Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Enferma Obsesión por AkiraHilar

[Reviews - 10]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Autor: Akira Hilar
Razon: Quería hacer algo con tintes obsesivos extremistas, un poco pecaminoso y cruel. ¡Veamos que sale! Es parte de los trabajos para nuestro subforo Saga x Shaka.
Dedicatoria: A Karin, Athena_Arianna, Ale_Chan, Kimee, Lola, Sahasara y todas las miembros del club Santísimo Pecado Geminis x Virgo

Notas del capitulo: Saga ha sido incriminado por el asesinato de Aioros en el colegio donde ambos trabajaban y Shaka estudiaba, pero dice ser inocente. Diez años después, Shaka regresa como abogado y promete liberar a Saga, en base a un amor impuro que han ido alimentando desde lejos a través de cartas. ¿Qué fue lo que ocurrió esa tarde en el gimnasio? ¿Podrá Shaka liberarlo?
Mi niño Shaka… mi pequeño Shaka. ¿Cuánto tiempo ha pasado desde la última vez? Sólo una vez rocé tus virginales labios, sólo una vez me atreví a tocarte… mi pequeño, mi niño… mi pedazo de cielo. Han pasado diez años… diez largos años desde la última vez que te vi, que vi tus dos zafiros obsérvame… gritarme: “¡Creo en ti!”

Y yo… el hombre a quien tú admirabas te decepcioné. Caí vilmente en una trampa, dañé la reputación de la escuela, perdí todo mi esfuerzo de años, toda mi devoción como docente… todo lo perdí Shaka y frente a ti… y aún así, me mirabas con comprensión, tus zafiros desbordaban cálidas lágrimas de tristeza y me dijiste: Creo en ti…

Sólo tú creíste en mí.

Las pruebas me acusaban… nadie quiso defender lo indefendible… Terminé siendo hallado culpable de un delito que no cometí. Porque estoy seguro, que aunque hayan sido mis manos las que brotaban su sangre y mis huellas las que cubrían el mango de ese cuchillo; yo no lo hice. No sería capaz de hacerlo y tú, sólo tú me creíste. Mi pequeño Shaka… Mi pecado… mi perdición, mi redención…

La carta número 73 la he leído una decena de veces desde que llegó hace tres semanas, junto con un nuevo libro de biografías de grandes hombres, esos que sabes que me gustan tanto y que de memoria has aprendido cuales son los que me faltan por leer. Han sido diez años jugando a esto, amándote desde esta celda, diciéndote en cartas lo que fui incapaz de decirte, por tu edad, por la sociedad, mi ética, los prejuicios. Eras sólo un adolescente, mi alumno, un niño que se encargó de entrar en mí como un sortilegio añejo, como si nuestras vidas estuvieran destinadas. ¿Cómo explicarle al mundo que mi amor a ti era puro? Que yo, un hombre en ese entonces de 23 años, ¿no pretendía más que cuidarte? ¿Qué protegerte? ¿Qué jamás te tocaría siendo tan joven? ¿Qué esperaría hasta que madurarás?

Pero… sólo tú creías en mí… creía en mi devoción santa a ti, mi pequeño Shaka, el lucero de mis días… ese que sólo puedo ver a través de cartas… que ni siquiera he visto en fotografías. Porque tú así lo has decidido y yo así lo he respetado. Aunque, a veces me siento como un pervertido soñando con besar tus labios, con tomar tu cuerpo cuando la imagen que tengo de ti, palpable, es la de un jovencito de catorce años… No obstante, ya han pasado diez años… ¿Cuánto habrás cambiado? ¿Cuánto habrás crecido? He pasado meses angustiado imaginando que chicos y chicas se te declaran a tu paso, que jóvenes de tu edad te persiguen, te cortejan, buscan conquistarte… semanas enteras llorando de impotencia al reconocer que no podría retenerte, que aún faltan años para finalizar mi condena, que tú eres libre, joven, sin compromiso y yo… yo condenado, atado… Pensando que tal vez un día las cartas cesarían… angustiado al ver que una carta se retrasaba… Tú, mi Shaka, mi tesoro, lo único que me queda.

Sin embargo, ha llegado el día… En tú última carta me dijiste que hoy, precisamente hoy, marcado en mi modesto calendario, por fin vendrías, luego de terminar tus estudios de postgrado en leyes en Londres. ¿Tienes idea de cuánto he esperado este día? Pero al final ha llegado, en cualquier momento me avisaran de mi primera visita en estos diez años… tú… tú vendrás a verme.

Me veo en el espejo y me sorprende el cómo han corrido los años. Mi rostro ya muestra mi madurez… diez años no pasan en vano, ¿cierto? Tú eres un joven con toda la fuerza de la vida, yo ya un hombre adulto de 32 años con sólo mas condena en mi futuro… Debería dejarte ir, debería decepcionarte pero… ¿Me permites ser egoísta? ¿Retenerte Shaka? Tú, precisamente tú eres lo único que me queda… lo que más amo… Desde que perdí a mis padres y hermano, tú eres lo único Shaka.

Por eso hoy me levanté sonriente. En el baño, junto a los otros presos me afeitaba, para verme pulcro ante ti. No puedo evitar recordar, recordar aquella vez que al presentarme frente al curso te vi y de alguna manera me llamaste la atención. Rezagado de los demás, siempre delante, frente al escritorio del profesor, tu cabello rubio a la altura de tus hombros se recogía en una coleta, enormes lentes ocultaban dos hermosos zafiros, delgado en extremo, pero con una actitud altiva. Pronto supe que no sólo eras el mejor estudiante, familia del director sino que además, huérfano. Tus padres habían muerto hace cinco años. Todos los profesores al hablarme del curso que había tomado, me platicaban de ti. La razón era la misma: No lo dejes sólo en los baños de niño, no dejes que se junte con niños, no permitas que los niños se le acerquen.

Recuerdo que me pareció algo extraño tantas advertencias. Así que un día, después de las prácticas de deportes, te obligué a entrar con tus compañeros a las duchas, como otro estudiante normal. Se armó un alboroto y al final, te encerraste en uno de los cubículos, luego que todos se fueron. Por fortuna, nadie ese día te hizo daño… tú no querías salir, yo estaba asustado pensando en que hacer, como actuar. A la media hora saliste de tu escondite, tus zafiros enrojecidos, muestra de lágrimas; aún se levantaban con orgullo y temple. Me miraste y bajaste el rostro, para seguir tu camino. El olor a semen me dio indicios y comprendí… comprendí porque también había pasado por allí… Es difícil darte cuenta cuando eres un adolecente y todos están en tu contra…

El vello de mi cara va cediendo al paso de la hojilla, frente a los demás que me observan con algo de temor. No sabría decir porque, nunca me he comunicado con los demás reclusos, la he pasado la mayoría del tiempo leyendo en los campos de prácticas o en mi celda, meditando, añorando… y como ahora, recordando.

-No tienes porque avergonzarte-te dije una de esas tardes, al verificar que ya nadie estaba en las duchas para que pudieras bañarte cómodamente y sin sentirte juzgado. Entraste callado buscando algo en mi mirada, algo que en el momento no sabía dilucidar.

-No me avergüenzo-contestaste, internándote a las duchas. Yo esperaba afuera, pendiente de que nadie viniera a molestarte-. La gente no comprende… soy raro, lo sé… pero soy inteligente, buen compañero… ¿acaso no vale eso a la hora de juzgarme?-hablabas como un pequeño adulto, y sólo tenías catorce años. Y todas esas preguntas, a su momento, también me las había hecho-. Hasta las chicas me esquivan…

Entendía completamente. Entendía porque también soy así, porque también me toco enfrentarme a esas dudas en mi adolescencia, a la idea de que mi gusto era diferente y contrario a lo que la sociedad dictaminaba. Pero tenía un hermano que como yo pasaba lo mismo y nos apoyamos: Kanon. Con él logramos superar los comentarios de los demás teniéndonos a nosotros mismo… Por eso, saber que estabas solo me hizo sentir deseos de apoyarte, de ayudarte a enfrentarlo. Sin imaginar… que terminaría atado a ti.

-Yo también soy así.

Al decir esto, saliste cubierto de pies a cabeza con una toalla, húmedo, con tus ojos abrumados por la revelación. Te sonreí, admitiendo mi confesión, dándote a entender que no estabas solo, que era posible seguir adelante con eso.

-Así que no eres raro, ni hay nada malo en nosotros. Solo somos diferentes…-y allí, fue la primera vez que vi tu sonrisa, de confianza, de seguridad.

Quedé enamorado…

Me reproché noches y noches enteras por este sentimiento insano que crecía por ti, mi alumno, un niño a mi cuidado, un niño que confiaba en mí. De día, tragaba una a una mis ansías de besar esos tiernos labios delgados, de tocar tu piel y hacerte sentir querido, apreciado. Pero era pecado… era un mal pensar así de un jovencito como tú… era malo hacerlo y con ello me convencía, enterraba mis sentimientos, te sonreía y buscaba que pudieras ser más aceptado por tu grupo. Incluso, te insté a seguir prácticas de atletismo y por las tardes, yo mismo supervisaba tus mejorías, viéndote correr, sudar, superar tus propias marcas, sonreírme orgulloso de tus avances, con tus mejillas sonrojadas, tu cabello húmedo de sudor… Y deseaba… y deseé… y sigo aún deseando…

Tu cuerpo…

Ahora me veo en el espejo, ya afeitado, buscando peinar mis hebras azules… sonriéndome como adolescente enamorado. ¿Cuánto habrás cambiado Shaka? Para aquel tiempo llegabas a la altura de mi pecho, ahora, ¿serás más alto que yo? ¿Qué de tus delgados músculos? ¿Aún usaras esos lentes? ¿Cómo tendrás el cabello? No lo soporto… ya quiero que llegue el aviso, ya quiero verte Shaka.

De nuevo entro a mi celda. Todos hablan y comenta, normal. Mi compañero, un español, sigue como siempre, tan callado. En algún momento intento acercarse a mí, pero de improvisto, simplemente se alejó. Nunca he entendido el porqué ni he querido preguntar.

-¿Cómo amaneciste, Shura?-pregunto, más por cortesía. Aquel simplemente me dio la espalda.

-Como siempre.

Bien, creo que esto es lo máximo que podría avanzar en una conversación con él. Pero hoy es un día especial, hoy no dejaré que nada me enturbie.

Veo el reloj, aún falta mucho para la hora de visita y ya estoy listo, desesperado por verte. Tomó el sobre, ya cerrado, de la carta con la que respondo la última que me enviaste. Curioso, nunca recuerdo cuando sello los sobres, debe ser porque escribo muy de noche y termino dormido sobre él. Y por cierto, otra vez el lápiz con el que suelo dibujarte al final de las hojas esta gastado. Y eso que estaba nuevo ayer… En fin, son detalles minúsculos a los que no les presto atención. Quizás Shura lo utilizó, da igual. Me recuesto con el libro, abriendo el lugar donde lo había dejado marcado, con un marca hojas que me hiciste cuando estabas en clase y aún preservo. Me sonrió… mi corazón esta acelerado pero sólo, sólo debo esperar un poco más…

:::::_____:::::

El día ha llegado.

Han sido diez años… diez años Saga. Verme en el espejo ahora y recordar mi cuerpo de hace diez años, me hace sentir feliz. Por fin, por fin ya no un niño ante ti. Por fin un hombre.

Cubro mi cuerpo desnudo. Un pantalón de vestir Beige, una camisa blanca con finas líneas doradas, manga larga, elegante. Cinturón y mocasines blanco, aún no decido si atarme o no el cabello. Suspiro. Han sido diez años…

Aún recuerdo el día que todo ocurrió. Es imposible olvidar tu cuerpo manchado de sangre… tus ojos… distintos… Contrarios…

Al final, yo sé, que no fuiste tú, Saga…

Miró el último sobre que me has enviado… como siempre, una carta con un dibujo… una hoja aparte, con otro dibujo… Me sonrió. La he leído no sé cuantas veces y ese dibujo, muestra de lo que anhelas hacerme, lo he grabado en mi memoria… ¡Cuánto ansió tus manos!

Salgo a la pequeña cocina, de este departamento que he alquilado. Ya todo está listo, mis dos títulos guardados, las planillas completadas, los documentos en orden. Todo está preparado Saga, preparado para sacarte, para darte la libertad. ¿Te lo dije cierto? Fue mi promesa, en la primera carta que te envié a escondidas del director, esa donde te confesaba lo que sentía, donde te pedía que me escribieras, aunque fuera a distancia… que no me subestimaras por mi edad, que yo te amaba…

Y amo…

Con locura…

Y nadie me comprendería… no comprendería porque abandoné mi sueño de ser escritor para estudiar leyes, para convertirme en abogado, siguiéndote, buscándote, con el único deseo de liberarte. Incluso, Mu, quien es casi como mi hermano, me ha dicho que es una locura, una obsesión… pero, ¿Quién no se obsesiona en este mundo con lo que ama? Y yo te amo… eso es lo único que importa…

Me acuerdo que contigo, me sobrepuse a mis miedos. Comprendí que esto que sentía no era malo, sólo era distinto. Gracias a ti me hallé entre los mejores de atletismo, mis compañeros se dieron cuenta, que muy a pesar de mis gustos, de mis inclinaciones; también era un hombre como ellos. Fue gracias a las tardes que pasábamos en el estadio del colegio, tu pendiente de mis avances, cortando el cronometro cada vez que llegaba a la meta, exigiéndome, instándome, animándome; que me superé a mí mismo. Por ti era capaz de quedarme practicando incluso cuando llovía, para complacerte, para enorgullecerte, hacerte saber que podría hacerlo, demostrarte mi valía… y mi hombría…

Ahora ver los premios de Atletismo que ganamos en ese año, aún guardados en la caja de embalajes, me hace recordar viejos tiempos. Incluso, aquel beso…

Llovía… llovía a cantaros esa tarde, y yo seguía practicando. Faltaban dos días para el evento, la primera carrera… yo debía ganar, no podía pensar en otra cosa.

Corría hasta cansarme, llegaba a la meta y sólo retrocedía. Mi cabello humedecido caía, mis ropas se afianzaban a mi piel, transparentándose. No me asustaba ello, sabía que estaba solo. Lo único que pensaba era en correr. Pero llegaste, con un impermeable. El director y mi tutor te habían llamado, asustado fuiste a buscarme. Me llamaste la atención, me regañaste y yo, tan necio como siempre he sido, repetía solo una cosa: Pasado mañana tengo que ganar.

-¡Mira cómo estás empapado! ¡Te puedes resfriar!-me tomaste del antebrazo y me llevaste rápidamente al almacén del gimnasio. Me tiraste una toalla para secarme-. Sécate rápido. Te llevaré a casa.

Te quistaste tu camisa seca y me la entregaste. Volteaste de inmediato, te notaba distante, arisco a mí. Yo sentí que era por que estabas molesto conmigo, y no lo toleraba. Me acerque entonces, ya con sólo tu camisa puesta, con la toalla en mi cabello, buscándote. Tu camisa tenía impregnado tu aroma… de hombre.

-Perdóneme, Profesor Saga… ¡achu!-estornudé… me molesté conmigo mismo. Resfriarme a esa altura no era una opción.

Me miraste. Te noté contrariado, estabas dudoso, tus manos temblaban. Yo titiritaba por el frio, frio que no sentía mientras corría sino ahora. Un relámpago cayó a lo lejos, la lluvia no cedía. Te arrodillaste entonces, al lado de las colchonetas, me hiciste un lado para que me sentara, sin mirarme… era como si temieras hacerlo y en ese momento no comprendía porque… no pensaba que mis sentimientos eran correspondidos. Aún así, temblando, me senté a tu lado, me acurruqué en tu fuerte brazo, lo sentí vibrar… mi cuerpo también lo hizo. Avergonzado me cubrí… en silencio… eterno silencio…

-Perdóneme…-volví a susurrar, ya al borde de lágrimas. El hecho de sentirme ignorado por ti me dolía hondo. Tus ojos durante ese año habían estado siempre sobre mí, vigilándome, protegiéndome. Pensar que ya no me entregabas tu mirada me angustiaba-. Estaré bien para la carrera-volví a estornudar. Me maldije internamente-. Ganaré… le aseguro que…

Tu mano que cubrió mi mentón…

Tu mano que me hizo mirarte…

Tus labios que me callaron…

El estruendo de un trueno a lo lejos, la luz que parpadeó… tus labios que seguían sobre los míos…

Explosión de burbujas…

Aún siento burbujas en el estomago al recordarlo…

Mi primer beso, Saga.

Viendo el reloj, me di cuenta que ya es hora de irme. Tomé la chaqueta beige, el maletín con todo dentro. Suspiro, pidiendo un taxi para la cárcel donde estás recluido desde hace diez años. Allí donde has estado encerrado, mientras yo me preparaba para sacarte. Mi Saga… ¿te gustará lo que verás? Durante todo este tiempo no te envié ninguna fotografía… tenía miedo de que te desilusionaras, que no te gustara como iba creciendo, que me pidieras desistir… ahora estaré frente a ti, y me pregunto ¿Te gustará lo que verás?

Ya no un niño de catorce… ahora un joven de veinticuatro años, un abogado… tú abogado. Durante estos días que he tenido desde que llegué, me he encargado de todo para reabrir el caso del asesinato de Aioros Sagita, profesor estrella en el colegio Cosmos, donde tú, Saga, fuiste el acusado como culpable sin juicio. Al tener en tus manos el arma, tu cuerpo cubierto con su sangre, maldita sangre; no te hicieron merecedor de un juicio. Sólo se dictó sentencia. Tú gritabas que no habías sido, que no lo mataste, que lo encontraste ya herido de muerte, pero nadie creyó en ti… excepto yo… yo sé que eres inocente y yo vi al culpable… yo presencié el crimen… Pero no puedo culparlo, no puedo denunciarlo… hacerlo sería igual hacerte daño…por ello estoy dispuesto a sacarte, sin que esa persona… ese nombre, aparezca en el juicio… Es un riesgo que debo tomar.

Llegué por fin al lugar. Firmé papeles, me anuncié, esperé que me atendieran y pronto unos policías me acompañaron hasta la pequeña sala, con una mesa, dos sillas, donde nos encontraríamos. Me siento en la silla, nervioso, mis dedos empiezan a hacer un ruido algo molesto incluso para mí en la madera. Cierro mis ojos, los abro de nuevo, inhalo y exhalo aire… ¿qué pensarás al verme? Han sido diez años Saga… largos diez años…

La puerta se abre. Volteo… te veo…

:::::_____:::::

Me paralizo… por fin me habían llamado, por fin me habían buscado… por fin me escoltaba frente a ti… Yo, vestido con este traje gris de recluso, un pantalón ancho, una camisa ancha, mi cabello que durante todo el camino estuve peinando, nervioso, inquieto. Cada paso que daba era acelerar a mi corazón, era acumular ansías, ansías que he almacenado por diez años. La puerta se abre… y encuentro…

Un hombre…

Cabellos dorados que caen sinuosamente sobre tu traje beige… alto… espalda ancha... tus ojos… tan azules como lo recordaba, tus labios, tan finos como los añoraba. Te levantas, me miras con ojos soñadores…

Zafiros que tiemblan… mis piernas tiemblan…

Mi garganta se seca. La puerta se cierra a mi espalda. Sólo tú y yo… por fin, frente a frente… ya no el niño… ya no el pecado… Un hombre… un hombre que ahora deseo casi de forma animal. Un hombre que me ha puesto a temblar por completo, con sólo estar frente a mí… Mi Shaka, ya eres un hombre.

Contengo lágrimas tras mis parpados. Cierros mis ojos con fuerza. Sería patético ponerme a llorar justo en este tiempo ¿Qué pensarías de mí si lo hago? Bajo mi rostro, estoy inmóvil… estoy colapsando… Quiero correr y arrancarte cada milímetro de tela… cubrirte con mis besos… llenarte de mi esencia… Mi Shaka… ¡¡mi Shaka!!

Tú… mi enferma obsesión… tú que te acercas a mí con paso lento… tú que me buscas… tú que me haces pecar y redimirme…

Despiertas en mí una parte oscura…

Tocas mi hombro. Levanto mi mirada. Me encuentro frente a frente con tus zafiros. Relames tus labios, tiemblo… vibras… eternizamos.

Fueron diez años…

Y mis manos consiguen rápidamente cobijo detrás, en tu espalda, en tus caderas.

Fueron diez años…

Y tus manos se alojan en mi mandíbula, buscan el contacto añorado…

Diez años… incapaces de matar este pecado…

Diez años que no pudieron borrar lo nuestro…

Ni el destino… ni la fortuna… ni el tiempo… ni los prejuicios…

Mis labios que te buscan… tus labios que me encuentran… el beso anhelado, el más deseado, el que se quedo tieso entre nosotros esa tarde lluviosa. El que no pude terminar… él que ahora pago con creces.

Tus labios que saborean los míos… mis labios que seducen a los tuyos. Nuestras narices que se rozan… amantes… tan amantes como nuestros corazones que corren con fuerza. Temblamos ambos… temblamos al paso de los segundos que inmortales se estrellan con nosotros y no encuentran su fin. Vibramos ante la caótica succión de tus labios a los míos… y me enciendo… te enciendes… Olvidamos en donde estamos… olvidamos que nos observan…

Mis manos suben a tu cuello… profundizando.

Tus manos atrapan mis caderas… acercando… peligrosamente.

Diez años…

Nuestro amor ha dejado de ser inocente…
Notas finales: Espero les guste la nueva propuesta.

Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).