Un escalofrío recorre mi interior, sus manos se posan en mi pecho con suavidad recorriéndolo, sus besos en mi cuello me están volviendo loco lentamente, pero por más que intento mirar su cara no le veo, me besa con pasión en los labios y pega su cuerpo al mío, con determinación. Y entonces subo la mirada su cara, sus ojos verdosos, su pelo rojizo y alborotado “Hi… Hikaru”.
Un zarandeo me hace abrir lentamente los ojos, para verle a mi lado de nuevo -¿Qué?-pregunto algo asustado, su mirada clavada en la mía y noto como se va acelerando mi corazón.
-Nada, es que parecía que tenías una pesadilla eh, Kaoru- su risa divertida hizo que girara la cabeza, “pues claro que era una pesadilla” bajé la cabeza y me levanté de la cama.
-¿He dicho algo malo?- Preguntó apenado, yo simplemente le ignoré, últimamente siempre tenía los mismos sueños, últimamente cualquier gesto suyo me incomodaba.
Entré primero a la ducha cerrando la puerta justo cuando él iba a entrar, no quería bañarme con él, no quería nada que tuviera que ver con el hasta que se pasara todo esto. No podía permitirme algo así, o terminaría llevándonos a la ruina a los dos.
--------------------Más tarde--------------------------------------------------------------------------------------------
Entré al colegio seguido de un Hikaru que no hacía más que hablarme de videojuegos, a lo que yo contestaba con una afirmación o unos breves monosílabos, nos sentamos en nuestros respectivos asientos hablando ya un poco más animadamente, siempre conseguía que me animara. Un sutil golpecito sonó cuando la puerta de clase se abrió, Hikaru se dio la vuelta ilusionado, mas yo ya sabía que iba a encontrar en esa mirada. Haruhi había llegado, igual de temprano que siempre, con su sonrisa amigable. Observé como Hikaru había corrido a abrazarla y saludarla, seguramente manteniendo alguna conversación poco interesante, pero esos ojos, tan iguales a los míos no estaban cargados de la misma ilusión con que un amigo se acerca a ella.
Giro la cabeza decepcionado y ¿entristecido?, ¿realmente que era lo que me estaba entristeciendo? Que no me hiciera tanto caso como antes, que hubiera logrado aceptar a alguien más… Que hubiera encontrado a la persona con la que quisiera pasar el resto de su vida.
-¿Kaoru estas bien?- La voz suave de aquella muchacha me sacó de mis pensamientos, haciendo que la mirara, mis ojos la miraban furiosos y aguados y me levanté súbitamente de mi asiento quedando a unos centímetros de ella. La chica se asustó, mas luego guardó perfectamente la compostura, manteniendo su siempre mirada de “yo no he hecho nada malo”, que tanto me sacaba de quicio. Hikaru intento calmar los humos cosa que solo hizo que me entristeciera más, con un empujón la aparté saliendo de la clase con todas las miradas clavadas en mi nuca.
Según me alejaba de aquella clase, mis lágrimas empezaban a escapar y su voz me llegó desde atrás, al igual que sus pasos acelerados, gritando mi nombre, como siempre. Me giré mirándole, no podía dejar que me viera así, salí corriendo escaleras arriba, despistándole un poco más en cada esquina, hasta que llegué a la azotea, cerrando la puerta cansado. Éramos tan iguales excepto en los deportes, no sabía ni si quiera como había logrado escapar de él. Me acerqué a la verja, al borde del edificio y me senté, encogiendo las piernas y enterrando mi cabeza entre ellas. Las lágrimas no tardaron en salir “¿Por qué me había cambiado tan fácilmente por esa chica, que se hacía pasar por un chico?” “¿Por qué me seguía aun así?”.
No quería ser reemplazado y aun así, no terminaba de creerme lo que acababa de hacer, algo había mal en mí, me negaba a creerlo del todo, pero ya no podía haber más evidencias.
Mis sueños, el que mi corazón se acelerara cada vez que me sonreía o que se tumbaba a mi lado en la cama, que llorara por el hecho de que me intentara cambiar por ella…
Mi puño se estrelló en el suelo, mientras mis labios se movían solos, pues ahora mismo lo único que podía calmarme era mi voz, que tranquilamente y sin trabarse pronunciaba aquellas dolorosas palabras:
-Está volviendo a mí.
Recuerdo este dolor.
Se extiende a través de mis ojos,
todo es gris.
Todos sonríen,
ellos sonríen…
Esto me empuja muy, muy lejos
no lo puedo comprender.
¿Puedes oírme allá fuera?...-
No pude continuar pues la puerta de la azotea se abrió demasiado deprisa y apareció una chica, morena, de ojos verdes cual esmeralda. Su mirada mostraba cierta sorpresa por encontrarme aquí.
-Disculpa, oí a alguien cantar y quería saber… quien era- me levanté y me dirigí a la puerta con pasimonia, sin dirigirla palabra alguna, pero cuando pasaba por la puerta me agarró del brazo, lo que me hizo mirarla.
-se… sé que no nos conocemos de nada, pero, pero cuenta conmigo- su mirada estaba realmente apenada por la situación, mis lágrimas comenzaron a caer de nuevo. Y me agarré a ella, cual niño pequeño. No sabía quién era aquella chica, no sabía nada de ella, pero necesitaba desahogarme con alguien, y ella había llegado primero. Le conté todo lo que pasaba, obviando que era mi hermano gemelo el que había cautivado mi corazón, la chica me calmó durante todo el horario de clases. Hasta que ya pude dejar de llorar.
Miré la hora, ya era demasiado tarde-Lo siento muchísimo, te e entretenido todo este tiempo-
La chica negó con la cabeza.
-No importa, de verdad, te ves mejor así la verdad, me alegro de haber podido ayudarte- y con ese pequeño comentario hizo que apareciera una sonrisa sincera. Seguimos contándonos anécdotas divertidas y demás tonterías, riéndonos a carcajadas, como hacía demasiado tiempo que no hacía.
Más tarde nos despedimos a la puerta del colegio, era hora de volver a casa, de volver a mi tortura personal, el verle dormir a mi lado sin poder acariciar su blanca piel o su cara idéntica a la mía.