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Sólo vuelve por Musaga

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Notas del fanfic:

*Prince Of Tennis no me pertenece*

¿Qué clase de regalo es este? ¡Ni idea! ¿cómo pude matar al festejado? por ganas supongo, pero conforme avance el día subiré otro fic más decente y de acuerdo a la ocasión.

¡Feliz Cumpleaños Jiroh Akutagawa!

Sólo vuelve


Sentirse agobiado no era parte característica de su emblemática personalidad, a decir verdad aquello era una mera fantasía, agobiado y Atobe Keigo no cabían en una sola oración, o al menos así había ocurrido hasta ese día, hasta ese momento. La escuadra del Hyotei estaba por dar una conferencia de prensa, quizás la más esperada en todos los años que llevaban como estelares en el circuito del tennis, la más ansiada. La prensa esperaba impaciente, en Institutos y canchas de tennis  los seguidores del deporte blanco esperaban ansiosos a que la rueda de prensa diera inicio. Seigaku, Rikkaidai, Fudomine, Shitenhoji entre otros colegios evitaban parpadear para no perder detalle alguno, aquello que se venía era una bomba, claro, siempre y cuando se confirmaran esos rumores de los últimos días.


El reloj marcó el medio día, al fin daría inicio el evento. A la sala entraron cuatro titulares del equipo más presuntuoso y ególatra del medio, se adentraron con temples de hielo y miradas afiladas extrañamente empañadas, situación más evidente en el acróbata y el dueño del Scud Serve, después de algunos segundos arribó el poderoso capitán Hyotei, tomando asiento con elegancia al centro de la mesa, teniendo a sus lados a Gakuto Mukahi y Oshitari Yuushi. Intentó mostrarse más solido que nunca, inquebrantable y arrogante, o al menos eso era lo que trataba de ejemplificar, pero para su mala fortuna todo estaba saliendole al revés. La primera voz en escucharse fue la de Oshitari, agradeciendo la presencia de todos los asistentes; carraspeó ligeramente mientras sus dedos tamborileban sobre el micrófono, Atobe le miró desesperado para después rodar los ojos en señal de fastidio ante el nerviosismo del genio; con un movimiento de mano hizo la indicación para que los medios hicieran su avalancha de preguntas.


-Atobe, se nos citó en este lugar para aclarar la dudas que circulan en torno a la muerte de unos de sus titulares- aquello fue suficiente para sentir una estocada en su corazón, era como una espada recién afilada atravesando con cruel calma su motor emocional. Discretamente jaló aire, llenando sus pulmones de aquel aire vital. –Se dice que fue su jugador de individuales y especialista en volea- el periodista no dio el nombre, esperaba que aquello fuera dicho por el propio líder del equipo.


-Asi es, se trata de- vaciló unos segundos al sentir el peso del mundo sobre sus hombros, sabía a la perfección que todas las miradas de ese lugar lo contemplaban, quizás Gakuto no le ponía atención, todo por estar hecho un mar de lágrimas al igual que Otori, Shishido estaría con su codo recargado sobe la mesa ocultando su rostro con la mano y Oshitari estaría luchando por mantener su inalterable calma. –Jiroh Akutagawa- el volumen de su voz bajó notablemente al mencionar aquel nombre, por un momento se sintió liberado de aquella presión, por otro lado sabía que esa respuesta desencadenaría decenas de preguntas más, cuestionamientos que indagarían para conocer las causas de su muerte y datos que él prefería no dar.


Apretó los puños intentando aminorar el ligero espasmo que su cuerpo estaba sintiendo, a ese paso no podría seguir con la rueda de prensa; Oshitari notó el tambaleo emocional de Atobe y entró en acción para seguir con las respuestas. El resto de la conferencia siguió con altas y bajas, algunas respuestas frías y cortantes por parte de Shishido y Yushi ante lo insensibles que podían ser los respresentantes de cada televisora, estaban ahí para aclarar dudas, no para acallar especulaciones ridículas en torno a la muerte de Jiroh o dejar al descubierto los rumores que lo liaban emocionalmente a Keigo.


-El torneo mundial esta a la vuelta de la esquina, Atobe ¿quién tomará el lugar de Jiroh?- Ahí venía la bomba de la tarde, aquello sería titular de los periódicos deportivos, eso como mínimo.


-Eso tendrán que preguntárselo al nuevo capitán- un sonido de asombro inundó el lugar, el resto de los Hyotei boy’s encontraron que sus manos eran más interesantes que lo que su aún líder pudiera decir, aquello en verdad les dolía a todos, no en balde habían estado juntos por tanto tiempo.


-¿Nuevo capitán? Atobe, con eso nos quieres decir ¿qué dejas el Club?-


-Si- fue su respuesta determinante.


-¿Es por la muerte de Jiroh, en verdad de afecta tanto?- aquellas preguntas estaban taladrándole la cabeza, cada cuestionamiento le ocasionaba fuertes punzadas en su desecho corazón, era más de lo que el poderoso líder podía soportar, por primera vez en su corta vida sintió perder el control, su entorno parecía dar de vueltas y las incesantes voces terminaron por sofocarlo.


-¿Con eso confirmas que Jiroh y tú eran pareja?- Atobe Se puso de pie como si de un resorte se tratara, Shishido y Yuushi lo sujetaron un poco, ante la furia segura que se venía a continuación. Pese a las especulaciones de los dos muchachos, Keigo agachó su cabeza y dejó que el cabello le cubriera los ojos, ocasionando sombra en su rostro dándole un efecto algo sobrio. Una curvatura socarrona le dio forma a una extraña sonrisa que se formaba cruel sobre sus labios.


-Atobe Keigo no da explicaciones- sin más abandonó la sala que ardía en un mar de preguntas sin respuesta.


Así había ocurrido la molesta rueda de prensa; no tenía más allá de cinco horas de que había terminado o más bien de que él había huido de aquel estresante lugar, no estaba dispuesto a verse doblegado ante nadie, una cosa era el dolor que lo estaba consumiendo y otra el hecho de hacerlo público, suficiente tenía con las miradas de lastima que le dirigían sus compañeros de equipo.


Ya en la comodidad de su hogar permanecía sentado en la inmaculada alfombra, recargado sobre el colosal ventanal del despacho, lugar donde acostumbraba pasar las tardes en compañía de su dormilón; él acariciando los suaves rizos dorados mientras el menor permanecía abrazado a su cintura mientras le contaba mil y un tonterías, así eran sus tardes o al menos así habían sido. Los minutos pasaban lentos y cansados, así como los minutos pasaban, así lo hacían las horas, días, semana, meses, cinco meses para ser exactos.


Si su Jiroh aún viviera estaría cumpliendo veinte años en ese día.


 El sonido sobrio y misterioso de un buen disco de opera eran su único acompañante aquella tarde que amenazaba con robarle una vez más su dignidad, sentía un nudo en el estomago, un vació interno imposible de explicar y lo más grave de todo, sus ganas de llorar eran peor que en otras ocasiones. Bebió desganado de su copa de vino, pasando el caliente líquido a través de su garganta, sintiendo como este le quemaba sin tregua alguna.


No tenía un espejo cerca, pero sabía bien que su apariencia no era la óptima, se le notaba cansado y molesto. Las cortinas de terciopelo rojas permanecían cerradas, ocultando así la entrada de cualquier rayo de luz, el elegante despacho destilaba una fragancia tensa y de melancolía pura, sin duda era un contexto tétrico. Una, dos, tres lágrimas se escaparon osadas de los ojos violeta inundándolos de ese liquido salino, la prueba física de su dolor; las lágrimas caían pesadas recorriendo los blancos pómulos de Keigo que sólo se limitaba a beber de su embriagante bebida.


¡Tenía tantos planes para él y su amante! Todos ellos eran dignos de un ridículo cuento de hadas, tan melosos como las películas bobas que gustaba de ver Jiroh, incluso tan irreales como los mangas que ese niño solía leer, y a final de cuentas todo terminaba en una historia trágica de algún exponente del romanticismo.


Seguía sin poder superar la muerte de Jiroh, con el tuvo la sensación de tenerlo todo, y ahora que ya no lo tenía era una sensación completamente contraria, él se había llevado todo. Había encontrado en su mirada miel su sitio de descanso eterno, en sus brazos la felicidad y entre sus piernas su paraíso favorito; sabía mejor que nadie la necesidad que su anatomía había desarrollado por Akutagawa, esa dependencia de sujetar entre sus brazos la grácil e infantil silueta de su rubio. Pese a todo, aún podía sentirlo cerca de si, podía sentirlo y olerlo cada que iba a su cama a intentar dormir, y es que el sueño era un privilegio que siempre se le había negado, caso contrario a Jiroh que lograba conciliar el mundo de Morfeo en cualquier sitio.


Pero tenía algo seguro, ni siquiera Jiroh hubiera podido dormir, teniendo el corazón roto… en un ataque de furia tomó su copa y la estrelló directo contra el sistema de audio que reproducía grandes composiciones vocales de tenores reconocidos, bufó molesto y comenzó a sollozar tomado entre sus manos una foto de él y el rubio dormilón.


-Jiroh; seguro que jamás imaginaste todo el alboroto que armarías ¿verdad? Claro que no lo hiciste porque de lo contrario jamás te hubieras ido de mi lado. Fuiste cruel, más de lo que nunca imagine que podrías ser, ¡por cierto! Sonreír, decir adiós y luego dejar de respirar no es una despedida, mucho menos algo digno para alguien como yo. ¿Por qué si te di tanto no lo valoraste? Recibí la más mediocre despedida de todas ¡acaso no merecía tenerte eternamente a mi lado!- sujetó entre sus manos su cabeza dejando recargada la foto sobre sus piernas -¿Por qué no me necesitaste tanto como yo a ti? A veces siento que no te fue suficiente todo lo que te comprobé era capaz de hacer por ti, seguramente necesitabas más y yo no supe verlo, pero aún así no justifica que me dejarás sumido en esta patética escena de alcohol, obscuridad y soledad.


Hablaba con la imagen, aquella imagen que develaba al rubio bonito del Hyotei acompañado por él, Atobe Keigo, una de las tantas fotos que alguna vez se tomaron por capricho meloso del menor. Aún estaba cuerdo, pero el mismo reconocía que su raciocinio estaba debilitándose con cada día que pasaba, y no ayudaba mucho el hecho de tirarse en la alfombra para disponerse a beber y escuchar música deprimente, o poner atención a los desgarradores y potentes gritos de los cantantes, nada de eso era bueno para su estado actual. Con algo de dificultad se estiró hasta su escritorio de donde tomo algunas hojas de papel, mismas que contenían dibujos infantiles que Jiroh le regalaba, según él eran su historia de amor.


Siempre tan ridículo, tan infantil y juguetón,Ore-sama siempre admiró eso de ti, tu versátil capacidad para mostrarle al mundo tu más sincera sonrisa, esa magia tuya para disfrutar las cosas más simples de la vida, nunca veías lo malo y triste de nada, era increíble como ante sus propios fracasos mostrabas esa perfecta sonrisa que envidiaba el mismo sol, esa chispeante mirada capaz de opacar la estrella más hermosa del firmamento, todo eso podías hacer, y con ello hechizar todos mis sentidos.


Malditos recuerdos, ni un día pueden dejarme tranquilo, me abruman con cada detallada imagen de tu carita bonita, ese lindo rostro que idolatré como loco y que bese hasta el cansancio, porque a pesar de besarte de día y noche, minuto tras minuto, nunca dejé de experimentar devoción a todo tu ser, siempre encontraba una manera nueva de hacerte ver cuanto valías en mi vida y me temo que te fuiste de este mundo sin saberlo.


A causa del calor que encerraba en aquel cuarto, se desabotonó la camisa, viendo al instante ese dije de pata que alguna vez le había regalado Jiroh. Un eclipse, ahora lo veía y le encontraba un significado literario y muy dramático para su gusto; sin duda él era el sol, el astro poderoso y brillante que únicamente podía ser opacado con el resplandor suave y romántico de la luna.


Estúpida metáfora la mía, pero aterradoramente cierta.


El obscurecer repentino llamó su atención, si hubiera estado más al pendiente del mundo exterior habría sabido del eclipse que ocurriría esa misma tarde, suspiró cual colegial al notar aquel fenómeno de gran impacto. Se puso de pie y abrió las pesadas cortinas, dejando entrar aquella mezcla de iluminaciones, plateadas y doradas, mismas que tarde o temprano serían suplantadas por la obscuridad total. Miró hacía el cielo y en una plegaria muda, confesó su más grande deseo.


Jiroh, sólo… sólo vuelve a mi y muéstrame esa sonrisa capaz de eclipsar al mismo sol, devuélveme tu cálido respirar, oye…juguemos a que tú estas vivo y yo vuelvo a ser feliz.


Una oración, un anhelo, un solo deseo… la unión de dos astros es magia, pero ¿será capaz de dar segundas oportunidades? Quien sabe…


FIN

Notas finales:

Me sigo preguntando que es esto, en fin, cuidense mucho y gracias anticipadas por su tiempo. ¡Hasta la próxima! (o quizás hasta al rato XD)


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