Ryosuke-san me tomo de la mano y empezamos a correr por el parque sin rumbo fijo por unos minutos, hasta que paramos cerca de un hermoso lago teñido ligeramente de color naranja a causa de los destellos del sol que parecía a punto de ocultarse en el fondo del agua. Realmente no sabía lo que estaba pasando, solo me dejaba llevar por esa sensación de necesidad por estar junto a el.
— Te amo, Souta. — me susurro en el oído el chico de corto pelo castaño después de recuperar el aliento.
Al momento en que dijo esas palabras sentí una ligera brisa de calor que subía de mi espalda e iba directamente a mi cara, depositándose en mis mejillazas de las cuales broto un color rojo que se fue intensificando con el paso de los segundos.
Un poco menos de medio minuto después, cuando me recupere de la respiración agitada que tenia, volvimos a correr. Quedando unos metros mas lejos del lugar donde aviamos parado.
Sabia cual era la razón por la que Ryosuke-san quería seguir corriendo…por que quería alejarse de la cruel realidad, y poder estar conmigo. Solo por poco tiempo, pero al menos por fin podíamos estar juntos. Y quizás yo lo sabia por que compartía ese mismo pensamiento con el.
Ryosuke volvió a susurrarme la misma palabra anterior, dejándome aun más ruborizado—si es que eso podía ser posible—.
Quería decírselo, hacérselo saber, que yo también lo amaba con todas mis fuerzas…con todo mi corazón. Pero cuando abrí la boca para mencionarlo no pude articular ni una sola palabra.
El me miraba fijamente con sus hermosos ojos color miel, los cuales se miraban aun más brillantes a causa del sol. Sabía lo que estaba pensando: que me miraba tan lindo con las mejillas sonrojadas. Lo supe cuando acaricio suavemente una de ellas con su calida mano, y yo apenado oculte mi rostro con su pecho, abrazándolo dulcemente. Levante la mirada hacia su rostro, con las mejillas aun ruborizadas y el me dedico una sonrisa.
Me separe de el, y el tomo mi mentón con una de sus manos, acercándome al suyo. Descubrió mi frente con su mano, retirando mi flequillo y le dio un pequeño beso, después con sus dos manos tomo mi rostro y junto sus labios contra los míos, introduciendo fácilmente su lengua, mientras yo la deslizaba suavemente por su boca con timidez.
Pocos segundos después bajo sus manos a mi cintura y me apretó con cuidado contra su cuerpo. Automáticamente yo entrelacé mis brazos en su cuello, casi colgándome en el. Desafortunadamente tuvimos que parar a causa de la falta de oxigeno, dejando un delgado hilo de saliva que se deshizo a los pocos segundos después.
Ignorando las miradas curiosas y sorprendidas de la gente a nuestro alrededor volvimos a besarnos. Esta ves con un ritmo más lento y parábamos un segundo para poder respirar.
No supe como paso, si nos aviamos dejado caer o si alguno de los dos lo hizo intencionalmente, pero me di cuenta de que ya no estábamos parados, sino en el pasto del gran parque, y como era de costumbre, el arriba de mi.
Podía escuchar los molestos comentarios de las personas, y entre ellos el de una señora de por lo menos 40 años decir horrorizada “¿pero que hacen esos tipos?...este es un lugar publico, ¡por dios!” y hice caso omiso para que esos estupidos comentarios no me arruinaran lo que quedaba del día, concentre en el ritmo del beso. Un ritmo acompasado con el latir de nuestros corazones.
Me di cuenta de que todo paresia ser tan perfecto, que no quería regresar a casa a escuchar los sermones de mis padres y los insultos de mi hermano mayor…tenia suficiente con saber que le iba peor a mi amante.
Solo deseaba que este momento pudiese durar el resto de mi vida.
—Te amo tanto, Kyosuke— le dije en un susurro, esperando que el hubiese escuchado. Y si…efectivamente el había escuchado, acaricio mis ruborizadas mejillas y me beso otra ves. Si…todo era tan perfecto.