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Tu me perteneces por Dark_Elric

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Notas del fanfic:

Hagane no Rekinjutsushi (Fullmetal Alchemist) No me pertenece sino a su creadora : Hiromu Arakawa :3

 

Notas del capitulo:

Dediquen Reviews (?)

 

Se encontraba encadenado en esa penumbrosa habitación. No sabía cuando tiempo exactamente había pasado pero con cada segundo más que transcurría sentía que parte de su cuerpo se helaba. Hacía demasiado frío y solo llevaba una túnica blanca que le habían puesto. Temblaba involuntariamente, sus piernas desnudas se laceraban por el frío que provenía del piso de metal. Quería que todo terminara pero temía que aún... nada había sucedido y le faltaba más para salir.

Había escuchado un par de murmullos en la entrada de esa habitación pero como estaba encadenado, no pudo acercarse y averiguar por lo menos algo o la razón de porqué lo habían secuestrado.

Tenía la leve noción de que si seguía tirando de los torniquetes que tenía en sus brazos y piernas, pronto podría escapar de ellos y de todo ese putrefacto lugar. Así era. Esas cadenas ya eran muy antiguas y lo notaba porque cada vez que se movía bruscamente sentía como se despedazaba lentamente. Debía de seguir, quería escapar y tenía miedo... por él y por su hermano.

Aparte de la oscuridad, otro de los defectos de ese lugar era un nauseabundo olor a humedad y humo que se mezclaba allí, en ocasiones le costaba respirar, sin embargo, solo tenía que calmarse para evitar empeorar su estado.

 

-No... quiero... estar aquí... - susurró para luego cerrar sus ojos e intentar dormir un poco aunque sea. Pero todo era real; aunque se ocultara en un mundo de sueños y mentiras, nada de lo que vivía desaparecería.

 

 

Era demasiado tarde para él. Estaba al tanto que debía comenzar con su "segundo trabajo". Pues, era así. La vida adinerada que llevaba no solo provenía de sus inventos y sus fábricas por alrededor del mundo, también recaudaban un gran dineral apoderándose de "nuevas propiedades". Un trabajo muy sucio para alguien de su clase social, comentaban sus allegados pero eso le valía. Tenía todo lo que quería y su egocentrismo aumentaba cada día con cada mercancía que llegaba.

Y como para satisfacer su ego, ya había finalizado una semana nefasta para sus negocios industriales. Nada le estaba yendo bien, por lo menos, quería tener la suerte de que en su otro trabajo, nada perjudicante sucediera.

 

Con apuro, guardó en su portafolio de cuero negro todos los papeles que necesitaría para esa noche. Recargándose en su escritorio, suspiró rendido.

 

-Al menos, no tengo una esposa... porque si la tuviera no podría hacer nada de esto. - rió con cinismo fingido

 

Retomó el ritmo perdido. Salió de su oficina y se despidió de los pocos operarios que vio en su trayecto camino a la salida de esa instalación. Subió a su porche y con una leve indicación al conductor le pidió que lo llevara al edificio donde estaba su oculta profesión. Media hora bastó para llegar a su destino. Sin más distracciones, vigiló que el vehículo junto con su chofer despareciera de su vista para poder ingresar y comenzar con el inicio de esa joven noche.

 

La recepción de ese edificio estaba vacía y silenciosa ante su presencia más algo le mostró que no era del todo cierto. Alguien le esperaba al costado de la puerta de su despacho.

-Señor Mustang - nombró un ejecutivo muy bien vestido con un tono de preocupación - Usted debería haber llegado hace dos horas, está al tanto que no podemos perder ni un segundo en esto -concluyó algo nervioso por la mueca de desagrado que el pelinegro le mostró.

-Entiendo. -Respondió y siguió de largo con su camino hasta que se detuvo - ¿Ha llegado? - preguntó aún dándole la espalda al receptor de esa pregunta.

-Así es Señor.

-Ahora me encargaré de ese asunto personalmente - dijo cautelosamente en un tono que sorprendió al otro ya que conocía esa actitud y voz. Nada bueno le esperaba al recién llegado.

 

Una vez en su despacho. Si, despacho ya que no le podía llamar "Oficina" por la amplia diferencia que encontraba entre una y otra; incluyéndose, está de más decir que él también cambiaba radicalmente entre cada uno de sus trabajos. Una metamorfosis lo acechaba cada vez que la Luna y el Sol se combinaban en el cielo y se separaban cada uno a su rumbo.

Dejó su portafolio sobre su escritorio y desacomodándose un poco la corbata que le dificultaba respirar con normalidad, salió de aquella habitación.

 

-Ya es hora - murmuró mientras caminaba hasta el otro extremo de la sala que conectaba la recepción y su despacho. Sus pasos resonaban por todo el lugar pero de un momento a otro se detuvieron frente a una puerta blanca. Sacó una llave de uno de sus bolsillos y se deshizo del candado que protegía la entrada a ese lugar.

Abrió la puerta y solo pudo observar la profunda oscuridad de siempre. Introduciéndose en ella, siguió y comenzó a descender por las escaleras que llevaban a una especie de sótano de ese edificio.

 

Paso tras paso llegó hasta donde sabía que se encontraba lo que buscaba. Otra puerta se interpuso en su camino y nuevamente utilizó el manojo de llaves que traía. Consiguió hacer un estrepitoso ruido que de seguro despertaría al otro.

 

El encadenado se despabiló de repente y dirigió su ausente mirada hacia la puerta que esta vez sí se abría, no como en ocasiones anteriores que solo eran una mera ilusión. No tenía muchas fuerzas pero hizo el intento de aguantar despierto para poder, por lo menos, conseguir ver quienes lo mantenían cautivo y para qué.

 

Esperó que cesara el ruido de las llaves como también de unos pasos para luego contemplar la entrada de una sombra a esa habitación. La poca iluminación no le ayudaba a su vista pero al menos sabía que alguien más estaba allí con él.

 

-Q-q...uie...n - consiguió decir. El frío había congelado su voz y con gran esmero conseguía hablar.

 

-No importan las presentaciones ahora... - dijo cordialmente mientras se acercaba más a él - Solo necesitamos concluir con algo que tu hermano te dejó como regalo

 

Se exaltó. Hubiera gritado si pudiese pero no podía. Todo se debía siempre a su hermano, cada problema  se lo debía atribuir a él. Se relajó un poco al saberlo aunque ahora solo debía averiguar que había hecho su nii-san

 

-Si te preguntas que nos debe, no te preocupes - se acercó más y se hincó enfrente de él - Ya nos encargaremos de su pago, o debo decir, de tu pago. - sonrió y dejó ver sus dientes en la oscuridad.

 

-Si... si es dinero, les aseguro que lo puedo pagar... solo déjenme ir.

 

-Sabemos quién eres y que no podrías alcanzar una suma de dinero que pedimos... - tomó su barbilla con falsedad y delicadamente con sus dedos empezó a acariciar una de sus mejillas -Todo se soluciona hoy.

 

-¿Hoy?

 

-Así es, hoy arreglaremos los tratos - dejó las mejillas y una de sus manos se deslizó insípidamente hasta su entrepierna donde solo apoyó su mano.

 

"No... No... no quiero... no quiero esto" - negó mentalmente.

 

-Como dije este es el trato - dijo mientras su mano apoyada comenzó con lo que se proponía; acarició débilmente el miembro del menor sobre la ropa ocasionando que se inquietara.

 

-¡No quiero esto!

 

-Eso no me importa -continuó junto con su mano que comenzó a ascender y dejar esa zona para arrimarse hasta su vientre y continuar con su paso.

 

-Ya! Dejame - gritó. La desesperación aumentaba con cada roce que su cuerpo recibía, por eso se inquietaba y se movía para todos lados con el afán de escapar.

 Un fuerte agarre en su cuello lo detuvo. El otro le estaba quitando el aire.

-Te soltaré para que no estés tan incomodo, pero nada de trucos. - se levantó, se quitó el polvo que había ensuciado parte de su traje y de nueva cuenta sacó el manojo de llaves. Aun en esa oscuridad era visible. Se tomó la paciencia de buscar las llaves correspondientes y una vez hecho, se acercó al menor y le quitó todo rastro de cadenas y torniquetes.

 

-Muy bien Alphonse, solo quiero tu cooperación así que nada de ideas tontas para escapar porque todo puede ser peor de lo que no te imaginas

 

El menor pelicastaño solo se limitó a asentir con su cabeza. Ahora estando arrodillado en el piso y advertido de las consecuencias; no sabía muy bien que decir.

 

-Cooperación a que abuses de mí...? - preguntó de lado ocultando su rostro con sus sombras y parte de sus mechones que le cubrían.

 

-No lo tomes así... -se hincó hasta su altura y le despejó la cara -Solo será algo rápido y sencillo

 

Al tembló. No quería nada. No quería que esa persona que ni siquiera conocía le toque pero qué más podía hacer. Escapar? Si lo lograba y tenía éxito era un merito que se felicitaría... pero si fallaba no se imaginaba que tan malo podrían ser las consecuencias.

El pelinegro continuó en donde había dejado y delimitó la figura del pelicastaño con la yema de sus dedos. Aún esa túnica le estorbaba pero pretendía no ser tan violento con él... aún no. El otro solo se mordió sus labios y recorrió para atrás. No iba a darse por vencido aún no. Luego de toda esa parte, Mustang llegó hasta el cuello solamente acariciando, notando que el cuerpo del otro estaba reaccionando como se lo esperaba. Sin ocupar mucho espacio, se acercó más a él y sujetó tanto sus brazos  y piernas con los de él para poder llegar a besar con sutileza toda esa parte.

Lo consiguió y repartía roces por toda esa zona y en algunas ocasiones, dejaba alguna que otra marca de que había pasado por ahí.

Alphonse ya no lo soportaba, se quería librar de él por eso hizo lo que no debía.

Notando que el pelinegro estaba distraído en su cuerpo, utilizó su fuerza contra la de él también y lo tumbó de una patada hacia atrás.

Con perspicacia y rapidez, se levantó y tomó las llaves. No tenía idea de cuales eran pero se apresuró para dirigirse a la puerta e intentar abrirla con cada una de ellas.

 

Roy, recuperándose del golpe que había recibido, se levantó con una tranquilidad absoluta sin ninguna señal de enojo aparente... y se acercó cautelosamente hasta donde Al estaba intentando abrir la puerta y como no lo había logrado ya que las llaves estaban en el suelo, gritaba que lo saquen de ahí como también golpeaba la puerta con sus puños a todo lo que daba.

 

-Sáquenme de aquí!!! - exclamaba impacientemente a todo lo que sus pulmones le permitían pero una mano le agarró uno de sus brazos con violencia y lo empujó para que quedara contra la puerta.

 

-Creo que no entendimos lo que quisimos decir, así que... iremos por el lado malo -le levantó la cara a la fuerza y mirándolo a los ojos le dio un golpe directo a una de sus mejillas y como lo sostenía solo su cuerpo recibió un fuerte estirón que ocasionó que algunos de sus huesos crujieran

 

El menor solo se quejó y no opuso resistencia, ese golpe le había dolido y de repente unas incontenibles ganas de llorar por impotencia lo acecharon...

Mantuvo su mirada de lado por segundos que duraron poco ya que por consiguiente, el pelinegro lo tomó de ambos brazos y lo empujó contra el otro lado de esa habitación.

Al perdió el equilibrio y cayó de sentado en el piso. Por temor, retrocedió lo más que pudo hasta que chocó con la pared.

 

-Deberías de tener más cuidado - le advirtió y, de nuevo, se acercó hasta él y uno de sus fríos dedos rozó sus labios - Mira lo que ocasionaste por tu imprudencia. - le mostró un par de gotas de sangre.

 

-¿Estoy sangrando? - se preguntó mientras con su lengua se humedeció sus labios y pudo percibir un amargo liquido que se emanaba en cantidad.

 

-Te ayudaré - sin ninguna medida previa de cuidado o algo por el estilo - se acercó más hasta que consiguió que sus labios se unieran en un beso tosco aunque más aprovechó el pelinegro que lo profundizó y deslizó su obscena lengua sobre los helados labios del menor que solo se mantenía quieto. Los acarició suavemente y de imprevisto consiguió paso entre ellos y tocó con pasión la  lengua del menor que tímidamente  se movía. No le importó mucho eso y continuó jugando con ella hasta que sintió que sus pulmones le reclamaban aire. Se separó un poco aunque un hilo de su propia saliva lo unió por unos segundos más.

Alphonse solo se acercó más a la pared y con su mano se limpió sus labios con brusquedad.

El pelinegro solo rió... todo estaba saliendo mejor de lo que tenía imaginado.

 

-Creo que debería sacarte esto... -dijo con lujuria mientras levantaba la túnica con morbo y veía el frágil cuerpo que ocultaba

-No!!! - gritó Al y lo empujó de nuevo

 

-Parece que te gusta lo violento... - incitó mientras lo sujetaba de los brazos y conseguía empujarlo contra la pared lo más que podía y de nuevo seguía con su zona predilecta por el momento. (emm, su cuello ^^U)

 

-Ya dejame!!! - suplicó gritándole y dando golpes al aire para defenderse.

 

-No lo haré y te conviene portarte bien si no quieres repetir lo mismo que hice - lo tomó de los hombros y con tosquedad lo recostó en el metálico piso. No planeaba perder más tiempo con él. Hizo todo lo posible para mantenerlo quieto y tranquilo pero le era dificultoso, por eso, empleaba los golpes.

 

-¡N-no sigas! No! Por favor!! Ya basta! Basta! - pedía pero aún así no se detenía. Ya lloraba sin darse cuenta.

 

-Hago lo que quiero porque tú me perteneces - se detuvo y se acomodó sobre él, colocando cada una de sus rodillas a cada lado de su cuerpo.

 

-No - esta vez por propio impulso,  le dio un manotazo en una de sus mejillas, consiguiendo que unas gotas de sangre cayeran sobre su túnica y la mancharan más del rojo carmesí que ya estaba.

 

-Está ya fue le última - se levantó y se quitó su saco negro, dejándolo al lado de la puerta con solo tirarlo. Se limpió su herida sin importarle mucho, solo quería lo que había venido a buscar.

 

Alphonse temblaba del miedo, mientras lloraba en uno de los rincones de esa habitación escasa de iluminación. Se aferraba a sus rodillas con fuerza que le lastimaba provocando heridas diminutas a causa de sus uñas que herían su piel.  No había dejado de sollozar por el todo lo que estaba sintiendo pero aún no terminaba su martirio.

De una, el pelinegro lo tomó del brazo y lo tiró con violencia al piso ocasionando un sonoro ruido por el impacto del cuerpo del pelicastaño y la superficie metálica. Vio como intentaba levantarse desde atrás, con débiles intentos de hacer fuerzas con sus brazos pero segundos después caía.

Dejando de lado la furia por la cual se estaba dejando dominar, se relajó y disfrutó de esa vista que poseía. Esa túnica que llevaba el menor, no era del todo larga y como ahora se encontraba bocabajo, toda la parte de atrás estaba desprotegida. Con una mirada lascisiva, se acercó a él con pasos lentos y fuera de sí. Estaba ansioso.

 

-Ya es la hora, pequeño para demostrarte de quien eres- dijo con lujuria en sus palabras mientras se encargaba de descubrir toda la espalda del menor y el resto que necesitaba

 

El pelicastaño intentó huir pero ni arrastrarse le sirvió. De repente, sintió un atemorizante frío que le siguió por unas ásperas caricias que estaban profanando su cuerpo. Se inquietó aún más pero no servía, unos dedos helados recorrieron todo  desde el principio de la columna vertebral hasta seguir y adentrarse en un lugar como intrusos inesperados. Su entrada  se vio asaltada por un meticuloso dedo que solo tenía un propósito igual que otro más que se sumó a los pocos segundos. Él solo sintió un punzante dolor que lo paralizó hasta que su llanto comenzó a hacerse más insistente como sus manos intentaban cubrir su boca para ahora sus propios gritos de desesperación.

 

Roy lo estaba disfrutando desde donde se encontraba, con vista panorámica observando el trasero del menor, estaba satisfecho con lo que hacía pero debía concluir con lo que había comenzado no se permitiría dejarlo inconcluso. Estaba sintiendo el calor de la situación y ya se había acostumbrado de las suplicas y el llanto del otro, ya le restaba importancia. Se acercó más a él y llegó a arrodillarse. Su cuerpo le estaba pidiendo participación en esa escena. La ropa que llevaba solo le estorbaba pero no se sentía con los suficientes ánimos para jugar demás...

 

Sin ser cuidadoso o nada, retiró los dos dedos que atormentaban al menor y lo hacían causantes del estremecimiento del menor y de su llanto en aumento.

 

Su propio miembro estaba latente y ver la pequeña entrada a su disposición, le antojaba más la idea de disfrutar más.

 

Dejando que su pecaminosa mente, tomara un poco de su control, acercó su morbosa lengua hasta la entrada del menor y saboreó lo que parecía un extraño líquido que se escurría.

 

-Basta!! Basta!! - comenzó a gritar, junto con sus llantos y escasos jadeos. Tomó un poco de sus fuerzas y logró levantarse un poco y lo suficiente para girar su cabeza y mirar lo que sucedía. -Ya dejame!!! No sigas!!!- gritó mas fuerte viendo que no parecía haber indicios de que el otro se moviera.

 

Despertando de su propia burbuja de lujuria, vio la desesperación de Alphonse y tomándolo de la fuerza desde las caderas lo agarró para luego hablarle.

 

-No grites... Ya no falta nada... - musitó. Se alejó unos escasos centímetros de él para encargarse de liberar de su pantalón, su miembro insistente y ya endurecido por todo lo que hacía con el menor.

 

Al tembló al saber lo que proseguía. Intentó alejarse más pero le fue imposible ya que sus movimientos se habían alentado. De un solo tirón, su cuerpo quedó debajo del pelinegro.

 

Un par de escalofríos recorrieron su cuerpo y débil figura. Todo su temor estaba expresamente visible. Sus lágrimas, sus escalofríos, su agitada respiración y su ronca voz de tanto suplicar sin ser escuchado.

 

Tomó sus caderas  y lo obligó a utilizar sus rodillas como un leve soporte. Sin esperarse y relamiendo sus labios por lo que haría, rozó levemente la entrada del pelicastaño con la punta de su miembro y sin previo aviso u otra señal o aviso, lo introdujo sin paciencia de que el otro se acostumbrara o nada. Solo buscaba su propio placer personal el mismo que necesitaba y deseaba como fuera.

 

Puso su mente en blanco para mantener una postura decente pero no podía distraerse y olvidarse en donde estaba. Su cuerpo se movía con el ritmo de un vaivén que lo estremecía y lo hacía temblar. No sentía ni una pizca de placer o algo por el estilo, pero su organismo estaba reaccionando por él. Algunos gemidos habían escapado de sus labios y su llanto ya no era tan audible como antes; sin embargo, aún lloraba y sus pestañas estaban húmedas y se unían entre sí.

 

Hacía lo más que podía, sin ninguna cooperación del menor no podía hacer mucho él. Aunque sus embestidas desde un comienzo habían sido enérgicas, sentía que estaba llegando a su propio orgasmo sin importarle el estado del castaño.

 

Algo se escurría por sus piernas, había pretendido cerrar sus ojos pero la desesperación le ganó. Bajó su cabeza y alcanzó a ver como algunas gotas rojizas se colaban en su piel y se deslizaban por las mismas hasta descender hasta el piso. Esa era la clara señal de que su cuerpo estaba sufriendo mucha más de lo que creía. Le dolía seguir, no había hecho nada. Todo era su culpa hasta ese momento por enmendar los propios errores de su niisan.

 

-M-maldito b-bastardo! - susurró lo suficientemente alto para que Roy lo escuchara. Lo había dicho. No sabía de donde salieron esas palabras pero debía decirlas, no se las guardaría.

 

Su semblante cansado y complaciente por lo que hacía cambió al haber escuchado esas palabras. Sin medir las consecuencias, salió del cuerpo del menor con una brusquedad que logró sacarle un pequeño chillido agudo que no pudo reprimir. Nuevas lágrimas de nuevo se acumulaban en su faz.

 

-Nadie se queda así y no recibe su merecido - lo amenazó. Con un empujón certero y suficiente, lo dio vuelta y lo vio a la cara. Una cínica sonrisa se formó en su cara. Parte de esa túnica aún cubría la figura del más joven. Con brusquedad y esquivando cada golpe que le daba, lo despojó de lo último que cubría su ser. - Con esto, tendrás suficiente para alardear... de cómo es estar conmigo. Pero... si tu nunca saldrás de acá. - rió  sabiendo el destino del menor.

 

Quiso levantarse y lo logró a medias pero aún así sus fuerzas no podían ser comparadas con las del pelinegro. Aún intentando sacárselo de encima, no consiguió nada.

 

Le estaba costando dominarlo a su antojo por eso, para evitar más rebeldías, decidió probar la capacidad del cuerpo del menor. Tomó el goteante miembro con sus manos y comenzó a tratarlo con vileza.

 

-No me toques!! Dejame!!! - exclamó. No quería que lo tocara pero sabía que a estas instancias... nada podía hacer

 

-Bien. Te entendí. Te dejaré-

 

Viendo su reacción abandonó lo que hacía y acariciando falsamente las mejillas del pelicastaño consiguió distraerlo lo suficiente como para penetrarlo nuevamente. Y así fue. Con una mentira se había encargado de controlarlo.

 

Pero esta vez lo hacía sin compasión, restregando su propio sexo en las paredes de esa cálida cavidad que lo hacía perder su propia cordura. Solo planeaba conseguir llegar a su orgasmo pero tener a disposición el cuerpo del otro le parecía fascinante y más atrayente ante cualquier cosa que quisiera hacer.

 

Sus fuerzas se habían desvanecido, su mente lo había abandonado, su cuerpo se apagaba a las sensaciones que sentía pero aún lloraba y débiles gemidos salían de su boca. Y los maldecía. No quería nada de eso. Nada. Pero no pudo detenerlo por más que quiso defenderse y escapara todos sus intentos habían resultado fallidos. Se odiaba por dejar que todo eso pasara.

 

Ya no le faltaba mucho, había visto como el menor se había rendido. Solo respondía su cuerpo por inercia. Se había encargado de tocar todo de él: su sexo que ya había conseguido derramar su esencia y los propios botones rosados que se encontraban en su pecho había sido toqueteados lo más que se podía.

 

Luego de un espasmo y una fuerte presión que rodeó a su propio miembro, se corrió en el interior de esa cavidad a la cual había corrompido de la forma más despiadada posible. Salió de él rápidamente. Sintió como Al se estremecía del dolor pero no le importó.   Se acomodó un poco la ropa que tenía puesta. Estaba agitado debía contenerse  y guardar calma. Aún desde donde estaba, se sentó por algunos segundos sobre el piso y sacó su reloj de bolsillo. Observó con aburrimiento la hora y sin apuros se levantó y tomó su saco que había dejado.

 

-Ahora tú me perteneces -  dijo mientras le daba la espalda y se encargaba de abrir la puerta con sus llaves.

 

Hubo un silencio largo en esa habitación.

 

No espero respuesta ni nada, solo se marchó sin voltear a verlo. Cerró esa puerta y siguió con su camino. Debía atender demasiados asuntos esa noche. Subió las escaleras con un cansancio notable y se perdió en las sombras de ese edificio.

No le remordía la consciencia ni en lo más mínimo. Estaba orgulloso por haberlo poseído... y más aún sabiendo que se quedaría con él por un buen tiempo. Debía sacarle el provecho a esa situación... cada noche si era posible.

 

 

-T-e odio!!! T-e odio! T-e odio! - gemía del dolor. Aún seguía recostado boca arriba con una mueca de dolor. No podía moverse libremente, todo su cuerpo se lo impedía. No le quedaba nada más que hacer por esos instantes. Si hacía un mínimo esfuerzo por levantarse, un chillido junto con un poco de sangre de su entrada lastimada era lo que se provocaba.

 

Nuevamente lloraba con intensidad.

Ya no soportaba ese lugar.

Y había perdido su propia dignidad y todo.

 

Ya nada podría considerarse igual.

Sus manos solo acariciaron su pelo que cubría parte de su cara.

 

Cerró sus ojos y pretendió perderse en sus sueños o despertar de esta pesadilla que estaba viviendo.

 

 

Notas finales:

Otro fic mío... pero con otra pareja muy diferente.

Si no se entiende algo, pregunten ^^

La proxima actualización... estará en no muy breve 

*primero debe actulizar ¿Q.e.l.q.s.p.t.?*

Sayonara :3


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