Hizaki observó con interés el delicado salto de cama que había en el escaparate de la tienda de lencería y maldijo en silencio que no los hubiera de su tala porque si no se habría comprado uno seguro como regalo de motivación antes de la gira mundial. Sin embargo lo que él no sabía era que uno de los bailarines de su mejor amigo parecía muy interesado por conocer sus gustos y motivaciones, por lo que discretamente le seguía para tratar de averiguar el mejor modo de impresionar al guitarrista conocido como princesa para ganarse su corazón.
Cuando le vio caminar hasta en dirección a su casa, retiró las llaves de contacto y caminó hasta llegar a la tienda de lencería donde preguntó por un salto de cama como el que había expuesto en el escaparate, sin embargo al parecer era parte de un conjunto de lencería bastante caro que no podía pagar con su sueldo de bailarín, que era bastante bueno pero no lo suficiente como para comprar un conjunto de una marca tan importante como aquella, sin embargo encontró otro de una talla mayor casi idéntico pero más elaborado con encajes y delicados bordados de flores en los rebordes, lo compró y mientras caminaba de vuelta al coche pasando por una confitería lo vio, un dulce hermoso con forma de rosa pero glaseado y no se pudo resistir, compró uno riendo como un niño un segundo antes de abrir la puerta del vehículo y depositar los dos regalos en sus bellos paquetes ornamentados en el asiento del copiloto antes de arrancar hacia su pequeño apartamento que compartía con el pequeño Kuro, su gatito.
Cuando Hizaki entró en su casa se quitó los zapatos, se puso el pijama y tomó en brazos a Lala, su gatita y la acuno mientras se sentaba en el sillón y encendía el televisor, al día siguiente era San Valentín y no tenía a nadie con quien pasar el día, Kamijo-san y los chicos se iban por ahí a Sapporo para disfrutar de los concursos de figuras de hielo pero él había cecinado a invitación decidiendo quedarse solo pues incluso Kaya se iba a de viaje, se durmió acurrucado como una bolita en el sillón bajo su manta de cuadros favorita tras dejar que la gatita blanca se escapara también de entre sus brazos, parecía que estaba condenado a vivir solo para siempre, pensó mientras una lágrima solitaria se deslizaba por una de sus blancas mejillas a la vez que los ojos se le cerraban por el cansancio y la tristeza.
A la mañana siguiente, bastante pronto, Ryoushin que no había podido pegar ojo en toda la noche, se miró al espejo mientras se ataba la tercera corbata del día, esa era gris con rayas plateadas, por fin se decidió a llevar la primera que había escogido que era carmesí, el color favorito de la princesa a la que quería conquistar, luego se ajustó la chaqueta del traje que había comprado especialmente para la ocasión y colocó bien el cuello de la camisa tan negra como el resto de su atuendo y vertió unas gotas de colonia en su cuello y muñecas, finalmente tomó en su mano los dos paquetes de regalo y las llaves del coche, bajó hasta la calle en el ascensor para no arrugar la ropa que le había llevado dos horas acomodar y montó en el vehículo conduciéndolo hasta a casa de Hizaki, mientras rememoraba como lo había conocido, había sido en una fiesta que su jefe había dado, al verlo en persona no pudo evitar quedarse prendado de su inocencia y dulzura, de la delicadeza que sus gestos desprendían, de la belleza casi irreal de sus rasgos y nunca más había podido quitarse de la mente aquella dulce imagen que había cautivado su corazón, sacudió la cabeza para despejarse, no quería tener un accidente de coche antes de alcanzar su destino, no tardó mucho en llegar al elegante y moderno bloque de apartamentos en el que el rubio guitarrista residía, entró diciéndole al portero que era compañero de trabajo del integrante de Versailles y subió hasta la décima planta donde este tenía su residencia y llamó al timbre hasta que oyó un fuerte ruido y unos minutos más tarde la puerta se abrió mostrando a un Hizaki despeinado, con cara de sueño y con un pijama de ositos como único atuendo.
Hizaki se despertó sobresaltado al oír el ruido del timbre repiquetear en sus oídos y se cayó del sillón en el que se había dormido, cuando fue consciente de donde estaba caminó hasta la puerta maldiciendo a aquel que había osado alterar su descanso, sin embargo cuando giró el picaporte y observó al hombre que había delante de su marco se quedó sin palabras y trató inútilmente de colocar su cabello, era el bailarín más sexy de su amigo Kaya, Ryoushin que además estaba ataviado elegantemente con un traje oscuro, un camisa del mismo color y una corbata carmesí, lo cierto era que estaba muy guapo y él se sintió más como el sapo que como la princesa, sin embargo la sonrisa nerviosa del hombre la tranquilizó –Ryoushin-san, pasa.- obedeció notando como su nerviosismo se incrementaba –Gracias, Hizaki-hime, yo creo que te he despertado, lo siento.- no pudo evitar que su sonrisa se ampliara ante la caballerosidad del joven bailarín –Esta bien, en algún momento me tenía que levantar de todas formas.-
Ryoushin no sabía como empezar, por lo que decidió lanzarse, se giró y le ofreció los regalos y se inclinó –Toma, los he traído para ti, yo…yo…te…te qui…quiero.- Se puso colorado y desvió la mirada al menos hasta que notó la mano de largos y delicados dedos de la princesa tomar su cara levantándola y obligándole a enfocar las pupilas castañas en sus ojos de azabache, después le besó suavemente y se separó tomando los regalos y depositándolos en la mesita que había junto al sillón para después abrazar el fuerte torso del bailarín con cuidado –Yo tenía demasiado miedo de que no fueras gay por lo que no me acerqué a ti, si lo hubiera sabido…aunque ahora lo sé, te amo.-
Emocionado el hombre besó apasionadamente al hermoso rubio que le empujó contra el sillón soltando la corbata, el propio Ryou se quitó la chaqueta y la camisa para después retirar la sudadera del pijama mostrando el pecho delicado de su amor que besó con la pasión y el deseo que durante tanto tiempo había guardado para sí que fue correspondido con igual pasión cuando sus pantalones fueron a parar al suelo con el resto de su ropa y calzado, solo le quedaban encima los bóxers y retiró también la prenda inferior de Hizaki-hime acomodando perfectamente su cuerpo desnudo sobre el propio haciendo rozar sus miembros notando el suyo apretar contra la tela elástica de su ropa interior que no duró mucho en su lugar, después el rubio dejó que le tumbara y mientras notaba los labios de Ryou recorrer su cuerpo abrió las piernas rodeando la cintura masculina con ellas incitándole a que le penetrara, estaba ansioso al igual que el bailarín que apenas le preparó tomándole casi de inmediato aunque aguardó antes de comenzar a envestir para darle tiempo al bello rubio a que se acostumbrara, después se dejó llevar por todo el amor y toda la pasión que sentía por aquel delicado y tierno joven hasta que finalmente se liberó en su interior y apoyó al cabeza agotado en su hombro, notando los dedos del guitarrista acariciando su cabello –Nee, entonces, ¿qué es lo que contienen los paquetes?-
Sonrió entregándoselo para que lo abriera y cuando lo hizo le miró directamente a los ojos –Tenías que haberlo usado.- sin embargo la pícara sonrisa de la princesa le hizo reír –Siempre podemos usarlo cuando me hagas el amor de nuevo, ¿no?- entonces el rubio lo tomó de la mano llevándole hasta la habitación, allí tomó el otro paquete viendo la rosa de caramelo y se la ofreció –¿Por qué no haces más interesante todo esto?- sin embargo se levantó –Espera un segundo.- Caminó hasta la puerta y la cerró.
–Ahora ya podemos comenzar.-
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