Las nubes cubrían el cielo con una gran manta de algodonadas nubes negras. Hacía poco que había amanecido, y una ligera llovizna caía sobre la ciudad, amenazando con convertirse en un gran chaparrón matutino. Había olvidado el paraguas, pero no me importaba; parado bajo la lluvia en mitad de la calle, sólo podía observar silencioso cómo desaparecías lentamente con tu maleta.
Aquello me estaba matando. Ya llegabas al final de la calle y yo solo quería salir corriendo, detenerte, y suplicarte que no te fueras, que te quedaras a mi lado para siempre.
De hecho, lo hice. Me abalancé sobre ti y te dije cuanto te amaba, y cuanto deseaba que todo esto acabase y volvieras conmigo a casa. Con la cabeza enterrada en tu hombro, y las lágrimas cayendo sin parar por mis mejillas ya mojadas, quise volver hacia atrás en el tiempo para poder salvar nuestra relación de alguna forma.
Tú me separaste de tu cuerpo y me miraste directamente a los ojos. Una sonrisa se dibujó en tus labios por un instante.
- Kai… estaba esperando que cambiaras…
Y entonces comprendí que sólo era un sueño. Nunca había corrido detrás de ti. Me quedé atascado en la fase de verte doblar la esquina sin poder hacer nada.
Desperté en mi cama con un horrible sabor en mi boca seca y la sensación de no haber descansado nada. Me levanté con cuidado y me serví un vaso de agua. Mientras abría la ventana de la cocina para que entrara el aire fresco de la calle, intenté analizar qué narices era lo que me había pasado.
Esa noche, después de tantos años, había vuelto a soñar contigo. Después de tanto tiempo reviví, sin quererlo, aquel día en el que te vi por última vez.
Entonces, eras casi de mi misma estatura. Tu pelo negro y totalmente liso caía graciosamente rozando tus hombros, y tu flequillo se encontraba recogido sobre tu cabeza, dejando al descubierto tus sinceros y extremadamente rasgados ojos marrones. Tu mirada penetrante siempre me impedía mirarte de frente, y sin darme cuenta desviaba mis pupilas hacia tus carnosos labios. Aquel pendiente metálico que los atravesaba siempre conseguía hipnotizarme cada vez que abrías la boca. Todavía podía recordar tu cara, aunque hacía al menos diez años que no te había visto. En aquel sueño, la había visto nítida y clara, como si no hicieran más de dos horas desde que me despedí de ti.
Pero había algo que no conseguía recordar, por más que lo intentara: Tu nombre.
No entendí por qué, ¿había pasado tantísimo tiempo? Recuerdo que intenté olvidar todo lo que tenía que ver contigo. Me mudé de apartamento, cambié los muebles y quemé todas tus fotos. Me teñí el pelo, hice nuevos amigos, incluso mi personalidad cambió radicalmente. Mi vida dio un giro total desde que te fuiste sin dejar rastro.
Aún así, ¿cómo he podido olvidar el nombre del que fue mi primer amor? Sólo recuerdo que tus amigos te llamaban Aoi, pero yo me negaba totalmente.
Entonces, me pregunté qué habría sido de ti. ¿Seguirías haciendo las mismas locuras? ¿Todavía tocarías la guitarra? ¿Estarías casado, tendrías pareja? ¿Cuál sería su cara? Deseé que hubieras podido encontrar, por fin, tu ansiada felicidad junto a alguien que te comprendiera mejor que yo. Porque, al fin y al cabo, yo había hecho eso mismo.
Decidí que era hora de seguir durmiendo. Cerré la ventana y volví a mi habitación. Me acerqué a la cama y observé cómo el hombre que amaba dormía plácidamente sobre las sábanas. Su brillante pelo rubio cubría parcialmente su pacífica expresión, y sus brazos se encogían bajo su cabeza, al igual que sus piernas sobre su torso. Hecho un ovillo, respiraba profunda y sosegadamente, sobresaltándome de vez en cuando con sus característicos sorbos de nariz.
No pude evitar sonreír mientras le tapaba con las mantas y lo acurrucaba de nuevo entre mis brazos. Él solo volvió a sorber y soltó un ronco gemido, escondiendo su cara en mi pecho. Lo apreté más fuerte y besé su pelo, que olía intensamente a champú de frutas.
- Mi pequeño Ruki…
Pensando en cuánto amaba al hermoso hombrecito que tenía entre mis brazos, intenté conciliar el sueño.
Tú te fuiste, hace tantos años, dejándome destrozado. Se perdieron todos los momentos que pasamos juntos, todos los recuerdos se volvieron inútiles. Pero no me arrepentía de nada: yo volvía a ser feliz. Debo confesar que aún seguías en mi cabeza como la persona que cambió mi vida y me enseñó lo que era el amor. Pero ya no te amaba: todo aquello lo había superado hace mucho.
En la oscuridad de la noche, junto al que era el amor de mi vida, me pregunté una vez más por qué había soñado contigo. Y comprendí que, finalmente, mi mente estaba en un estado de completa paz: había soñado contigo porque había conseguido olvidarte.
Y juré que, hasta que mis piernas fallasen y mi memoria dejara de servirme, no volvería a aferrarme al pasado sin sentido, y disfrutaría mi presente para construir lo que, en un futuro, sería una historia mucho mejor para contar.
FORGETTING YOU, BUT NOT THE TIME.