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Venta de muñecas por Aihma

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Notas del fanfic:

Espero de corazón que os guste esta extraña historia.

Notas del capitulo:

Os alzo el telón...

Me hinco mientras tomo las rodillas y las separo con rudeza. No se ha puesto resistencia y yo no tengo tiempo para estos juegos. Levanto la vista y veo un rosto enrojecido de cólera y unos ojos que prometen muerte.

-Me has humillado, ¿lo sabes? –ahoga un grito de ira. 

Comienzo a deslizar mis manos por debajo de la ropa de seda sintiendo la suavidad de una piel corrupta. Los músculos se tensan más y más.

 

-¡Me has humillado, Eiri! –chilla con rabia.

 

Mis manos se detienen, se retiran y ayudan al resto de mi cuerpo a ponerse de pie.- Tú me humillaste primero –me acomodo el abrigo. Suelto un suspiro de resignación. Después de todo no había pasión en ninguno de los dos.

 

-¡¿En qué momento lo hice?! –su voz se exalta más a cada palabra.

 

-¿Me has dado un hijo? –miro de reojo como sus sentimientos se vuelven incontrolables.

 

-¡¡Dijiste que no importaba!! –llora.

 

Pobre, su odio ha llenado completamente su corazón. Termino de arreglar mi ropa y comienzo a caminar intentado, de alguna manera, escuchar mis pasos silenciados por la alfombra.

 

-¡¡No te vayas!!

 

Me detiene con la mano en el pomo dorado.- ¿Hay algo más que quieras decir?

 

-¿Cómo puedes hacerme esto? –su voz se apaga entre sollozos.

 

Giro lentamente la muñeca y salgo de un infierno, ahora, insoportable. Camino por el pasillo y antes de llegar a las escaleras escucho un grito rabioso. ¿Si se suicida? Sólo espero que no deje manchas. Desciendo con rapidez y abro la puerta principal. En el pórtico me espera el chofer que me llevara a la “vergüenza” de la bestia lastimada que he dejado. Me abre la puerta trasera de un mercedez y entro sin dejar de notar aquella mirada del segundo piso. ¿Cómo la ira de alguien puede atravesar un cristal blindado? Se cierra la puerta del automóvil. Corrección, de dos cristales blindados. El conductor sube.

 

-Enciende y arranca de una buena vez –ordeno sin evitar que me fastidien unos celos irrisorios.

 

-¿No esperaremos a alguien más? –pregunta el insolente del volante.

 

-No.

 

-Lamento mi indiscreción pero he escuchado que algunas personas asisten con…

 

-Has escuchado mal –interrumpo-. Mi esposa se queda en casa y tú me llevarás, ¡ahora! –ordeno.

 

Desvío la mirada y observo con atención la silueta de una pobre mujer que intenta sobrevivir ante su propia impotencia. ¿Dije que no me importaba? Sí, es cierto. A diferencia de mi padre y hermano nunca me intereso perpetuar mi dinastía, todo lo contrario, dejar marca en este mundo con alguien que es “ajeno” a mí me causa horror. Un hijo no me importaba y no me importa, si voy es porque simplemente estoy… aburrido.

 

El auto comienza a avanzar. Pasamos el bosque de la residencia y cruzamos la reja que separa a la casa de la estresante ciudad. Me acomodo en el respaldo del asiento y miro sin interés edificios y negocios que comienzan abrir su puertas y a encender las luces neón de sus anuncios que prometen elegancia y comodidad. Volteo el rostro hacia la otra ventana y veo como el sol se oculta. Sí, es el crepúsculo del día y el amanecer de la ciudad. Cierro los ojos y veo como en la oscuridad de mi “yo” se cuelan algunos rayos solares y algunas estridentes luces artificiales. Hoy en día cerrar los ojos ya no te permite cegarte de la realidad porque ella simplemente estará ahí arficiosamente para acariciarte y recordarte que el sueño ya nos es una opción para esconderte de ella.

 

-Tal vez sólo muerte sea la salvación –digo con amargura.

 

-¿Se le ofrece algo señor? –dice el conductor cuya voz me parece tan lejana.

 

-No –murmuro mientras continuo viendo una danza de luces que poco a poco comienzan a apropiarse del resto de mis sentidos, sin embargo, hay una luz entre todas que mi mente sigue y acosa con vehemencia. ¡Qué curioso! Es como si todo mi ser fuese dominado por esa luz ¿violeta? No, no es violeta, es más como púrpura, como… amatista. Sí, eso es. Es el cálido color de una amatista. ¡Qué lástima que, pese a ser real, sea solo una luz artificial que desaparecerá cuando abra los ojos!

 

-Señor, hemos llegado.

 

Escucho las palabras que lisonjeramente se arrastran a mis oídos mientras el auto se detiene. Abro los ojos, “mi luz”, como era de esperarse, se pierde y desaparece entre las millones de luces que ahora lastiman mis ojos. Una extraña nostalgia comienza a invadirme.

 

Abren la puerta y una mano pálida se extiende delante de mí.- ¡Tu presencia me hace realmente dichoso! Llegué a pensar que no vendrías –escucho una molesta voz conocida.

 

-Te dije que vendría, ¿no es así? –rechazo suavemente la mano-. Estaciona el carro por aquí cerca y espérame hasta que salga, después de todo no te haré esperar mucho –digo al conductor que asiente a cada palabra.

 

-¿Cómo que no será mucho? –escucho el predecible reclamo.

 

-Nunca te dije que estaría toda la noche –pongo un pie fuera del auto-. Deberías agradecer que vine –pongo el otro y salgo.

 

-Entonces –estira nuevamente su mano-, gracias por venir.

 

Meto las manos en el abrigo y paso al lado del “jardinero” más importante de la ciudad, que, al ver que sigo de largo, da la vuelta y comienza a caminar al lado mío hablando de cosas que, al no ser más que un murmullo molesto, mi mente no logra interpretar. Vislumbro a lo lejos la puerta de un edificio de un piso iluminada solamente por  dos pequeños faroles, custodiad, no obstante, por dos enormes guardias.

 

-Es más insignificante de lo que creí –comento.

 

-¡Oh no! Esto es solamente la recepción, el edificio es subterráneo –explica emocionado-. Suguru ha diseñado cuidadosamente treinta preciosos pisos por debajo de la tierra.

 

-Ya veo.

 

Continuamos caminando y, sin detenernos en la puerta del edificio subterráneo, entramos mientras los guardias hacen una reverencia.

 

-Sigan trabajando duro -dice mi compañero.

 

Al franquear el umbral llegamos a un pasillo de madera que rodea un enorme y hermoso jardín tradicional con cientos de arboles de cerezo en flor que hacen de cielo para nosotros. En el centro se ve una pequeña capilla con incienso de loto y en frente de ella un ser hincado cuya esencia me ha robado el aire. Mi cuerpo se paraliza y debilita.

 

-Por aquí.

 

Me jalan de la manga y me llevan sin que yo oponga resistencia, pero, antes de desaparecer de mi vista, lo veo, veo la cosa más hermosa que he visto en mi vida. La persona que rezaba, al escucharnos, volteó y me vio con sus enormes y profundos ojos amatistas. Entonces me convenzo de que no he visto a una mujer, he visto a una diosa de luz amatista.

Notas finales:

Si os ha resultado interesante me sinteré feliz. Dudas, preguntas, comentarios (de cualquier tipo) son bien recibidos y los estaré esperando con ansia... Un beso, ^.^


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