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Me niego a admitir... por abc del yaoi

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Notas del fanfic:

No hay mucho que decir al respecto, sólo quiero agregar que esta historia no es sólo mía, sino también de una amiga, con quien quiero compartir el crédito.

Notas del capitulo:

Le tuve que cambiar el nombre al capi jajaja (no soy buena en los títulos) a petición de la amiga con la que lo estoy llevando a cabo.. en fin :E

 

Esta historia comienza con la mañana típica de un chico llamado Lex. Podría decirse que es una mañana normal… aunque tratándose de Lex, normal es extraño… y en esta historia, la realidad será más extraña que la ficción.

Lex es un chico alto, mide uno ochenta y dos, tiene el pelo castaño y entre ondulado y rizado. Por lo general lo encontrarás despeinado, y creo que su rasgo más importante es…

—¡Maldito hermano gay! ¡Volviste a tomar las revistas de mi habitación! ¿No es cierto? —gritó la voz de Jacqueline, o Jackie, como Lex la llama.

Lex estaba acostado en su cama, precisamente con una de las tantas revistas playgirl de Jackie, haciendo… hm… haciendo cosas pervertidas en sí mismo…

—Jackie, estoy muy ocupado, por favor vete —le gritó Lex a su hermana mayor.

—No me digas que… ¡Ay, Lex! ¡Eres un asco! —dijo su hermana, adivinando lo que estaba haciendo Lex encerrado a esas horas de la mañana en su cuarto con sus revistas—. ¡Mamá, Lex volverá a manchar las sábanas!

—¡Lex! —gritó la madre de Lex, Lucy— ¡No puede suceder esto todas la mañanas, volverás a llegar tarde a la escuela!

—Mientras menos me distraigan, menos tardaré en terminar —les contestó Lex.

—¡Agh! —corearon las mujeres de la casa, mientras se rendían con el único chico de la familia, que además era un gay.

Lex era un chico extrovertido, lleno de energía y alegría casi siempre. Era algo raro, a él no le daba pena admitir que era gay, sin embargo siempre coqueteaba con chicas por diversión. Siempre abordaba a las chicas en la escuela, las arrinconaba en los pasillos y les decía:

—Hola, nena…

Lex no era mal parecido y las chicas siempre le correspondían con sonrisas pícaras, risitas nerviosas y suspiros.

—Hola, Lex…

—Oye, no he entendido muy bien la tarea de historia y me preguntaba si… quizá podrías ayudarme con ella —Lex le guiñaba el ojo a las chicas cuando hacía este tipo de cosas.

—C-c-claro, Lex, cuando tú quieras…

Lex no buscaba la popularidad en su escuela, sin embargo, ya que era un chico loco y divertido, las personas siempre solían saber quién era. Tanto las chicas, como los chicos… Pero por el otro lado, cuando Lex de verdad intentaba coquetear con un chico, siempre lo tomaban a juego, como la vez en que…

—Hola, Nick —dijo Lex de manera provocativa, arrinconando a Nick contra la pared del pasillo.

—¡Oh! Hola, Lex. ¿Qué pasa, hermano?

—Oye… Nick, estaba pensando que tienes un lindo trasero y me preguntaba… ¿Qué piensas hacer esta noche?

Nick miró a Lex con seriedad, pero unos segundos después estalló en carcajadas.

—Hermano, eres genial… De verdad que bromear con esto… ¡Eres mi ídolo, Lex!

Sí… siempre lo tomaban como si estuviera bromeando, por eso es que Lex estaba tan frustrado, ya que a pesar de admitir públicamente que era gay, nadie le creía y pensaban que jugaba.

A pesar de que todos conocían a Lex, él en realidad sólo tenía dos amigos íntimos: Renata —una chica tierna y linda que siempre se preocupaba por él como si fuera su madre o su hermana mayor (o menor) y lo soportaba a pesar de ser un idiota la mayor parte del tiempo— y Héctor —un chico medio freak, que a veces parecía ser medio serio e inexpresivo, pero que en realidad era un gran amigo que se preocupaba por el bienestar de Lex y Renata—. Esa mañana Lex llegó, como de costumbre, a sentarse junto a Renata y Héctor, y empezó a hablar de su interés de la semana.

—Dios, es que véanlo. Brian es tan sexy… —decía Lex, mirando a uno de los chicos populares de su curso—. Se nota que hace ejercicio. Hoy eligen las parejas para los proyectos de historia, espero que me toque con él, quizá estando en la intimidad de su casa podríamos…

—¡Lex, deja de ser un maldito enfermo en la mañana! Me vas a hacer vomitar el desayuno… —lo interrumpió Renata antes de que pudiera decir lo que le hubiera gustado hacerle a Brian.

La maestra de historia entró al salón en ese momento.

—Buenos días, hoy anunciaré los equipos para el proyecto de investigación. Los he seleccionado al azar, así que no quiero quejas respecto a su pareja —dijo la maestra, mientras sacaba una hoja de papel de su bolsa—. Bien, los equipos son…

Así comenzó a decir las personas que habían quedado emparejadas por obra del destino y el azar. Lex estaba pendiente, esperando escuchar el nombre de Brian o el suyo, y soñando con que les tocara juntos, pero a Brian le había tocado con Natalia.

—¡Oh, mierda! —dijo Lex, ahora deshaciéndose por completo de su atención en el dictado de los equipos.

—Héctor y Renata… —escuchó apenas decir a la maestra.

—¡Sí! —corearon juntos Héctor y Renata mientras chocaban las palmas para festejar que les había tocado el mismo equipo.

—Genial… al menos a ustedes les tocó juntos, pero yo… un fracaso, la magia negra para que me tocara con Brian no funcionó —dijo Lex, suspirando decepcionado.

—¿Magia negra? —preguntó Héctor.

—Sí, busqué en internet algo del “mágico mundo de Mishanty” o algo así, pero por lo visto son cosas inútiles…

Héctor y Renata se miraron entre sí y negaron con la cabeza, sintiendo vergüenza ajena por su amigo.

—Sólo tú, Lex, sólo tú… —dijo Renata, dándole unas palmaditas en la espalda.

—Lex y Dylan… —dijo la maestra, anunciando finalmente el equipo de Lex.

—¿Dylan? Héctor ¿quién diablos es Dylan? ¿Es sexy? —preguntó Lex esperanzado.

—No sé Lex, yo apenas y conozco a la mitad del salón… y aunque lo conociera, no me siento capaz de determinar si una persona es o no es sexy… —dijo Héctor—. Renata ¿tú sabes quién es?

Renata asintió mientras una gota de sudor frío le bajaba por la frente.

—Sí… Lamento que no te va a gustar. Es ese chico de allá atrás ¿lo ves? El que está junto a la ventana, justo en la esquina.

Lex buscó con la mirada a Dylan y en cuanto su vista se encontró con esa persona, puso cara de horror.

—No puede ser… ¡No! Dios, que mala suerte tengo… ¿Ni siquiera me pudo tocar con una persona normal? Es decir, sólo míralo. Yo estoy despeinado todo el tiempo, pero él… ¡Él me gana! —dijo Lex, horrorizado ante su destino.

—No puedes quejarte —recordó Héctor—, recuerda lo que dijo la maestra…

—Jamás pensé llegar a decir esto pero, a estas alturas y sin contar a Renata… hubiera preferido que mi equipo fuera una mujer —susurró Lex, con los ojos entrecerrados y con un tono de voz que prácticamente daba a entender que esas palabras lo quemaban por dentro.

—Esto sí que le afectó —le susurró Héctor a Renata mientras Lex se lamentaba pegándole a la podre banca con su frente repetidas veces diciendo “¿Por qué a mí? ¿Por qué a mí?”.

—Ahora, por favor, siéntense a lado de su pareja y empiecen a trabajar —ordenó la maestra.

Lex, de mala gana, se paró de su asiento y fue a sentarse junto al chico que ahora era su pareja. Apenas se le veía la cara a través de la maraña de pelo que parecía ser un fleco extra largo y despeinado, además, sus lentes eran enormes y le cubrían, junto con el fleco, la mitad superior de la cara.

—Así que… tú eres Donald. Mucho gusto, mi nombre es Lex —dijo distraído Lex, mirando hacia el lugar donde se sentaba Brian, quien parecía estar bastante a gusto con su compañera de equipo, demasiado a gusto…

—Es Dylan —dijo el chico, pero Lex lo ignoró.

—Brian está muy feliz con su compañera de equipo, al igual que Renata y Héctor, pero a mí, en cambio, me tocó trabajar con un idiota mal arreglado y poco atractivo, ni siquiera puedes saber si te ve o no, porque… es decir ¿dónde están sus ojos? —pensó Lex en voz alta, sin darse cuenta, creyendo que todo lo había sólo pensado.

De pronto escuchó a alguien carraspear y se giró para ver de quién se trataba. Era “Donald”, que parecía algo irritado… aunque no podría decirse con seguridad ya que los cabellos y los enormes anteojos le cubrían la cara casi en su totalidad.

—Dios, apenas se le ve la cara con esos lentes —seguía diciendo el idiota de Lex en voz alta, aún creyendo que sólo lo pensaba.

—¡Oye, estoy aquí! ¡Además, los lente los uso porque los necesito! Si te desagradan, lo siento mucho… —dijo Dylan, verdaderamente molesto por los comentarios de Lex, quien seguí sin saber que todo lo había dicho en voz alta.

—¿Cómo sabes qué es lo que estaba pensando, Dick? —dijo Lex asombrado.

—¡Es Dylan!

—Es que a caso este chico misterioso… ¿lee las mentes? —dijo Lex, dándole la espalda a Dylan como si escondiera su cara mientras pensaba.

—Aún si te das la vuelta te escucho… ¡Y no leo las mentes! —dijo Dylan, con tono desesperado.

Lex volteó a verlo con sorpresa.

—¡Oh, Dios! ¡Lo ha vuelto a hacer!

—De verdad que eres un idiota… —murmuró Dylan casi sin mover los labios, pegándose en la frente con la palma de la mano.

—Creo que yo también puedo leer tu mente… Será posible que… ¿haciendo el equipo de historia con este tipo nos hemos conectado telepáticamente?

—¡Conexión telepática tu abuela! ¡Estamos hablando, entiende, idiota!

—Sigo escuchándolo decirme idiota en su mente —dijo Lex asintiendo.

—¡Ah! Esto es imposible —dijo Dylan, levantándose de su asiento. Se dirigió hasta el escritorio de la maestra y se plató de pie en frente de ella—. Maestra, por favor, quiero… No: necesito cambiar mi equipo. Quien sea menos ese inútil —dijo Dylan molesto, tratando de controlar su voz con la maestra y señalando a Lex.

Mientras tanto, Lex miraba la escena indiferente desde su lugar, con cara de flojera, incluso bostezó, lo cual hizo enojar a aún más a Dylan.

—Dylan, no hables de tu compañero de esa manera, Yo creo que es bueno que trabajen juntos, Lex tiene el quinto lugar en las notas más altas del salón y tú eres el penúltimo.

—Y créame que no puedo entenderlo, maestra…

—Pues trata de entenderlo haciendo un buen equipo con Lex. Tus trabajos son de lo mejor y las notas de Lex son excelentes, estoy segura de que encontrarán un buen equilibrio en su equipo —animó la maestra a Dylan, quien sólo pudo suspirar y asentir a regañadientes.

Regresó a su lugar junto a Lex y lo vio escribiendo en una hoja de papel de su libreta. La arrancó con enfado, la hizo bolita y la aventó al bote de basura que estaba a sus espaldas —con una puntería perfecta, he de agregar—. Lex lo miró con incredulidad, arqueando una ceja. Dylan se inclinó sobre él y le susurró amenazador:

—Si vamos a trabajar en equipo, esto será a mi manera.

Lex giró el rostro hacia otro lugar, para apartarlo del de Dylan, y refunfuñó:

—Cero atractivo, chaparro, amargado y además con mal aliento…

Dylan se alejó de Lex inmediatamente, ruborizado.

—Yo… ¡Y-yo no tengo mal aliento! —gritó Dylan, tapándose la boca con una mano.

Lex volvió a mirarlo y se pegó en la frente con una mano.

—Se me había olvidado que también es un freak que se conectó telepáticamente conmigo…

—¡Ah! ¡Dios, dame paciencia! —imploró Dylan al cielo.

—Bueno, como sea… Hoy a tu casa después de la escuela para hacer el proyecto ¿de acuerdo? —dijo Lex, picándose el oído con un lápiz de forma distraída.

Dylan enrojeció de enojo ante la indiferencia de Lex, pero se contuvo y cruzó los brazos sobre el pecho mientras asentía, después se dio media vuelta y salió del salón, de camino al baño para echarse agua en la cara y poder calmarse a sí mismo.

En cuanto Lex se quedó sólo, Renata y Héctor se acercaron a Lex y se sentaron junto a él.

—Parece que no se llevan nada bien ¿eh? —dijo Renata, frunciendo la boca en una mueca que denotaba preocupación.

—¡Jamás podría llevarme bien con alguien tan amargado como él!

—Vamos, amigo ¿cómo esperas que no se amargue cuando lo acabas de conocer y lo llamas feo, chaparro, amargado y además dices que tiene mal aliento? —dijo Héctor, sintiendo compasión por Dylan.

—¡Héctor, no sabía que también leías mentes! —dijo Lex sorprendido.

Renata y Héctor cruzaron miradas, suspiraron y después corearon:

—Dios, dale paciencia al chico al que le ha tocado ser el equipo de Lex.

—Oigan, también puedo leer sus mentes y me decepciona que se pongan de su lado —dijo Lex, fingiendo tristeza.

—Lex, nadie lee mentes, todo ha sido dicho en voz alta, en tu caso sin darte cuenta —le explicó Renata, sintiéndose como si le hablara a un retrasado mental.

—¿En serio? —preguntó Lex, sorprendido.

Héctor y Renata asintieron, entonces Héctor comentó:

—No sé cómo este tipo tiene mejores notas que tú, Renata…

—Yo tampoco, Héctor, yo tampoco… —contestó Renata, sintiéndose ligeramente humillada.

 

Finalmente, las clases terminaron. Lex y Dylan se fueron caminando hacia la casa de Dylan. Lex era una persona que disfrutaba caminar por largo rato, sin embargo no sabía que esperar de la casa de aquel freak, así que se había tornado impaciente, y Lex impaciente es un poco…

—¿Ya llegamos? —le preguntó Lex como por veinteava vez a Dylan desde que habían salido de la escuela.

—¡Qué no! ¡No, no y no para los siguientes 10 minutos! ¡deja de preguntar de una maldita vez, en cuanto lleguemos yo te aviso! ¡¿OK?!

—¿Entonces sólo falta 10 minutos?

—¡Ah! ¡Me está volviendo loco! ¡Ya cállate! —gritó Dylan tapándose los oídos, desesperado por sacar la molesta voz de Lex de su mente.

Y así, por los próximos diez minutos que pasaron de camino a la casa de Dylan, Lex estuvo relativamente callado en cuanto a conversación y preguntas, aunque cantando algunas canciones en inglés que se sabía de memoria.

—Pareces un enorme mp3 —comentó Dylan, sorprendido—, y hasta eso no cantas mal… En fin, ya llegamos.

Lex se quedó boquiabierto ante la construcción que se alzaba en frente de sus ojos.

—¿E-e-esta es tu casa? —preguntó, con los ojos bien abierto de sorpresa.

—Sí, adelante —dijo Dylan, mientras abría el portón eléctrico de la mansión con un control que acababa de sacar del bolsillo de su pantalón.

—¡Santo cielos, es enorme! —dijo Lex cuando atravesaban el ridículamente enorme jardín delantero.

—No hagas comentarios, por favor —pidió Dylan con seriedad.

Lex se encogió de hombros ante aquella petición, y siguió a Dylan en silencio. Llegaron a la entrada de puertas dobles y estas se abrieron de par en par, dejando al descubierto el elegante interior de la mansión.

—Bienvenido a casa, señorito —dijo la voz de un hombre, que provenía desde algún lugar cercano.

Lex giró y se encontró con un señor de la tercera edad, pero que tenía a pesar de la vejez, una postura elegante y llena de energía.

—¡Dios mío! ¡¿Sebastian*?! —gritó Lex, señalándolo y tapándose la boca con una mano.

—Jaime en realidad, señorito —dijo el mayordomo educadamente.

Lex escrutó a Jaime con la mirada, lo observó de pies a cabeza y después sonrió provocador.

—Oye… dime, Jaime ¿cuántos años tienes? —le preguntó Lex al mayordomo, quien se echó a reír antes de responder.

—Ochenta, señorito —respondió Jaime.

—¡Sorprendente! Te ves extremadamente joven… —dijo Lex, rodeando con un brazo los hombros de Jaime.

—Qué raro eres… —dijo Dylan, frunciendo el entrecejo con confusión al ver la escena—. Pareciera que estás coqueteando con Jaime.

—¿Por qué no? Jaime es sexy —respondió Lex, guiñándole el ojo a Jaime.

—Señorito, usted es demasiado joven para mí —se excusó Jaime, mientras una gotita de sudor nervioso se le formaba en la frente—. Iré a avisarle al chef que están aquí para que prepare la comida.

Y dicho eso, Jaime se apresuró a retirarse casi corriendo. Lex silbó con asombro al ver a Jaime moverse así de rápida y ágilmente.

—¿Sabes? Para tener ochenta, Jaime es veloz —comentó.

—Para alejarse de ti, hasta una tortuga volaría —murmuró Dylan—. De cualquier modo, con Jaime no hagas ese tipo de bromas homosexuales, él es una persona respetable.

—Eh… No bromeaba —dijo Lex.

—Sí, sí, sí… Como digas, sólo sígueme a mi cuarto —dijo Dylan, ignorando a Lex completamente.

Lex volvió a encogerse de hombro y a seguir a Dylan, esta vez escaleras arriba. Cuando llegaron a la habitación, Lex volvió a quedarse boquiabierto.

—Debes estar bromeando… ¿Este es tu cuarto?

—Sí —respondió Dylan secamente—. Cierra la puerta al entrar, que está puesto el aire acondicionado.

—Esto está más grande que mi casa entera —refunfuñó Lex—. Malditos ricos suertudos… En fin, me voy a dormir. Avísame cuando termines el trabajo.

—¡¿Qué?! Un momento… ¿No piensas hacer nada? —preguntó Dylan enfadado.

—Nunca hago nada porque siempre la riego… Es por eso que mis equipos me tienen acostumbrado a no participar más que en el momento en el que tenemos que exponer… Así que, en cuanto termines, sólo dame mi parte ¿de acuerdo?

—¡No! ¡De ninguna manera! ¡Tienes que hacer algo!

—Haré algo: dormir —entonces Lex, sin decir más, se dejó caer boca abajo en la enorme cama de Dylan.

—¡No me refiero a cualquier cosa! ¡Quiero que trabajes! —gritaba Dylan mientras jalaba los pies de Lex para quitarle de encima de la cama.

Lex quería dormir, ya que como siempre, la noche anterior se había dormido tarde, así que se levantó y miró a Dylan con cara seria, la que usaba para negociar cosas importantes.

—Mira, sé que eres un idiota que reprueba todo, vi tus notas sobre el escritorio de allá —Lex señaló el escritorio que se encontraba en una esquina de la habitación. Tenía encima algunos de los exámenes reprobados de Dylan—. Si tú haces el trabajo yo te asesoro ¿sí?

—¿Puedes hacer que saque buenas notas? —preguntó Dylan, sin querer mostrar su esperanza ni en su rostro ni en su voz.

—Mira, Dalyn, no sé si puedan ser tan buenas como las mías, pero haré que tengas mínimo un ocho en cada materia.

—¡Ah! ¡Que es Dylan, DYLAN! ¡No Dalyn ni Dick ni Donald! Pero de acuerdo, puedes dormir… ¡Más te vale que en los próximos exámenes parciales me vaya muy bien!

—Sí, sí, sí… Tú confía. Ahora vete a trabajar y déjame dormir.

A regañadientes, Dylan dejó a Lex en su cama, ya prácticamente roncando, mientras él comenzaba con la larga investigación del proyecto que tenía entre manos…

 

Lex despertó finalmente cuando dieron las once de la noche, estaba sólo en la habitación.

—Dick, Dalyn, Donald… ¿Cómo era? —se preguntó a sí mismo distraídamente mientras bostezaba.

De pronto escuchó la puerta abrirse.

Lex se quedó embobado al ver a la persona que entró en la habitación. Un chico bajito y delgado caminó con gracilidad a través de la habitación. Era extremadamente guapo, y lo que más destacaba en su rostro eran sus hermosos y grandes ojos grises, que en conjunto con una nariz respingada y una boca pequeña, de labios ligeramente rosados, le conferían al chico una cara ligeramente femenina.

En pocos segundo, Lex ya no se encontraba acostado en la cama, sino en frente de aquel chico.

—¿Pero qué tenemos aquí? —preguntó Lex de forma seductora— ¿Un ángel caído?

—¿De qué estás hablando, imbécil? —dijo el chico, mientras lo esquivaba y se dirigía al escritorio de la habitación.

—¡Oh! Quizá eres un demonio. Ese vocabulario… Jamás habría creído que se podía escuchar a la palabra “imbécil” saliendo de labios tan hermosos —dijo Lex, rodeando los hombros del chico con los brazos en cuanto este se sentó.

—¿Qué es lo que te ocurre? Mejor ve y sigue durmiendo, ya casi acabo el trabajo —dijo el chico, tratando de deshacer el abrazo de Lex.

—¿Qué trabajo? —preguntó Lex, mirando la laptop que tenía el chico en frente de él con la pantalla en Word—. ¡Vaya! ¡Está muy bien hecho, ese Donald sí que se lució!

—¡Que es Dylan, estúpido! —gritó el chico que aún tenía abrazado Lex. Se levantó de la silla y se dio la vuelta para encararlo— ¡Si no puedes ser amable, al menos intenta no olvidar mi maldito nombre!

—Un momento… ¿Estás diciendo que tú eres el chico desaliñado que me tocó como equipo de historia? —dijo Lex, estupefacto.

—¿A caso no me reconoces? —dijo Dylan, mientras se alborotaba el cabello para que le callera sobre los ojos—. Sólo me quité los anteojos y me puse lentes de contacto, aunque todo porque mi madre me obligó… Pero aún así, no puedo creer que no me reconocieras.

Lex se quedó en silencio, así que Dylan enarcó una ceja y cruzó los brazos sobre el pecho, esperando a que Lex reaccionara.

—¡Eres hermoso! —gritó Lex emocionado, lanzándose a abrazar a Dylan.

—¡Ey, tú! ¿Quién te ha dicho que puedes abrazarme? ¡Suéltame! —gritaba Dylan mientras forcejeaba con Lex.

—Retiro todo lo malo que dije de ti, estoy feliz de que seas mi pareja… Y hablando de parejas ¿no querrías ser de verdad mi pareja? —dijo Lex, usando su voz provocativa.

—¡¿Qué demonios dices?! Ese tipo de bromas son de verdad incómodas, por favor deja de hacerlas.

—Oye, Dylan, no es una broma. De verdad me gustas —dijo Lex, mirándolo con toda la seriedad que fue capaz de imprimirle a su rostro.

—O sea que tú… tú… ¿Tú eres gay? —preguntó Dylan, enrojeciendo de vergüenza.

—Así es.

—¡Pero todo el tiempo coqueteas con chicas!

—Porque es divertido hacerlo…

—¡Ah! ¡Qué horror! ¡No me toques!

—No puedo evitarlo, eres tan lindo —dijo Lex, restregando su mejilla contra el suave cabello de Dylan.

—Bueno, ya… Al menos déjame terminar el trabajo para que puedas ir a tu casa —dijo Dylan, pensando en otra estrategia para zafarse de Lex.

—OK —dijo Lex, soltando a Dylan y sentándose en la cama—. Oye ¿no tendrás algo de comer por ahí? Me dormí en lugar de comer y me estoy muriendo de hambre.

—Oh, Jaime estaba por traer algunos bocadillos —contestó Dylan distraídamente, sin perder la concentración de su trabajo.

En ese momento Jaime irrumpió en el cuarto con una bandeja plateada en las manos.

—Su cena, señoritos —dijo.

—Pon todo sobre la mesa Jaime —dijo Dylan, alejándose finalmente de la computadora—. Al fin terminé, así que después de la cena ya puedes irte a tu casa. Es muy tarde ¿vendrán a recogerte?

—¿Eh? Ah, no. Me iré caminando —dijo Lex, mientras le hincaba el diente al pan dulce que Jaime acababa de dejar en la mesa del cuarto.

—¿Vives cerca? —preguntó Dylan, acercándose hasta la mesa para tomar un poco del té que Jaime había preparado.

—Sí, vivo por el centro.

—¡¿Hasta el centro?! A estas horas eso es peligroso —dijo Dylan preocupado, no por Lex, sino porque si no llegaba a su casa podían echarle la culpa a él.

—Ah, entonces tomaré el autobús —dijo Lex, restándole importancia.

—A estas horas no encontrarás ninguno, tampoco un taxi —dijo Dylan, pensativo—. Jaime, podemos llevarlo en alguna limusina.

—Me temo que su madre se ha llevado una y su hermano otra. Los autos están prestados con algunas de las amistades de su padre, no hay manera de que lo llevemos en estos momentos, señorito —dijo Jaime, con cara de preocupación.

—¡Ah! ¿No pueden venir por ti tus padres? —le preguntó Dylan a Lex.

Lex negó con la cabeza.

—No tenemos auto.

—¡Mierda! Entonces supongo que tendrás que quedarte, será mi responsabilidad si te pasa algo… Jaime, prepárale una habitación de huéspedes a Lex, por favor.

—En seguida, señorito —dijo Jaime, con cara divertida, antes de salir de la habitación.

—¿Entonces pasaremos la noche juntos? —preguntó Lex provocativo, bromeando con Dylan.

—¡De ninguna manera! —dijo Dylan—. Iré a imprimir el trabajo y después tomaré un baño y mientras tanto tú puedes esperar aquí comiendo.

—También quiero tomar un baño —dijo Lex, con cara de perrito.

—Pero no tienes muda de ropa ¿o sí?

—Sólo necesito ropa interior y una pijama… o también sin pijama —dijo Lex, con una gran sonrisa y guiñándole un ojo a Dylan.

—Pero no creo que te quede mi ropa, estás gordo —dijo Dylan, enfadado ante el acoso de Lex.

—¡¿Qué?! Claro que no estoy gordo —dijo Lex, entrecerrando los ojos.

—No te va a quedar mi ropa —dijo Dylan, encogiendo los hombros divertido ante el primer momento de enojo que lograba hacer pasar a Lex.

—Pero eso es porque tú estás chaparro y flacucho —dijo Lex, defendiéndose. Lex en realidad no estaba gordo, pero Dylan disfrutaba molestarlo.

—Como digas, gordo. Veré qué te puede prestar Jaime —dijo Dylan, saliendo de la habitación mientras se reía.

No estoy gordo… se quedó pensando Lex indignado, pero ya no probó un bocado más del pan dulce que había llevado Jaime a la habitación…

FIN DEL CAPÍTULO 1

*Sebastian es una referencia chistosa a uno de los principales personajes de la serie llamada Koroshitsuji.


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