Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

A los... por DraculaN666

[Reviews - 42]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Yo y mis asquerosos resumenes...

Notas del capitulo:

¿Qué puedo decir? Tenía tiempo sin poder escribir nada y esto comenzó como un experimento para terminar con mi bloqueo.

Uno muy infructífero, la verdad...En fin, espero que les guste y eso... A quien adivine de donde saque los personajes le doy una galletita ;3

Gracias a: Lady Henry, como siempre, por betear la historia y marcar mis horrores ortográficos. A mi padre por acabar con mis nervios y mi inspiración D<... y a quien lo lea ;D...

Cualquier parecido con la realidad, con personas ya sean vivas, muertas, desaparecidas o escondidas es... pura coincidencia jodida D:... Los personajes son míos, ¡MÍOS! Shala la~...

A los 13 años...


— Dame un beso.


— No.


— Sólo uno.


— He dicho que no.


— Vamos, sólo un pico.


—Vale…


A los 14 años…


— Masturbémonos juntos.


— ¡No!


— Vamos, no tiene nada de malo.


— Que no, joder.


— La tienes dura, lo sé, soy yo o una ducha fría.


—Vale…


A los 15 años…


— ¡Estas loco!


— Sólo será una mamada.


— ¡Y una mierda, cabrón!


— Sé que tienes ganas, sé que la tienes dura, igual que yo. O son nuestras bocas o la ducha fría.


— Puta madre. Está bien…


A los 16 años…


— Tengamos sexo…


— ¡La puta que te parió!


— Igualmente quiero tener sexo contigo.


— ¿Qué soy? ¿Uno de tus sueños húmedos?


— No, tú eres mi sueño húmedo.


—…


— ¿Y bien?


— ¡Está bien! Sólo una vez…


— Claro…


-_-_-_-_-_-_-_-_-_-


Esta de más decir que ninguna de esas veces fueron las únicas. El cabrón sabía bien como persuadirme o, en su defecto, soy bastante manipulable.


El punto es que, desde que nos conocemos, siempre ha encontrado la manera de meterse en mi mente –y en otras cosas…-.


Sin embargo, no puedo definir que tipo de relación tenemos.


Besos, mamadas, sexo. Morreos en la escuela, citas, amistad… Ningún te quiero, te amo, te necesito.


No es que me gusten las cosas cursis, joder, tampoco estoy tan amariconado, pero no estaría mal saber si me esta follando mi amigo, mi novio o el conocido que vive al lado de mi casa, con el que he crecido, vivido, experimentado.


¿Ya saben a dónde quiero llegar con todo esto? Excelente, yo tampoco lo sé. Así que analicemos juntos ¿vale? Así no me enredo yo solo y alguien me acompaña en mis divagaciones.


Fabuloso, ahora hablo con las voces en mi cabeza, a este paso terminare en el manicomio y con crisis de sexualidad.


Bueno, quizás ya la crisis no tenga mucho sentido, está más que claro para donde tiran mis gustos. Aunque tampoco es que me quiera meter en los pantalones de cualquier tipo –o que este se meta en los míos- pero debo admitir que Sebastián sabe bien cómo despertar mi libido. Su cuerpo desnudo perlado por el agua de una ducha reciente y medio en pelotas. Porno del bueno mientras su mano se pierde en mi entrepierna. Besos húmedos y calientes, destilando pasión.


Joder, creo que se me ha puesto dura.


Mitad de la clase, medio día, calor de su puta madre y una erección.


Se nota que aprobaré historia con un sobresaliente.


Volteo hacia atrás cuando el profesor no me ve, siento su mirada penetrante en mi nuca –quizás en mi culo- y, efectivamente, me topo con sus ojos brillantes por la malicia de sus pensamientos. Sé que algo tiene planeado, quizás sepa de mi “pequeño” inconveniente.


Cabrón, seguro que le hace mucha gracia todo esto.


Regreso mi atención a la clase –o eso intento- procurando ignorar la molesta sensación de su vista clavada en mí,  que me repite una y otra vez con su lujurioso tonito cantarín “sexo esta noche, sexo esta noche, te follaré sin parar…”


Putas voces, maldito calor… ¿Por qué mierda es viernes?


-_-_-_-_-_-_-_-_-_-


Yo tenía razón, siempre la tengo. Ni bien sonó el timbre de la última clase, Sebastián corrió fuera del salón, susurrándome algo parecido a “cinco minutos o atente a las consecuencias.” Por lo que el siguiente punto negro en perderse por la puerta fui yo.


Conocía bien su maquiavélica mente y no me apetecía uno de sus juegos sadomasoquistas y su fetiche por el bondage. La última vez no me pude sentar bien por tres días, partes de mi cuerpo ardían y tenía el labio partido por sus mordiscos. Claro, su espalda tenia bonitas decoraciones cortesía de mis uñas, su ojo morado se debía a que mi puño terminó accidentalmente en su rostro cuando, después de nuestra pequeña sesión, me di cuenta de lo magullado que estaba.


Sin contar las patadas extras que se llevó cuando pude moverme con normalidad.


Espero que lo recuerde, así ya no le dará por volverme a atar a su cama. Aunque conociéndole, seguro que también le va el rollo masoquista aparte del sádico.


¿En qué momento me enamoré de un pervertido?


Bien, reinventemos esa frase…


¿En qué momento me enrollé con un pervertido?


Sí, así sonaba mejor y menos comprometedora. Mi rubio amigo y compañero de sexo no parece de las personas que les guste que su “mascota” personal use palabras como “enamorarse” en una oración. Seguro que en el momento en que se me escape un simple “me gustas” mientras me tiene empotrado contra una pared, la erección se le baja y huye de escena con cara de hastío.


Sí, de esa forma es como contemplo el día en que me declare. ¿No soy todo un romántico?


Pero no puedo hacer nada la respecto, nuestra no-relación siempre se ha basado en el aquí te pillo aquí te follo. Él fue quien comenzó con todo eso, insinuante, siempre dando el primer paso para todo, desde nuestro primer beso, hasta nuestra primera vez teniendo sexo.


Yo siempre he estado enamorado de él ¿Qué puedo hacer al respecto? Dejando todas sus perversiones de lado, siempre ha sido mi mejor amigo, a quien le puedo contar todo, llorarle mis penas infantiles, con quien puedo fumarme un cigarro después de una pelea con mis padres en el balcón de mi habitación. Y me alegra que me vea de la misma manera. Pero eso siempre me lleva a pensar si soy sólo su compañero de sexo y mejor amigo o, en alguna parte muy escondida se su ser, me ve como algo más.


¿Para qué engañarme? Me cago de miedo de sólo pensar en cuál sería su reacción. Nunca hemos dejado las cosas claras, después de terminar con la sesión del día nos tumbamos en la cama –suya o mía- y hablamos de tonterías, cosas trascendentales, reímos, divagamos. Jamás tocamos el tema  que nos llevo ahí o qué es lo que sigue después de eso.


Quizás no debería atormentarme tanto con eso. Las cosas se darán por sí solas y pasará lo que tenga que pasar sin que yo fuerce la situación. El miedo seguirá, pero a fin de cuentas no negaré que yo también lo estoy disfrutando y, si me quiere o no, es algo que solamente me atormenta a mí.


Seguro que me está pegando lo masoquista.


— Rafaaa… —Maldito tonito cantarín, es el preludio a su enfado— tierra llamando a Rafa, por favor póngase en contacto con nosotros… ¡Deja de ignorarme, joder!


— No te estoy ignorando. —Claro que lo estoy haciendo, no sé en que puto momento apareció a mi lado. Debo dejar de perderme en mis pensamientos o un día me matará del susto.


— ¿En qué piensas tanto? Ni me has notado, ni te diste cuenta de que  pasamos tu casa y la mía hace tres cuadras.


Mierda… nota mental: dejar de hundirme en mis pensamientos.


— En nada importante. Igualmente mi hermana está hoy en casa. Es mejor ir a la tuya ¿no? Tu madre hoy tiene el turno de noche. —Por una vez en mi vida mi hermana me ha servido de excusa, la próxima vez que la vea la llamaré enana en lugar de zorra, como muestra de mi agradecimiento.


— Ya vas aprendiendo mi querido amigo. No llegará hasta mañana y puedes quedarte a dormir ¿verdad? —Una sonrisa boba se formó en sus labios al remarcar cínicamente la palabra dormir. Sabe bien que es lo último que hacemos cuando estamos en su casa, solos y con mucho tiempo libre.


Son diez años de conocernos y me sorprende que hasta ahora note que me sé los horarios de su madre al derecho y al revés. Detalles que siempre tengo en cuenta por si al jovencito le dan ataques de espontaneidad. Alguien tiene que procurar que no nos pillen in fraganti en “esos” momentos.


—Bueno, aprovechando la improvisada desviación de nuestro camino, pasemos por la tienda, necesito unas cosas.


Asentí levemente y le seguí. Era mejor de esa manera ya que, si yo iba delante, seguro que termino pasándome también la tienda por andar pensando en cosas innecesarias.


-_-_-_-_-_-_-_-_-_-


Después de ir a la tienda y que Sebastián comprara quién sabe qué cosas –seguro nada bueno para mi salud física y mental- y diéramos una rápida parada en mi casa por ropa y para avisar a mis padres, llegamos a casa de mi vecino, donde todo estaba terriblemente silencioso. No es que me desagradara, pero eso le daría pie para maquinar alguno de sus perversos planes. Sólo esperaba que no fuera nada que involucrara alguno de sus fetiches, no estaba muy de humor.


— Espérame en la sala, tengo que preparar algo. —Dijo con una sonrisa boba, casi ilusionada. Cosa que me aterraba.


— No estarás planeando alguna de tus perversiones ¿verdad?


— Tú sólo espera y verás. —Dicho eso, subió las escaleras hasta su habitación, dejándome con la incertidumbre.


Fue a una tienda antes de venir, a la que no me dejó acompañarle porque, según él me tenía una sorpresa. Cosa que me haría ilusión si lo le conociera tan bien, para él sorpresa significaban correas, dildos y esposas.


Lo que me consuela es que eso no lo venden en una tienda normal. Creo.


Me hundí en el sofá esperando, no tan pacientemente, a que bajara nuevamente. Hice zapping en la televisión hasta que me aburrí de no encontrar nada interesante. Encendí el stereo y después de escuchar a Ska-p y sus mensajes a la sociedad, decidí que lo mejor era quedarme quieto y ser paciente o comenzaría a ponerme ansioso.


No puedo evitar ponerme así cada vez que estoy en su casa, los recuerdos llegan a mí uno a uno como si de una película se tratara y, de igual forma, me pongo nostálgico. En la sala fueron muchas de nuestras primeras veces juntos, menos el sexo y la mamada. Recuerdo que cambiamos a su habitación porque su madre casi nos encuentra masturbándonos juntos. Duramos un buen rato con un par de cojines en nuestras piernas para que ciertos… amigos no salieran también a saludar a su madre.


Su habitación está inundada por su olor cítrico, fresco, como su personalidad. Un olor que me eriza la piel y sólo entrar en ese lugar me trae aún más recuerdos que no sé cuánto más durarán ya que de un momento a otro todo podría acabarse.


¿Por qué mierda tarda tanto?


A punto estoy de levantarme y subir a su habitación, cuando siento una venda en mis ojos y sus labios muy cerca de mi oído.


— No seas impaciente Rafa, todo a su tiempo. —Susurró sensualmente, lamiendo el lóbulo de mi oreja.


— No ayuda mucho tanto misterio. —Digo en mi defensa, tratando de que note mi nerviosismo.


— Hay una cosa que aún no hemos intentado entre tanto experimento. Tu paciencia es parte de todo.


— Siempre la pones a prueba Sebastián, no me hagas decirte ejemplos —me levanto de mi lugar y, de memoria, camino hasta donde comienzan las escaleras. No sin antes chocar con lo que, a mi parecer, es la pequeña mesa que su madre utiliza para poner flores.


— Eso suena muy tentador, no me hagas considerarlo. —Escucho sus pasos y cómo su voz se acerca poco a poco—. Pero en este momento tengo otros planes.


Sin más, toma mi cintura y me guía por las escaleras, despacio, escalón por escalón con una delicadeza muy inusual en él. Su mano en mi cintura me acaricia levemente sobre la ropa, su cabeza está sobre mi hombro izquierdo y al movernos juraría que parecemos sólo una persona. Me agrada la sensación que provoca todo su cuerpo junto al mío, el trato casi delicado que tiene conmigo me hace preguntarme muy seriamente si no está planeando algo realmente descabellado y quiere hacerme bajar la guardia.


Dejo mis paranoias de lado cuando llegamos al final de la escalera, doblamos a la izquierda hacia donde está su cuarto. Nos detenemos frente, a lo que yo creo que es, la puerta, y se separa de mí, dejándome una sensación de vacío en todo el cuerpo.


Escucho cómo abre la puerta y un intenso olor a lavanda choca contra mi rostro. El ambiente se siente ligeramente… ¿Sensual? Casi veo el humo de los inciensos flotando por la habitación.


Retira lentamente la venda de mis ojos y observo la habitación atentamente, algo desconcertado.


Las luces están apagadas, pero todo está iluminado tenuemente por unas velas colocadas por aquí y por allá, que dan un ambiente íntimo. Los inciensos se consumen en una esquina lentamente. La cama esta totalmente arreglada con una colcha roja y las fundas de las almohadas son negras, casi tentadoras.


Comienzo a tener un poco de miedo.


— ¿Qué… qué es todo esto? —Es lo primero que puedo decir en mi estado de shock.


— He estado pensando algún tiempo que hemos probado de todo, hasta has aceptado vestirte de dominatrix una vez. —No me lo recuerdes…— Pero jamás hemos tenido un ambiente íntimo, casi romántico.


Hago mentalmente énfasis en el casi, con él no existe mucho el romanticismo.


— Pero… ¿Por qué? No esta mal, pero… ¿A qué se debe?


— Pues ¿a qué más? Te quiero y es una forma algo cursilona de demostrarlo.


Bien, ahora si que me he quedado en blanco. Quizás me desmaye, o salga corriendo… no, mejor me quedo como idiota viendo a la nada procesando sus palabras.


Esperen… eso ya lo estoy haciendo.


¿Quererme? ¿Él me quiere? ¿ME QUIERE?


¿Alguien podría despertarme de este sueño y tirarme a mi desolada realidad? Mi presión arterial no soporta esto.


— ¿Rafa? ¿Estás bien? —Veo una mueca de preocupación en su rostro.


¿Creerá que no siento lo mismo? Baja la mirada algo apenado… ¡Apenado! Nunca le había visto tan vulnerable, joder. Creo que vuelvo a tener una erección.


Concéntrate Rafael, no es momento para dejar salir tu lado sádico.


— ¿Quererme? ¿Me quieres? —Genial, que imbécil soy preguntando eso.


— Pues claro, ¿crees que me follaría a cualquiera? —No me hagas responder a eso con sinceridad.


— Pero… tanto tiempo teniendo sexo y nunca me lo habías dicho…


— Tú a mi tampoco, así que estamos a mano.


Ese no era el jodido punto…


— No me refiero a eso, nunca te lo había dicho porque pensé que para ti sólo era un juego, tú sabes, un desahogo.


— ¿Eso quiere decir que también me quieres?


— Pues claro, pero… —Mi frase queda inconclusa ya que se me ha lanzado encima y caemos sobre la cama, mientras me abraza tan fuerte que siento un par de costillas crujir.


— Entonces no se hable más Rafa, oficialmente eres mío.


No puedo evitar que una sonrisa boba se forme en mi cara. Eso ha sonado tan infantil y, de una forma retorcida, romántico ¿quién pensaría que Sebastián sería tan entusiasta para estas cosas? Al parecer no he conocido todas sus facetas, pero sería un placer comenzar a hacerlo.


— Quizás el ambiente sea cursilón, pero ni es nuestra primera vez ni soy bueno siendo delicado, el ser duro me puede.


— Da igual. —Digo aún maravillado por lo que está pasando, ignorando el hecho de que sabe muy bien cómo mandar a la mierda la atmósfera romántica… si es que hubo alguna.


Me mira atentamente a los ojos, de una forma tan profunda que me sonrojo y aparto la mirada. No puedo evitar cohibirme ante todo esto. Aún creo que es un sueño y que en cualquier momento despertaré en mi cama y lloraré en una esquina de mi habitación lamentándome por las fantasías que mi mente en ocasiones puede maquinar.


Pero sus manos bajo mi camisa me sacan de mis pensamientos, mostrándome que esto es real, que el jodido rubio al que amo esta sobre mí besándome como si fuera la primera vez que lo hace. Lentamente, profundo y tierno. Puedo acostumbrarme a todo esto.


Su lengua se adentra en mi boca, recorre cada parte de ella de memoria, pero con un tacto suave, como reconociendo y asegurándose de que yo también soy real.


Se separa un poco y me regala una sonrisa encantadora, casi destellante. O quizás sean los frenos a la luz de las velas. No importa, aun así para mi es una sonrisa destellante.


Sus manos se pierden entre mis ropas, acariciando con suavidad. Una suavidad casi irreal y un tanto desesperante. Pero también quiero disfrutar de esto, como si fuera la primera vez.


Mis manos por fin parecen reaccionar y poco a poco despojan a mi rubio amante de sus ropas, comenzando por la camisa que queda olvidada en algún lugar. Me fascina admirarle el pecho descubierto, sentir el suave tacto de unos músculos aún por trabajar. Mis labios lamen con lentitud desde su mandíbula hasta el borde de su pantalón, sacándole un par de suspiros.


Nuevamente me separa de él un poco, el tiempo suficiente para quitarme también la camisa y aprieta con algo de saña mis pezones, por lo que suelto un profundo gemido.


— Me encanta como gimes cuando hago esto. —Continúa apretando, para después usar su boca, sus dientes, sus labios, la lengua los delinea y la humedad permite que sus dedos resbalen de forma deliciosa.


Me pierdo un poco en el placer y no siento cuando mis pantalones han desaparecido, sólo cuando comienza a bajar poco a poco y besa mi muslo derecho, chupando y dejando una marca en él.


— Esto dice “es mío, aléjate hijo de puta.” —Y no puedo evitar reírme de sus ocurrencias. Nunca había conocido su lado posesivo, pero también me encanta.


— No sabía que eras celoso. —Digo entre gemidos, desesperado al ver que no quita mi ropa interior y sólo se divierte soplando en mi erección sobre la ropa.


— No lo sabes bien Rafa, cómo he querido golpear hasta la muerte a cualquiera que te ve de manera lujuriosa.


— No seas ridículo. —Jadeo al sentir su lengua sobre mi bóxer, la humedad traspasando hasta mi piel me enloquece— ¿Quién se fijaría en mí? Yo debería ser el celoso. Rubio, de ojos azules, carismática personalidad y bastante guapo. Yo a tu lado soy alguien bastante normal y simplón, de cabello oscuro y ojos color miel.


— Unos ojos preciosos. —Dijo con una sonrisa desde mi entre pierna. Esa escena casi pudo ser tierna.


— Lo que digas. —Trato de zanjar el tema y concentrarme en lo que hace.


— El profesor de biología te come siempre con la mirada. —Habla sobre mi entrepierna, dejando caer su cálido aliento— Sofía, la zorra esa, siempre que pasas a su lado se levanta más la falda y te guiña el ojo. Ese pelirrojo de la clase de al lado cada vez que pasa se te queda viendo ¿Quién se fijaría en ti? Yo me fijo en ti y muchos más. —En un arranque me despoja de mi ropa interior completamente y con su mano toma mi erección, presionando un poco— La diferencia entre todos nosotros, —continúa hablando después de darle una lamida a mi glande que me ha hecho ver estrellas— es que tú eres mío Rafael, y eso nadie lo va a cambiar. —Sin más preámbulos engulle todo mi miembro, mi espalda se arquea de placer y me valen una mierda las demás personas, Sebastián también es mío y es lo único que ocupa mi mente.


Aprieto las sábanas entre mis manos con fuerza, perdido en el placer que su boca me proporciona. Mis jadeos escapan de manera escandalosa por mi boca, está tan abierta que siento como un poco de saliva escurre por mis labios. Se detiene un momento, dejándome recuperar un poco el aliento. Pero sólo un momento en el que, de sabrá dios dónde, sacó un bote de lubricante que esparce en una de sus manos. Vuelve a lamer mi miembro, esta vez de arriba abajo, igual que su mano que me masturba lentamente mientras dos dedos se adentran en mi cuerpo de golpe, haciéndome arquear nuevamente la espalda por el placer y el dolor que eso me ha provocado.


No logro concentrarme en una sola sensación, los dedos moviéndose de un lado a otro, su mano y su lengua en mi miembro, todo me lleva al borde del orgasmo. Pero el desgraciado intuye cada una de mis reacciones y un apretón en mis genitales es suficiente para impedir que termine.


Suelto un suspiro de frustración y Sebastián sonríe, feliz por mi reacción.


— No tan rápido, aún falta la mejor parte.


Yo sé que aún falta, pero no puedo evitar sentirme frustrado al impedir que me viniera.


En algún momento los dos dedos dentro de mí se convirtieron en tres, moviéndose de una forma casi alarmante, rozando mis puntos más sensibles.


Nuevamente, cuando sentía que por fin podría terminar, retira sus dedos.


Sería muy capaz de levantarme y golpearle hasta la muerte, pero mi respiración agitada no me permite moverme lo suficientemente rápido y esto lo aprovecha mi rubio amante, posicionándose correctamente entre mis piernas y, con una risa burlona, se adentrándose en mí de un solo golpe.


Seguro que el grito que di debió escucharse hasta mi casa. Mi espalda esta en una posición casi preocupante y mis labios y ojos están abiertos a más no poder.


Nunca, hasta ahora, había sentido tanto de una sola vez, dolor, placer, ira… voy a matar a este cabrón… felicidad.


Seguro que soy todo un caso de bipolaridad.


No puedo procesar información, mucho menos al sentir los ligeros movimientos del joven de ojos azules sobre mí, que comienzan lentos, casi inseguros, pero que van tomando un ritmo acelerado, casi alarmante. Puedo escuchar la cama crujir, o quizás sean mis huesos ante la bestialidad con la que se mueve. Nuestros gemidos se confunden unos con otros, no se si el sudor que corre por nuestras pieles es suyo o mío.


Se agacha un poco para besarme, pero el movimiento acelerado le impide hacerlo con normalidad, por lo que sólo deja sus labios sobre los míos. Sus ojos me miran atentamente, yo apenas puedo tener los ojos abiertos ante el cúmulo de sensaciones.


Siento cómo se detiene un momento, el tiempo suficiente para sentarse y llevarme con él, dejándome que le monte y lleve el ritmo, que sigue siendo acelerado gracia a mis movimientos y la ayuda de sus manos.


No se si es por el cálido sentimiento que ha despertado su confesión o que realmente sea la sesión de sexo más salvaje que hemos tenido, pero cada fibra de mi ser siente el calor desbordante de su cuerpo, mi piel quema ante su contacto y hasta sentir su respiración en mi hombro me excita. Los suaves jadeos que escapan de sus labios, casi suenan como mi nombre.


Sólo basta con que toque mi sexo un poco y termino entre los dos, contrayendo cada músculo de mi cuerpo de manera algo dolorosa, y sintiendo algo cálido llenarme por dentro.


Caemos en la cama, respirando con algo de dificultad. Sus manos acarician mis caderas, donde quedarán unas lindas marcas de sus dedos por la presión que ejercía al moverme. Mi mano se pierde entre su suave cabellera rubia y una sonrisa boba vuelve a adornar mi rostro.


— Realmente me gustas. —Digo aún con dificultad.


— ¿Sólo te gusto? —Susurra en mi oído, y la forma tan trabajosa en la que lo ha dicho me suena muy sensual.


— Sabes que te quiero Sebas…


— ¿Así que sólo me quieres? —Vuelve a decirlo en mi oído y casi puedo ver esa sonrisa juguetona en su rostro.


— Sabes a lo que me refiero…


— Te amo Rafa… —Escucho en un tono completamente serio, que por un momento me aterra— Y espero que tú a mí.


Eso me ha sonado a niño chiquito caprichoso, pero no puedo evitar sentir ternura por él, a pesar de todo, de cada una de sus facetas y locas ideas, es el pervertido del que me enamoré.


Que bien ha sonado decirlo.


— Yo también te amo Sebas, y eso tampoco nadie lo va a cambiar.


Y aunque ninguno de los dos dijo nada más, pude sentir la sonrisa de felicidad con la que se quedó dormido sobre mi pecho, al igual que la mía al abrazarle y hacerle compañía.


A los 17 años… por fin lo admitimos…

Notas finales:

Algo que quería decir, pero lo deje para el final para que no tengan la obligación de leerlo es... Odio, me jode, me-tiene-hasta-los-ovarios que amenacen con los reviews D:! Yo se que todas las que escriben quieren uno, pero que son esas jaladas de "Si no dejan review no lo sigo" D: ¡mis huevos! Solo por eso yo nunca dejo review por muy pinché buena que este la historia.


Eso no se hace, si escribes es porque te gusta y no por que te van a dejar 100 reviews puta madre.........


n_n lo siento... tenia que decirlo o alguien moriría...


Como sea, si quieren dejar review, déjenlo, si no, con ver un numero mas en las lecturas, me doy por bien servida ;D


Byebye~


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).