Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Crimen por Necoco_love

[Reviews - 9]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

 

 

 

Bien… sinceramente, la primera versión que escribí del fic no me terminó de gustar, ni de convencer, ni nada. No sé porque lo publiqué si a final de cuentas no fue lo que esperaba, pero me sentí tan mal que no podía dejarlo así nada más. Así que me vi en la tarea de cambiarlo, por lo menos reescribirlo para ver si algo podía hacer por el fic, para que mínimo mejorara un poco UwU

Como últimamente carezco de imaginación, el final es el mismo final aburrido y poco creíble que la versión anterior, pero bueno, me limito a decir que en algún otro momento también lo modificaré para hacerlo mejor. Pero básicamente la esencia es la misma, así que… pues a saber que tal quedó x)

 

 

Disclaimer: los personajes de Naruto no me pertenecen, son obra del señor mashashi Kishimoto.

 

 

 

 

 

 

No había sido un crimen pasional.

 

 

Quizá, de haberlo sido, habrían sido más condescendientes con él.

 

 

Pero no había sido un crimen pasional.

 

 

Aunque, a fin de cuentas, había sido un crimen.

 

 

 

Miraba con aire melancólico a través de los barrotes de acero que hacían de pequeña ventana dentro de su aburrido y monótono confinamiento. Resultaba abrumadoramente tedioso percatarse que terminaba por hacer lo mismo, como un sagrado ritual, todas las noches, pero inefablemente resultaba como un elixir que le motivaba a continuar en una vida cuya única esperanza era volver a ver quizá a la única persona que aún lo aferraba a una vida detestable.

 

 

 

No se lamentaba en ningún momento haber asesinado a su hermano. Bien merecido que lo tenía el susodicho y muy buenas razones a las que Sasuke se había aferrado toda una vida con tal de justificar lo que llamaba “justicia por su propia mano”, que no era más que una venganza disfrazada tras un par de palabras bonitas. Quizá, lo único que se lamentaba con irrisorio odio era nada más y nada menos que haber creído a las palabras de un hombre de muy poca moral en el que era casi como un suicidio confiar.

 

 

 

Arrojado a una vida de dolorosa soledad, Sasuke había tenido que valerse por si mismo durante mucho tiempo tras la muerte de sus padres—por la cual culpaba a Itachi; de otro motivo no habría desaparecido tan sospechosamente—, bajo el estandarte de la insensibilidad y protegido por su coraza de frialdad. No había sido la mejor de las opciones, pero lo prefería así a volver a creer en las personas y que, de nueva cuenta, lo traicionaran.

 

 

 

Cuando un hombre aprende a amar debe cargar con el peso de odiar.

 

 

 

En una vida cuyo epicentro de ser no había más que venganza, además, el tiempo para los sentimientos y las relaciones humanas innecesarias venían a ser un completo estorbo que más que ayudarlo, le retrasarían en la búsqueda de su tan rencorosa justicia. Sasuke se definía a si mismo como un vengador solitario que prefería vivir abrumado en la oscura soledad a probar lo que era establecer alguna relación medianamente humana con algún ser viviente en el planeta. Y no obstante, pensó con amargo dolor reflejado en su gesto austero, nunca se había sentido solo. Su soledad anterior no podía equipararse en ningún momento con el sentimiento opresivo que mancillaban sus ganas de despertar día con día aferrado a la esperanza de algo que visiblemente suponía irrealizable, pero a fin de cuentas, ahora se ahogaba en una soledad mucho más dañina y lacerante, incapaz de soportarla, que la que había vivido la mayor parte de su vida.

 

 

 

La vida, como llegó a pensar cuando tras las rejas se encontró con demasiado tiempo para ser inducido a la eterna reflexión, era odiosamente irónica a veces. Justo cuando decides irrevocablemente algo, la vida se burla de tu decisión intentando hacerte flaquear en ese aspecto. Por lo menos Uchiha Sasuke lo sintió así la primera vez que vio a Naruto frente a sus ojos. Era el bufón de la clase al que Sasuke apenas y había prestado un poco más de atención de la estrictamente necesaria, y, para ser honestos, se odiaban tanto mutuamente que difícilmente el azabache concebía la posibilidad de que Naruto fuera la ironía que lo haría recapacitar sobre los sentimientos en su vida, mucho más adelante.

 

 

 

Resumiéndolo a una historia corta, recordaba que poco antes de graduarse de la primaria les habían dejado un trabajo en equipos de tres, y él había tenido la desgracia de ir a parar con los seres más irritantes y odiosos que Sasuke había conocido jamás, Haruno y Uzumaki. Haruno era el tipo de chica insufrible que le disponía su sincero amor en bandeja de plata de una masoquista manera, cosa que a Sasuke le venía importando menos que un miserable comino. Y Uzumaki era, además del bufón de la clase—y que ni siquiera era gracioso—, su enemigo declarado con uñas y dientes. El maestro Iruka debía estar operado del cerebro si de verdad creía que ellos tres podrían trabajar en equipo, pero no por ello Sasuke estaba dispuesto a perder su calificación final en la materia de historia.

 

 

 

Había sido una labor titánica, pero al final Sasuke, con su amargo carácter, había logrado que terminaran el trabajo justo a tiempo el día que se habían reunido en su casa. Si bien admitía que su opinión de sus dos compañeros de clase era inamovible y difícilmente cambiaría, las cosas, inesperadamente, comenzaron a tomar un matiz diferente, tras haberse relajado un poco, Naruto había bromeado con Sakura y ella lo había rechazado tan cruelmente que Sasuke, impropiamente, hasta se había molestado con la chica de ojos verdes pese a que el asunto no le concernía en absoluto. Habiéndolo pensado después con detenimiento, a Sasuke le costaba admitir que la mirada sombría de ojiazul, esa que tras el comentario de Sakura denotaba una infinita tristeza y soledad, había, de cierta forma, calado en su ser. Le había hecho sentirse identificado.

 

 

 

Sakura se limitó a  dejar su casa un momento después, ilusionada con la esperanza de una oportunidad con el Uchiha, y cuando ambos quedaron solos, sentados en la austeridad de una sala deslumbrante y decorada pero que se sentía abismalmente solitaria, Naruto por primera vez le abrió su corazón a alguien, preguntándose en voz baja si de verdad era tan detestable como Haruno se empeñaba en hacérselo saber cada que la oportunidad lo permitía. No le dijo nada, ni siquiera se molestó en consolar aquella melancolía palpable en el tono de voz, porque no estaba acostumbrado a ver en Naruto esa parte del rubio que hasta el momento le había sido desconocida. Sasuke solo se limitó a observarle detenidamente hasta que Naruto volvió en si y decidió irse con una sonrisa asomando en su rostro, dejando en el aire una frase que flotó durante más tiempo del que hubiera querido en su mente.

 

 

 

—No eres tan malo como creía después de todo, Uchiha.

 

 

 

En algún punto de las vacaciones, tras graduarse de la escuela elemental, el rubio comenzó a buscar su compañía frecuentemente, aliviado de que hubiera alguien que comprendiera su soledad y que al mismo tiempo le hiciese una silenciosa compañía con la cual podía desahogarse con tanto grito. Seguían sin llevarse del todo bien, cabía destacar; discutían y terminaban peleando a golpes por tonterías, pero era el único escape que ambos conocían y aceptaban de buena gana para no sentirse tan abandonados y echados a la suerte en un mundo donde ser huérfanos a nadie más le importaba tanto como a ellos. Sin darse cuenta, el lazo amistoso había sido forjado a base de insultos y puñetazos y para cuando ambos entraron al instituto medio, nadie se explicaba como es que tras las vacaciones los eternos rivales habían pasado a ser los inseparables amigos.

 

 

 

Ahí, Sasuke había tenido que lidiar con el hecho de que vivía siendo un hombre sin sentimientos o emociones, pero que Naruto era toda una excepción a sus constantes leyes con que se regía en la vida. No iba a negar que había luchado incesantemente por quitarse al rubio de encima y por de una vez por todas eliminar todo vestigio de alguna tenue sonrisa cuando veía al idiota hacer alguna tontería como de costumbre, pero tampoco iba a negar que Naruto poseía una fuerza sobrehumana e imperceptible para el rubio mismo de cambiar, con tan solo una sonrisa, hasta el peor de los gestos amargados del repertorio Uchiha. Le costaba un tajo de su orgullo admitirlo, pero Naruto… Naruto era especial, Naruto era…

 

 

 

Su Naruto.

 

 

 

La primera vez que lo vislumbró en su mente le pareció tan estúpido que se preguntó si juntarse tanto con el rubio no le había dejado efectos secundarios como pensar en cosas verdaderamente imposibles. ¿Cómo podía describirlo sin sentirse un idiota enamorado de su mejor amigo? Naruto era ese tipo de chicos que pese a la dura vida que había tenido antaño, sonreía sinceramente a la vida con la esperanza de un porvenir más fructífero que su infancia. Era ese tipo de chicos que enamoraban con tan solo conocerlos a fondo, que con tan solo apreciar esa soledad en que estaban destinados a vivir pero la cual aceptaban con una sonrisa con el dulce pensamiento que al final, su amabilidad se vería recompensada, podía derretir lentamente hasta el corazón más helado, como el de Uchiha Sasuke.

 

 

 

Naruto era tan sencillamente tan parecido y diferente a Sasuke que el azabache era incapaz de impedir aquella atracción casi magnética con que se atraían mutuamente. Sasuke admiraba secretamente lo capaz que era el rubio de reaccionar de tan inocente manera tras un pasado marcado por la falta de sus padres y la incomprensión del mundo, aunque insistía fervientemente que personas como el ojiazul vivían encerradas en una burbuja donde al parecer, todo resultaba mucho más bonito. Pero no obstante, con el tiempo, sencillamente, Sasuke había aprendido a amarlo.

 

 

 

 

Naruto de igual manera, al pasar los años, y definitivamente de forma más comprensiva y menos histérica, en algún momento se había planteado sus sentimientos hacía el Uchiha y las consecuencias que éstos mismos conllevarían. No había sabido expresarlos abiertamente porque en ese aspecto el rubio era tan novato en el amar que apenas y sabía como dejar de mirar como idiotizado a Sasuke cuando éste se mantenía callado e impasible, sentado a su lado en la azotea del edificio escolar. Eran tan solo un par de adolescentes enamorados que reaccionaban torpemente al menor indicio del amor, pero que en el fondo mantenían intactos aquellos puros sentimientos.

 

 

 

Habían pasado la secundaria con los roces que oscilaban entre la amistad y el amor y, para cuando llegaron a la preparatoria, ambos tenían claro lo que sentían y lo que querían: al otro. Había sido difícil ceder, ya que tanto uno como otro, orgullosos, se negaban rotundamente a admitirlo al contrario, pero a fin de cuentas, se habían visto traicionados por sí mismos. Y cuando ya no había más secretos que admitir, se habían vuelto una pareja.

 

 

 

Sasuke se había dado cuenta tiempo después de lo muy olvidada que tenía su ansiada venganza, y por primera vez desde que conocía a Naruto lo reconoció como un impedimento para lograr lo que durante años había ansiado con un gusto casi orgásmico. Pese a que había preferido no decírselo, se vio en la necesidad de confesarle a Naruto aquél deseo impuro de venganza, casi como un maníaco que tiene y debe hacer algo antes de que su vida y cordura mental caigan en picado hacía la desesperación de no poder hacer algo por ahuyentar esos fantasmas de su pasado. Naruto no era quién para juzgar a Sasuke y sus deseos, pero ausentemente le informó al de ojos ónice que él no era quién para impedírselo, pero que por favor, por favor, no pensara en dejarle; quizá con la duda latente en su pecho, pero Naruto le apoyaría. Ahora que lo pensaba con sumo detenimiento, Sasuke se maldecía haber sucumbido a tan estúpida obsesión insana.  

 

 

No es que Naruto justificara la venganza de Sasuke. Amar a una persona significa apoyar sus sueños y deseos, y ayudarle a conseguirlo. Naruto solo actuaba bajo el efecto del amor.

 

 

 

Sasuke se recostó en el desvencijado catre que tenía por cama, ausente de su silencioso alrededor bajo la abrumadora esencia de recuerdos que se le antojaban tan lejanos como la misma luna que se cernía sobre el cielo e iluminaba su pulcra y limpia celda, dentro de los estándares que ésta tenía para ser una cárcel a la que había ido a parar tras la traición de una persona sin conciencia alguna. Se había aliado con un tal Orochimaru, un yakuza muy peligroso de los barrios bajos de Tokio que le había prometido su ansiada venganza si de disponía trabajar para él. Naruto, quién sentía más allá de su entendimiento lo que Sasuke hacía, prefirió engañarse con que el Uchiha solo pasaba por un período de frustrado odio en el que posiblemente su deseo nunca se vería realizado. Pero fue como una bomba que estalla en una ciudad olvidada y abandonada por las catástrofes cuando Uchiha Sasuke asesinó una noche de verano a su hermano mayor y fue traicionado en el mismo momento por aquél que le había instruido en el arte de matar, Orochimaru.

 

 

 

Todo se volvió más tarde confuso y sucedió como en un momento onírico de su vida, como si no hubiese sido real. Pero justo cuando Naruto lo miraba de lejos en la corte, cuando lo bajaron del estrado tras declararse culpable ante el jurado y ser sentenciado a no recordaba cuantos años en prisión, se dio cuenta que no había sido un sueño. Que Orochimaru lo había traicionado y había ido a parar tras las rejas, sin Naruto a su lado y con la desesperación de quién no desea alejarse de la única persona que le da sentido a una vida que acaba de ser pisoteada y abrumada por las consecuencias de un acto cruel y desmedido.

 

 

 

Lo último de lo que fue consciente fue de la promesa silenciosa que Naruto le había susurrado con la mirada. Volverían a verse, quizá más pronto de lo que imaginaba.

 

 

 

Dos años después de su condena, estaba ahí, mirando a través de los barrotes de acero de la minúscula ventana de su celda que daba al patio central y por la cual se podía mirar el cielo estrellado cuando la noche se cernía sobre el día. Suspiró abatido. Durante el transcurso de aquél tiempo había visto pocas veces a Naruto, debido a que el rubio asistía a la universidad y que en la prisión no le facilitaban al azabache muchas visitas al mes. Lo cual, sin lugar a dudas, tras su psicópata actitud tras el asesinato de su hermano mayor, no era de sorprenderle.

 

 

 

Y no era lo mismo verlo a través de un cristal que poder tocarlo, sentirlo y besarlo tanto como deseaba. En retrospectiva, Sasuke se reprochaba con rancio dolor lo imbécil que había sido durante tanto tiempo al dejarse cegar por una venganza injustificada que, más que hacerle bien, le había hecho todo lo contrario. Había perdido más de lo que había ganado y eso, lamentablemente, incluía a Naruto. No podía negar que seguía amando al rubio con tanto ahínco como desde el primer momento en que éste le había abierto su corazón lo hacía, pero tampoco podía negarse una irrefutable verdad, que él estaba preso y condenado a una vida monótona en prisión, y Naruto vivía en el exterior, expuesto a conocer a nuevas personas tras la implacable soledad en la que se había inmerso tras el encarcelamiento del Uchiha, y como consecuente de ello expuesto a enamorarse de alguien más y mucho mejor que el asesino de hermanos Uchiha Sasuke. El azabache, por mucho que le doliera admitirlo, no tenía una vida que ofrecerle. No tenía nada que ofrecerle más que sus implacables pensamientos, que clamaban por su compañía en su interior, en la única parte más pura de su corazón que sufría de sobremanera con cada nuevo día que contaba sin que Naruto estuviera ahí para calmar aquellos fantasmas de su pasado que seguían acechándolo.

 

 

 

—No pienses en lo que hay del otro lado del muro—le susurró su vecino de frente tras verlo removerse intranquilo en su camastro, un chico pelirrojo que trataba de quitarse de encima a un azabache de piel mortecina—. ¿Te has enterado?

 

 

 

— ¿De qué?—preguntó sin miramientos.

 

 

 

—El chico que asesinó a Orochimaru será tu compañero de celda.

 

 

 

—Me importa una mierda—replicó.

 

 

 

Para Sasuke, en aquél momento no existía nadie más en sus pensamientos que Naruto. Lo evocaba como evocaría cualquier persona el recuerdo encantador de quién se ha ido del mundo y ya no hay marcha atrás. Su compañero de celda era algo que hasta el momento no había querido pensar, ya que se conformaba con la ineludible verdad en la que creía pasaría el resto de sus años reflexionando como moribundo la patética vida que él mismo se había empeñado por llevar, como si él fuera un ser privilegiado que no tendría que pasar por los problemas como de los que intentaba librarse el susodicho pelirrojo, que forcejeaba brutalmente con un hombre bastante parecido a él porque dejara de acosarle tan descaradamente. Por alguna extraña razón, fue como si hubiese sido escuchado por el Dios omnipotente que existía más allá del cielo, ya que no se fiaba del destino, y aún así dudaba la mayor parte del tiempo de que algo como un Dios existiera de verdad. Reconoció al instante aquellos cabellos rubios y desordenados, aquella mirada infantil, inocente y traviesa corrompida por la muerte, y aquellos berreos con voz chillona que a más de uno sacarían de quicio. Los presos lo calificaron al instante como un chiquillo que había ido a parar a prisión por mero error judicial.

 

 

 

— ¿Naruto?—inquirió confundido.

 

 

 

— ¿Te sigue importando una mierda tu compañero de celda, Uchiha?—murmuró burlonamente Gaara, que de un empellón alejó completamente a su compañero de celda.

 

 

 

Naruto sonrió. Sasuke tembló de felicidad, pero logró contenerse y omitió su sonrisa de inconmensurable alegría. ¿Naruto había matado a Orochimaru? Bueno, ya tendrían tiempo para esa historia después. Por el momento, Sasuke consideraba más importante jalarlo a sus brazos y besarlo apasionadamente con la desesperación de quién, pese a las malas pasadas de la vida, vuelve a ser feliz en la miseria.

 

 

 

 

—Hola, teme—saludó Naruto, cuando el beso, tan ansiado y brusco por la impaciencia, terminó.

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

 

 

Este… sé que a lo mejor la historia no lo vale, así que no espero comentarios ni nada, pero sería bueno recibir uno que otro.

Besos & abrazos, Necoco.

 

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).