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INTO por Yais

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Notas del fanfic:

 

[Into © The Rasmus  –  Naruto © Kishimoto]

Aquí estoy, rescribiendo uno de mis fics favoritos después del desastre de las cuentas en 2010. Si quieren leer la versión original – No finalizada – (con más faltas de ortografía ^_^U) hagan click aquí.

Fic en honor al Comandante General del Ejercito Shinobi ;D

 

Notas del capitulo:

Madness © The Rasmus & Naruto © Masashi kishimoto

Capítulo 1: Madness

 

Cuando la mañana en Konoha moría y daba paso al nacimiento de la tarde la mayoría de los ninjas de dicha aldea daban por finalizada su rutina de entrenamiento. Regularmente el equipo de Maito Gai entrenaba un par de horas más que el resto pero en esa época, cuando las misiones eran demandantes, se auto limitaban y preferían darle la bienvenida al medio día bajo la sombra de un árbol.

Fue en el campo número 3, debajo de un roble y conversando animadamente con sus amigos donde Gaara encontró a Rock Lee; uno de los integrantes del equipo antes mencionado. – Lee tengo que decirte algo – lo llamó tan pronto se encontró a una distancia prudente de Rock y, con los brazos cruzados sobre su pecho, esperó su reacción.

Como respuesta Lee, un pelinegro hiperactivo, se giró para atender el llamado con una amplia sonrisa adornando su rostro – ¡Gaara kun! – Era el tercer día de la estancia del joven en Konoha sin embargo cada vez que los ojos redondos y oscuros del chico se encontraban con su figura saltaba animado como si hubiera esperado años para volver a verlo.

Gaara, por su parte, también se emocionaba. Sentía un imperceptible vuelco en el estomago que afloraba en una pequeña, casi invisible, sonrisa. – Ven – le ordenó al tiempo que se giraba.

Lee asintió efusivo a pesar de saber que el recién llegado no lo observaba y de escuchar a sus compañeros, Neji y Tenten, resoplar cansados. – ¿Qué ocurre Gaara kun? – preguntó mientras corría a su encuentro, pero tuvo que conformarse sólo con caminar a su lado, especulando, pues no obtuvo respuesta.

 

El final del verano se podía intuir al ver las amarillentas hojas en los árboles, balanceándose como si buscaran valor para lanzarse al precipicio. El sol les ofrecía un calor agradable y se reflejaba en el rió que, frente a ellos, era una camino cristalino que corría parsimonioso. Nadie imaginaría que ese cúmulo de agua desembocaría en una alta cascada metros más lejos de donde se encontraban.

Era un paisaje hermoso y ambos lo apreciaron en silencio contemplativo, abstraídos pues tras los copiosos árboles se podían ver las montañas que cercaban Konoha, cubiertas de blanca nieve y rodeadas por una borrosa neblina.

 – Lee – Gaara se atrevió a llamarlo después de un momento. Las puntas de sus dedos se enfriaron y contrarío a eso volvió a sentir el calor instalándose en sus mejillas. Aún no tenía claros los sentimientos y emociones que lo golpeaban sin piedad cada vez que observaba, escuchaba o rozaba la piel de Lee con intención disimulada; sólo tenía la certeza de que su compañía era una tortura agradable.

 – Wow – el pelinegro llevó ambas manos a sus caderas y aspiró el aire con fuerza. Él ya había estado en aquel lugar pero tal vez era la hora, la temporada o incluso la compañía lo que lo hacían más espectacular – es... estupendo – no fue capaz de encontrar una palabra más acorde al inexplicable sentimiento.

 – Lo es – cedió Gaara gustoso de obtener la aprobación de su invitado y como respuesta Lee sonrió dejando que su peso lo llevase al suelo, cerrando sus ojos y deseando que el momento encontrara la eternidad en su memoria. Su compañero se sentó a su lado y ambos se sumergieron en el sonido del agua al correr.

 

Too much, too fast maybe.
I don't know where my destiny's taking me.
So I'll go where ever it leads me.
 

 

– Me gustas – Gaara se atrevió a cortar el silencio y su voz firme inundo los sentidos del desprevenido pelinegro quien abrió los ojos inmediatamente y dirigió su mirada para chocarla con el verde esmeralda de su acompañante.

Lee tembló, se excitó, quiso llorar de felicidad pero contrario a todo lo que sentía sonrió calmado – Tú también me gustas – contestó con lentitud. Esbozando un gesto impreso de tristeza bastante contradictorio a la emoción que sentía – eres mi amigo –.

– No – Gaara miró hacia el frente y perdió la mirada entre las montañas – Tú me gustas – recalcó y sus pálidas mejillas se colorearon con mayor intensidad –...más que un amigo –.

El pelinegro cerró los ojos al escuchar aquello y en su interior comenzó a librarse una batalla. La alegría, la pena y la conciencia que tenía sobre si mismo o sus principios lo obligaron a fundir su mirada en los cabellos rojos de Gaara y adorar su perfil unos instantes antes de decidirse a aceptar su realidad. Una que lo hería tanto que incluso le cortaba la capacidad para hablar.

 – ¿A dónde vas? – Gaara no quiso sonar alarmado pero no pudo evitarlo, Lee se acababa de parar y se alejaba de él. Parecía querer dejarlo con una silenciosa y cruel respuesta a su primera confesión de amor.

El pelinegro detuvo sus pasos. Sabiendo que no podía mirar a su compañero a la cara – Yo – aún le daba la espalda – No puedo Gaara – intentó que su voz no se quebrara o su voluntad  se olvidara de lo que creía racional – no puedo aceptar tus sentimientos – y sin más corrió. Dejando al pelirrojo golpeado en el alma, eso que hacia tanto nadie había tocado.

 

I wanna know where my destiny's taking me.
So I'll go to make you believe me.
 

 

Horas después Lee estaba completamente borracho en la casa del que llamaba su rival – ¡Neji! – le dijo con voz llorosa asaltándolo de repente y abrazándolo con fuerza – Tú eres mi mejor amigo –

 – ¡Suéltame! – Hyuuga batalló por quitárselo de encima al tiempo que se preguntaba ¿Por qué le había permitido beber? O ¿Por qué Lee había llegado a su casa con esa insana intención?

– Soy tan débil – el pelinegro lloriqueó y se aferró más a él – Si no fuera yo, si pudiera...– su voz se apagó y de improvisto lanzó un golpe al suelo haciendo un agujero en la madera del cuarto de Neji y enterrándose un par de astillas en el proceso.

Hyuuga se crispó e intentó no patear y apalear fuera a su compañero – ¡¿Qué haces?! – gritó mientras pensaba que Tenten diría que ese era su castigo por ser tan condescendiente e irresponsable cuando se trataba de su mejor amigo.

– Lo rechacé – Lee apretó ambas manos sobre su regazo e intentó que las lagrimas se mantuvieran dentro de sus ojos. Neji se tensó y lo miró con detenimiento, experimentando una especie de temor por lo que su mente imaginaba – A Gaara kun –.

Hacía algunos meses Lee le confesó que amaba al Kazekage. En ese entonces lo primero que hizo fue impactarse, después lo aceptó y, al final,  sintió compasión por Gaara porque conocía a Lee e imaginaba que su compañero comenzaría una insufrible campaña de conquista. Sin embargo se sorprendió más cuando Lee, con su típico arranque emotivo, le informó que había creado otra de sus reglas autoimpuestas.

Debía entrenar, mucho, día y noche. Y cuando pudiera vencer a Gaara, demostrarle que no tenía que llegar a salvarlo, que era su igual y podía protegerlo; le confesaría sus sentimientos. En ese momento no quiso decirle que se equivocaba al inmiscuir al amor en sus tontas promesas pero, ilusamente, calló porque creyó que le haría un favor al Kazekage.

– Lee – lo tomó de los hombros y sacudiéndolo le obligó a que lo mirara – Eres un idiota. Tienes que ir a buscarlo – sabía que su compañero no era una de las personas más listas del planeta pero, a su entender, no había forma de que alguien pudiera llamar amigo o amar a alguien que no respetara y considerara su igual.

– No lo soy – gruñó en respuesta y lo golpeó para que lo soltara – y claro que voy a buscarlo. Tu eres el i…idi… eszztúpido – Neji puso la defensiva e intentó detenerlo, porque no era en ese estado en el que debía ir por Gaara, pero Lee alcoholizado siempre era demasiado para él. Así que no tuvo otra opción más que mirar como destrozaba su ventana y dejarlo partir.

 

Don't ask me to explain. Don't take away the pain.
It's impossible to save me.

 

– ¡GAARA! – Lee gritó con voz potente y demandante. Rompiendo el silencio de la noche y haciendo que los gatos que lo acompañaban en el tejado huyeran tan rápido como podían.

El clima era frío y las corrientes de aire azotaban su rostro, removiendo sus cabellos, cuando el pelirrojo, en medio de un remolino de arena, se apareció frente a él. – Aquí estas –  Lee lo miró de medio cuerpo para abajo y contuvo su exclamación típica de alegría con espasmos y hombros temblorosos.

El pelirrojo no supo qué decir. Después de que Lee lo abandonara, golpeándolo con los agónicos colores de su realidad, no esperaba que lo convocara y a pesar de estar completamente dolido, no tuvo que escucharlo más de una vez para atenderlo. Podría escudarse con el ocio del insomnio pero la verdad era que, más que nada, deseaba reflejarse en su mirada una vez más.

Lee ya no pudo contener su risa y la dejó aflorar por lo bajo, era el sonido de aquellas personas que saben están a punto de cumplir un anhelo desesperado. Cuando alzó el rostro con sus mejillas enrojecidas y ojos grandes, acuosos; le dedicó una mirada peligrosa antes de que, sin mediar palabra, decidiera atacarlo.

En un principio Gaara lo esquivó, pero después de varios intentos Lee logró empujarlo y ambos rodaron por el tejado. El pelinegro estaba enfadado porque con cada segundo que pasaba se daba cuenta que para Gaara aquella batalla no era enserio. Sin importar la cantidad de golpes que ya le había asestado, retenía sus ataques y sólo se defendía.

El Kazekage sabía que estaba agotando su chacra y se sentía profundamente dolido por la actitud de Lee. Su contrincante no le decía la razón de sus ataques y, en consecuencia, lo único que podía pensar era que sus sentimientos lo habían ofendido. La parte racional de su cerebro, e incluso el irracional Shukaku, le decía que debía atacarlo pero anhelaba tanto la cercanía de Lee que no le importó ser lastimado cuando lo empotró contra el tejado.

Lee, de haber sabido como hacerlo, lo hubiese insultado en vez de apretar el cuerpo de Gaara entre sus piernas, hacer presión a la altura de su cadera y ver como el chico cerraba los ojos levemente debido al dolor – no lo entiendes – se exasperó y cuando estaba a segundos de estrellar su puño contra su rostro obtuvo aquella defensiva que tanto había provocado. La arena lo expulsó lacerando su ropa y piel expuesta.

Lee sonrió ante su idea imprudente y poco brillante. Él deseaba con todas sus ansias vencer a Gaara y poder abrazarlo, tanto que pretendía llevarlos al límite para terminar con eso. Estaba seguro que podía derrotarlo.

 

Se colaron al cuarto del pelirrojo sin ser conscientes de ello. Ambos habían cedido, a la pasión, al dolor y al anhelo de tenerse. Gaara fuera de si, en algún momento, había aceptado el ansioso y doloroso beso de Lee chocar contra sus dientes. El pelinegro, por su parte, sólo se contentó con recorrer, lleno de fuego, su piel por que ya no sabía que hacer.

¿Por qué no peleaba?, ¿Por qué no lo golpeaba? Lee creía que Gaara pretendía demostrarle que era tan insignificante que no merecía el desgaste de su chacra. Sin ser consiente que contener sus ataques y soportar el desgaste emocional al que su bijuu lo sometía era una de las cosas más difíciles que había tenido que hacer en su vida.

– Gaara – Rock mordió y apretujó la piel del mencionado sin cuidado, enfadado consigo mismo por saber que era su culpa ser así de débil. Lo besó y estaba tan desesperado por sentirlo que rompió la ropa de ambos, olvidando que aquella prenda era un precioso regalo de Gai sensei.

Gaara sólo se concentró en sentir el dolor, el rudo amor de Lee al tiempo que mantenía la arena zumbando a su alrededor, queriendo separarlos cual amante febril y celoso al verlos tan juntos.

Y ahí, por muy salvaje que se viera ambos se entregaron. Lee se abrió paso para entrar en Gaara y embriagarse de su calor, su estrechez y los gemidos que le atontaban al punto de no saber si aquello era dolor o placer. Pero si Gaara se aferraba a él, lo incitaba a pegarse a su piel y fundirse en uno solo, definitivamente debía ser porque disfrutaba de aquello.

Eran frenéticos, el vaivén, la manera en que el pelirrojo se arqueaba para que la penetración fuese a una profundidad diferente y como Lee lo afianzaba de las caderas para que sintiera su ritmo con fuerza y como lo necesitaba. Tras morder su labio inferior con fiereza, lo giró, lo incitó a elevar el trasero para él y sin más llenarlo con más de su carne.

El pelirrojo gemía. Lee, Shukaku y su control sobre la arena lo volvían loco. Su mente rozaba lo irracional, el cielo y el infierno; haciéndolo saber que no podía ni quería huir. Sólo se contentaba en apretar las sabanas rememorando la textura de la piel de Lee mientras le arañaba la espalda hasta que experimentó la cúspide de su confusión, todo su cuerpo tembló y se llenó con la indescriptible sensación del orgasmo.

– Lee yo...Te amo – la exclamación fue desesperada. Como queriendo confirmar que lo que él hacia ahí era el amor, a pesar de lo muy amoratadas que pudiesen estar sus caderas.

Lee por su parte se aferró más a su espalda, besó tanta exención de piel alcanzó mientras salía y entraba de su cuerpo. Lo estaba disfrutando pero la realidad lo golpeó duro y cruel al escuchar a Gaara. La culpa, el mareo y el peso de ser él, lo oprimió de tal manera que alcanzó el orgasmo físico pero las endorfinas se bloquearon y disolvieron en algún sentimiento que no le permitió embriagarse de goce.

– Yo... no debo – ¿Quién?, ¿Él? Siendo tan simple y atípico. ¿En qué pensaba?

Los ojos de Gaara se cristalizaron, los brazos fueron incapaces de seguirlo sosteniendo y se golpeó el rostro de lleno contra el colchón. Ya no sentía la fruición después del orgasmo; simplemente quiso desaparecer. Sólo fue el vacío y no se dio cuenta de que Lee también lloró.

 

 

En algún momento de la noche, cuando el pelinegro recuperó la cordura y se dio cuenta que acababa de pecar en el cuerpo de Gaara, decidió que debía castigarse por ello. Salió del cuarto viendo como la arena desparramada por el suelo vibraba leve al sentir su presencia y, a pesar de que lo llamó, su compañero parecía dormir o ignorarlo con el rostro enterrado en la almohada. – Lo siento – susurró.

1,2,3,4,5... perdió la cuenta entre la 30 y 50 vuelta a Konoha, estaba agotado, confuso, el alcohol y la imprudencia le pasaban la factura. En una de las calles, en algún momento de la madrugada, cayó al piso y se dejó llevar por la inconsciencia.

 

 

A la mañana siguiente los hermanos de Gaara se encontraron con una escena bastante inusual en su habitación.

– ¡Gaara! – Temarí no tendía a ser escandalosa, pero cuando se trataba del Kazekage, su hermanito, tenía reacciones muy diferentes a lo cotidiano.

La arena no los había dejado acercarse y el sello de Shukaku brillaba con intensidad. Gaara no parecía estar consciente, pero tampoco se transformaba, más parecía suspendido en sí y Kankuro, a su lado, maldecía.

Después de advertir el peligro que representaba un sello desequilibrado, la Hokage, un par de anbus y Naruto Uzumaki se reunieron en el lugar. El último haciendo gestos preocupados y llamando al Kazekage para, a su escandalosa manera, traerlo de vuelta.

 – ¡Gaara! – gritaba – Tú puedes con ese estúpido bicho – él sabía lo que era enfrascarse en la batalla, emocional, verbal y física contra un bijuu – eres fuerte – y de su fuerza dependía la cantidad de tiempo que esperarían.

 

Don't ask me to explain. Don't take away the pain.
It's impossible to save me.

 

Lanzó un grito y le fue incapaz de saber que aquello era dolor. Encarnar y abrir los ojos para toparse con un grupo de chakras que, evidentemente, reconocía. Llevó la vista a sus manos y las elevó con dificultad. Intentó mantenerse calmado y no estallar en una carcajada al saber la victoria suya.

Alzó la mirada tan lento como pudo y centró la vista en el Kyuubi, estaba cansado por la reciente batalla y de cierta forma también se sentía atrapado. – ¿Gaara? – Naruto brotó su nombre preocupado y aunque la Hokage hizo un gesto de alerta el rubio rebasó el perímetro de seguridad.

Como respuesta él sonrió levemente, como sabía debía hacerlo – Naruto – dejó escapar con voz grave, como siempre lo haría, y cuando todos suspiraron aliviados llevó ambas manos a que cubrieran su rostro.

– ¿Gaara estas bien? – Kankuro también se adelantó y el mencionado sólo asintió.

Shukaku se sentía libre y de maravilla.

 


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