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La cena por Rafael

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Notas del fanfic:

“Mi refugio son tus brazos, dame abrigo por favor. Saca el frío de mi cuerpo y mi dolor.”

Esa noche, después del trabajo, Mello apenas tubo tiempo de regresar a su casa para ducharse y cambiarse antes de que llegara Matt, a quien se veía fresco y cómodo con su remera a rayas, los jeans gastados, borceguíes, y los googles cubriendo sus ojos. Había llamado temprano, avisándole que iría a comer. Mello había prometido una pizza.

 

_¿No llego tarde? –preguntó Matt.

 

_Nop –dijo Mello, sonriendo-. Entrá.

 

Él no se movió. Retrocedió un paso, mirándolo fijamente.

 

_Wow –murmuró, y emitió un tenue silbido-. Tu aspecto es encantador.

 

_¿De verdad? –dijo Mello, mirando su propio atuendo y sintiendo que comenzaba a sonrojarse un poco. Estaba complacido. Había tenido demasiada prisa e igualmente había elegido bien sus atavíos.

 

Mello se apartó a un lado mientras él entraba, sosteniendo una bolsa en una mano.

 

_He comprado vino en el camino –dijo Matt, extrayendo la botella de la bolsa-. Ojalá te guste el chardonay. Tiene buen sabor y está frío.

 

_Me encanta –le contestó, mientras retiraba dos copas de vino del armario y sacaba un sacacorchos del cajón de la cocina. Matt necesitó apenas un momento para descorchar la botella.

 

_Por el futuro –dijo Matt, elevando la copa llena, los ojos fijos en los de Mello. El rubio asintió y sonrió, pero no dijo nada mientras se llevaba la copa a los labios.

 

¿El futuro? ¿Quién tenía tiempo para pensar en eso? Ya tenía problemas bastante graves a causa de la necesidad de afrontar un día tras otro. Su vida marchaba con excesiva rapidez, en direcciones muy diferentes. ¿Y de qué futuro hablaba Matt? ¿El futuro del propio Matt? ¿El de Mello? ¿El de ambos?

 

Regresaron a la sala y se sentaron juntos pero apenas separados en un sofá. Las cortinas flotaron impulsadas por la brisa alrededor de la ventana abierta; el aire era fresco y olía débilmente a la carne que se asaba en el asador que alguien había instalado al aire libre.

 

Estuvieron hablando largo rato, tomando eventualmente algún sorbo de vino.

 

_Probablemente no querrás creer nada de todo esto –dijo Mello-. Pero quiero que lo escuches todo.

 

Mello le contó a su viejo amigo sobre el caso de Kira. Le contó de su plan y de su vínculo con la mafia. También sobre su intacta rivalidad hacia Near. Mello ansiaba ganarle a Near mas que nada en el mundo.

 

Luego de cuarenta y cinco minutos de charla, ambos se quedaron callados, sin nada mas que decir. Mello descansó la cabeza sobre una mano, se inclinó hacia atrás y miró el techo.

 

_¿Eso es todo? –preguntó Matt.

 

_Si –dijo Mello-. Todo.

 

_Entonces es hora de comer la pizza – dijo Matt, poniéndose de pie-. Estoy famélico.

 

_¿Es todo lo que vas a decir?

 

_Necesito pensar un momento. Y no puedo pensar con el estómago vacío. Además, estoy mareado a causa del vino.

 

Lo mismo le sucedía a Mello, aunque no lo comprendió hasta que intentó seguirlo cuando él se dirigió a la cocina. Volvió a sentarse y sintió que el mareo lo dominaba.

 

_No sos el único.

 

Lo escuchó moverse en la cocina, abriendo y cerrando la heladera y el microondas, buscando en los cajones y las alacenas, poniendo los platos sobre la mesa. Mello quería ayudar, pero los intentos de usar las piernas fracasaron.

 

Finalmente lo logró en un tercer intento, y se unió a él en el momento mismo en que Matt estaba cortando la pizza.

 

_Perdón –dijo-. El vino generalmente no me produce este efecto.

 

_A mi tampoco –dijo Matt mientras echaba pizza en el plato de Mello-. Debe ser porque tenemos el estómago vacío.

 

Hablaron poco mientras consumían tres grandes pedazos de la pizza de champiñón y salchichas. Mello no podía recordar haber comido nunca una cantidad tan considerable; pero en todo caso, la pizza compensó el mareo originado en el vino.

 

_Bueno, ¿qué vas a hacer ahora? –preguntó Matt mientras devoraba las últimas migajas del plato.

 

_La verdad, no sé. Supongo que voy a insistir. Es demasiado tarde para retroceder.

 

Matt frunció el entrecejo.

 

_¿Puedo ayudarte? –preguntó Matt.

 

_Podrías decirme que no perdí la cabeza.

 

Matt sonrió.

 

_Hablo en serio. No se si tenés razón en todo esto, pero estoy dispuesto a ayudarte, sea cual sea el resultado final.

 

Mello lo examinó atentamente. ¿Podía confiar en él? Ciertamente era su mejor y único amigo. Entonces, ¿por qué continuaba dudando?

 

De todos modos, él no había hecho nada para justificar esa desconfianza, y de ningún modo lo perjudicaría tener a una persona como Matt a su lado; sería un hombre dispuesto a ayudarlo y aconsejarlo.

 

_¿Estás seguro de que deseás comprometerte? –preguntó Mello.

 

Él se puso de pie y rodeó la mesa. Levantó el mentón de Mello y buscó sus labios. La lengua de Matt sabía a especias. Pero era dulce. Mello estaba aturdido.

 

_Si, estoy seguro –murmuró Matt.

 

Esta vez Mello no se apartó.

 

Quizás fue el vino. Quizás las semanas de tensión acumulada. En cualquier caso, Mello descubrió que no podía resistirse después del primer beso prolongado.

 

No, no era que fuese incapaz de ofrecer resistencia. Él jamás aceptaría eso. Era que se mostraba abierto y dispuesto, incluso deseoso.

 

Continuaba sentado frente a la mesa, la cabeza echada hacia atrás, sintiendo que la silla se inclinaba levemente. La lengua de Matt acarició los dientes de Mello y después recorrió lentamente sus labios. Lo acarició suavemente. Después de deslizó sobre la punta de la nariz, los párpados, los lóbulos de las orejas.

 

La respiración de Matt era suave y cálida contra la piel de Mello. Después la sintió en la nuca. Advirtió que sus pezones comenzaban a endurecerse bajo el chaleco.

 

Con los ojos cerrados, Mello unió lentamente las manos detrás del cuello de Matt, y sus pulgares recorrieron, masajeándolos, los músculos tensos del cuello. Sintió el pulso de Matt, el calor de su piel.

 

Se aferró con mas fuerza cuando la silla comenzó a caer hacia atrás.

 

_Eh –murmuró-, me estoy cayendo.

 

Oyó que su amigo reía brevemente, y después sintió uno de sus brazos bajo las rodillas y el otro en la espalda. Abrió los ojos cuando Matt lo alzó sin esfuerzo evidente, acunándole el cuerpo con la misma desenvoltura que lo había hecho antaño su padre, para llevarlo a la cama como si hubiese sido un niño.

 

_¿Dónde? –preguntó Matt con una sonrisita.

 

Mello vaciló. Él lo dejaba elegir. La incertidumbre de unos minutos antes había desaparecido y se aferraba al borde de su conciencia. Pero eso era entonces. Esto era ahora.

 

_Esta bien –dijo Mello, hundiendo la cabeza en el cuello de Matt, y permitiendo que su propia lengua se deslizara y saboreara la sal de la transpiración que se adhería al cuerpo de su amigo.

 

Matt lo dejó suavemente sobre la cama, y después se sentó sobre el borde. Le tocó apenas la mejilla, con un dedo le recorrió el cuello, deteniéndose en la cicatriz que adornaba la mitad izquierda de su rostro y parte del cuello.

 

_¿Qué es esto? –preguntó, inclinándose para examinarlo.

 

_Un accidente, hace algunos años –murmuró él -. ¿Te parece feo?

 

Matt lo besó.

 

_Me parece hermoso. Y vos sos hermoso.

 

La mano de Matt descendió y le acarició el pecho, su dedo rodeó el pezón, sintiendo que se endurecía todavía más a través del cuero del chaleco. Mello cerró los ojos, asimilando esa maravillosa sensación. La mano de Matt pasó al otro pezón y después retornó, el contacto era tan suave que parecía casi inexistente.

 

Mello sintió que sus caderas, inconscientemente, se movían, lentamente arqueadas, y que elevaba el cuerpo cuando los labios y la lengua de Matt lo acariciaron. Él tenía la mano bajo el chaleco, sobre el estómago liso, y descendía y desaparecía bajo el borde superior de los pantalones ajustados.

 

Y ahora había llegado. Recorría la extensión de su miembro. Lo apretaba. Lo encontraba húmedo y expectante. Mello alcanzaba a oír que a Matt se le aceleraba la respiración, y que su propio cuerpo se movía.

 

Los labios de Matt se separaron de la boca de Mello, pero su mano continuó acariciándolo suavemente. Mello abrió los ojos y descubrió que él lo miraba.

 

_¿Estás seguro de que querés esto? –preguntó tranquilamente Matt -. No es demasiado tarde para negarse.

 

En ese momento, al oír la pregunta tan amable, al ver sus ojos, Mello bajó una mano y la puso sobre la de Matt, apretó con fuerza.

 

_¿Te parece que quiero negarme? –preguntó.

 

En definitiva, fue el momento más maravilloso y erótico de su vida. Suave y sin apremio. Prolongado. Exquisito. En un sentido real, Mello había considerado que todavía era virgen y de buena gana había permitido que Matt y su propio cuerpo lo guíen a través de las maravillosas complicaciones del acto de amor.

 

No sentía vergüenza, ni pesar, ni timidez. Ni al principio, ni ahora. Sólo una satisfacción profunda y cálida. Desde el centro de su persona, el resplandor se difundía hacia todos los nervios y todos los poros. Su cuerpo había renacido, y él jamás se había sentido tan vivo.

 

Yacieron agotados, sobre la cama, los cuerpos desnudos refrescados por una brisa que entraba por la ventana, y que los acariciaba como ellos se habían acariciado mutuamente apenas unos minutos antes.

 

Por primera vez en mucho tiempo, Mello se sintió en paz.

Notas finales:

Muy tierna, ¿verdad?

 

Bueno. Espero que haya satisfecho el interés ecológico del lector (?  *WTF*

 

Jojo. Dejen comentarios... chicas, estoy soltero *jujuju*


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