varios sobre mi pecho y vientre, y luego llegó a mi entrepierna para besar la punta con gula. “¡Oh, sí!”. Pude tocar el cielo con mis propios dedos, más aún cuando introdujo todo mi miembro en su boca i empezó a chuparme como nunca pude imaginar que lo haría.
Mis gemidos eran cada vez más audibles (claramente, su aquelarre estaba enterado de lo que hacíamos) y mi subconsciente lo animaba a darme más de eso. Mis manos se agarraron fuertemente a su cabello y guiaron su boca un poco más deprisa, mientras mis caderas se movían instintivamente hacia su húmeda cavidad. No tenía por qué preocuparme, puesto que sabía que Edward no se podía ahogar. “Ventajas de cogerse la boca de un muerto” pensé. Y Edward claramente lo leyó, porque abrió los ojos y me dirigió una mirada reprobatoria.
Ya estaba cerca. Podía sentirlo, de modo que cogí más fuertemente su cabeza para mecerme más fuertemente en su interior y por fin conseguí vaciarme copiosamente en su húmeda boca.
…l no dijo nada. Solamente se separó de mí, tragándose todo mi producto para luego subir hasta mi boca y besarme casi con furia.
- No vuelvas a llamarme muerto porque un cadáver no te haría una mamada, como yo acabo de hacer
Sonreí, y no sé por qué. Me acababa de correr y ni cuerpo aún quería más, de modo que me deshice de su camisa para tener más libertad i poder acariciar su pecho desnudo.
Me sorprendí gratamente cuando Edward me levantó el rostro para volver a besarme con hambre. Descubrí, sin querer, que me encantaba sentir sus manos por mi cuerpo, y que mi “querido amigo” volvía a estar duro como una piedra.
Edward me miró a los ojos y sonrió para después quitarme lentamente los pantalones, disfrutando al contemplar mi cuerpo desnudo.
“Pervertido” pensé. “Déjame a mí ver tu cuerpo”
El vampiro se puso de pie para quitarse cómodamente los zapatos y los pantalones y luego me miró como si fuera a comerme antes de deslizar su mano derecha dentro de sus boxers rojos y empezar a sobar su hombría, estimulándose mientras me miraba.
Gracias a Dios, decidió quitarse pronto esa prenda y permitirme ver cómo deslizaba su mortecina mano sobre su asombrosamente grande miembro. Este último detalle se tuvo que remarcar en mi mente, porque Edward esbozó una sonrisa satisfecha a la vez que lanzaba un levísimo gemido.
- ¿Quieres probarlo? – preguntó, con arrogancia.
“Oh, Dios… ¡sí!” pensé.
Edward se acercó a mí para situarse entre mis piernas y cogió de nuevo mi hombría, empezando a masajearla de nuevo, lentamente.
- Ah… -no pude evitar gemir. “por favor, prepárame antes de penetrarme” rogué, viendo cómo Edward acercaba peligrosamente su miembro a mi trasero.
Edward posó sus labios sobre mi garganta durante un breve –y aterrador- momento y luego me susurró en el oído.
- No pienso hacerlo.
Y sentí cómo se introducía poco a poco en mí, desgarrando mi interior en el proceso.
- Ahhh… -no pude evitar gemir. Se sentía tan bien… Era mucho mejor que todos mis sueños juntos. “¡Maldita sea!” me recriminé. – “¡Me gusta!”
- Dílo en voz alta, perrito: Te gusta, ¿verdad?
- Sí… -afirmé. Mi mente acataba sus órdenes sin ni siquiera procesarlas antes-. Me gusta mucho…
- Qué bien me siento aquí dentro… -me susurró en el oído, a la vez que me daba una fuerte embestida-. Eres muy estrecho, perrito. No estoy seguro de poder contener todas mis fuerzas.
“No necesito que te contengas…” pensé. “Soy un licántropo, ¿recuerdas? Mi cuerpo está hecho para soportar los golpes que me pueda dar un vampiro. No me romperé a no ser que utilices tus dientes para desgarrar mi piel.”
Me embistió de nuevo y yo gemí por el dolor/placer que eso me dio. Deseé que desgarrase por completo mi interior, follándome a lo loco como solía hacer en muchos de mis sueños.
Al cabo de unas cuantas penetraciones más ya ni siquiera me dolía. Sentía cómo su miembro se deslizaba por completo en mi interior cuan largo era, haciéndome gemir cada vez que llegaba al final.
Sin clemencia alguna (tal y como me gusta), Edward aumentaba la velocidad como y cuando su cuerpo vampírico se lo pedía, sin importar la fuerza que pudiera tener un mero empujón de sus caderas.
Me parecía que me iba a partir en dos, pero eso me hacía morirme de placer. El desafortunado sofá sobre el que estábamos fornicando parecía ir a desmoronarse de un momento a otro y nos lo recordaba de vez en cuando con un chirrido.
La velocidad que mantenía Edward había alcanzado un ritmo verdaderamente increíble, pero, claro, él era un vampiro y no se podía esperar menos de él.
Sentía a la perfección cómo mi cuerpo empezaba a contraerse, apretando a Edward de un modo delicioso tanto para él como para mí.
“¡Oh… sí! ¡Ahí viene el final!” pensé.
- Te vas a morir del gusto, perrito –afirmó Edward, cogiendo mi pene con la diestra para empezar a masturbarme a la misma velocidad de sus embestidas.
Sentimos nuestros cuerpos llegar al límite. Mi respiración era pesada, muy pesada, pero en el último momento, antes de correrme, conseguí llenar por completo mis pulmones de aire, esfuerzo que fue en vano, ya que los vacié en un aullido que se oyó hasta en La Push cuando llegué al orgasmo.
El mayor y más poderoso orgasmo de mi vida.
Cuando me desperté ya era de noche.
“¡Me he quedado dormido!”
- No señor. El término correcto es “desmayo”.
“¿Me he desmayado?”
Me quedé un momento en silencio y noté que estaba aún desnudo y acostado sobre el sofá, pero Edward me había puesto una manta por encima. Intenté moverme y me invadió un dolor punzante en cierto sitio.
“¡Au, mi trasero!”
- Es normal que te duela después de haber sangrado.
“Es normal que haya sangrado después de las embestidas que dabas”.
- Pero ha estado bien, ¿no? –preguntó, acercándose para sentarse junto a mí.
“Ha sido genial” pensé. “El mayor orgasmo de mi vida” eso último no quería pensarlo.
- Vaya, te tenía por virgen.
“No del todo. He estado con muchas chicas. Los lobos también tenemos sex appeal, aunque la gente nos tenga por chicos peludos, pero eso no es verdad”.
- No paras de sorprenderme.
“Tampoco es para tanto”
Se hizo un breve silencio que él mismo rompió.
- ¿Y qué vamos a hacer ahora?
“No lo sé… Esperaba que eso me lo dijeras tú…”
- No sé qué hacer… todo esto es muy confuso: Bella se intenta suicidar, pero resulta que no se ha suicidado, porque resulta que solo practicaba un deporte de riesgo que, por cierto, casi le cuesta la vida; viene a por mí justo cuando iba dispuesto a suicidarme; llego aquí y resulta que tú eres gay.
- ¡No soy gay! –repliqué en voz alta.
- Y luego está lo que acaba de pasar entre nosotros… No sé si horrorizarme o aplaudirme.
Me miró fijamente a los ojos. Parecía querer averiguar lo que yo pensaba… pero ni siquiera yo mismo sabía qué pensar…
Me sostuvo la mirada un buen rato antes de acercar con cautela su rostro al mío y besarme suavemente en los labios.
- Deberíamos terminar con esto.
“¿Por qué?” pensé.
- Porque no nos va a llevar a ningún sitio. Como mucho, podríamos herir gravemente los sentimientos de Bella.
“Bella…” reflexioné. “Te preocupas mucho por ella, ¿verdad?”
- Me siento intrigado por lo que ella pueda hacer… No sé cómo explicarlo. Sé que el hecho de que no pueda oír sus pensamientos significa algo. No es una humana normal y corriente. No sé si me entiendes.
“Toda la manada piensa lo mismo que tú” dije. “Espero que seas feliz con ella”.
Hice el ademán de levantarme, pero Edward me paró en seco, poniendo una mano sobre mi pecho.
- Espera un momento, Jacob –sonrió de medio lado y supe que se le había ocurrido algo-. Que yo quiera seguir siendo la pareja de Bella no significa que tengamos que dejar de vernos, ¿no?
Fruncí el entrecejo y esperé que me aclarase su brillante idea.
- Quiero decir que podemos hacer de vez en cuando “escapadas” y encontrarnos a escondidas.
“Sí, y qué más…” pensé, en tono vacilón. Ahora fue él quien arrugó el entrecejo, intentando comprenderme. “Realmente, ya se ha hecho realidad mi fantasía erótica y no tengo por qué dejarte que te acerques más a mí.”
- ¿Qué quieres decir?
“Lo veo en tus ojos, Edward. Si tu y yo volviésemos a estar juntos, seguro que te empeñarías en ser el activo siempre, y a mí no sólo me gusta recibir… para dejártelo claro, Edward, aquí termina todo lo nuestro. Espero que si nos volvemos a encontrar sea como amigos de Bella y no como amantes”.
- Mientes. Deseas estar conmigo.
“Si así fuera lo leerías en mi mente, y no es así. Admite que has perdido.”
- Pienso volver a hacerlo contigo tantas veces como nos encontremos, y no me importa si para ello te tengo que violar.
Me incorporé de un salto.
- Eso ni lo sueñes –le advertí en voz alta.
Se dedicó a mirarme mientras me dirigía a la ventana y la abría y luego me dijo sus últimas palabras antes de que yo saltase por la ventana, entrando en fase.
- Nos volveremos a ver, Jacob, y entonces todo esto quedará zanjado.
“Espero que no” pensé, cayendo de cuatro patas en el suelo. “Acabo de ponerle fin a mi obsesión”.
Aullé todo lo que mis pulmones dieron de sí, en el cielo pude contemplar una bonita luna llena, de modo que empecé a correr hacia ella, dando rienda suelta a mis instintos. Empecé a correr hacia La Push.
Notas finales: dejadme algún review con vuestra opinión... ya sé que no es de lo mejor, pero almenos intentadlo...
XD

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