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Después de la lluvia por karin_san

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Notas del fanfic:

Un  fic que hice para un evento navideño con la temática "familia" de allí que pretenda ser algo tierno, ojala lo sea xD

Notas del capitulo:

Hacía rato que no publicaba acá, iré trayendo de a poquito aprovechando las vacaciones.

Estaba en lo más recóndito de sus laberintos mentales, en los rincones más oscuros y temibles, tropezando una y otra vez con los mismos caminos cerrados, los mismos fracasos, las mismas culpas que no era capaz de romper, evadir, penetrar. Estaba tan ensimismado que se sorprendió cuando parpadeó y se descubrió empapado por la lluvia que arreciaba contra su cuerpo. Las olas impetuosas del agitado mediterráneo golpeaban la planta desnuda de sus pies; el viento ardía en lo cristalizado de su mirada. Harto de buscar sin éxito la salida se incorporó y emprendió el camino de regreso  a su prisión. No se sentía parte de ese lugar y, sin embargo, no había ningún otro lugar al cual pertenecer. Era una sombra y  la promesa a su diosa la atadura a esa vida sin propósito. Fuera de ese motivo no había nada más.


Conforme se acercaba el santuario se iba contorneando delante de sus ojos, bajo la lluvia vespertina veía a jóvenes aprendices correr hacia el amparo de sus cabañas. ¿Géminis lo ampararía a él? Posiblemente. Pero no deseaba ni su amparo ni la soledad de sus muros. Limpió con el dorso de su mano la cortina húmeda de sus pupilas y vio dibujarse en la distancia la imponente forma del primer templo. Sólo pensar en tener que sostener un saludo con los guardianes de Aries y Tauro le resultaba un fastidio. No quería preguntas. Y no obstante debería soportar el interrogatorio de Saga al llegar. Suspiró resignado hasta que el impacto de una bola de barro en el medio del rostro lo hizo trastabillar. Confundido mantuvo el equilibrio, buscó al agresor, detectó el ligero rastro de un cosmos, sin embargo, al acercarse ese rastro ya se hallaba en otro lugar y luego en otro y otro más ¿velocidad luz? Allí estaba de nuevo. Esta vez estaba preparado. Lo atrapó.


-¡Auch! mi pelo no que me duele.


Desconcertado dejó caer al pelirrojo y pecoso niño al suelo. Iba a hablar cuando un nuevo cosmos súbitamente apareció.


-¿Qué ocurre aquí? ¿Kanon?- los ojos verdes del guardián de Aries se ensancharon sorprendidos  demorados en él y luego se desviaron hacia el niño que se sobaba la cabeza-¿Estás bien, Kiki? ¿Qué…?


-Me tiró de los pelos.


El geminiano suspiró con fastidio, no estaba en sus planes perder el tiempo por culpa de un mocoso quejumbroso. Indiferente a la escena giró sobre sus talones y siguió su camino hacia los templos. “Estúpido niño” masculló fregándose sin éxito el rostro. Iba a poner un pie en el primer escalón cuando un dedo índice en el centro de su pecho evaneció seguido por muñeca, codo, brazo, hombros, cuello, rostro, cuerpo.


-No me fastidies por un mocoso, Aries, no estoy de humor- profirió antes de que el más joven pudiera siquiera hablar.


-Lo siento.


Lo sorprendió el oriental inclinándose con sentida solemnidad.


-¿Eh? ¿Qué te pasa? ¡Levántate, Aries!-se apresuró a decir instándolo a erguirse.


-Kiki es un tanto… travieso. Pensó que era algún guardia, no te reconoció bajo la lluvia, de otro modo no se hubiera atrevido a molestarte- recordando el trato que le había dado como marina de Poseidón al menor a Kanon no le pareció muy convincente la excusa.


-Ya, no importa.


Dijo rodeándolo para seguir subiendo las escaleras pero de nuevo su figura se interpuso en su camino hacia la entrada del templo, esta vez él fue quien no pudo hablar cuando los dedos tibios en contraste con su piel fría delinearon sus párpados.


-Tienes barro hasta en las cejas-le sonrió. Un gesto inquietante que ni siquiera recordaba como se dibujaba en el rostro.


-Algo que nunca sabrás como se siente-agredió con sarcasmo ¡odiaba que lo viesen así! con tanta… calma.


Sin embargo,  eso sólo provoco que la sonrisa se ensanchara aún más y luego se amplificara en el eco de una carcajada infantil.


-Descejado-se arqueó de la risa Kiki apareciendo de pronto cerca de ellos. Kanon aturdido sacudió la cabeza, no entendía cual era la gracia, quiso seguir pero de nuevo esos dedos tibios turbaban su piel con su contacto.


-Ven- se limitó a decir el ariano mayor mientras entrelazaba su mano a la suya y lo guiaba a través de su templo indiferente a sus gruñidos e intentos ineficaces de zafarse.


Pronto estuvo en una amplia aunque muy austera habitación, sentado sobre una cama rechinante y viendo al dueño de ella perderse tras una puerta. Recorrió con sus verdes los muros, los jarrones, las ventanas. Le gustó el color suave de las cortinas. Notó libros con letras indescifrables y apretadas apilados desordenadamente en lo que lucía como un pequeño escritorio.


-Son reliquias de mi pueblo, no te haces idea de los años que tienen-comento el joven regresando a la habitación con una fuente con agua en una mano y un paño en la otra.


-No leas mi mente-advirtió severo mientras el menor depositaba las cosas en la cama para poder colocar una silla añeja frente a él.


-No la estoy leyendo. Eres demasiado transparente, Kanon


Esas sencillas palabras gestaron un vértigo que le invadió hasta las entrañas


-¡Ja! No digas pavadas, Aries, estás ante el señor engaña-dioses.


-Afortunadamente, no soy un dios- comentó posando la fuente en su falda e introduciendo el paño en él con la punta de sus dedos


-No se te ocurra…


El paño húmedo sobre sus labios interrumpió sus palabras. Con paciencia y la calma de un escultor delineando cada trazo de su obra fue puliendo su rostro, delineando.


-Ya no me digas Aries-soltó de pronto como si acabase reparar en ello el menor. Todo era demasiado extraño, demasiado incomprensible, demasiado cálido. Vio en el aire acercarse una toalla, Mu frotó su pelo; secó su rostro.


Sintió las cosquillas de cosmos en su cuerpo


-Te desvistes o te desvisto-amenazó incorporándose instantes después y acercándose a un placar en busca de algo de ropa seca.


Obedeció y al mismo tiempo lo vio quitarse su túnica húmeda. Por un momento olvido lo que hacía y sólo se dedicó a contemplar la piel blanca y firme, el cabello lacio y lila que bailaba sobre su cuerpo mientras se desnudaba y volvía a vestir. Apartó la vista. La caricia del cosmos dorado del primer guardián lo sacó de su abstracción, sobre su falda acababa de dejar algo de ropa seca para él.


-Iré a ayudar a Kiki con la cena, te subiré un poco en un rato- Cerró la puerta antes de que pudiese oponerse.


¿Quedarse ahí?  Estaban todos locos en ese templo y encima esos pantalones  le quedaban ridículamente cortos y la que sería una amplia remera de algodón sobre el santo de Aries oprimía su pecho de tan ajustada que le quedaba. El cuerpo de Mu era más pequeño de lo que especulaba pese a lo nutrido de algu… ¡pero en que rayos estaba pensando!


Sacudió su cabeza. Se iría ya. Lo estaba logrando cuando una palabra… una estúpida palabra lo retuvo.


-Seguro que cuando no estamos nos llama descejado.


-¿tu crees?


-Jajajaja si, mi papá le decía descejada a mi mamá y ella se re enojaba y lo perseguía por toda la casa.


-Jajaja tu mamá tenía mucho carácter-recordó Mu-está delicioso-opinó degustando un poco del caldo.


-Seguro el señor Kanon me perdona por enchastrarle la cara con lo rico que me salió.


-Eso espero. No debes hacer esas cosas.


-Pero a poco no se veía re gracioso-soltó una carcajada recordando y Mu lo imitó.


-Sigue portándote así y ni una armadura de bronce te darán.


¿Qué rayos hacía de pie en la entrada de la cocina de Aries? Debía irse. Giró veloz. Chocó. Hizo añicos un jarrón.


-Ya vino a cenar-apareció el pelirrojo delante suyo. Kanon pensó que debería estar prohibida la transportación incluso en un solo templo-jajaja el jarrón favorito del señor Mu, alguien está en problemas-se echó a reír tras proferir la advertencia.


-No le hagas caso, ven-simplemente apareció el primer guardián.


Y de nuevo fue arrastrado, desoído, ignorado.


O eso pensó.


Porque mientras veía a Aries servirle una taza de té y al niño dormitar sobre su falda agotado de burlase de su atuendo por primera vez en mucho tiempo recordó lo que se sentía sonreír.


-Parece que dejó de llover.


-¿Eh?


-No lo oyes


-¿Qué cosa?


-La calma después de la tormenta.


Entonces lo oyó.


 Entonces sonrió.


 

Notas finales:

Gracias por leer!!!!!!!!!!!


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