日光 (rì guāng)
Se dio la vuelta de golpe logrando ocultarse tras una pared mientras las lagrimas salían de sus ojos, había visto a Japón, a su Japón sonreírle de una forma tierna y llena de amor a Inglaterra que se las devolvía de igual forma. Su pequeño hermanito, que jamás había usado una de esas sonrisas hacia él.
Su mente vagó hasta la noche de su primer encuentro donde el pequeño aun se sentía algo tímido con él, pensó que se le pasaría, que se convertiría en un niño alegre que llegaría a ser una gran nación, en eso no se equivoco… Japón creció deprisa, para ese entonces el ya tenía otro hermanito, una pequeña nación que había nacido al este de su casa y él lo había recogido, el aun pequeño Japón no había hecho ningún comentario, tampoco había cambiado su aptitud, al principio pensó que se sentía celoso pero con la llegada de mas miembros a su casa eso cada vez le parecía menos probable.
Pero el fue demasiado tonto… no vio lo que pasaba hasta que ya era demasiado tarde, cuando el filo de la espada del occidental corto su espalda noto como parte de su alma se desprendía del resto y como se iba con el japonés a pesar de intentar retenerlo, “Es necesario” habían sido las frías palabras del moreno a la pregunta desesperada “¿Por qué?” cargada de desesperación que el chino había formulado. Cuando le dio la espalda y se alejo de él se sintió morir, el niño por el que había velado tantos años… le dolió en el alma que aquello no hubiera significado más que una oportunidad de crecer para él.
No recordaba cuanto tiempo había permanecido bajo la lluvia mezclando sus lagrimas con las que el cielo arrojaba sobre él, sabía que el resto de sus hermanitos estarían preocupados, ¿que iba a decirles?, ¿Cómo explicarles que su querido Japón les había abandonado para vivir por su cuenta? Ni siquiera él podía aceptarlo.
Levanto la cabeza al notar como la lluvia dejaba de caer sobre él, y una manta era puesta sobre sus hombros cubriendo su herida, una herida que quedaría grabada en su cuerpo el resto de su vida recordándole aquella noche. Corea consiguió llevárselo de allí y acallo las preguntas de sus hermanos que preguntaban curiosos y preocupados, solo el pequeño Hong Kong, quien más tarde se había colado en la habitación de su hermano mayor, consiguió entender lo que pasaba prometiéndole no le dejaría como su otro hermano había hecho y se durmió entre sus brazos con esa promesa que no pensaba romper.
A pesar de pasar el tiempo el resto de Asia notaba la tristeza latente en el chino, a pesar de que este hacia lo posible para disimularla, por desgracia para él la marcha de Japón no era la única que habría de sufrir, según iban creciendo el resto de sus hermanos también deseaba marcharse a sus propias casas y territorios, cada vez que esto sucedía el chino se sentía mas y mas miserable, debido a su promesa Hong Kong no lo había dejado del todo, permanecía con el pero al mismo tiempo alejado, igual que Taiwán .
Pero en medio de todo este mar de sufrimiento y dolor un pequeño rayo de sol proveniente del norte le dio de lleno haciéndole volver a sonreír.
-No es un gran sitio para quedarse sentado a llorar ¿no te parece?
El moreno levanto la cabeza encontrándose de frente con la sonrisa del ruso que lo miraba con los ojos entrecerrados, de igual forma que hacía tiempo había logrado sacarlo de su pozo de tristeza, ahora volvía a ayudarlo a salir de su amargura. Rusia le tendió una mano para ayudarle a levantarse, cuando China la acepto noto un tirón de su brazo yendo a parar con la cara al pecho del rubio mientras era rodeado por sus brazos.
-Deja de meter ideas raras en esa cabecita tuya, pronto volverás a estar con Japón, después de todo al final todos seréis parte de Rusia
China sonrió aun con el rostro pegado al pecho del ruso, sabía que eso no sería posible, que en el remoto caso de que Rusia consiguiera sus fines su relación con su pequeño Japón no volvería a ser la misma.
Aunque estaba claro que no podía odiar a aquellos que el mismo había criado y que tantas veces le habían hecho sonreír, aun guardaba la esperanza de que ellos sintieran un poco de amor por él, el justo para recordarles que en otro tiempo fueron hermanos, el esperaría hasta que eso pasara y hasta entonces su rayo de Sol siempre estaría a su lado.
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