Era un día realmente horrible, la lluvia parecía no tener fin.
Ese día jamás me imagine que tú vendrías a mi casa llorando lágrimas tan amargas.
Yo me encontraba sentado en mi cómodo sillón tomando algo de vino y recordando los buenos tiempos de Francia, por un segundo me detuve a admirar la hermosa foto de Jeanne, aquella joven mujer que tanta alegría me había traído inmortalizada en aquel papel me sonreía, por un momento sentía ganas de llorar pero preferí sacudir mi cabeza y sonreír, no quería ponerme melancólico.
-Parece que el vino me está afectando un poco- bromee conmigo mismo pasando la hoja del álbum, pero antes de que pudiera seguir viendo las demás fotos el timbre de la casa sonó. Me pare con lentitud de mi asiento y fui a recibir a mi invitado sorpresa. Cuando abrí la puerta me di cuenta de que si era una verdadera sorpresa. En frente de mi tenía a la Grande Inglaterra devastada, todavía conservaba el uniforme militar, estaba lleno de barro y lo más importante de todo, lagrimas de dolor recorrían su rostro desquebrajado.
Ni siquiera pude decirle nada cuando ya lo tenía encima de mí, me abrazaba sin reprimir los sollozos, yo solo pude corresponderle imaginándome lo que había pasado…
Ese día una simple pregunta cruzo mi mente… ¿Por qué me buscas ahora?
Después de tanto tiempo, ahora que el calor de él te ha dejado vienes y los buscas en mí, me encantaría que me lo entregaras por completo, pero la sombra de un amor perdido no deja que tú seas completamente mío.
Aquel día entre nosotros creció una peculiar relación, aún cuando por las tardes seguías gritándome y enojándote conmigo no te oponías a las caricias que te daba, todas las noches te entregabas a mí sumiso. Pero solo aparecía él y parecías cambiar por completo, yo solo podía ver como tratabas de ignorarlo oponiéndote a tus deseos, sabía perfectamente que tú mismo te dañabas, pero jamás pude evitar caer en tu dulce trampa una y otra vez siempre estando contigo cuando sus palabras te hacían llora.
Debo admitir que sin embargo era agradable…
Pero no podía durar para siempre aquella situación; tu huyendo de él y yo cayendo contigo, atraído por ese olor tuyo tan penetrante. Aquel amor momentáneo terminó cuando decidiste perdonarle.
Irónicamente aquel día era uno deslumbrante y brillante, yo había salido a comprarte un enorme ramo de rosas.
-Seguro le encantaran a mon amour- pensé mientras recorría el camino a casa, cuando pude divisar a lo lejos a dos personas muy conocidas para mí. Ahí estabas tú y él riendo como hace mucho no te había visto reír. El acariciaba con dulzura tu cabello, y tú le dirigías esa mirada llena de un amor verdadero, la mirada que jamás pude obtener para mí.
-Supongo que esto termino…- susurre al viento alejándome de ellos.
Antes de renunciar a ti para siempre deje el ramo de rosas en tu casa, tomando una como recuerdo y besándola esbozando una triste sonrisa al instante. La fragancia de las rosas se expandió por todo el cuarto dejando un agradable olor…
-Siempre estaré atrapado en tu dulce trampa Arthur- fueron las últimas palabras que dije antes de dejar el cuarto por completo y acabar con todo esos momentos nuestros.