[Narra Sasori]
Volvía de la escuela, caminando lentamente, pues nadie me esperaba, o al menos no les importaba si llegaba o no a casa. Esa noche hacia frio, y yo no traía chaqueta, solo la camisa blanca y el pantalón azul marino del uniforme, por lo que metí las manos a los bolsillos de este, intentando inútilmente que no se me congelaran; estremeciéndome ante cada paso por el frio viento que pegaba de lleno en mi rostro, haciéndome cerrar los ojos y dibujar una mueca de desagrado. Y aun así, el aire frio me resultaba agradable.
Era extraño, yo soy una persona friolenta, pero me agrada sentirme vulnerable ante el helado viento, aun que a veces ya no sintiera alguna parte de mi cuerpo. Tal vez inconscientemente soy un masoquista, pero solo en otoño e invierno; pues también me agrada sentirme sofocado por el calor de las noches de verano. Me considero alguien extraño.
Raramente las calles estaban vacías, no es que en esta pequeña ciudad haya mucha gente y edificios grandes, pues estamos cerca de la playa, pero aun así, hay bastante transito como para que el lugar salga en el mapa; de hecho, hace algunos años este sitio era mucho más calmado y rustico que ahora, pero por desgracia para mi (y bendición para otros), llego la llamada “industrialización”; palabra complicada, pero fin. Como dije antes: raramente las calles estaban vacías. Tal vez era más noche de lo que creía, pues no recuerdo haber escuchado el timbre de salida de clases; y cuando salí del salón, tampoco recuerdo haber visto a muchas personas, a las cuales, no les tomo importancia. Tal vez era más temprano, no lo sé, pues las nubes grises tapaban por completo el cielo, y no me dejaban admirar el crepúsculo.
Es raro…. La escuela, el poco transito de autos, la falta de sonidos, la oscuridad apenas iluminada por débiles lámparas de algunas casas, el eco de cada una de mis pisadas en esta cuadra, el sonido peculiar de los grillos… insisto: es raro. Un fogoso viento me pego sin compasión en todo el cuerpo, haciéndome sentir que deje de tocar el suelo por unos momentos, o que retrocedí al menos unos centímetros de donde estaba. Encogí mi cuerpo tratando de que el frio viento no penetrara hasta lo más profundo de mí ser, pero fue inútil, me sentía completamente vulnerable y a su merced.
Humedecí mis labios con la lengua, pues se estaba resecando con tan helado viento que no me tenía compasión alguna. Refregué mis manos con la tela del pantalón, intentando que la sangre circulara bien. Inconscientemente acelere el paso; ahora ya no me importaba si estaba alguien esperándome en casa o no, solamente quería sentirme abrigado por 4 paredes y un techo, pues este tormentoso frio estaba amenazando con traerme una hipotermia y hacerme una paleta ahí mismo.
Llegue a una esquina y doble hacia la derecha, sintiendo como un fuerte escalofrió se apoderaba de mi cuerpo al hacerlo. Podía sentir el aire, cada vez mas frio, entrar a mis pulmones y congelarme por dentro. Me estremecí, arrugando casi inmutablemente mis facciones.
Seguí caminando sin tener nada más que la helada noche en mente. Trague saliva, pero mi garganta y boca estaban cecas. Arrugue un poco la nariz, pues sentía como empezaba a humedecerse, señal de que podría resfriarme; saque, casi contra mi voluntad, un pañuelo de mi bolsillo, y limpie mi nariz; hice bolita el pedazo sucio de papel, y lo tire a un cesto de basura que estaba cerca, pues no me gusta ensuciar la calle, en especial esta que se ve tan sola. Volví a esconder mi mano del exterior, y seguí con mi tortuoso camino de regreso a casa.
A mitad de la cuadra, por razones que ni yo mismo conozco, disminuí notablemente en paso, pese a lo helado que se sentía el lugar. Mire hacia todos lados, buscando algo, pero sin saber qué. Me encogí de hombros como si nada estuviese pasando, y seguí mi camino, pero no di más de 2 pasos antes de detenerme en seco sin razón alguna.
Me quede quieto, respirando el helado aire pausadamente, como si quiera retenerlo en mis pulmones; mi vista estaba fija hacia al frente, aun que algo me decía que debía voltear hacia la derecha, pero no lo hice al instante, pues sentía miedo de lo que pudiera encontrar al hacerlo. Lentamente, fui volteando mi vista, pasándola por el asfalto antes de enfocarme en una casa, y luego en la ventana más alta de esta; de la cual, yo estaba justo bajo su luz.
Un extraño sentimiento, entre miedo y curiosidad, me invadió al ver la silueta de alguien recargado en esa ventana; no pude vislumbrar bien el resto de su cuerpo, pues la barda del balcón me impedía ver más que parte de su torso. Tampoco pude ver su rostro, por las mismas razones, pero traía una camisa muy parecida a la mía, ¿acaso va en la misma escuela? Nunca antes lo había visto; pero ese cabello rubio y largo me parecía cautivador, pues repase todo lugar por donde caía, aun con la poca visibilidad que me daba la noche fría.
Reaccione de golpe. Devolví mi vista hacia el frente y seguí mi camino de regreso a casa. Voltee disimuladamente hacia atrás, y pude ver como el viento helado revolvía su cabello levemente, haciendo que ondeara con él. No reprimí una leve sonrisa, pues ese rubio parecía ser el creador del viento; la forma en que su cabello se movía parecía controlarlo, en vez del viento a él.
Fue extraño. El frio ya no me molesto en el resto del camino, por más helada que estuviese la noche, me sentía cómodo con ella…