Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Jugando con fuego por Aquarius No Kari

[Reviews - 41]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Capítulo 2

 

“Ebrio de amor”

.

.

.

 

Entre el forcejeo de Camus por su libertad, y los intentos irascibles de Milo por dominarlo, la situación había evolucionado hasta convertirse en una lucha personal y apasionada. 

 

Cuando por fin se apartaron, frialdad era lo que demostraba el Acuariano en su mirar, y fastidio el griego. Y antes de que el galo reclamara la acción del otro, una tercera voz lo distrajo:

 

—¿Qué están…? Quiero decir…

 

El onceavo custodio dirigió su atención hacia el sitio por donde provenía la voz de quien reconocía como Aioria; aunque en vez de ser la mirada verdosa de Leo, fue la esmeralda de Saga quien le recriminó por aquel beso. 

 

Inmediatamente Camus comprendió: Milo había escuchado la voz de Kanon, quien le preguntaba a su hermano por ‘algo’, entonces decidió dar un paso rápido, sin avisarle, y besarlo como parte de algo normal en una pareja. 

 

Vaya que el escorpión era inteligente, porque a juzgar por la mirada de ambos gemelos, no les había caído muy bien la noticia del romance entre ellos dos. 

 

El guardián de Leo quien intentaba, de los tres, entender lo que estaba ocurriendo, parecía un poco incómodo por la situación, y confundido, muy confundido. 

 

—¡Feliz cumpleaños, Aioria!— Exclamó Milo, sin explicar la situación o corresponder la mirada de Saga o de Kanon con la suya.

 

Con Saga nunca fueron amigos, y por eso tampoco había tenido relación con Camus. Con Kanon, por otra parte, no se habían visto desde hace algunos días. 

 

Y ahora Kanon entendía por qué Milo actuaba esquivo últimamente….

 

—Gracias…— Contestó el castaño aún perturbado por la escena de antes.

 

—¿No vas a decirle nada, Camie?— el escorpión se dirigió hacia el aguador, mientras señalaba a Aioria con la cabeza. 

 

“Camie” empleó todo su autocontrol para no reaccionar negativamente a él, ya sea con una mirada que lo asesinara ahí mismo, o con un “muérete” directo. 

 

—Feliz cumpleaños, Aioria…— Saludó—… Y gracias por invitarnos—. Añadió con propiedad.

 

—¡No te preocupes, Camie!— exclamó alegremente Milo—. Él no puede vivir sin su mejor amigo… ¿Y qué es su mejor amigo sin su pareja?— Saga y Kanon se sorprendieron, pero Aioria frunció ligeramente el entrecejo, como si alguien acabase de pedirle explicar la hipótesis de Riemann (1). 

 

—¿Pareja?— preguntó confundido— ¿Ustedes son pareja? 

 

—¡Hey! ¿Insinúas que yo voy por ahí manoseando a cualquiera…?— Milo fingió estar ofendido, por lo que el león sonrió nerviosamente. 

 

—Perdóname, es que…

 

—No te preocupes—. Intervino Camus, tratando de ser amable porque notaba que Aioria estaba un poco afectado por la situación, y el plan no lo incluía a él (aunque era extraño ver a un gato y a un escorpión ser amigos, cuando, solían ser enemigos naturales)—. Nosotros queríamos darlo a conocer esta noche…

 

—¿Debería tomarlo como un regalo de cumpleaños?— preguntó el castaño sin saber cómo lidiar con la noticia. 

 

—¿Por qué no?— Contestó Milo riéndose, y Aioria con él un poco después, incluso pareció cambiar ligeramente su estado de ánimo anterior. 

 

—¡Oye! ¡Jamás te perdonaré que no me lo contaras!— Reclamó indignado, caminando hacia Camus y Milo para regañar al segundo—. ¡Se supone que yo soy tu mejor amigo!— Terminó su camino de frente al escorpión, acusándolo con el dedo índice, que golpeaba su torso cubierto por una camisa rojo escarlata. 

 

—¡Ya lo oíste! ¡Era algo que queríamos revelar hasta esta noche!— se excusó el griego abrazando al acuariano por detrás. Camus percibió un temblor involuntario en sí mismo, que no pasó desapercibido ante el tacto de Milo. Para rematar la situación, o quizá, tentar a su suerte, se inclinó suavemente por arriba de su hombro y le depositó un beso en la mejilla. El galo sintió que la piel se le erizaba, por lo que incapaz de retener sus reacciones concentró sus pensamientos en el último libro que había leído la noche anterior: 

 

«Con todos los signos de la inteligencia y la bondad, podía adivinarse en su mirada que sentía por su amigo un afecto sincero y cálido.» 

 

—De cualquier forma yo tenía derecho a saber los pormenores—. Prosiguió Leo su queja—. Si tú te le ibas a declarar, yo debí aconsejarte cómo hacerlo, y si él se te declaró primero, yo debí decirte cómo matarlo de incertidumbre… No es nada personal, Camus, es solo para aumentar el suspenso…— Agregó nervioso ante la mirada indescifrable del galo. 

 

—Gracias, gato, pero no hubiera sido correcto presumir a mi novio como si se tratase de un trofeo…— A Kanon le sorprendieron las palabras de Milo, pero no dijo nada, porque en realidad nadie en el Santuario (salvo Saga) sabía que ellos eran amantes; sin embargo, a él le gustaba presumir con los demás sobre las posiciones y otras cosas sexuales que realizaban sin decir realmente el nombre de con quién las hacía. Su mirada se volvió más penetrante que antes, escrutando sin clemencia al francés como para hallarle algún defecto; aunque con tal belleza y atuendo, era imposible.  

 

Por otro lado, al igual que su hermano, Saga continuaba callado, sintiendo una honda tristeza que lo devoraba como piraña. Sus ojos estaban puestos en Milo, sin saber exactamente cómo describir las emociones que crecían por él, dentro de su pecho. Estaba enfadado, por supuesto, pero también admitía que nunca tuvo una relación romántica con Camus, aunque el galo intentó que sí lo estuvieran en algún momento; sin embargo, él no aceptó.

 

Pero, ¿cómo logró llegar a eso con Milo? ¿Cómo dejaron sus diferencias a un lado para estar finalmente juntos…?

 

Tal vez no coincidir en algo les dio la razón precisa para enamorarse. Después de todo, para él, las personas que más se pelean es porque en el fondo tienen sentimientos de afecto, y Camus nunca se llevó bien con el escorpión. Quizá en una discusión descubrió que le gustaba más el trabajo que hacían sus labios al acariciar los del otro, que al dejar fluir tanta incoherencia…

 

Así que perderlo no era culpa de Milo…

 

Y, sin embargo, le dolía como una quemadura que se propaga por la piel.

 

—¿Nos vamos?— Preguntó el gemelo mayor en voz alta. Aioria lo miró y asintió después. 

 

—¡Sí! Perdón por las molestias—. Se dirigió posteriormente hacia Milo—. Nosotros tenemos que ir por algunas cosas al templo de Géminis, así que nos veremos en la fiesta.

 

Ambos dorados asintieron, después comenzaron a caminar al lado opuesto por donde los otros se dirigían; y al cruzarse, Kanon tomó rápidamente el brazo de Milo, susurrando: 

 

—Nos vemos esta noche…— Enseguida le dio libertad y continuó caminando. Camus, quien no había mostrado reacción, hasta que no dieron la vuelta por el pasillo, suspiró con alivio. 

 

—¡Lo hicimos!— Exclamó Milo en voz baja, emocionado. Camus detuvo su paso, fulminando al griego con un destello de sus ojos.

 

—¿“Camie“? ¿Me llamaste “Camie”?— Reclamó enfadado. Milo se rio. 

 

—¿Qué prefieres…?, ¿cariño, bebé, pedazo de…?

 

—¡Nada de eso!— Exclamó con fastidio. Milo se alzó de hombros. 

 

—Qué poco romántico…

 

—Solo dime Camus.

 

—Pero eres mi novio, Camie. Y me gustaría…

 

—¡No voy a decirte Milito, ni cualquier cosa que se te ocurra! Eso rompe mis límites…— Verlo tan enojado, fue terriblemente tentador para el escorpión, quien no creía que su estoicismo fuese roto con tal facilidad por unas simples palabras. Y aunque podría continuar torturando al aguador, decidió dejarlo para después. 

 

—Deberías estar feliz por el resultado, y no quejarte tanto del procedimiento—. Apuntó Milo cruzando sus brazos sobre el pecho.

 

—¿De qué estás hablando?— inquirió con extrañeza. El escorpión lo miró directamente, tomándolo por los brazos. 

 

—¿Acaso no te diste cuenta?— El galo conservó su expresión desorientada— ¡Cumplimos nuestro objetivo! ¡Saga y Kanon estaban celosos!— Quizá fue la sacudida que el griego le dio, pero de pronto, concordó por segunda vez en su vida con el escorpión. La reacción de ambos gemelos había sido invaluable; y fue esa resolución la que permitió que Milo tuviera la oportunidad de deleitarse con una sonrisa triunfal por parte de Camus; aunque estaba tan absorto por los buenos resultados, que no le prestó atención. 

 

—Mi sacrificio valió la pena— Comentó aliviado el francés. 

 

—Mi sacrificio, dirás—. Corrigió el griego.  

 

—¿El tuyo?— preguntó el otro guardián, indignado—. ¡Tú me besaste!— Señaló molesto. 

 

—¡No lo hice por placer!— Se defendió el griego, ceñudo.

 

—¡No lo demostrabas mientras estabas haciendo nosequé con tu lengua!

 

—¡Es que no dejabas de moverte!— Camus apretó los puños, mayormente enfadado. 

 

—¡De cualquier forma, yo…!— Pero sus palabras se quedaron al aire cuando Milo lo acorraló nuevamente contra la pared. El francés pensó que iba a besarlo otra vez, puesto que sus rostros volvieron a quedar muy juntos… Y si lo intentaba, encontraría un puño congelado como respuesta.

 

Afortunadamente, Milo no rompió la distancia.

 

—Creí que habíamos pactado no pelear esta noche—. Apuntó. Camus maldijo mentalmente. 

 

—No voy a pelear contigo sí respetas mis límites…

 

—¡Tus límites son absurdos! ¿Cómo se supone que vamos a fingir algo con tus ridículos lineamientos? Solo sígueme la corriente y esto va a terminar más pronto de lo que imaginas.

 

—Está bien…— Bufó el galo, concordando por tercera vez en su vida con él. Milo sonrió y se apartó un poco para que pudieran descansar de la cercanía del otro.

 

—Recuerda que por hoy somos una pareja, la más perfecta que se haya unido jamás; así que, moon cherry, ¿Vamos o no a la fiesta?— Dijo ofreciéndole el brazo para que el otro lo tomara y caminaran juntos. 

 

Camus lo miró un momento, pensando en corregir su frase por el correcto Mon cherie (3), en vez del loquesea que dijo antes; sin embargo, consideró que eso iba a provocar que fuese a discutir otra vez, así que tardó un poco en aceptar su galante invitación, por lo que al final, ambos hicieron la entrada triunfal que habían esperado, llamando la atención de los concurrentes (justo como Milo quería). 

 

La comida estaba bien… la música un poco mejor… el ambiente regular…

 

En realidad todo estaba aburrido, sin ninguna distracción, ni un solo tema de interés en el aire hasta que hicieron acto de presencia Milo y Camus, porque todas las miradas se centraron en la pareja dorada, la cual saludaba a sus compañeros de armas a la distancia, mientras continuaba internándose en el salón. Escorpio guiaba al galo hacia una esquina donde estaban dispuestas un par de sillas; una vez ahí pretendieron mantener una conversación amena y romántica.

 

—No soporto tanta atención…— Murmuró el peli marino, esforzándose por no corresponder las miradas de sus compañeros con un gesto frío. 

 

—Tranquilízate—. Le dijo Milo colocando la mano de forma atrevida en su rodilla—. Sígueme el juego. 

 

—¿Podrías poner tu mano en otro sitio?—. Inquirió el onceavo guardián, apretando los dientes, y disimulando una sonrisa. Escorpio le devolvió el gesto, aproximándose un poco más a su rostro mientras ascendía la mano hasta alcanzar la mejilla gala. Camus se sorprendió ante su acción, pero disimuló perfectamente su nerviosismo. 

 

—¿Aquí te parece bien, Camie?— Pretendió acariciar su pómulo con dulzura. Acuario tragó saliva con dificultad. 

 

—¿Alguna otra opción?

 

—No la tienes—. Y le robó un segundo beso, esta vez suave y fugaz. 

 

Los momentos siguientes los pasaron disimulando mantener la charla más animada de sus vidas, acompañándola por jugueteos entre sus manos, y pequeñas caricias aquí y allá, así como uno o dos besos. Camus no se sentía cómodo con ninguna de las acciones del escorpión, porque él no estaba acostumbrado a ese tipo de afectos, ni a ser el centro de atención, en tanto los otros murmuraban a su alrededor. Milo, por su parte, estaba cómodo, deleitándose con la mirada fulminante de Kanon, y las constantes sacudidas que atacaban a ‘su novio’ cuando le “daba amor”.

 

Definitivamente, le parecía que aquella idea lo haría ganador al amor del menor de los gemelos; ya que no solamente eran sus acciones como pareja de Camus, sino también, los constantes comentarios a favor de la relación, que resonaban en la fiesta, los que hacían rabiar a Kanon. Y es que a todos les parecía que Acuario realmente estaba enamorado de Milo para acudir a la fiesta y para vestirse de esa forma tan exuberante.

 

Al cabo de un rato, Escorpio consideró que era el momento de llegar a la segunda parte de su plan: se puso de pie, estirando el brazo y ofreciendo la mano para que el otro la tomara. Camus observó la palma, dubitativo. El griego consciente de que las miradas se concentraban en su espalda, entre el resquicio de su fingida sonrisa, murmuró:

 

—Dame la mano—. Acuario arqueó una ceja, pero no replicó en voz alta. Al colocar los dedos sobre la palma griega la mano se cerró sobre ellos apresando su piel, para dirigir hasta sus labios y plasmar un beso galante en ella—. Baila conmigo. 

 

—Pero…— Milo, no autorizando su argumento, tiró del brazo hasta que la silueta gala terminó apresada entre sus brazos, pecho contra pecho. El francés por un momento se quedó congelado, enseguida despertó e intentó protestar por aquel contacto; pero sabía que todo era parte de un plan trazado por el griego y que debía actuar como si le agradara, si deseaba obtener al final el corazón de Saga.

 

Sin establecer distancia, mirándose a los ojos, Milo lo condujo hacia el centro del salón, a la pista de baile, donde todos podían verlos. La música sonaba suave, pausada, y el escorpión se movía al ritmo de esta como si fuera parte de su organismo; sin embargo, pese a la elegancia y ligereza de Acuario, él no contaba con el ritmo ni la experiencia para mantener el compás, por lo que tropezaba y pisaba, sin intención, los pies del otro.

 

—Eres un torpe…— Murmuró Escorpio.

 

—Intenté decirte que no sé bailar; pero claro, tú nunca escuchas—. Se quejó en voz baja, tratando de seguir la melodía.

 

Milo bien podía dejar que Camus continuara haciendo el ridículo, pero sintió que su deber como pareja consistía en evitarle esa clase de escenitas; así que unió mayormente su cuerpo al del francés, formulando, lo que aparento ser a los ojos de todos, un tierno abrazo.

 

—Finge que estás ebrio—. Le propuso, hablando cerca de su oído.

 

—¿Qué?— preguntó Acuario, alejándose un poco.

 

—Estás haciendo el ridículo…

 

—¿Y de quién crees que es la culpa?—Preguntó indignado. Milo rodó los ojos.

 

—Sí te haces pasar por borracho, nadie notará que no sabes bailar…— Sugirió. Camus contempló aquella posibilidad, dándose cuenta de que podría tener razón. Así que maldijo mentalmente, e intentó pensar en cómo salir triunfante.

 

Nunca estuvo en una situación como esa, pero había visto a algunos de sus compañeros en una condición así, riendo, hablando cosas sin sentido o caminando a tumbos por ahí. Incluso en sus libros los autores relataban comportamientos impropios en los personajes cuando atravesaban un estado etílico. Muchos también decían cosas que en su estado de lucidez no se atreverían.

 

Entonces, su mejor oportunidad era ser juguetón, bromista y ruidoso; porque si no estuviera borracho, no consideraría adecuado hacer algún tipo de escena o alboroto…

 

“Agh… pero ¡es culpa mía por prestarme a esto!”, se recriminó mentalmente. 

 

Así que, decidido, tomó un poco de aire para darse valor e intentar realizar la mejor interpretación de su vida.

 

—¡Me lo dices en broma!— Exclamó alocado, apartándose de Milo para darle un golpe en el torso de forma juguetona. El peliazul le miró desconcertado, a lo que el galo apretó los dientes manteniendo una sonrisa forzada; a la vez que pensaba en la falta de coeficiente intelectual en el otro, al no tomar el hilo de la situación, por lo que continuó con la interpretación, colgándose del cuello ajeno como si un vértigo le hubiera atacado. Escorpio lo abrazó, simulando una sonrisa divertida, aunque estaba tenso y ansioso porque no sabía qué planeaba el otro.

 

—No debiste beber tanto, Camie—. Le dijo. 

 

—¡No me regañes!— Se quejó enfadado, alzando mucho la voz; apartándose un poco, pero al mismo tiempo pretendiendo estar tan mareado que solo necesitaba su cercanía. 

 

—Vamos, te llevaré a tu templo…— propuso. Camus, testarudo, movió negativamente la cabeza mientras se alejaba un poco para llegar al punto cúspide de su actuación.

 

—¡Pero me estoy divirtiendo mucho!— Exclamó, abriéndose la camisa al jalarla con sus dos manos para exponer su torso sin vergüenza alguna (aunque por dentro quería morir).

 

Milo se sorprendió, y contuvo con toda su alma las ganas de reírse al ver ese comportamiento errático y desinhibido en él. Él, quien algunas horas antes peleaba por no ir vestido así… 

 

En respuesta a las capacidades actorales de Camus, con el brazo contorneó la cintura del otro, impulsándolo a caminar para sacarlo ahí. 

 

—Camie, no seas necio—. Le advirtió. Dentro del abrazo, el francés giró en sí mismo para quedar de cara con él.

 

—¡Aburrido! ¡Yo no me iré!— Gritó, pero antes de decir o hacer cualquier otra cosa, se desvaneció, envuelto por los brazos del otro, quien intuyó que tendría que llevarlo cargando, mínimo, hasta el templo de Virgo para no levantar sospechas.

 

Podría arrastrarlo, pero eso no se vería romántico… 

 

—¿Está bien Camus?— Le preguntó uno de sus compañeros, aproximándose a ellos.

 

—Sí, Shura, gracias—. Respondió con el objetivo de tranquilizarlo a él y a otros curiosos, inclinándose para tomar las piernas galas y llevarlo cargando. 

 

—¿Qué le pasó?

 

—Está ebrio de amor—. Bromeó Afrodita. Milo sonrió.

 

—Bebió demasiado, Mu. Ahora lo llevaré a mi templo. Nos vemos—. Y dicha tal cosa se abrió paso entre ellos, con un ‘inconsciente’ maestro de los hielos en su regazo.

 

Al llegar a la entrada se topó con la mirada furiosa de Kanon, quien con el fulgor de sus pupilas le recordó la cita que tenían; mientras, por otro lado, los ojos de Saga le expresaban celos y abatimiento, algo que le hizo pensar a Milo que no lucharía por lo que quería…

.

.

.

Unos minutos más tarde, rumbo al octavo templo zodiacal…

 

—¡No ganarías un óscar ni aunque los críticos estuvieran drogados!— Se quejaba el escorpión malhumorado, subiendo las escaleras detrás del caballero de Acuario, quien luchaba por cerrarse la camisa. 

 

—¡Perdóneme ‘señor perfecto’, yo nunca he estado borracho!— Se defendió, dándole la cara. 

 

—¡Pudiste vomitar o algo así! ¡Eso hubiera sido mil veces más creíble!—. Continuó el griego, quejándose. Camus hizo una mueca de desagrado, porque él no apreciaba su esfuerzo con todo y que había renunciado a su pudor por ese ridículo plan. 

 

Fastidiado, le dio la espalda y continuó ascendiendo.

 

—Hice suficiente ridículo llegando contigo a la fiesta…— Murmuró. Milo lo detuvo al jalarlo bruscamente del brazo. 

 

—Me permitiré volver a recordarte que para ninguno es grata esta experiencia, y que lo hacemos para conseguir los celos de la persona que amamos—. Dijo, robando la atención del acuariano—. Yo conseguí mi propósito: Kanon quiere hablar conmigo en Géminis, esta misma noche—. Se jactó, orgulloso. 

 

—¿De verdad?— Dudó el pelimarino, a lo que el otro asintió. 

 

—Así es… ¿Ves lo que se consigue cuando trabajas duro y sacrificas ciertas cosas?— Camus mordió ligeramente su labio, bajó la vista, y aunque intentó no hacerlo, parecía triste.

 

—Yo no conseguí nada…— Murmuró. Milo se quedó en silencio un momento, intentando recordar la cara de Saga en esa fiesta: a diferencia de Kanon, este parecía derrotado y dispuesto a ceder a Camus si era feliz. 

 

Entonces percibió la germinación de un nuevo sentimiento hacia el francés: la compasión. 

 

Decidió tomarle los hombros para animarlo. 

 

—Es solo el principio—. Le dijo—. Los celos son nuestra mejor arma contra ese par de idiotas…— El galo lo escuchó en silencio, sin sentirse incómodo por el toque de Milo (por ahora)—… Él piensa que ya no te tiene, y por lo que vi en sus ojos, no querrá luchar por recuperarte a menos que te vea perdido para siempre…

 

—¿Qué quieres decir?

 

—Que nuestra relación llegará al siguiente paso…— Respondió Milo, sonriente.

 

—¿Siguiente paso?

 

—Me sacrificaré si prometes dar todo de ti porque este plan funcione, además, me aseguraré de que Kanon sepa que no caeré tan fácilmente con él—. Asió una de las manos del galo y continuó ascendiendo las escaleras, arrastrando a un desconcertado Camus trás de sí.

 

—Y… ¿Qué se supone qué vamos a hacer?— preguntó confundido. 

 

—Pasaremos la noche juntos…— Respondió el griego, con simpleza. 

 

—Ah…— Respingó Acuario como sí nada—... Espera… ¿¡QUÉ?!— Exclamó sonrojándose de pies a cabeza, convirtiéndose en un precioso rubí.  

.

.

.

… Continuará…

 

(1) La hipótesis de Riemann es una afirmación, no demostrada, que hace referencia a los ceros de la función zeta de Riemann. Bernhard Riemann calculó los seis primeros ceros no triviales de esta función y observó que todos estaban sobre una misma recta.

Lo puse como ejemplo porque es algo muy difícil de resolver o de entender. 

 

(2) El libro que Camus estaba recordando es El Extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde.

 

(3) Moon Cherry: Milo no habla francés, así que pronunció la única palabra que sabía, del único modo en que la entendía lol y que en realidad es mon cherie, que significa mi querido, s

egún mi traductor. Agradezco la corrección sí estoy mal. 

 

Finalmente yo nunca he estado borracha, ni en mi edad joven ni actualmente en mis casi 40 :’v, así que Camus y yo estamos iguales. 

¿Lo fingió bien? ¿si le merece un Óscar? lol 

 

¡Gracias por leer! 

 

 

 

 

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).