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Sasuke y Naruto por Necoco_love

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Notas del fanfic:

Soy un asco para los resúmenes, así que perdonen xD

Ya llevaba días con esto y finalmente hoy pude terminarlo. Está dedicado en toda la extensión de la palabra a mi querida Eruka, que fue ella quién me pidió el fic y yo con mucho gusto me esforcé por hacerlo lo mejor que pude n__n

Es una adaptación del cuento de Hansel y Gretel, espero que te guste, querida Eruka ;3 

Notas del capitulo:

 

Disclaimer: la historia original pertenece a los hermanos Grimm, así como los personajes de Naruto pertenecen a su creador, el señor Mashashi Kishimoto. 

 

 

Era una inmensidad, cualquiera que se fijara desde los límites del bosque, además de admirar la belleza de los diversos tipos de flora y fauna, respetaba con intimidación la impenetrabilidad de éste por las noches. En algún lugar, cerca de los límites del bosque, vivía un pobre y viejo leñador, junto con su energúmena esposa y sus dos hijos adoptados, los cuales había encontrado por separado, olvidados en el abandono de la orfandad. El mayor, un niño arisco y al cual había encontrado primero, tenía por nombre Sasuke. El menor, un encantador niño rubio de ojos azules, se llamaba Naruto. 

 

 

Vivían en una pequeña cabaña en las afueras del bosque, limitados económicamente y constantemente afectados por la falta de pan en la mesa. De vez en cuando el país era azotado por la escasez de comida y el hambre, y Jiraiya, el padre, a duras penas conseguía algo de alimento con que sustentar a su familia. Por más que trabajaba, si el país no progresaba y superaba la escasez, poco podría hacer por su familia.

 

 

 

 

Una de aquellas noches en las que terminaba por atormentarse inflexiblemente y sosegado se cuestionaba lo mismo de siempre, terminó por preguntar a su mujer lo que harían. Resultaba complicado pensar en la idea de alimentar a sus pequeños niños cuando ni siquiera eran capaces de alimentarse a ellos mismo, ¿Qué demonios se hacía en una situación así? Por supuesto, momentos después de escuchar a Tsunade, Jiraiya se arrepintió. La idea de su esposa consistía básicamente era abandonar a los niños en medio del bosque, alrededor de una fogata y con solo un trozo de pan para comer.

 

 

 

— ¡Eso es demasiado inhumano!—discrepó molesto— ¡no tengo corazón para abandonar a los niños en el bosque!

 

 

—Haz lo que quieras entonces—replicó la rubia—. Los 4 moriremos de hambre y no podrás hacer nada por evitarlo.

 

 

 

En honor a la verdad, Tsunade era una mujer terca la mayoría de las veces y habría resultado una extraña sorpresa que diera el tema por muerto aquella noche. Sin tregua ni descanso, siguió ofreciéndole aquella opción a su marido, que ante el recuerdo de la mirada y la inocencia de los chiquillos sucumbía a la confusión. Y no es que fuera una mujer en absoluto malvada como su proposición le hacía quedar, sencillamente sabía que no quedaba otra opción mejor que su propuesta. Quería a los niños, pero no quería morir tampoco. Era una situación sumamente complicada.

 

 

—Aún así siento lástima por los niños—le comentó su marido.

 

 

 

Aquella noche alguien más terminó por enterarse del plan. Gracias a la desafortunada hambre que estaba sufriendo, los pequeños no tuvieron más opción que quedarse conversando apagadamente juntos en la cama hasta que habían escuchado a su madre hablar, y su ingenua conversación había terminado. No suficiente con el hambre, el abandonarlos a la suerte de un futuro incierto—o tal vez demasiado marcado, si uno pensaba que se los comerían los animales del bosque—en la inmensidad inconmensurable del bosque resultaba una crueldad para niños que ni siquiera rebasaban los 9 años de edad. Naruto, el más pequeño y el más afectado, intentó parecer fuerte y decidido a no dejarse llevar por sus emociones ante su hermano mayor, pero terminó por derramar una austera lágrima ante la idea de ser abandonado y devorado por criaturas salvajes.

 

 

— ¿Qué vamos a hacer, Sasuke?—indagó débilmente.

 

 

 

—Naruto—susurró, depositando un dulce beso en los rubios cabellos de su hermano—, no tienes de que preocuparte. Yo conseguiré que nos libremos de ésta.

 

 

 

Y Sasuke nunca le había mentido. Esperó hasta que los viejos estuvieran completamente dormido, con el alma pendiendo de un hilo con el temor de ser descubierto. Abrió la puerta de su habitación y de puntillas salió furtivamente, sigiloso cual gato en medio de la penumbra. La luna brillaba intensamente en lo alto del oscuro cielo cuando abrió la puerta principal de la casa, iluminando con ello los pequeños guijarros blancos que estaban esparcidos frente a la caso como monedas nuevas a la luz del sol. Se inclinó y tras tomar un puño de ellos, llenó los bolsillos del pequeño saco que se había puesto antes de salir de la habitación. Cuando regresó, estoicamente susurró a Naruto antes de acurrucarse a su lado en la cama para dormir:

 

 

—Confía en mí.

 

 

A Naruto nunca le habían faltado motivos para confiar en él.

 

 

 

Antes de que al día siguiente el sol se alzara con imponencia sobre el claro cielo azul, Tsunade entró con fuerza a la habitación de los niños despertándolos en el acto, anunciando que irían a buscar leña al bosque. Luego de que despertaron y se cambiaron, concedió a cada uno un trocito de pan con la advertencia de que no lo comieran antes de tiempo, que sería lo único que tendrían por aquél día. Naruto, cuando la rubia se hubo volteado, guardó en su pequeño saco los dos trozos de pan, debido a que Sasuke tenía sus bolsillos llenos. Tras emprender el camino hacia el bosque, Sasuke se detuvo y miró hacía casa un breve momento antes de seguir. Repitió la acción varias veces hasta que Jiraiya no pudo evitar preguntarle.

 

 

— ¿Qué es lo que tienes que estar mirando, Sasuke? Apúrate y deja de voltear.

 

 

 

—Tan solo miraba al gatito blanco en el techo de la casa—le respondió indiferente y austeramente.

 

 

 

Tsunade le reprendió diciéndole que aquello era el sol de la mañana que brillaba justo por encima de la chimenea y no era ningún gato como pensaba Sasuke. Al moreno poco le importó, en honor a la verdad. Haciendo oídos sordos a los comentarios de la mujer, Sasuke continuó volviendo la vista atrás, arrojando con ello un guijarro al suelo de los que cargaba en los bolsillos.

 

 

 

Más tarde, cuando lograron llegar al corazón del bosque Jiraiya les pidió que buscaran un poco de leña para encender una fogata y que así no pasaran frío. Lograron conseguir una montañita de ramas que tendieron a Tsunade y ella encendió, pidiendo a los chicos que se sentaran a esperar, ya volverían a por ellos más tarde. Sasuke ni siquiera le creyó.

 

 

Llegó el medio día cuando ambos estaban sentados hombro con hombro. Hambrientos decidieron comer su trozo de pan cada uno, confiados en que su padre andaba cerca ya que oían los hachazos contra los árboles. No se les ocurrió pensar que lo que escuchaban era en realidad una gruesa rama de árbol atada a un árbol seco y que el viento agitaba cada tanto. Como los niños ingenuos que aún eran, preferían engañarse con que su padre no había accedido a las ideas de su esposa y había terminado por abandonarlos en medio del tenebroso lugar. Entre bromas, mimos y las risas de Naruto, terminaron por caer rendidos ante la confortable calidez de la fogata. Tan profundamente dormidos, no despertaron hasta que la noche cerrada se cernía con aire intimidante en medio del bosque, logrando brindar aquél aire misterioso y tenebroso que tanta fama le hacía al bosque.

 

 

— ¿Qué se supone que haremos?—le preguntó el rubio al azabache, pero éste no le contestó.

 

 

 

Sasuke se limitó a esperar impaciente ante la impaciencia de su hermano menor a que la luna apareciera, seguro de que lograrían llegar a casa. Una vez que la luna se hubo alzado en la oscuridad de la noche, sin menguar palabra tomó a Naruto de la mano y decididamente lo condujo por el camino donde resplandecían los pequeños guijarros que con tanto empeño había marcado el camino de vuelta a casa. Tuvieron que caminar toda la noche para llegar a casa al amanecer, donde Jiraiya se alegró efusivamente de verlos y Tsunade les reprendió que al haberse dormido los habían dejado pensando que no volverían jamás.

 

 

 

Si bien, después de aquello las cosas mejoraron ligeramente, la miseria en algún momento volvió a abatirse sobre todo el país, y las cosas empeoraron. La comida escaseaba y la poca que había no era suficiente para abastecer a tanta gente. Cierta noche, Tsunade volvió a atosigar a Jiraiya con la misma sugerencia anterior, solo que ahora debían llevar a los niños mucho más lejos que la vez anterior. Era, según sus propios gritos, la única salvación. Jiraiya discrepaba totalmente, si algo debían hacer era por lo menos compartir el último bocado con los suyos y morir juntos sin egoísmos de por medio, pero dado que lo que siempre cuenta es el primer paso dado, si había cedido una vez cedería de nuevo.

 

 

 

De igual manera como la vez anterior, los niños, en la habitación de junto, escucharon la conversación. Naruto, demostrando algo más de valentía que la vez anterior, sonrió, consciente de que saldrían de esa como la última vez. No obstante, al dormirse los viejos, Sasuke descubrió con desasosiego que Tsunade había dejado ésta vez la puerta principal cerrada con llave, de manera que resultara titánicamente imposible ir a recoger los guijarros sin despertar a los viejos. Naruto compartió su intranquilidad, pero Sasuke lo mandó callar y dormir por la noche, ya se las arreglarían mañana para librarse del abandono.

 

 

Al amanecer del día siguiente, Tsunade acudió a despertarlos antes de que el sol se posara en el cielo. Le dio a cada uno un trozo de pan mucho más pequeño que el anterior y, con la misma excusa de la vez pasada, que tenían que ir a por leña. Por el camino, Sasuke desmigajó su pan y de tanto en tanto se detenía, giraba sobre sus talones y arrojaba las migajas en el suelo, esperanzado de poder encontrar el camino a casa aún de noche. Está vez, aunque volvieron a cuestionarle su comportamiento, no respondió.

 

 

 

Llegaron a un apartado lugar del bosque donde ninguno de los dos pequeños había estado antes. De nuevo cuenta, con ayuda de su madre, encendieron una fogata y la mujer les pidió que esperasen hasta que volvieran a por ellos. El medio día llegó y Naruto compartió la mitad de su trozo de pan con Sasuke, aliviado de que por lo menos podrían volver a casa. De inmediato se sintieron soñolientos por el calor de la fogata y el pan en sus estómagos, por lo que se quedaron dormidos sin lugar a dudas. Despertaron muy entrada la noche, cuando se percataron que la fogata se había extinguido y la luna estaba por alzarse en el cielo. Naruto no lo admitía, pero Sasuke sentía ese nerviosismo en sus formas. Si al rubio no le preocupara tanto la idea de sentirse abandonado otra vez, a Sasuke no haría impacientemente todo lo posible por devolverle esa seguridad a su hermano menor.

 

 

 

Sin embargo, pese a que caminaron toda la noche, no lograron salir del bosque. Los pájaros habían devorado ávidamente las migas de pan y de ellas no quedaba rastro alguno. Incluso pese a que caminaron el día siguiente hasta el anochecer, no lograron dar con la salida del bosque. El hambre los había obligado a comer las bayas que crecían en el suelo del bosque y, pese a que se esforzaba por aguantarse, Naruto en más de una ocasión había terminado llorando a causa del hambre y el cansancio, que a duras penas le permitía mantenerse en pié sin tambalearse o caer. Sasuke hacía un esfuerzo por consolarlo, pero difícilmente lo conseguía a sabiendas que ni él mismo era capaz de ahuyentar su miedo de agonizar en las garras de alguna criatura feroz. Así, terminaron dormidos al acostarse bajo la frondosa protección de un añejo árbol en las cercanías.

 

 

 

Al tercer amanecer de que había partido de casa iniciaron de nueva cuenta la búsqueda de la salida del bosque, pero sin darse cuenta cada vez más y más se adentraban en él exponiéndose a que, si no acudía alguien a rescatarlos, morirían probablemente de hambre. A medio día, Naruto divisó un hermoso pajarito tan blanco posado en la rama de un árbol. Cantaba de forma tan melodiosa que Naruto no pudo evitar sentirse sosegado con el canto, deteniéndose y deteniendo consigo a Sasuke para que por un momento lo escucharan. Era como el elixir que por un momento le había hecho olvidar las preocupaciones. La pequeña ave terminó, tomó impulso y alzó el vuelo con un batir de alas frente a ellos. Naruto, emocionado, guió a Sasuke tras el pájaro, que se detuvo en el techo de una pequeña casita donde se posó. Cuando se acercaron un poco, se dieron cuenta que la pequeña cabaña estaba hecha de pan, con el techo de pastel y las ventanas de pura azúcar.

 

 

Resultó ser como encontrar un oasis en medio del desierto, solo que la casita era tan real, tan tangible y tan visible, que los pequeños no cabían en su asombro. Impulsados por el hambre, Sasuke se acercó lo suficiente para romper un trocito de techo y comenzar a comerlo ávidamente, mientras Naruto roía un par de pequeñas baldosas de azúcar. Fue entonces que una voz, rasposa y peligrosa, se dejó escuchar proveniente de la sala.

 

 

—Oigo roedores roer. ¿Quién quiere roer mi cabaña?

 

 

 

Los niños, sin tomarle más importancia de la estrictamente necesaria se limitaron a responder al unísono:

 

 

—Es sólo el viento, el hilo del viento.

 

 

 

Y continuaron comiendo sin dejarse amedrentar por la voz. Sasuke, que había encontrado el delicioso techo muy de su agrado, ésta vez arrancó un pedazo más grande, tentado por la idea de continuar comiendo hasta saciarse. Naruto, por su parte, despegó un vidrio redondo y entero de azúcar, se sentó en la fresca hierba del bosque y se tomó su tiempo para saborearlo, como si en ello encontrara un incandescente y pacífico placer. De pronto, cuando menos lo esperaron, la puerta se abrió de par en par y asomó por ella un hombre de piel mortecina cuyas formas se asimilaban a las de una peligrosa serpiente. Naruto, presa del pánico, dejó caer lo que traía entre manos, pero Sasuke por su parte se limitó a estudiar con cuidadosa desconfianza al recién aparecido hombre.

 

 

—Queridos niños—murmuró con voz áspera— ¿Qué fue lo que los ha traído hasta aquí? ¿Por qué no entran y se quedan en casa? Nada malo les ocurrirá.

 

 

Aún si Sasuke hubiese querido escapar con su hermano, habría resultado demasiado difícil en sus condiciones. Cuando menos se dio cuenta, el sujeto había acortado distancias y ya los llevaba de la mano dentro de su hogar amablemente, sin que por ello Sasuke se permitiera aún dudar de la procedencia de su gentileza. Dentro, les sirvió toda clase de buena comida que a ellos les parecieron manjares de los dioses; leche, tortillas de azúcar, manzanas, nueces, todo se terminó. Más tarde, cerca del atardecer, preparó a los niños dos mullidas camas en una habitación junto a la suya. Dejó a los niños solos en la habitación, acurrucados, y se marchó.

 

 

Era bien sabido por Sasuke que la inocencia de Naruto rayaba en los límites de la idiotez más de lo que el rubio tenía conciencia, pero por primera vez creyó ingenuamente también que habían llegado directamente al paraíso de los niños. Orochimaru, como se había presentado el sujeto, era de un ver que en primera instancia causaba muy mala espina, pero el azabache había estado demasiado ocupado tratando de saciarse con comida y añorando una buena cama como para que le importase lo que el mayor pretendiera con ellos. Por la noche el único pensamiento que tenía en la mente, y con ello se acurrucó en la cama de su hermano menor, abrazándolo entre sus delgados bracitos.

 

 

Orochimaru, un hombre que rayaba ya en los cincuenta años, como la intuición de Sasuke se lo decía, no era en absoluto el buen hombre que fingía ser. Era en realidad un brujo malvado que se gastaba los días espiando a los niños como Sasuke o como Naruto, y en base a su atracción pedofila había construido su casa de pan justamente para atraer a los niños que se perdían en el bosque. Precisamente cuando un niño tenía la desdicha de caer en su poder, lo violaba, lo mataba, lo cocinaba y por último lo comía, y encontraba en ello un placer tan glorioso como si con ello fuera capaz de alcanzar el nirvana sin mucho esfuerzo.

 

 

Debido a su edad, Orochimaru había comenzado a perder ligeramente la vista, pero en cambio tenía un olfato tan excelente como los animales del bosque, y ello le permitía enterarse de si había niños cerca rondando por su casa. Tan pronto Sasuke y Naruto habían traspasado sus dominios, los niños no podrían escapar, no saldrían vivos de ésta.

 

 

Al amanecer siguiente se levantó muy temprano para entrar a la habitación contigua a la suya y dedicarse por unos momentos a observar impertérrito como reposaban dulcemente, con sus respiraciones pausadas y sus mejillas redondas y sonrosadas. Que manjar tan delicioso se iba a dar, pensó mientras se relamía los labios. Entonces tomó a Sasuke con sus manos fuertes, lo despertó y lo llevó consigo a un pequeño establo donde lo encerró detrás de una puerta enrejada. De nada le sirvió gritar furibundamente porque le sacaran. De nada le sirvió clamar el nombre de Naruto. Orochimaru volvió a la habitación donde aún dormía Naruto, lo sacudió con violencia para despertarlo y le gritó:

 

 

— ¡Levántate, haragán! Ve a buscar algo de agua y prepara algo bueno para tu hermano; está encerrado en el establo y es necesario que engorde. Cuando eso pasé, me lo comeré.

 

 

Naruto era un niño aún que muchas veces jugaba a ser fuerte. Dado que Sasuke era quién necesitaba ser ayudado en aquél momento, el rubio no se permitió derrumbarse, aunque no por ello no había derramado un par de lágrimas dolidas. Sasuke era más que un hermano para él, y el ser separado de su lado era más de lo que estaba dispuesto a soportar, pero se refugiaba en una actitud rebelde y desafiante con Orochimaru que le valía más de las veces golpes y el ser alimentado con las sobras de la buena comida que se le daba al azabache.

 

 

Todas las mañanas Naruto despertaba con el deseo irreprochable de que Orochimaru amaneciera muerto, pero todas las mañanas era obligado a ir por agua mientras el viejo acudía al establo extasiado, exigiendo a Sasuke que le mostrara los dedos a través de las rejas de la puerta. Pero el mayor de los hermanos mostraba ingeniosamente un huesito que, gracias a su vista defectuosa, no lograba distinguir del todo bien. Pasadas cuatro semanas del encierro, Orochimaru, ansioso e impaciente, no soportó más la espera y sucumbió a sus tenebrosos y repugnantes deseos, exigiéndole imperiosamente al niño rubio que fuera a por agua. Gordo o no, al día siguiente lo violaría tan brutalmente como jamás lo había hecho y, impaciente, lo cocinaría como nunca jamás había cocinado a ningún otro niño.

 

 

 

No había tiempo para lamentos. Naruto bien podía ser muy pequeño, pero eso no quitaba que tuviera una personalidad impulsiva y arrolladora. No negaba que hubiera preferido morir a manos de las fieras del bosque, porque al menos habrían muerto juntos, pero al mismo tiempo rotunda y neciamente se negaba a aceptar que terminarían vivos sin siquiera haber intentado salir de esa. Orochimaru se empeñaba con todas sus ganas en bajarle los humos al chiquillo, pero aquello solo acrecentaba el odio latente que Naruto le tenía al de piel mortecina. Al final, confiaba en que todo saldría bien. Sasuke estaría bien. Él nunca permitiría que nada ni nadie les hiciera daño. Y pese a que se encontraba encerrado, era hora de seguir su ejemplo.

 

 

A la mañana siguiente Naruto debió salir, colgar la marmita de agua en un gancho y encender el fuego. Orochimaru le anunció que primero harían el pan, por lo que había prendido el horno y tenía ya la masa lista. Acercó a Naruto al horno de donde salían abrazantes llamas y le dio un empujón, instándolo a que se adentrara para que verificara si la temperatura era la adecuada para el pan. El plan consistía en que una vez entrara el niño, lo encerraría y lo asaría también para comerlo. Pero Naruto podía ser tonto, pero no estúpido.

 

 

—No sé como hacer para entrar ahí dentro.

 

 

— ¡Estúpido!—le dijo el de piel mortecina—La entrada es bastante grande, hasta yo podría entrar.

 

 

Orochimaru se acercó hasta el horno y metió la cabeza en la boca de éste. Naruto, inducido por todo el rencor y el odio que había acumulado por días, lo empujó con una fuerza casi impropia de un niño de su edad, tanto que el viejo entró hasta el fondo. Luego cerró la puerta de hierro y echó el cerrojo. Mientras el viejo ardía miserablemente y lanzaba aullidos horribles y alaridos espeluznantes, Naruto tan solo pensaba en Sasuke. En nadie o nada más. Corrió al establo apremiante, forcejeó un tanto con la reja pero al final cedió, y cuando Sasuke salió cual pájaro ansioso cuando le abren la puerta de su jaula, el menor se le tiró encima rebosante de alegría, anunciando inocentemente que por Orochimaru ya no tenían que preocuparse.

 

 

En el éxtasis del momento, Sasuke rozó sus suaves labios con los de Naruto, quién se sonrojó en el acto pero repitió la acción de Sasuke un poco más tímidamente. Se abrazaron, rodaron por el suelo donde habían caído y terminaron por quedarse así, cada uno recreándose en el abrazo cálido del contrario. Quizá su relación no era de lo más convencional, como solía pensar Sasuke cuando a escondidas de sus padres besaba a su hermano menor, pero al final de cuentas los niños poco distinguían del bien y el mal. Naruto se había vuelto lo que Sasuke necesitaba que fuera, la luz en su oscuridad plagada de soledad e indiferencia. Era el rubio capaz de desbocar su corazón, de cegarle los sentidos y desear, no sin inocencia infantil, que las cosas permanecieran así por siempre, Sasuke con Naruto y Naruto con Sasuke. En ello radicaba la valentía de Naruto y sus ganas de mostrarse fuerte para salvar a su hermano. La esencia de Sasuke era su fuerza, era capaz de todo, hasta de deshacerse de Orochimaru, solo por Sasuke.

 

 

Entraron a la casa más tarde, cuando sintieron que estaban completamente a salvo y no tenían nada por lo cual temer. Rebuscaron por todo el lugar por algo que valiese la pena, y encontraron en infinidad de rincones cofres llenos de perlas y piedras preciosas. Ambos llenaron los bolsillos de sus pequeños sacos de piedras, motivados por la idea de salir del bosque encantado y, una vez más, volver a casa.

 

 

Tuvieron que cruzar un río con la ayuda de un amable pato, pero al final, cuando el bosque comenzó a resultarles familiar y divisaron a lo lejos su hogar, se precipitaron hasta llegar a la sala y cuando apareció su padre ambos, embriagados por la alegría, se abalanzaron sobre su cuello, felices. La culpa no había dejado de carcomer a Jiraiya, pero incluso cuando Tsunade había muerto no había perdido las esperanzas de que los pequeños volvieran. Finalmente, cuando los vio sacando todas aquellas piedras preciosas que traían consigo no pudo evitar pensar lo mucho que los había echado en falta.

 

 

Por lo menos las preocupaciones sobre la comida terminaron, y todos vivieron juntos y felices para siempre.

 

 

 

 

Notas finales:

 

Y el cuento ha acabado. Por allí salta una lauchita. Quién la atrape podrá hacerse un gran, gran gorro de piel xD

 

¿Qué tal quedó? Espero que por lo menos esté pasable UwU Me gustaría que me dejaran sus reviews para saber su opinión. Besos & abrazos, Necoco.

 

 


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