PRÓLOGO
Llevo por dentro tantos recuerdos
caricias que he guardado entre el tiempo
Aquella noche de viernes salió de la empresa aliviado de poder sacudirse la monotonía del trabajo. Con un bostezo de evidente cansancio se colocó la gabardina y una vez puesta deslizó sus dedos en el bolsillo interior para encontrar las llaves de su auto.
Caminó erguido hasta llagar a su bentley negro; cada uno de sus pasos haciendo eco en el estacionamiento vació o… supuestamente vació.
De pronto dejó de caminar, sus oídos acababan de captar aquella arritmia en el compás de sus pasos
-Suigetsu- llamó con voz profunda, sin girarse y, por ser él, sin miedo a equivocarse.
-Tss- se quejó el mencionado –algún día te atrapare-
-Claro- le concedió con ironía, sonriendo ligeramente de imaginar el mohín de disgusto en su compañero
Caminó unos cuantos pasos más y cuando tomó la manija se encontró con la pálida mano de Suigestsu sobre la suya, fijó sus ojos negros en él. Aunque no formuló pregunta alguna y Suigetsu no dio respuesta, ambos sabían que era lo que harían después.
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Rondaban las 11 de la noche, ya habían pasado dos horas desde su salida del trabajo y a pesar de que ambos odiaban los arrumacos después del sexo, se sostenían de la mano por debajo de la sabana.
Suigetsu fumaba su segundo cigarro mezclando el olor del humo con el de su desenfrenada pasión, mientras que Sasuke con el seño fruncido pensaba.
En ese momento pensaba en todo y en nada en especifico, en el olor que prefería conservar en el ambiente, en lo bien que se sentía aquella sensación y en lo frustrantes que serían las siguientes palabras de su amante; todavía le faltaban 3 caladas de cigarro.
Casi como si anhelara que terminara su cigarrillo contó la primera y segunda calada con paciencia. Justo cuando iba a dar la tercera Sasuke optó por desentrelazar sus manos y aunque Suigetsu detuvo el cigarro entre sus labios, solo unos instantes, pronto dio esa ansiada tercera calada.
-Te esta esperando ¿No es así?-
Sasuke asintió sin mirarlo
-No sé…- pero calló antes de terminar de hablar
Sasuke no podía saber que era exactamente aquello que el peliblanco no sabía, pero se hacia una idea “No sé por que regresas con él”.
Ni siquiera él lo sabía… su tortura de ojos azules, Naruto
¿Por qué regresaba con él?
Inhalo profundo e internamente se sintió agradecido con el peliblanco, lo que menos quería hacer era tener que negarle la respuesta a esa pregunta.
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Una palabra cubre mi espacio
Me arranca de un tiron las emociones
Se conocían tan bien…
Naruto lo recibió sentado en el penúltimo escalón al segundo piso de su casa, semidesnudo y con una mirada despreocupada.
-Bienvenido a casa- soltó con ironía y tono enmielado
-¿Qué haces despierto?- Sasuke ni siquiera se había molestado en abrochar bien su camisa o peinar su cabello
-Te espero mi amor – Era sarcasmo. El rubio se paró y recargó su peso en su pierna derecha- no avisaste que tardarías y creí que tal vez podría haberte pasado algo-
El pelinegro frunció el entrecejo, Naruto olía a un perfume de flores bastante conocido.
-Naruto ¿Dónde estas?- la voz de una mujer se escuchó desde el segundo piso y sin dar a Sasuke tiempo de reconocerla por la voz, ella ya estaba bajando. Cubierta por una bata, que mostraba, a medias, su obvia desnudez, bajaba Sakura.
-¡Sasuke-Kun!- exclamó sorprendida y un ligero rubor apareció en sus mejillas –No… No sabía que… ¡Naruto!- y sin previo aviso golpeó al rubio en la cabeza –No habías dicho que Sasuke no vendría a casa hoy- la pelirrosa se giró hacia donde estaba el pelinegro –Lo siento Sasuke-Kun.. etto…- apretó aún más la cinta de la bata –Yo ahora me retiro- la chica comenzó a subir las escaleras cuando Sasuke la detuvo.
-No tienes por que irte- agregó Sasuke con voz seca –sabes que eres bienvenida aquí en la casa-
-Pero…- Sakura quería objetar pero Sasuke pasó a un lado de ella y Naruto ignorando cualquier disculpa que por educación y etiqueta debía dar su compañera de la infancia
-Sabes que él y yo no dormimos juntos- no volteo a mirarlos –Solo no hagan mucho ruido que debo descansar- y con eso desapareció de la vista de ambos.
Dolor era lo único que podía sentir instalado en su pecho.