El hermoso y pequeño cuerpo de aquel bello moreno yacía en el suelo frio, completa y absolutamente helado, más frío que el mismo hielo, a su lado una rosa azul era suavemente deshojada por la helada brisa de copos de nieve que poco a poco se abatían sobre la figura inerte de capa cian. Para el joven todo había terminado, por fin era libre, como aquella rosa que con sus afiladas espinas hacía que brotara de él su última gota de sangre.
No pasó mucho tiempo antes de que un hombre apuesto y joven llegara corriendo hasta la tumba de nieve. Juka sumido en su tristeza abrazó el cuerpo sin vida del ser que amaba, había llegado demasiado tarde como para salvarlo, las lágrimas cálidas cayeron sobre la piel de porcelana rodando hasta perderse bajo el paño azulado de la capa mientras los gritos resonaban en el silencioso paraje , el joven de cabello plateado no podía comprender por qué no tenía derecho al amor y es que había amado a aquel joven más que a su propia vida ya que por primera vez en años le había importando a alguien, su existencia había tenido sentido, aquel que yacía muerto entre sus brazos se lo había dado.
Con mucho cuidado tomó a Mana, levantándolo del suelo, cargando con él, no tenía ni idea de hacia dónde ir, pero eso en aquel momento no le importaba en lo más mínimo pues su única razón de existir se había ido de su lado.
Mientras alcanzaba el árbol tan seco como ahora estaba su corazón no pudo dejar de desear haber muerto, de hecho él había creído estarlo, sin embargo por alguna razón que no alcanzaba a comprender aún seguía ahí y lo deseaba menos que nunca.
Con mucho cuidado se arrodilló frente al lago de hielo, posó el cuerpo de su amado sobre la nieve y se abrió la camisa apartando los volantes blancos, arrancó la cruz de su cuello sin importarle el dolor físico que de hecho no sentía pues la agonía de su corazón eclipsaba a cualquier otra que hubiera sufrido jamás, con un cuidado exquisito peinó los cabellos negros y lisos de su amante preguntándose por qué no podían estar juntos si sus almas eran una sola, después cruzó las manos de su amado sobre su pecho colocando entre los dedos su propia cruz y cerró los ojos tratando de contener las lágrimas que volvían a brotar de ellos, se tumbó junto al hermoso cuerpo apoyando su cabeza sobre el hombro, deseando que aquellos que había causado su muerte hallaran la peor de las agonías.
Mientras los copos comenzaban a cubrirle también, no pudo dejar de pensar que la causa de su pérdida no era otra que la incomprensión de aquellos seres primitivos que afirmaban ser humanos, pues tanto Mana como él tan solo habían deseado ser felices compartiendo su amor, sin hacer daño a nadie, sin desear mal a nadie, pero eso jamás había importado.
Juka sintió como los ojos comenzaban a cerrársele mientras el sueño lo asaltaba a traición, y se preguntó si el efecto del veneno en el cuerpo de su amor había sido tan calmo y placentero como su propia pérdida de conciencia. Luego dejó de pensar, hacía un rato que ya no sentía ninguna de sus extremidades, el silencio lo envolvió completamente a la vez que la nieve cubría por fin sus cuerpos. Finalmente una luz lo iluminó, y en la brillante lejanía pudo ver a Mana que lo esperaba con los brazos abiertos, así que corrió hacia su amor hasta que por fin se convirtieron en uno solo.
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