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El momento de los tulipanes por Shisain-chan

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Notas del fanfic:

 

Es el primer fanfic que escribo.

Esta basado en el primer anime, más específicamente en la película. Al tiene su cuerpo pero Ed aún conserva el automail, aunque eso ya lo saben.

Bueno, se los dejo!

 

 La vida en este mundo es dura y sobre todo diferente. Encontramos una pequeña casa en Múnich. A diferencia de nuestra vida anterior, aquí debíamos esforzarnos tremendamente por dinero, pues éramos nadie, el reconocido Alquimista Estatal que fui en un tiempo había desparecido.

 

Compartimos esta casa con Noa, pues ella necesitaba un hogar y nosotros estábamos solos en un mundo que apenas conocemos; así nos convertimos en una familia. Ella dormía en una habitación mientras Al y yo compartíamos el dormitorio contiguo.

 

Ese día estaba lloviendo. Yo estaba tirado en el sofá de la sala mirando por la ventana las gotas que inundaban la calle. Los días así me ponían muy melancólico. Alphonse estaba sentado en el suelo junto a mí, escribiendo en un pequeño cuaderno.

 

- No puedo estar aquí sentado sin hacer nada, es desesperante –dije con tono apático.

 

- Pues busca algo con que des aburrirte, Niisan –dijo Alphonse sin apartar la mirada del cuaderno-. Es muy temprano y no parece que vaya a parar la lluvia en un par de horas.

 

- ¡Pues que mal! Al, has algo para divertirme ¿por qué no bailas para tú hermano?

 

- Ya, eso quisieras –dijo con su inocente sonrisa-. Ya sé, juguemos poker.

 

Cerró el cuaderno y se puso de pie, se dirigió a su escritorio y de un cajón extrajo un juego de cartas. Después volvió junto al sillón y se sentó frente a mí.

 

-  Pero no puedes hacer trampa –advirtió.

 

- …..

 

- …..

 

- ¡Eso es muy aburrido!

 

- Dices eso porque siempre pierdes, eres malo para esto.

Le arrojé un cojín en la cara.

 

- ¡Cierra el pico!

 

- Ni siquiera me dolió, hasta para eso eres malo –dijo entre risas.

 

- ¿Quieres que te enseñe? –dije jugando.

 

- Lo que quieras enseñarme no podría verlo, hermano. Eres muy pequeño –se burló poniéndose de pie con una gran sonrisa en el rostro y preparándose para salir corriendo en cualquier momento.

 

- ¿A quién llamas pequeño? –contesté a gritos levantándome de un salto del sillón.

 

Como tenía previsto, Alphonse se echó a correr y yo lo seguí intentando atraparlo. Él sacó su lengua bufándose de mí y cuando estuve a punto de atrápalo se movió a la izquierda y pasé de largo. El aprovechó para darme una patada en la espalda y tirarme al suelo. Por supuesto, no me dolió; todo se trataba de un simple juego para pasar el tiempo.

 

- ¿Qué pasa, enano? ¿no puedes atraparme?

 

- ¡Estás muerto! –dije poniéndome de pie con una siniestra sonrisa en el rostro.

 

El pretendía volver a correr cuando me vio acercarme pero no puso la suficiente atención y chocó con la mesita de centro y cayó al suelo. No pude detenerme y caía sobre él. Ya en el piso, lo abrace con fuerza para evitar que se levantara.

 

- Jajaja ¡Dulce Karma! –le dije sentándome en el suelo.

 

- ¡Suéltame! ¿De qué estás hablando? –dijo él riendo y tratando de zafarse.

 

Entre nuestro forcejeo perdimos el equilibrio y caímos de nuevo. Estábamos realmente cerca, uno frente al otro y yo continuaba apretándolo con mis brazos. Y lo único que pudimos hacer fue echarnos a reír tumbados en el piso.

Cuando recuperamos un poco el aliento lo miré a los plateados ojos.  Estaba recostado junto a mí y su rostro e había enrojecido un tanto a causa de la risa. Sonreía, yo sentí ganas de acercarme a él pero como siempre me contuve.

 

Últimamente, esos impulsos se adueñaban de mí con gran intensidad. En ocasiones me veía obligado a salir de la habitación en la que se encontraba Al para no hacer o decir algo estúpido. Ya lo tenía asumido. En todo el tiempo que pasé lejos de él, sin tener que pensar en la piedra filosofal, transmutaciones humanas, homúnculos y el ejercito; había llegado a la conclusión de que lo que sentía por Al era más que un amor filial.

 

Al principio fue muy duro para mí, me negaba a pensar en tales cosas: eran impuras, inapropiadas e insanas. Pensé que estaba enfermo. Pero cuando me di el lujo de imaginar que me correspondería y me aceptaría, dejo de parecer tan horrible. Me gustaba pensarlo. En el instante en que Alphonse volvió a mí, me propuse a mi mismo que no arruinaría la estrecha relación que tenía con Al. Pasaría mi vida callado y sufriendo si era necesario, con tal de pasarla a su lado.

 

Y así me encontraba entonces acostado junto a él en el suelo de la sala, imaginando como era de esperarse.

Noa bajó las escaleras y entró corriendo a la sala. Nos buscó con la mirada hasta encontrarnos acostados.

 

- Pero ¿Qué hacen los dos ahí? –dijo desconcertada.

 

- Al está muerto y yo agotado –dije jugando.

 

- Ya –dijo ella-. Chicos, tengo un problema. ¿Pueden ayudarme? Por favor.

 

- ¿Qué sucede, Noa? –preguntó  Alphonse sentándose.

 

- Parece que el agua se estancó en el techo. Se hizo una gotera y esta mojando todo mi cuarto. Arréglenla, por favor.

 

- ¿Justo ahora? Está lloviendo –me quejé.

 

- Pues claro por eso mismo quiero que la arreglen, que caso tiene que lo hagan mañana si ya no me servirá –dijo ella un poco sarcástica pero levemente pues aun necesitaba de nuestra ayuda.

 

- Pon un balde –respondí.

 

- Niisan –dijo Alphonse rigurosamente- Tú eras el que se quejaba de que no había nada que hacer. Deja de chillar y vamos a ayudarla.

 

- Sí, ya voy –dije desganado.

 

Como lo dijimos, o mejor dicho, como Al lo dijo; subimos al techo con todo y lluvia a arreglar la maldita gotera. Hubiera sido fácil con la alquimia pero en ese mundo no podíamos usarla. Menos mal que nuestra sensei nos enseñó a no depender solo de la alquimia y arreglárnosla con nuestras propias manos.

 

- Ya esta –dije después de reemplazar las tejas viejas por unas nuevas, aunque solo estaban sobre puestas bastarían para la noche.

 

Alphonse estaba desbloqueando el conducto que drenaba el agua del techo.

 

- También terminé –dijo mirándome y levantando el pulgar.

Al verlo totalmente empapado, no pude evitar distraerme. Se veía tan bien con el cabello largo y castaño escurriendo agua y las ropas pegadas por completo a su cuerpo. Resbalé con una teja y caí de bruces en el techo. No rodé ni corrí peligro alguno por lo que Alphonse volvió a reír.

 

- Hoy no es tú día.

 

- Cállate. La lluvia tiene la culpa.

 

Regresamos al interior de la casa. Tomé unas toallas y comencé a secarme el cabello y quitarme los zapatos. Alphonse anuncio que se bañaría antes de dormir para evitar un resfriado y la ingrata de Noa apenas dijo “Gracias. Siento que te hayas caído, Ed” y volvió a encerrarse en su habitación como si nada.

 

Subí al cuarto. Me cambie de ropa mientras pensaba en lo que había sucedido en el techo. Esto ya había llegado al punto en que perdía la concentración de esa manera. No iba bien, para nada. Quizás si pudiera decirle a Al… No, no haría nada que arruinara la relación que tenía con él.

 

Estornudé. No tenía frio pero si no le daba algo de calor a mi cuerpo lo más seguro es que pescaría un resfriado. Fui hasta el armario, y tarde horas en llegar hasta ahí porque no tenía ganas de moverme. Al abrir el cajón para coger un suéter, encontré una fotografía que hacía algún tiempo no veía.

 

Al entró a la habitación sin que yo me diera cuenta. Yo estaba de pie junto al armario, con una foto de Alphonse Heiderich entre las manos.

 

- Niisan –me dijo mi hermano- ¿estás pensando en él?

 

- Sí – dije con una triste sonrisa.

 

Cuando conocí a Heiderich me acerqué a él esperando llenar el vacío que me provocaba la ausencia de Al, nunca lo logré. Para mí, Alphonse Heiderich era Alphonse Heiderich; y Alphonse Elric, mi hermano. Ahora que tenía a mi hermano menor y Heiderich está muerto, suspiro en ocasiones por mi amigo, porque sé que no son la misma persona.

 

Devolví la fotografía al fondo del cajón de donde la había sacado.

 

- Hermano ¿puedo hacerte una pregunta? –me dijo. Estaba sentado al borde de su cama con la espalda ligeramente encorvada y los codos apoyados en sus piernas.

 

- Claro respondí.

 

Cuando me giré para verlo pude ver que estaba totalmente sonrojado y veía hacía el suelo mientras jugueteaba con los dedos, inocentemente.

 

- Tú…, esto… ¿Alguna vez –comenzó a decir Al entre pausas indecisas-, alguna vez tuviste…, no lo sé…, algo con Alphonse? Es decir ¿hicieron…?

 

- ¿Qué me estás preguntando? –dije totalmente sorprendido cuando capté la pregunta. A decir verdad, apuesto lo que sea a que yo estaba más que sonrojado porque sentía un calor intenso en el rostro. La pícara sonrisa de Al me decía que estaba en lo cierto.

 

- Sabes lo que intento decir, Niisan.

 

Desvíe la mirada intentando restarle importancia al asunto.

 

- No lo entiendo.

 

- Vamos, Ed. Dime la verdad – me pidió Al. A juzgar por el sonido de su voz, se estaba divirtiendo en grande.

Me costaba un esfuerzo casi físico el hablar, pero por fin lo dije, a regañadientas.

 

- Bueno Al… - me detuve. No sabía cómo continuar así que seguí empujando las palabras. Tenía los ojos perdidos en la pared para no tener que ver a Al pero a pesar de todo sentía su mirada-. Él y yo vivíamos juntos… y a veces… Sí, lo hice. Hicimos.

 

En aquel instante mi hermano soltó una tremenda carcajada acompañado de una exclamación de “¡Lo sabía!”.

 

- ¡Tranquilízate! ¿De qué va esto?

 

Al tardó unos instantes en dejar de reír, no con una risa burlona, si no con una divertida.

 

- Entonces… -el timbre de voz que usó al pronunciar esa palabra me pareció esperanzada y tierna, aunque no alcanzaba a definir por qué.

 

- Entonces ¿Qué?

 

Mi hermano me miró a los ojos.

 

- ¿Me besarías?

 

Quedé atónito ante su petición.

 

La verdad es que dentro de mi siempre habría tenido el deseo de  hacerlo. Me parecía que estaba mal pero no podía controlar lo que sentía. Él confiaba en mí y yo no podía actuar de esa forma. Y escucharlo hablar así, como si él sintiera lo mismo que yo me hizo preguntarme qué es lo que pasaría si le confesaba a Al esa verdad.

 

Él continuaba esperando y ésta vez no se me dificultó responder.

 

- No.

 

Al soltó un suspiro. No parecía sorprendido, aunque sí decepcionado.

 

- Lo entiendo. Te recordaría a él ¿verdad?

 

¿A él? Alphonse en verdad no tenía idea, ni la más remota idea.

 

- Estás equivocado. En realidad es todo lo contrario: hacía esas cosas con él porque me recordaba a ti.

 

- ¿De verdad?

 

Asentí.

 

- ¿Y por qué no lo haces ahora? –preguntó desconcertado.

 

- Porque estas confundido. Nos hemos vuelto a encontrar y hemos perdido todo lo que no sea el otro. Si te beso ahora, estaría aprovechándome de ti y no pienso volver a hacer algo que te lastime.

 

Al volvió a sonreír. Era la sonrisa de un niño que no entiende el por qué los adultos deciden complicar las cosas.

 

- Si mamá volviera ¿tú querrías estar pegado a ella por siempre? –me preguntó.

 

- Claro pero de eso a pedirle que me besé…

 

- ¡Pues ya está claro! Estas cosas no se sienten por mera confusión. Te lo pido porque desde siempre lo he deseado. Ya no quiero correr el riesgo de perder mi oportunidad por ¿Cuánto? ¿Cinco o seis años más? ¿No te das cuenta que te amo?

 

Lo dijo como si aquellas palabras lo justificaran todo.

 

Tal vez soy débil pero, a mi juicio, sí lo hacía.

 

Sé que es mi hermano pero yo solo era capaz de ver en él a la persona que más amo. No me importaba que tipo de amor le profesara o mejor dicho, con que nombre etiquetara al amor. Se ama o no se ama, no hay más.

 

  Avancé un par de pasos y me detuve frente a Al. Lo tomé de la barbilla suavemente. En su rostro veía el cariño, una expresión enloquecedoramente tierna que me instaba a seguir mis impulsos. Con el dedo pulgar acaricié sus labios. Él estaba a punto de decir algo pero, antes de que comenzara a hablar, lo besé

 

  El beso fue apenas un ligero roce de labios e inmediatamente me aparte, pero no me aleje de él más que un par de centímetros, lo suficiente para seguir percibiendo su aliento ansioso en mis labios. No podía detenerme. Me puse en cuclillas, lo tomé por la nuca hundiendo mis dedos en su cabellera castaña y le propiné un beso más profundo que el anterior.

 

  Mi lengua tocó la suya, y una sensación electrizante recorrió mi cuerpo entero. Al me rodeó el cuello con sus brazos. Con la mano derecha, lo tomé por la espalda y lo acerqué a mí, de manera que mi cuerpo se oprimía contra el suyo.

 

Hacía calor (yo tenía calor) pero parar no era una opción. Simplemente no quería hacerlo. Los brazos de Al seguían abrazándome firmemente. No parecía molestarle que mis besos se volvieran cada vez más apasionados y fue por esta razón que me animé a separarme de él y comenzar a besarle el cuello.

 

- Edward –dijo con un hilo de voz  que no reflejaba ninguna emoción.

 

Fue así como reaccioné. Me detuve en seco...

 

Notas finales:

Espero que les haya gustado.

En el proximo capitulo pondré un poco de mucho lemon en tre los hermanitos.


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