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La ventana de mármol por Lalamy

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Notas del fanfic:

Bueno , quizás hay alguien quien notó que el titulo es parecido a algo que mencione en otro fic, bueno, si tiene mucha relación.

Solo espero que lo disfruten. Puede que sólo conste de dos capitulos, como se daran cuenta, no es algo que se deba extender demasiado jeje....

Quiero ser escritor, pero nunca podré lograrlo, puesto que sólo me sé una palabra…



Alonso.


No puedo escribir un libro diciendo sólo esto.









Los vidrios empañados de un invierno lejano, curiosamente me impulsaron a salir aquella mañana de antaño. Había cesado de llover, una torrencial pasada que pareció de un año entero finalizando anoche, de madrugada para ser exacto… debía aprovecharlo… no sabría si volvería, ya saben “Quien se va sin ser echado, vuelve sin ser llamado”… así que vagabundee por un rumbo desconocido, crucé la calle… y caminé por la orilla de una ciclo vía, el cielo estaba hermoso, y el pasto brillaba garboso.

En una tienda, en la que un viejo topo atendía, compré el primer café de la temporada, no soy muy fanático de este elixir energizante, pero que bah, uno no me haría cambiar de postura… así que arrojé las monedas al mesón, tomé mi compra y me dirigí a una banca, sentándome, esta se encontraba, nuevamente al cruzar la calle…



Realmente quería escribir un libro.


¿Pero de qué trataría? ¿Qué es lo que llamaría la atención? Claro… siempre pensando en los lectores, jamás pienso en lo que deseaba yo… ¿Qué es lo que me gusta? Las historias desgraciadas.

No sé por qué… pero me gustan las que terminan mal.

Miré el café, el vapor empañaba mis anteojos, y desvié mi mirada hacia el cielo…

¿Será bueno escribir una historia desgraciada?

No es algo en lo que debería pensar tanto… es sólo una historia… sólo pensar en un escenario y un personaje, y veré si me sirve o no…

¿Cómo debía ser el personaje?

Supongo que un tipo normal, callado, con anteojos y un vaso de café caliente en sus manos…

¿Cuál sería el escenario?


Sentado en una banca, luego de un mes lluvioso…


¿Cuál sería la trama?


Que quiere escribir un libro.


Es un buen progreso, realista, sencillo, perfecto. Pero necesitamos un conflicto, el conflicto no puede tratarse sólo del libro, habría que buscarle un sentido a esto…

Y atisbé hacia un punto al azar.


Había un muchacho recogiendo algo, del otro lado de la callecita donde pasaban las bicicletas, no representaba más de 16 años, tenia el cabello desordenado, y con tanta ropa encima que parecía una esfera achatada, o algo por el estilo. No era la gran cosa, volví a desviar la mirada hacia el cielo.


Y sentí que alguien vomitaba.


Miré al muchacho.

Estaba aún hincado, pero se había corrido a un árbol…


Procuré no haberlo visto, ya saben, si no se trata de mí no me compete, la culpa es de él por estarse embriagando sin conocer sus límites, así que miré mi café, en tanto seguía oyendo como el pobre botaba todo lo que tenía adentro.

Se me revolvió el estómago.


Y pensé: “Pero que buen comienzo. El escritor estaba sin inspiración, llega un tipo y vomita en un árbol, va hacia él y le ofrece ayuda, el pequeño la acepta y…”

No se me ocurre que podría pasar entre… él y el enfermo…

Digo… son hombres y, mi inclinación sexual no debería influenciar mis historias, no creo que a muchos les guste leer la historia de homosexuales…

Aunque quizás en su acercamiento pudiese surgir otra cosa…. ¿Pero qué?


Mi mente estaba en blanco.


Y el joven seguía hincado, no obstante, había dejado de vomitar, lo que no implicaba que no lo volvería a hacer.


“Quizás… si lo voy a ver… pueda sacar alguna idea”


Y fui a su encuentro.


Me paré a su lado, había un olor desagradable, así que procuré no inhalar tan hondo para que no se me contagiaran las náuseas. El pequeño apoyaba su mano derecha en el tronco, y el brazo izquierdo en su pierna del mismo lado, cuando notó mi presencia me miró de reojo…

- ¿Qué?- dijo malhumorado.
- ¿Necesitas ayuda?- pegunté amablemente.
- ¿Me quieres ayudar a vomitar?

Si, puede que mi llegada fuese inoportuna. Pero lo historia no podía acabar así…

- Perdón, creo que fue una pregunta estúpida- y miré hacia mi costado izquierdo, en donde vi que el pequeño en un principio recogía algo, percatándome que eran alimentos.

Fui a recogerlos, al parecer había comprado cosas para hacer el desayuno.


- ¡No es necesario!- me gritó sin moverse.
- Déjame.

Y luego de mi buena acción del día le acerqué sus pertenencias, lo miré sonriente y me marché, ya que no parecía tener la menor intención de agradecerme.


Y tomó sus cosas, desapareciendo entre el rocío matinal. Un gran bulto alejándose de mi vida… ¿Qué debo escribir al respecto?


¿Qué aceptó mi ayuda, y lo llevé hasta su casa?


Je… eso sólo pasa en las novelas rosas.


Nada de ello sucedería en mi vida…






Mi vida era muy pacífica, vivía con mi madre en un apartamento al borde de la calle. No teníamos mucho que ofrecernos, éramos un par de personas muy sencillas, ella de cincuenta años, se ganaba su dinero haciendo vestidos, fundas, o disfraces. Yo, estudiaba Literatura, y tenía un trabajo de medio tiempo ayudando a Don Gervasio atender el almacén de útiles escolares entre otras cosas. A Don Gervasio le conocía desde que yo era un infante, por lo que me confiaba mucho su almacén, en especial cuando este ya no estaba con la misma vitalidad que en sus años mozos. Aunque debía admitir que entre las ganancias de mi madre, y las mías con suerte teníamos para comer y pagar las cuentas, y sino era porque mi tío me pagaba la universidad ni siquiera estaría estudiando. Mi familia siempre me criticaba diciendo que me buscara un trabajo de verdad, que hasta cuando seguía aprovechándome de la flexibilidad de mi madre que siempre avalaba lo que yo hacía, pero Don Gervasio estaba tan viejo, solo y pobre que no podía abandonarlo, y mi madre lo entendía a la perfección, es más, ella me alentaba a continuar ayudándolo.


Una tarde en la que no tenía clases, fui a abrir el almacén en aquel barrio que estaba en frente de la villa en la que yo me encontraba. Reconozco que el negocio era lento, y demasiado tranquilo para quien necesita inspiración para elaborar una buena historia, pero no tenía de qué quejarme, mi patrón era muy gentil conmigo, y tenía todo el tiempo del mundo para estudiar y escribir, ya que muy poca era la gente que se pasaba.

Sin embargo, aquella tarde fue especial, pues apareció aquel joven a quien había intentado ayudar, después de que la lluvia se detuvo.

Yo estaba apoyado con una muy mala postura del otro lado del mesón, él se me acercó con paso lento y me preguntó si tenía cartulina negra.

- Si, creo que aún me queda una- dije nervioso al percatarme que era él, no me había dado cuenta de lo hermoso que era, sus ojos eran hipnotizantes, de un color grisáceo haciéndolos resaltar con sus pestañas oscuras que daban la impresión de que se hubiese delineado los ojos con negro, y más aún con su rostro blancuzco y delicado.

Al levantarme busqué entre miles de pliegos de cartulina, la del color pedido, mientras el joven observaba los miles de frascos que contenían variados tipos de dulces. Ya cuando encontré lo que buscaba se la entregué, sin dejar de admirar aquella belleza natural que tenía.

- ¿Cuánto cuestan los chicles?- me dijo sin pasarme aún el dinero.
- Sesenta pesos cada uno, dos por cien.
- Ya… ¿Dame dos?


Su voz era jovial, pero no chillona como la de un crío, era tan clara, y suave, que no podría imaginármela molesta, de un encanto único, y una esencia sublime.

Aparentemente era un hombre perfecto, claro que bajo mis cánones de perfección.


Luego de pasarle los dos chicles, el se dio media vuelta y se marchó dejándome otra vez con las ganas de querer entrarlo a mi mundo…

Realmente quería integrarlo.


Y fue cuando decidí colocarle un nombre, no encontraba que fuese una idea desfachatada, me incomodaba estar llamándolo constantemente “EL”, sería MI personaje, así que como personaje de mi historia tenía todo el derecho de colocarle un nombre a mi gusto, un nombre que sería… Alonso, si, “Alonso” era masculino, pero que daba cabida a un muchacho delicado y profundo. El nombre de un sujeto que le gustaba dar de ladridos al mundo, pero que cuando uno lo sabía tomar, lo mancipabas y de allí no te abandonaría jamás. Ya me lo veía a mi lado, sonriente y siempre con una palabrota que te haga bajar del cielo al infierno, pero que sabes bien que detrás de aquella amalgama de lúgubres comentarios, su alma era pura, sus pensamientos transparentes y sencillos, el perfecto muso para un tipo como yo.

Y tomé mi cuaderno que se encontraba debajo del diario que leía, y con un lápiz carcomido por mis dientes aburridos, comencé a impregnar mis ideas con el azulino de la tinta.

**Alonso me miró a los ojos, y logró recordar mis facciones, las facciones del sujeto que intentó ayudarle aquella mañana en la que se encontraba descompuesto. Mostró nerviosismo al recibir el pliego de cartulina, pero no me dijo nada, fue como haber hecho conexión el uno con el otro, como haber hallado en nuestras miradas una complicidad que sólo un par de amantes podrían disfrutar…

Jamás creí que entre dos desconocidos podría darse esta clase de situación, y eso me excitaba mucho**.





Realmente el me excitaba.



Y con el pasar de los días no pude quitármelo de la cabeza, no se como, ni cuando comenzó a ser parte tan importante de mi vida. Una sonrisa suya para mí lo era todo, y su voz cristalina me apartaba con sensualidad a un mundo en el que él y yo estábamos juntos, siendo parte fundamental de una historia perfecta.



Un amor que nació de lo fortuito.



Y el me venía a ver todos lo días, teniendo largas charlas acerca de lo que hacía en la escuela, realmente decía cosas bastante retorcida y carentes de sentido, y las situaciones que perfectamente para mí podrían ser eso “sólo situaciones” él las transformaba en toda una historia con un final tan inesperable y absurdo que me hacía olvidar cualquier problema o estrés de mis días universitarios. Sin duda la alegría de mi existencia.


- ¿Por qué sonríes tanto?- me preguntó una vez Don Gervasio entrando por la puerta trasera.
- No, de nada, un chiste que recordé- le respondí aún sonriente.




“Si supiera”



No obstante, en un mal día Alonso me demostró que él era la única persona que tenía a mi lado, él día en que murió mi madre a causa de un accidente automovilístico…

Había sido atropellada por un anónimo que se dio a la fuga dejando a mi mamita tirada a mitad de la calle, con la vida aún en el borde de su boca, y que murió sólo a unas horas de ser llevada hasta el hospital.


Fue un golpe desgraciado.



Estaba emputecido, y no sabía a quien echarle la culpa, y sacarme el odio que tenía dentro, todos mis familiares me miraban como a una víctima, más no le creía a ninguno su maldita compasión; todos me ofrecían ayuda, y yo la despreciaba porque siempre le cargaron de malos ratos a mi pobre madre sin ningún respeto hacia su persona, así que cortésmente les agradecí su atención, pero la rechacé, no necesitaba de sus limosnas.


Fue como quedar solo en el mundo.



La primera noche en que no oí a mi madre desearme dulces sueños me tumbé en el suelo de mi habitación, apagué todas las luces y me rodee de botellas llenas de vodka. La única aliada parental que tenía, me fue arrebatada por un imbécil que no se atrevió a dar la cara y que esperaba que se muriera, y que se pudriera en el azufre del infierno.

Luego medité, y llegué a la conclusión que desearle la muerte no traía paz a mi alma, así que desee que sufriera mucho en esta puta vida, que se hiciera mierda en la tragedia, y que todo confabulara contra él para que fuese el ser más miserable del mundo.


Eso sí que me daba consuelo…

… pero no felicidad…


Necesitaba un consuelo de verdad.




- Pero es imposible que yo acuda a tu encuentro ¿lo sabías?
- Yo estuve allí cuando te encontrabas mal, ahora debes devolverme la mano.
- Está bien- se sentó a mi lado- ¿Qué quieres que te diga?
- Nada. Sólo quédate a mi lado, y hazme sentir que aún no estoy solo.
- Pero lo estás.
- Hazme sentir que no…


Alonso me quedó mirando, y con esa sonrisa complaciente robó mi vida, y la reemplazó por otra, se acurrucó entre mis brazos y apoyó sus manos sobre mi pecho, pudiendo oler mas de cerca aquel aroma que se impregnaba tanto en mi mente, como en mi corazón, tanto en el biológico, como el del alma...

- Doy lástima…- susurré en tanto ahogaba mi pena, y mi frustración vaso tras vaso de licor.
- No…- se separó de mí, y volvió a unirse a mi cuerpo colgándose ahora de mi cuello- tienes que ser fuerte… debes serlo, estaré siempre contigo para apoyarte, y eso lo sabes más que yo… - y con sus tibios dedos comenzó a delinear mi boca, en tanto yo lo miraba fijamente, era un delirio su presencia, era aberrante la manera en que me hacía latir el corazón con sólo un roce, y claramente él sentía lo mismo, pues sus mejillas estaban cálidas al igual que todo nuestro cuerpo.

Y ante aquel silencio, él comenzó a susurrar una canción… la primera canción que me aprendí en mi niñez, y que cantaba en las clases de música sin entender de qué trataba…



“En un carro de olvido,
antes de aclarar,
de una estación del tiempo,
decidido a rodar.
Run-Run se fue pa´l Norte,
no sé cuándo vendrá..”


El le había dado un significado especial a aquella tonada.



Y cerrando mis ojos saboree los labios de mi chico, quien me quitó el vaso de la mano, y se sentó sobre el bulto de mi pantalón, haciéndome olvidar todo, desde la realidad, hasta los sueños…

…desde la realidad de estar sólo… hasta el sueño que es él…


Y su olor giró en mi cabeza, y su lengua se apoderó de mi garganta, mis manos los despojaron de sus ropajes, y se derritieron con el calor de su piel que ante la oscuridad reinante seguía brillando tersa, blanca, sedosa, hermosa…

Y nos arrojamos a la alfombra, y besé cada centímetro de su cuerpo, abarcándolo todo y aún así sintiendo que se me era infinito, sus parpados estaban completamente caídos, seguramente para sólo atenerse a sentir, sentir, y sentirme en todos lados, en todas partes, tanto fuera como adentro, tanto lúcido como durmiente, tanto cuerdo como loco…



El y yo, solos, al ritmo de una canción de mi infancia que calló para mis oídos, pero que permaneció en mi mente, para toda la vida.


A pesar de todo…

Yo lo amo.


















Notas finales: Gracias por detenerse en esta humilde historia

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