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I4u por metallikita666

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Notas del fanfic:

 

Esta es mi propia versión de cómo comenzó su carrera Zi:Kill, de lo que en la realidad no tengo ni remota idea a excepción de la parca explicación que brinda Wikipedia. A causa del deplorable hecho de que esta grandiosa banda fuera infravalorada y prácticamente desconocida fuera de su país, adjunto algunos datos con el fin de propiciar una mejor lectura. De Kanagawa, Japón, Zi:Kill existió desde 1987 y hasta 1994, siendo su última y más importante alineación

Tasuka “Tusk” Itaya, vocales

Ken, guitarra

Seiichi Iida, bajo

Eby-chan, batería

Tuvieron tres bateristas más, incluyendo a Yukihiro Awaji, actualmente en L’arc en Ciel. Quiero reconocer a Sw-Eden y demás Zi:Kids que hicieron posible una página de la mayoría de líricas en romaji y escasas traducciones al inglés de la banda, ya que gracias a ella pude colocar algunas referencias dentro de mi escrito:

Slow Down, contenida en el álbum In the Hole de 1992

I 4 u, contenida en el álbum Close Dance de 1990

Suicide –Omoide nante- contenida en el álbum Desert Town de 1991

Otro asunto importante es la alusión a la película Seth et Holth que protagonizaron Hide y Tusk en 1993. Verla podría esclarecer bastante los pasajes que dediqué a ella, y no creo que vayan a arrepentirse, excepto por el inexistente argumento y los esperados diálogos que brillan por su ausencia (XD). 

 

 

Advertencias: lemon hard (escenas homoeróticas explícitas), three-some (sexo en trío), violencia, angst.

 

 

Notas del capitulo:

 

Esta historia tuvo su origen en un juego de rol de Dani y mío. Tras divertirnos un poco con el asunto, ambos –aunque por la sugerencia explícita de él en particular- comenzamos a pensar que sería una buena trama para un fanfic, ya que evocaba de una forma moderna y yaoiesca el lugar común de la dama y el vagabundo. Una pareja sumamente contrastante que daría para construir una ficción con bastante comedia, sin olvidar el drama que caracteriza nuestras novelas. He aquí el resultado. Asimismo, un tributo a mi manera –a modo de versión alterna- para una de mis seis bandas japonesas favoritas, las cuales quiero con todo mi corazón.

 

 

-Yo… ¿tu coprotagonista?-

Los preciosos ojos castaños brillaron inmediatamente, cuando la eterna sonrisa se dibujó en sus carnosos y rosados labios. Para él, no habría proposición más satisfactoria que la de una película, pero la oferta de actuar junto a su amado era, sencillamente, insuperable. Hide se percató de ello, y entonces su felicidad se equiparó pronto con la del bello rubio.

-¡Sí, tú! ¡Sólo imagínalo! Por fin podré acariciarte en público y nadie será capaz de afirmar nada, porque tendríamos de pretexto que hacemos fanservice…-

La araña tomó sendas manos de su novio con las suyas, mirándolo con embeleso. Había dudado en aceptar la proposición cuando los de la revista lo contactaron, ya que no quería tomar parte en aquel proyecto si no era con su amado pelilargo, y una incertidumbre tal vez infundada con respecto de la opinión de Yoshiki lo había invadido. Pero ahora todo eso quedaba atrás.

-¡Cuéntame, mi amor! ¿De qué va el guión? ¡Estoy ansioso por saberlo!- exclamó el baterista, devolviendo el atisbo enamorado y tierno. Ante la pregunta, Matsumoto se volteó para buscar su libreta de apuntes; ya tenía algunas cuantas ideas respecto del novedoso proyecto.

-Es una historia… ¡entre mítica y ficticia! A ver… ¿sabes quiénes son los dioses egipcios Seth y Horus?- Yoshiki levantó un ceja ante ese comienzo atropellado de descripción – Bueno, no importa si no sabes. El punto es que Seth y Horus viven en un lugar que se llama Athum… que es como una especie de cielo cristiano; entonces, imagínate que son ángeles. Y viven felices, inmortales, sin preocupaciones ni dudas. Seth es amable y ansioso, mientras que Horus audaz, fuerte y decidido- El menor no pudo evitar sentir un poco de cómica conmiseración: tantos años siendo criado por su abuela, no habían hecho de Hide la persona más madura del mundo. Se llevó la punta de los dedos a sus labios para disimular un poco, y siguió poniendo atención. -¿Me sigues amor?- el otro asintió. –Bien, te decía. Seth y Horus se aman, pero es un poco complicado… porque aunque no tienen sexo (¿los ángeles son así, no?), hacen el amor lamiendo sus ojos y saboreando sus lágrimas… Y además, se comunican por medio de su sangre- El pelirrosa estaba tan ensimismado en su narración, que no advirtió la mueca de espanto en la faz de su amante. ¡Cómo se veía que no recordaba nada sobre su fobia a todo lo que tuviera que ver con los ojos! ¡Si él se preciaba de jamás haber ido al oftalmólogo! –Pero bueno, pronto el atrevido Horus comienza a hacer preguntas...- el tono de la araña se tornó misterioso, como el de los locutores de las casas de terror en los parques de diversiones, y parecía dirigirle su perorata a un auditorio imaginario- Preguntas sobre otros mundos, otros seres; sobre la vida y la muerte. Pero Athum se niega a contestarlas y decide arrojar a los pobres ángeles al planeta Tierra. Y de repente… ¡Paf!- el guitarrista chocó sus palmas y azotó el suelo con el pie al mismo tiempo, dándole un enorme susto al incauto rubio, que ya había comenzado a intentar seguirlo en su incoherente relato.

-¡Ahhh! ¡Hide, no hagas eso!- se quejó el menor de ambos, que sentía su corazón retumbar dentro de su pecho. Se había tomado del escritorio para no caerse. Así de asustadizo era.

-Lo siento, mi vida, pero es que… ¡es tan emocionante!- sin tomarle la menor de las importancias al asunto, el aludido prosiguió. –Seth y Horus caen en medio del bullicio de la ciudad, de la locura y la rudeza humana. Los pobres no comprenden su difícil situación, por lo que buscan volver a Athum. La gente con la que se topan -¡obvio!- no entiende su forma de ser ni qué son…-

“¿Los ojos?… ¡Está loco! ¡Como no me cuesta un mundo siempre quitarme el maquillaje!...” Hayashi se llevó la diestra a la boca, mordisqueándose las uñas nerviosamente sin darse cuenta, apoyando aquélla en su brazo contrario, cruzado sobre su abdomen.

-… Y los persiguen por haber matado una tipa en una iglesia, quemándolos vivos sin saberlo, hasta que por fin Athum se apiada de ellos y manda de nuevo su escarabajo supersónico a recogerlos, pero cuando vuelven, ya no es lo mismo…-

“¡En la vida he dejado que alguien me desmaquille los ojos! Y siempre me lleva horas hacerlo. Incluso, me tengo que tomar una pastilla luego, porque no soporto las náuseas horribles que me invaden…”

Repentinamente, alguien un poco más cuerdo invadió la peculiar escena. Era I.N.A. Tras abrir la puerta, declaró

-Hide, que ya estamos todos. Chirolyn llamó para pedir que lo disculparas, porque dice que la resaca no lo deja levantarse. Y Pata viene más tarde. Se quedó sin guitarra de nuevo…- el primo de la araña no pudo evitar dedicarle una mirada algo molesta al rubio pianista, pero éste ni se percató de su presencia. Tras dar los recados, Kazuhiko se fue, retornando al estudio.

-¡Cierto! ¡Lo había olvidado!- Matsumoto se tomó la frente, buscando apresurado la hora en el reloj de la pared. -¡Demonios! ¡Es tardísimo ya!- Dejó la libreta y el bolígrafo sobre el escritorio, y después de besar a un todavía atónito Yoshiki, salió corriendo de la oficina.

“Horror… ¿¡Su lengua en mi globo ocular!?”

Como hipnotizado, el de Tateyama ni cuenta se dio de la manera en que se roía las yemas de los dedos. Caminó fuera del aposento con la mirada perdida en el horizonte. Todos los empleados de Extasy Records se le quedaban viendo como si de un extraterrestre se tratara.

“¡Cielo santo!… ¿Y si me quedo ciego por estar dándole gusto a Hide en sus locuras? ¡Es que jamás se le había ocurrido una cosa así!” Hayashi bajó las últimas escaleras, rumbo al aparcamiento de su estudio. De forma maquinal, arribó hasta su auto, un BMW blanco y hermoso. “Podría preguntarle a un oftalmólogo los riesgos de hacer semejante tontería, y así convencer a mi limoncito para que desista en su empeño sin ser grosero con él… ¿Pero y si el doctor me pide hacerme un examen? ¡Nunca! ¡Primero preferiría dejar de ser famoso!”

El pianista se subió a su vehículo y encendió, saliendo pronto de donde estaba. Condujo sin rumbo alguno, todavía cavilando cómo hacer para zafarse del compromiso que su araña estaba a punto de hacerlo adquirir. Tanto pensar le dio hambre, por lo que cuando penetró en el perímetro de la ciudad y levantó la mirada, aquella conocida eme le recordó su pecado occidental.

-Pero es que no voy a permitir que nadie más haga ese fanservice con mi hombre- puso severo énfasis en el pronombre posesivo, arrugando el entrecejo. Asió el volante con fuerza, clavando las uñas en el protector de cuero también blanco que lo rodeaba, aunque sonriendo satisfecho segundos después. Podía sentirse orgulloso de nunca haber sido la comidilla de los demás músicos visualeros, gracias a la enorme y reconocida fidelidad de su pelifucsia. Porque de la suya propia, nunca pudo estar tan seguro. Especialmente por las provocaciones de las que solía rodearse por fuerza…

 

“-Ryuichi[1], ¡haz el favor de controlar a tu putita! Ya no soporto que se le esté pegando tanto a Hide.- Declaró la blonda princesa, tras haber entrado al camerino de su amigo. El vocalista de cabellera enmarañada lo miró sorprendido.

–¿Cuál de las dos?- Ladeó su cabeza al tiempo que no dejaba de mirarle, y ya una incipiente media sonrisa se formaba en sus labios.

-¡Sabes a quién me refiero! ¡Inoran no rompe ni un plato!- La demanda de el de hermosos rizos áureos se tornó en un suave sonrojo, y por ello desvió la mirada. Cruzó un brazo bajo el pecho, apoyando el otro allí para descansar su mentón. Su pie derecho llevaba el ritmo de la ansiedad sobre el piso afelpado.

-Eso es lo que tú crees…- Kawamura se acercó, dejando la camisa que sostenía sobre la percha larga donde estaban las demás prendas. Se pudo ver que aún no acababa de vestirse, pero poco le importó, una vez Hayashi dentro de sus dominios. Colocó los blancos dedos sobre el largo haz precioso que adornaba la cabeza ajena, juntando las hebras divinas con caricias que iniciaban detrás de las orejas de Yoshiki. –Deja de estarte amargando por Sugi-chan. ¿Confías en tu novio, verdad? Y si la respuesta es no, deberías curarte en salud. Uno nunca sabe…-

 

Tragó una gran cantidad de saliva no bien acabó de recordar. Y aún con las mejillas ruborizadas, exclamó finalmente y de todas formas –¡Ni lo pienses, Yasuhiro Sugihara! ¡Sí que tendrás que pasar por encima de mi cadáver para lograr tu sueño descabellado!…-

Entró al aparcamiento del internacional comedero, dejando su joyita de tecnología alemana lo más al frente de la puerta principal que pudo. Se bajó del auto tras haberse colocado los lentes de sol –aditamento imprescindible para cuando se le antojaba descender al mundo común del resto de mortales- y se cruzó la bufanda sobre el cuello. Se contoneaba como en pasarela, flotando sobre sus botas negras charoladas de cordones y fajas.

Del otro lado del estacionamiento, en el sector donde los empleados del genérico edificio rojo con amarillo colocaban la basura, un chico alto, pelinegro y bastante corpulento para lo que parecía ser su deplorable situación, hurgaba los desperdicios en busca de su desayuno. El mencionado se había volteado no bien observó el coche extranjero ingresar a la zona, pero no pudo despegar la mirada una vez que el dueño de la máquina se bajó de ella. Le pareció que lo conocía de vista, que sabía quién era. Empero, si no se trataba de quien creía, de todas formas merecía un buen piropo.

-Adiós, hermoso. ¡Quién fuera tu coche, para llevarte a todos lados!...-

Yoshiki se giró cuando escuchó aquello, deseando ver a quien lo había proferido. Se decepcionó por completo cuando lo supo, molestándose además.

-Uh, ya me imaginaba que no podía ser nadie grato el que dijera semejante corrientada… ¿Por qué no te vas y dejas de molestar a la gente decente, eh? ¿Qué no tienes nada mejor que hacer que sentarte ahí a estar de metiche con cualquiera que llega? ¡Búscate una vida!-

La altanería desmedida colmó la paciencia del pordiosero, quien para nada se sentía inferior que nadie por su particular condición. Acercándose al auto del rubio pelilargo con un vaso de coca cola en la mano, le respondió

-¿Qué demonios te crees? ¿Piensas que sólo por parecer una linda chica puedes tratar a los demás como se te dé la gana? ¡Ve bajándote de esa nube!- Y vertió el corrosivo líquido negro sobre la nítida carrocería de la tapa del motor, ante la estupefacción del mayor. Tan consternado estaba el baterista, que se despojó de sus gafas oscuras, clavando al momento sus bellos ojos cobrizos y maquillados en la faz complacida de su interlocutor.

-¡Imbécil! ¡Si algo le pasa a mi auto, no podrás pagarlo ni con una vida entera de trabajo! ¡No tienes ni idea de con quién te estás metiendo!-

Aquellos gritos exagerados, aquel tono profundamente ofendido. Pronto Tusk, que así se llamaba el mendigo, se carcajeó estrepitosamente.

-¡Pero si yo te conozco! ¡Tú eres el grandísimo ridículo que se desmaya y se echa a morir en cada concierto! ¡Tus estúpidas fans no tienen idea de que es sólo un vil numerito gastado! ¡Jajaja!-

El blanco rostro de la Barbie se tiñó del más violento rojo, producto de la cólera que afloró no bien escuchó el infame escarnio. Su mano temblorosa se contrajo para formar el puño, y sus dientes apretados y rechinantes se abrieron con dificultad para permitirle, finalmente, articular.

-¡Lárgate! ¡Lárgate de aquí que si no, no respondo! Perro atrevido, ¡no soy tan débil como me veo!-

-Me voy, sí, pero porque ya me harté de ti y tus aires de grandeza. ¡No me importa cuántas niñitas idiotas te adoren, para mí sigues siendo un simple músico afeminado, como todos tus amigos!- El pelinegro escupió en el suelo, justo delante de la punta de la bota izquierda de Hayashi, antes de dar media vuelta y salir de ahí despreocupadamente, ante la todavía embravecida mirada del famoso rockero. 

-¡Vete, y ojalá jamás te vuelva a ver! ¡Te juro que si te encuentro de nuevo en la calle, te atropello!-

El exagerado chico pronto notó los ojos de unos cuantos curiosos mirarle, pero es que el escándalo que hacía no era para menos. Cayó en cuenta, avergonzándose, colocándose de nuevo su escudo protector contra fanáticas inoportunas. Después, con premura y pena, se dirigió por fin al interior de MacDonald’s, y luego de ordenar para llevar el pecaminoso desayuno que constituía una de sus mayores obsesiones, volvió rápidamente a las instalaciones de su sello discográfico. Tenía que pensar en algo rápido y efectivo para que Hide no lo fuera a comprometer con su dichosa película.  

 


[1] Ryuichi Kawamura, vocalista de Luna Sea.

 


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