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El Amor del Príncipe por Mahozahamy Arisugawa

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Notas del fanfic:

He vuelto, con más fuerza que nunca. Disfruten de mi primera (NUEVA) historia

Notas del capitulo:

Notas:


Konnichiwa, muy buenos días a todos. No, no estaba muerta, estaba... casi muerta.


(PARTE ABURRIDA, PUEDEN SALTÁRSELA)


Tras largo tiempo (años) de ausencia en la comunidad pido a todos quienes leyeron la primera parte una disculpa sincera,  más justo cuando terminé aquella hace ya tanto tiempo mi vida entera colapsó. Enfermé de gravedad y la situación familiar inestable que vivía finalmente se vino abajo y dio origen a una ruptura, la separación de mis padres. Al día de hoy las cosas mejoran, pero no del todo. Muchísimas cosas han cambiado en mi vida. Lentamente consigo salir adelante y recuperar las ganas de escribir que creía perdidas. Un abrazo sincero a quienes mostraron su preocupación por mi, les quiero de verdad y quiero dedicar este primer capítulo a estas personitas tan queridas.


Dicho lo anterior, aquí les dejo la historia.

(I)

LAMENTO PROHIBIDO

Remus preparaba la cena. Un delicioso estofado se cocía a fuego lento en la cocina, bajo su atenta supervisión y unas papas hervidas se picaban solas en una esquina de la mesa. Sirius había enviado un mensaje por la chimenea. Llegaría dentro de poco y deseaba tener listo todo para cuando llegara.

 

 

 

Al principio le resultaba incómoda la magnificencia de la mansión Black, ahora tan hermosa y señorial como antaño, sobre todo había temido al retrato de la madre de Sirius que siguió mucho tiempo en su lugar, cada día más insoportable, más cruel.

 

 

 

Pero gracias a la persona más inesperada del mundo había dejado hacía poco de ser un problema. Sí, todo gracias a Severus, aunque pareciera imposible. El día de la graduación de Harry le había enviado vía lechuza un pequeño frasco, una breve misiva y un pergamino con instrucciones, resultó ser la solución al mayor de sus problemas.

 

 

 

Con una pequeña mentira piadosa logró solucionarlo todo. Ahora se sentía verdaderamente en su casa, sin ese horrible retrato. La única desde Hogwarts.

 

 

 

Si le quedaba duda alguna de la maestría de Severus para diseñar pociones con aquella dejó de tenerla. Se trataba de una poción totalmente descabellada, que según se explicaba en el pergamino el mismo Snape acababa de perfeccionar esa misma noche, era muy probablemente prohibida y terroríficamente simple.

 

 

 

Como explicaban las instrucciones, la poción se componía en la base de veneno de belladona concentrada y éter puro, como centro tenía media cucharada de sangre de dragón y una raíz de mandrágora, mezclado con 42 gotas de quitamanchas mágico multiusos de la Señora Shower y 3 cucharadas de poción para dormir a manera de catalizador, finalmente se añadía en el momento de su uso una simple aspirina muggle, para activar el efecto. Era el contra restante perfecto del encantamiento de presencia permanente que había tras el retrato de la madre de su esposo.

 

 

 

Con gran cuidado y planeando todo con exactitud Remus esperó hasta altas horas de la noche para levantarse fingiendo mal humor.

 

 

 

Sirius lo acompañó comprensivo y amable hasta la cocina, donde Remus vació toda la botella en un vaso de cristal, tomó una aspirina y salió de la cocina. Cuando estaba cerca del cuadro echó dentro de la poción la aspirina.

 

 

 

--- ¿Qué haces?-preguntó Sirius extrañado al ver lo que hacía.

 

---Sedante, es leve. Lo pedí a Severus, soy pésimo hasta en las más simples.

 

---Mmph, puedo hacerlo yo.

 

---No quise molestarte.

 

---No me molestas.

 

 

 

Remus fingió tropezarse. Sirius atrapó al instante a su lobo, estaba medio dormido más no idiota, sus reflejos para protegerlo habían funcionado por instinto, y Remus lo sabía, la poción se derramó sin remedio y con precisión justo tras el cuadro.  Por unos segundos  se escuchó un siseo, luego humo salió del cuadro y este cayó de la pared. Sirius con una sonrisa en los labios sin podérselo creer se acercó al caído guerrero casi indestructible. Estaba negro y parecía achicharrado.

 

 

 

--- ¿Un sedante leve?-preguntó, incrédulo- Merlín, qué bueno que no lo bebiste. Por todos los... que es esto... Snivellus es un maldito genio chiflado y nosotros tenemos la mayor suerte del mundo ¿Qué era?

 

---Una gota de filtro de muertos, Medio litro de té de manzanilla y una aspirina-mintió aprisa el lobo.

 

---Le enviaré flores.

 

---Oye...

 

---Está bien, que sean escorpiones.

 

---Sirius...

 

 

 

Se miraron y rieron ingenuamente, apartando la vista, como dos colegiales, por un segundo volvieron a los pasillos de Hogwarts luego de haber puesto el colorante multicolor mágico, la más reciente invención de Cornamenta en el Shampoo de Severus.

 

 

 

---Es broma-dijo Sirius aún riendo-le daré las gracias.

 

---Vamos a dormir-dijo Remus bostezando.

 

 

 

Remus Lupin retornó bruscamente a la realidad cuando un fogonazo de la chimenea seguido de un golpe seco le informó que Sirius estaba en casa. Bajó el fuego al caldero y se dirigió a la chimenea del recibidor.

 

 

 

Como era de esperarse Sirius yacía despatarrado en la alfombra, con sus pergaminos por ninguna parte, el portafolio a tres metros de distancia y cubierto de hollín. El castaño lunático tuvo el impulso de reír a carcajadas, más no lo hizo. Se inclinó hacia él.

 

 

 

--- ¿Estás bien?-preguntó preocupado, Sirius lo miró, en su rostro se dibujaba un comiquísimo puchero.

 

---Bien jo...

 

--- ¡Sirius!

 

---Jorobado, por el golpe-sonrió, siempre caía.

 

---Sirius...--frunció el ceño

 

---De tantos golpes solo este mes me estoy quedando jorobado, amor mío ¡En serio!-su querido lobo todavía seguía con el seño fruncido- Anda, ven aquí que quiero llenarte de hollín-dijo Canuto tirando de él y abrazándolo como si no lo hubiera visto en años, cubriéndolo de negro.

 

---Te amo-repitió Remus como cada día cuando llegaban a casa.

 

---No más de lo que te amo y te amaré. Toda la vida, señor Remus. Soy su mascota.

 

---Mi esposo-dijo suavemente el licántropo besando la frente cubierta de hollín de Sirius, quien lo abrazó, con ternura.

 

---Este esposo es una mascota hambrienta  ¿Tendrá mi amo algo que comer?

 

---Tonto-dijo Remus y se puso de pie.

 

 

 

Sirius estaba por seguirlo, sin embargo algo sucedió, se sintió mareado. Tal vez el golpe había sido más fuerte de lo que pensaba.  Se recostó en el suelo, esperando que pasara. Su última visión fue el rostro preocupado de Remus frente al suyo, luego no supo nada más.

 

***************************************************************

 

 

 

Un estruendoso rugido surgió de ninguna parte y pareció inundar toda la casa, haciéndola temblar hasta los cimientos. Las figurillas de cristal y porcelana, tan esmeradamente cuidadas por Tía Petunia y que eran recuerdos de muchas visitas, acontecimientos sociales, así como vacaciones familiares saltaban por los aires estrellándose contra las paredes sin que nadie las tocara. Una de sus favoritas fue a estrellarse a sus pies, rociándola de cristal y causándole diminutos cortes.

 

 

 

Los muebles vibraban en su sitio y los aterrados Dursley intentaban huir de la hasta entonces inmaculada sala de estar para ponerse a cubierto.

 

 

 

Parecía un fenómeno Poltergeist al más puro estilo muggle, como en las películas, con monstruos y fantasmas incluidos. Aterradores casos que nada tenía que ver con Pevees y sus pesadas bromas, que aunque Harry sabía eran en su mayoría causados en la vida real por magos menores de edad, o magos hijos de muggles perdiendo el control de su poder según la ciencia mágica, no siempre había explicación para ellos. Algunas veces solo sucedía, otras ocasiones verdaderas fuerzas oscuras estaban implicadas.

 

 

 

Un dolor agudo le devolvió a la realidad, al mirar en derredor descubrió a los Dursley en un rincón, aferrados unos a otros mientras miraban atónitos y temblorosos el fenómeno, Ginny estaba aferrada a su costado incrustándole las uñas de las que procedía el dolor y Severus, al otro lado miraba estupefacto mientras la alacena abría y cerraba intermitentemente cajones mientras  la mesita del café giraba sobre sus finas patas. Se desasió de las manos temblorosas de Ginny y la puso a cubierto refugiándola tras de sí, se arremangó la camisa y sacó la varita preparado para lo que tuviera que ocurrir.

 

 

 

Severus miró la determinación en Harry y decidió que había sido lento en actuar, tenía la varita en las manos igual que el chico, sin embargo no había pronunciado ninguna protección, tampoco ninguna maldición. Resultaba sencillamente tan absurdo alistarse para la batalla en una casa de muggles, con una mocosa y tres muggles como posibles víctimas... que sus reflejos habían resultado por ser inservibles... Una casa protegida por su querida amiga Lily. Era ridículo pensar que estaban en peligro.

 

 

 

Empero ello el fenómeno se acrecentaba. Los cristales de las lámparas del techo volaron en todas direcciones, golpeando a diestra y siniestra, como si poseyeran voluntad propia, uno de ellos impactó en Harry, quien comenzó a sangrar, Severus corrió a auxiliarlo, pero la expresión del chico le detuvo en seco helándole la sangre.

 

 

 

El muchacho tenía el cuerpo rígido, los ojos muy abiertos y una horrible mueca de sonrisa en sus labios...Pero había en Harry algo más aterrador que todo lo anterior. Algo que hizo que Severus sintiera un escalofrío y un terror más allá de lo imaginable.

 

 

 

Sus ojos se habían vuelto rojizos.

 

 

 

***************************************************************

 

 

 

La madriguera se veía deslucida sin la presencia tranquilizadora de la Señora Weasley corriendo de aquí para allá atareada con mil cosas e intentando mantener a todos contentos de algún modo u otro. Lucía abandonada sin el aroma familiar de la deliciosa comida y la sonrisa comprensiva del Señor Weasley quien generalmente ayudaba a su esposa en las preparaciones. Las gallinas se habían ido, los gnomos también, un silencio desagradable cubría la casa como un manto luctuoso que dolía terriblemente en el corazón de la joven pareja que arribó a ella con las maletas del colegio encogidas en un bolsillo.

 

 

 

Todo estaba oscuro en la madriguera, Ronald encendió las luces con su varita, había soñado muchas veces con el día en que podría hacer cosas tontas como aquella y presumir delante de todos que era igual que los demás. Una sola lágrima se derramó por su mejilla ante la amargura y soledad le habían arrebatado a su madre y a su padre, justo ahora cuando más los necesitaba.

 

 

 

Ingresaron tomados de la mano por la puerta principal. Se encogió el corazón de ambos al verlo todo exactamente como los Señores Weasley lo habían dispuesto.

 

 

 

Estaban solos en medio de la nada, sin embargo estaban juntos y Ron amó a Hermione más que nunca sintiendo su presencia tranquilizadora como un bálsamo para su pérdida. Habría sido necesario enfrentar en soledad el dolor, estaría derrumbado en este momento tan terrible y solitario, siendo incapaz de resistirlo, mas su adorable novia estaba a su lado tomándolo fuerte de la mano y llorando en silencio la pérdida de su segunda madre, de su segundo padre que no estaría ahí para ver el día de su boda. Que jamás conocería a sus nietos.

 

 

 

La chica llevaba orgullosa el collar que había comprado en una tienda de recuerdos con gran esfuerzo sacrificando lo poco que le quedaba y en silencio Ron se prometió cuidar de su amada princesa sabelotodo por el resto de su vida. Quería que fuera feliz y ante todo lo conseguiría. Trabajaría duro para darle solo lo mejor y estaba seguro que Hermione siempre estaría a su lado. Lo confirmó al sentir que su visión era cubierta por la espesa melena de la chica que lo abrazaba. Mesó su pelo con torpeza y ella suspiró, ante todo ella siempre sería su amiga pero también el amor de su vida.

 

 

 

Ron sintió entonces algo extraño, el cuerpo de su novia, en estrecho contacto con el suyo tembló fuertemente, sintió un escalofrío recorrer su cuerpo y se sintió débil. Él a su lado la auxilió como pudo, sentándola en un sillón cercano, quiso llevarla inmediatamente a San Mungo, pero ella insistió en  que había pasado.

 

 

 

---Tengo un mal presentimiento-dijo la joven bruja mientras bebía agua convocada por su novio desde la cocina.

 

--- ¿Con referencia a qué?-pregunto el sorprendido

 

---Algo ha pasado, pero no sé que es. Está lejano, pero también lo siento aquí, muy cerca. Alguien querido para ti y para mí-cerró los ojos, mareada.

 

---Está bien, no te fuerces. Tranquila.

 

---Algo muy malo está pasando en alguna parte, estoy segura.

 

--- ¿Es Harry?-preguntó Ron un poco confuso mirando directamente a la chica, algo no estaba bien, tal vez no fuera nada pero al oír a Hermione se tensó.

 

---Harry...---dijo Hermione pensativa. Pero Ron ya no la escuchaba.

 

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Hogwarts.  El director del colegio de Magia y Hechicería más prestigioso del mundo. Albus Dumbledore. Miró con decisión al horizonte, la luz crepuscular bañó de rojo al mago y su atalaya inexpugnable, que era también su cárcel, su encierro.

 

 

 

Recordó viejas heridas y errores que en su momento justo y preciso volvían con violencia, tan vívidos, imposibles de borrar. Apretó los puños con fuerza y se desplomó en la silla. Alta y señorial, testigo de su estupidez, más grande que la de ninguno, ya estaba ahí cuando ocurrió el desastre, ella era quien le recodaba todo, las lágrimas de aquel único. Ella miraba por la ventana con melancolía el sitio del destino. Miró a Fawkes alicaído y posado en su percha casi sin poderlo soportar. Él también recordaba, el lo sabía todo, lo había visto todo, pero Fawkes no lo juzgaba, no podía, pero en los ojos de la legendaria ave se traslucía la tristeza.

 

 

 

La maldición que debía cargar era demasiado terrible, capaz de derrumbarle, su error que había hecho morir a miles de personas, que había hecho miserable la vida de un niño llamado Harry Potter.

 

 

 

Había destruido la inocencia, y lastimado, desgarrado el amor puro que le ofrecieron una vez, y roto una alma bellísima e inocente, un alma tan hermosa, víctima de su estupidez que había transformado lo más hermoso en veneno despreciable. Porque Albus Dumbledore no era perfecto, bueno y bondadoso, tenía secretos, oscuros y tan terribles que jamás desvelaría, por temor. Por dolor. Pero que existían.

 

 

 

En el escritorio yacía un diminuto reloj de arena, que había permanecido con él lo últimos cincuenta años seguía contando los segundos, grano a grano, lentamente, la arena plateada encerrada entre las paredes de cristal, la madera pintada estaba igual que siempre, jamás se había detenido. Esta era la última advertencia. El absoluto destino, la señal del apocalipsis y en su corazón daba gracias por el final. Ese otro reloj aún seguía marchando, contando, advirtiendo ¿Dónde estaría ahora? ¿Dónde?

 

 

 

Pronto el reloj que había contado cincuenta años, hasta el último segundo se detendría. Y habría llegado el momento. Él estaba esperando, Fawkes entonó una melodía triste, estaba por llegar el final. Y él contestaría la llamada de la muerte. Era su deber, no lo rehuiría.

 

  FIN  DEL CAPITULO 1.

Notas finales:

Muchas gracias por leer.

 


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